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Capítulo 2

  Dos maletas y una mochila es lo necesario para poder llevar lo más importante, que obviamente la mayoría es ropa y cosas de higiene personal. Echo las ultimas cosas que había en la cama dentro de la mochila bajo la atenta mirada de mamá. Su rostro pálido y las ojeras bajo sus ojos me demuestran que no ha podido dormir bien. Cada día está más delgada y come menos y eso me preocupa mucho.

Cierro la mochila y me giro hacia ella.

—Dime lo que sea que estés pensando ahora, mamá —digo y ella da un suspiro.

—Sabes que esa casa no me gusta... eso es todo —dice y tose fuerte.

—Lo sé mamá, pero ese era el único trabajo que vi disponible y sabes perfectamente que busque y busque y nada —hago una pausa para poner la mochila junto a las maleta—. Hago esto para poder seguir comprando tus medicamentos, mis ahorros no dan para más.

—Déjame en un internado para ancianos, sé que soy una carga para ti...

—¡Mamá, por Dios! Sabes perfectamente que no eres una carga para mí. Y no eres una anciana, apenas tienes cuarenta y ocho años, por Dios —digo y me acerco a ella y la abrazo con fuerza—. Nunca pienses que eres una carga para mí porque no lo eres... te amo mucho, ¿ok?

Ella me devuelve el abrazo.

—Yo también te amo mucho.

—¿Hasta el cielo?

—Hasta el cielo —dice y a las dos se nos dibuja una sonrisa en la cara. Nos quedamos un rato de esa manera sin decir nada.

—Bueno, sigue empacando para que tengas todo listo —rompe el silencio.

—Está bien —digo y la suelto. Ella no para de mirarme hasta que salgo de la habitación.

Me quedo parada en frente de la puerta. Como desearía que mamá volviera a ser la que era antes. Con una sonrisa todo el tiempo en el rostro. Llena de vida. Pero bueno, no todo es de color rosa. Camino a la sala de estar, donde Mar se encuentra viendo una novela romántica. Mar no es la típica enfermera mayor y antipática, apenas va a cumplir treinta y cinco en tres meses. Tiene el pelo castaño un poco por debajo de los hombros y sus ojos son de un azul muy oscuro. Siempre se la pasa encerrada y dentro de su casa y en la mía y es por eso que su piel ha adquirido un tono bastante pálido. Ella es muy buena con mamá y conmigo. A veces ella es la que hace la cena y yo no tengo que cocinar. Nos hace reír a ambas casi todos los días y lo agradecemos. Ella está tan entretenida con la novela que no nota que estoy a su lado. Aprovecho para asustarla.

—¡Buu!

—¡Ah! —grita brincando del sofá y yo estallo en carcajadas.

—Eso no es gracioso señorita... me pudo dar un infarto —me regaña.

—Sí, sí que lo es —digo entre risas.

Ella me mira fijamente y entrecierra los ojos, pero mi risa no disminuye.

—Hubieras visto... visto tu... cara —digo y me agarro la barriga que ya por reír fuerte me está empezando a doler.

—Sí, sí, como digas. Hiciste que me perdiera de una parte de la novela, chiquilla —dice y se vuelve a sentar.

—Lo siento —digo ya más calmada—. Es que como te diste cuenta de que estada al lado tuyo me dieron ganas de asustarte... es todo —digo y me siento a su lado.

—Está bien, ahora ya verás cuando te asuste yo.

—No sé cuándo eso suceda porque no estaré aquí, sabes que me mudo mañana a la casa Blake —digo mirándola.

—Lo sé, pero en algún momento lo hare. Lo prometo desde ya— dice muy segura de sí misma.

Nos quedamos ahí hablando de cosas aleatorias unos minutos, hasta que ella saco el tema de los Blake.

—Y ¿La viste?

—Sí, solo vi a Jenifer —le contesto.

—¿Y cómo era? Dime, tengo curiosidad.

—La curiosidad mato al gato —le digo para molestarla.

—Agrr... solo dime. ¿Es cierto que es muy hermosa?

—Sí... tiene el pelo bastante largo y es de un negro muy oscuro. Sí, sus ojos son grises como todos dicen, a pesar de ya estar casi en los cincuenta se ve estupenda.

—Como tú, así de estupenda —dice Mar haciendo un movimiento con la cabeza.

—Para nada, ella me gana y por mucho. No es que yo sea fea, pero tampoco me considero la mujer más bella del mundo, mi autoestima no es tan alta.

—Pues debería, Tanit. No sabes la cantidad de mujer con las que hablo y me dicen cosas sobre ti. Diciéndome que quisieran tener todo lo tuyo. Incluyendo pechos y el culo.

—¡Mar!

—¿Qué? Es la verdad, tienes un cuerpo de infarto —dice y lleva sus manos a sus pechos y las va bajando, ese gesto me hace reír.

—Está bien, ya entendí.

—A lo mejor conquistas a uno de los hijos Blake —dice en broma.

—Uff... lo dudo, pero me gusta esa idea —le contesto en un tono sarcástico y me pongo de pie. Estiro los brazos—. Bueno, me voy a terminar de empacar mis cosas. Sigue viendo tu querida novela —digo y salgo de la sala.

—¡Recuerda que te voy a asustar pronto! —me grita haciendo que una risa se me escape.

Luego de haber terminado de empacar y acomodar mis cosas me fui a dormir. Tenía que ser puntual mañana cuando llegara a la casa Blake. No iba a dar una mala impresión de mí el primer día de trabajo.

Y es por eso que justo ahora voy saliendo de la ducha a las seis y media de la madrugada. Amarro la toalla alrededor de mi cuerpo y voy a mi habitación, me pongo la ropa que deje encima de mi cama. Una camisa de manga larga color negro, unos jeans algo pegados color azul oscuro y por último mis botas marrones; las amarro y salgo de mi habitación a la cocina. Tengo algo de hambre y es por eso que me preparo algo simple para desayunar. Una ensalada de frutas. Fresa, mango, kiwi y manzana. Me llevo una fresa a la boca y vuelvo a mi habitación. La casa está tan silenciosa que puedo escuchar a mi madre moverse en su cama. Me acerco a su puerta y la puedo ver profundamente dormida, abrazando su almohada. Una sonrisa se dibuja en mi rostro.

No me quedo más rato viéndola y camino hasta mi habitación para sacar las maletas de allí y tener todo listo para irme en unos minutos. Mar, al igual que mamá, está dormida.

Saco las maletas y las dejo al lado de la puerta. Busco mi mochila y me la pongo en la espalda. Mi celular marca las seis con cincuenta minutos, tengo que estar allí a las siete. Me apresuro en salir, me pongo mi abrigo y mi sombrero tejido. Primero de que cruce la puerta, voy al cuarto de mi madre y le doy un beso en la frente, aún sigue profundamente dormida.

—Te amo —digo y ahora sí salgo con las maletas en mano.

El clima en Dalia siempre ha sido frio, pero hoy le doy con ser aún más frio. Se nota hasta cuando respiro. Voy por el mismo camino que usé ayer para llegar a la mansión. No me toma más de siete minutos llegar al portón de entrada de la mansión. Ya el sol está comenzando a hacer presencia en el cielo. Toco el timbre y espero a que me hablen.

—Hola, buenos días, señorita White —dice la misma voz que la otra vez.

—Hola... buenos días a usted también.

—Le abro enseguida.

—Ok, espero —digo y no pasan ni veinte segundos cuando el portón se abre lentamente. Espero a que se abra y comienzo a caminar. Está vez noto algo un poco diferente en la vegetación que decora el frente de la mansión. Se ven algo apagadas las flores y los arbustos igual. Dejo de mirar a mi alrededor y miro al frente para llevarme una muy buena sorpresa. Esta vez no solo se encuentra Mila, si no la familia entera. Los seis Blake.

Me acerco, ahora con más lentitud, hacia ellos. Mientras más me acerco me doy cuenta de que también hay tres chicas más detrás de ellos. Las tres con la cabeza en alto y su cuerpo en una postura derecha.

Al estar a menos pasos de ellos me doy cuenta de que todos tienen el mismo aspecto. Cabello negro y ojos grises; todos menos uno de los hijos. Él tiene los ojos de diferente color, uno gris y el otro azul.

—Buenos días, señorita White —me saluda Jenifer dando pasos hacia mí.

—Buenos días —digo un poco incomoda por todas las miradas que hay sobre mí.

—No tienes por qué estar nerviosa. Ellos son mi hijos —hace una seña con su mano hacia ellos—. Él es el mayor, André —dice señalando al que está a la derecha del todo. André, como había dicho antes, tiene el cabello negro con unos pocos risos y ahora que estoy más de cerca puedo ver que sus ojos son más azules que gris.

—Buenos días —dice haciendo un gesto de saludo con la cabeza.

—Buenos días —le devuelvo el saludo.

Y es así como Jenifer me presenta a todos sus hijos una tras otro. André, Esteban, Uriel y Jared.

—Y por último el más pequeño, Jared —dice y señala al chico de ojos de diferente color. Se puede decir que es el más diferente de los cuatro. Su pelo negro es lacio y lo lleva muy despeinado, como si se estuviera pasando la mano por él frecuentemente, sus ojos diferentes están fijos en mí, haciendo que me sienta algo rara. Su piel no es como la de sus hermanos, él es un poco más bronceado.

—Bueno... las chicas aquí te guiaran hacia tu nueva habitación. Gina por favor —dice Jenifer y una de las chicas que estaban de pie detrás de ellos se acerca y toma una de mis maletas, mientras que otra toma la maleta que me queda. Y yo me quedo con la mochila. Gina y una de sus compañeras es rubias con ojos verdes y su otra compañera tiene el pelo castaño al igual que sus ojos.

Todos empiezan a caminar dentro de la casa, la cual me vuelve a sorprender. Las chicas me guían por un pasillo diferente de la mansión, el cual está lleno de cuadros en las paredes. Caminamos hasta que nos detenemos delante de una gran puerta oscura.

—Esta es su habitación, señorita White —dice Gina abriendo la puerta.

Me quedo sin palabras. No me esperaba esto en lo absoluto, pensaba que me darían la típica habitación de empleada como en las películas, pero no. Se puede decir que mi nueva habitación es mucho más grande que la que está en mi casa. Tiene una cama matrimonial con sabanas color vino. Grandes ventanales, del suelo hasta el techo, me dan una gran vista al jardín trasero de la mansión. Un armario, el cual es como una habitación aparte. Solo puedo decir wow.

—Aquí, los jefes, tratan a todos por igual. No importa si eres solo un empleado, te dan los mejores tratos. Algunas habitaciones, no todas, son compartidas —dice Gina con una sonrisa en los labios.

—¿Y la comida? ¿Comemos en algún lugar? —pregunto.

—Sí, claro. Comemos todos juntos en la mesa y si tienes hambre por la noche puedes ir a la cocina y prepárate algo tranquilamente. Ahora está es tu casa también, señorita White.

—Me puedes decir Tanit —le digo.

—Pues, bienvenida a casa Tanit. Te presento a Maya y Fabi, mis compañeras de trabajo, hay más chicas, pero están trabajando en este momento y por no pudieron venir —me dice y las chicas se acercan y me saludan con la mano. Ahora sé que la rubia es Maya y la castaña Fabi.

—Mucho gusto chicas —les digo.

—Igualmente —dicen las dos a la vez.

—Bueno pues te dejamos para que desempaques y te acomodes. Llámame si me necesitas.

—Claro... gracias.

—De nada.

Como dicen, salen de la habitación y me dejan sola. Me quito la mochila y la coloco en la cama al igual que las maletas. Las abro y poco a poco voy sacando mis prendas de ropa. Abro el armario y puedo ver que hay bastante espacio, y de sobra, para poner toda mi ropa y cosas de higiene.

Lo acomodo todo poco a poco y muy bien organizado, siempre he sido de las personas que no pueden ver algo mal hecho y no arreglarlo. Es por eso que mi casa siempre está recogida por todos lados. Minutos más tarde unos tenues golpes se escuchan en la puerta. Voy hasta ella y la abro para encontrarme a Jenifer de pie al otro lado.

—Hola, señorita White. Vengo a entregarle su uniforme —dice y me tiende unas ropas muy bien dobladas.

—Gracias y... me puede llamar solo Tanit.

—Claro, como usted se sienta más cómoda, señorita Tanit, perdón, Tanit —dice y una pequeña risa sale de sus labios.

Ella me dice algunas cosas sobre lo que tengo que hacer hoy y luego se va. Dejo el uniforme en la cama y termino de guardar las pocas cosas que me quedaban en las maletas, cuando termino las cierro y las pongo también dentro del armario.

Tomo mi celular y veo la hora: 7:37. Es bastante temprano y la señora Blake dijo que podía comenzar a las 10:30. Es por eso que decido darme una ducha y ponerme el uniforme. Y sí, mi habitación también tiene baño. 

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