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Capítulo 18


  Hay veces en las que me siento inútil... como ahora. No he salido de mi habitación en todo el día. Ya el cielo está oscuro y una media luna lo decora. El viento sopla fuerte, creo que se avecina una tormenta. No despego los ojos de la ventana, no tengo nada que hacer y el aburrimiento se está apoderando de mí. Suelto un suspiro y me giro en dirección a la mesita de noche donde descansa mi celular. Lo desbloqueo y entro en mis contactos. Me apetece llamar a Laila.

Marco su número y me llevo el teléfono a la oreja. Espero unos segundos hasta que contesta.

—Hasta que por fin te dignas a llamarme —dice y esbozo una pequeña sonrisa.

—Hola, también te extrañe.

—Si... como digas. ¡Jayden deja eso! —le grita al pobre niño y puedo escuchar cómo se ríe a carcajadas. Amo la risa de los niños.

—¿Peleando con tu propio hijo, Laila? —pregunto.

—Últimamente está insoportable, no para de correr o echarse cosas a la boca, ya mismo lo veo cagando una pieza de lego —dice haciéndome reír.

—Tú y tu vocabulario aun me sorprenden.

—Como si tú no dijeras groserías.

—No las digo mucho la verdad.

—Si, claro —dice soltando un bufido.

—Es cierto, que yo recuerde no he dicho algo grosero en un tiempo.

—Mhm, te creo —dice sarcásticamente y se oye algo rompiéndose de fondo.

—Se jodio —dice la voz de un niño.

—¡Jayden! —Lo único que puedo hacer es reírme a carcajadas.

—Creo que está siguiendo tus pasos —digo entre risas.

—¿Cuántas veces te he dicho que esas cosas solo las dice mami? ¿Muchas verdad? Ahora te sientas allí hasta que yo diga, vamos —dice regañando al pobre niño.

—Ahí tienes una razón para dejar de decir groserías —le digo tumbándome de espaldas en la cama.

—No es la primera vez que dice lo mismo que yo, ha dicho cosas peores como puñeta o puta y lo gracioso es que no lo dice en casa nunca, siempre tiene que ser en público —dice soltando un suspiro—. Lo regaño siempre, pero las palabras le entran por una oreja y se le salen por la otra.

—Mírate... ya eres toda una señora madre —le digo y ella suelta un bufido.

—Amo a mi hijo, pero hay veces en las que no lo soporto —admite—, bueno cuéntame que ha sido de tu vida en estas largas semanas sin mí —dice y algo se vuelve a escuchar de fondo—, ¡Jayden quédate quieto, carajo!

—Carajo —repite el niño y Laila suelta un suspiro de cansancio.

—Pues la verdad normal, aquí en la casa todos son muy buenos, eso sí, hay cosas muy, pero muy, raras que han pasado.

—¿Cómo qué? —pregunta curiosa.

—Bueno te lo resumo. Hice amigas, conocí a los Blake, me cayó un cuchillo en el pie...

—¿Cómo así?

—Déjame terminar.

—Está bien, perdón.

—Estuve casi una semana sin caminar bien y me dejo una cicatriz, vi un cuchillo en la gaveta de una mesita de noche, los chicos se meten en la piscina, aunque el agua este más fría que el polo norte, uno se la pasa caminando por el techo, son muy raros la verdad —hago una pauso y trago saliva—, la señora Blake le dio una ataque de algo y yo fui su víctima, el que se pasea por el techo dice que le gusto y me besó...

—¿!QUE, COMO!? —grita haciendo que me despegue el teléfono de la oreja.

—Lo que oíste.

—¡Conquistaste a un Blake, Tanit! —dice con emoción.

—Pues sí, eso creo.

—¿Cómo que pues creo? Yo estaría emocionada, no, eso se le queda corto a lo que yo estaría la verdad. ¿Por qué tú no estás emocionada? —dice en un tono de regaño.

—Oye, no soy Jayden para que me estés regañando —me quejo.

—Pero... ¿Por qué no estas emocionada? ¿No me digas que no sientes lo mismo? —pregunta.

—Siéndote sincera...

—Ajá, avanza y dime.

—Pues creo que sí —admito.

—¡Eso es! —grita con energía.

—Si gritas una vez más me dejas sorda —le digo en tono enfadado.

—Lo siento, lo siento... me emocione mucho.

—Demasiado.

—Mira, yo por mí seguiría hablando contigo toda la noche, pero creo que mi pequeña bestia me desobedeció y tengo que acostarlo, regañarlo y quitarle su juguete preferido por un tiempo por eso y también hacer unas cuantas cosas más —dice en un tono algo triste.

—Está bien, sé que eres una mujer muy ocupada. Me llamas otro día si puedes y quieres.

—Te amo —me dice.

—Yo también te amo, nos vemos —me despido.

—Dale, nos vemos —dice y cuelga.

Justo en ese momento la luz del techo comenzó a parpadear. Arrugo las cejas, eso nunca había pasado. Miro hacia la ventana y me encuentro que está lloviendo muy fuerte. Camino hasta ella y bajo la cortina. Ya casi es media noche y tengo algo de sueño. Creo que ya me voy a dormir.

Apago la luz y me acomodo entre las sábanas y me relajo hasta quedarme dormida.

El sonido de unas voces me despierta. Me levanto lentamente y cada vez que me acerco a la puerta se escuchan con más claridad.

—... te dije que hoy no y punto —es Fabi.

—Pero es que te necesito... y ahora. —¿André?

—¿Enserio me buscarte por eso?

—Pues sí, yo sin ti a mi lado no duermo bien.

—Si claro... como si lo que quisieras ahora fuera dormir.

M acerco lo que queda de distancia entre la puerta y yo, sé que las conversaciones ajenas no se deben escuchar, pero...

—Por favor.

—No y punto, y también me... —dice, pero de la nada suelta un grito bajo que me pone alerta. Abro la puerta lo más mínimo posible y la imagen que me encuentro me deja los pelos de punta.

André sostiene a Fabi del cuello contra la pared y esta intenta sacárselo de encima.

—A mí tú no me niegas nada... ¿oíste Alina?

¿Alina?

—Eres mía y estas para servirme siempre que te necesite, a mí tú no me dices no, ¿entendido? —dice y yo no sé si volver dentro o salir a ayudar.

—Y a mí... tú... no me... dices que hacer —dice Fabi y lo próximo que ocurre me deja con la boca abierta. Fabi le propina un buen golpe en la entrepierna y cuando este cae de rodillas al suelo le da un buen golpe en la nariz, creo que se la rompió. Ella se agacha hasta quedar cerca de su oreja y dice unas palabras en voz baja, pero que logro escuchar.

—Ni tú ni nadie me da ordenes... ¿entendido? Yo me mando sola. Aun tienes que aprender que te metiste con una mujer peor que todos ustedes —dice para luego ponerse de pie y darle una última patada en las cotillas. Se queda quieta y sacude su mano mientras que André se queja en el suelo. Ella arruga las cejas y comienza a mirar a su alrededor hasta parar en mi puerta y es ahí cuando me ve.

Mierda.

  Nuestros ojos se encuentran en la oscuridad del pasillo. Nos quedamos mirándonos una a la otra sin hacer nada hasta que ella da un paso a mi dirección. Es cuando reacciono cerrando la puerta y corro al baño cerrando la puerta con seguro. Me quedo mirando está esperando algo que no llega. Me siento en la tapa del inodoro, no tengo muchas ganas de salir de aquí en este momento. Me paso las manos por la cara y espero unos minutos más. Cuando ya el sueño se está apoderando de mí nuevamente camino hasta la puerta con un poco de miedo la verdad, no sé qué abra del otro lado. Pero cuando estoy a un paso la escucho.

—No sé qué tanto escuchaste, pero si me puedes dar la oportunidad de explicarte te lo agradecería, Tanit.

Trago saliva y doy un paso atrás asustada.

—Si estas asustada, lo entiendo. No sé si vas a salir y creo que no. Pero sé que me estas escuchando. Y por favor te pido, solo te pido esto, no me tengas miedo. Búscame cuando quieras que te explique... solo si quieres —dice y escucho como sus pasos se alejan y la puerta se abre y luego se cierra.

Pongo la mano en la cerradura de la puerta para abrirla, pero dudo unos segundos. Luego de un momento la abro y salgo del baño encontrando la habitación vacía y oscura.

  Fue un milagro que durmiera esa noche. No sé cómo lo logré, pero dormí sin levantarme en ningún momento. El recuerda de lo que mis ojos vieron anoche no deja de recorrer mi mente una y otra vez. No me apetece hablar con Fabi en estos momentos y es por eso que me quedo de pie frente al espejo de cuerpo completo mirándome. Ya tengo el uniforme pues y el cabello recogido en un moño alto, pero algo me frena al intentar cruzar la puerta de la habitación.

  Trago saliva y me peino algunos mechones rebeldes. Relajo los hombros y suelto una larga respiración. Hay que trabajar. Camino hasta la puerta y mi mano duda unos segundos antes de abrirla y salir. En el pasillo se encuentras dos de mis compañeros trapeando el suelo y otros limpiando los cuadros que decoran las paredes con cuidado. Los saludo y sigo mi camino de siempre. A cada paso que doy mis ojos detallan todo a mi alrededor esperando encontrar algo que. Me fijo en el cielo nublado veo a través de la ventana del comedor. Hay algunos compañeros desayunando y entre ellos reconozco a Xander. Tomo un plato y me sirvo algunas cosas que son de mi agrado. Mis ojos no se separan de la entrada, de verdad que no me apetece encontrármela.

Tanit ya, me regaño a mí misma mentalmente. Ella dijo que me dará explicaciones en algún momento, pero no se las estoy pidiendo.

Cuando termino mi plato lo dejo en el montón de platos sucios y me dirijo a mi lugar de trabajo habitual. Hago algunas cosas que estaban a mitad. Echo algunas sabanas sucias a la lavadora y ropa también. Y así se me pasa el día entero, limpiando, lavando y caminando de lado a lado. No me encontré con Fabi en ningún momento y algo en mí esta aliviado. Cierro la secadora y la enciendo dejando que haga su trabajo. Miro por la ventana, ya está anocheciendo.

—Hola

Me giro cuando escucho una voz a mi derecha. Es Keisha, quien esta recargada en la pared.

—Hola —le contesto.

—No te veo desde la fiesta —comenta.

—No he salido de mi habitación la verdad.

—Oh y... ¿estás bien? Es que, pues, no te he visto no te lo he podido preguntar.

Me le quedo mirando unos segundos y trago saliva.

—Si, estoy bien, algo cansada por el trabajo, pero bien —digo acomodándome algunos mechones rebeldes.

—Me alegro mucho. Es que lo que paso en la fiesta cuando estábamos jugando no sale de mi cabeza y estaba algo preocupada0 admite.

—No tienes porque, estoy perfectamente.

En sus labios aparece una pequeña sonrisa mientras asiente suavemente repetidas veces.

—Oye, ahora que lo pienso, no te conozco mucho y me gustaría hacerlo —me dice dando dos pasos hacia mí.

—No hay mucho de que saber de mí, la verdad.

—Yo creo que sí.

Ahí estuvimos ambas hablando hasta que el cielo estuvo totalmente oscuro. Mientas hablamos doble la ropa que estaba en la secadora. Me conto cosas de sí misma, de su familia, de sus sueños y metas. Yo, igualmente, le hable de mi mamá, evite totalmente hablar mi padre.

—La extraño mucho —le digo.

—Puedes ir a verla si quieres.

—¿Enserio?

—Pues claro, solo tienes que pedirle el permiso a Jenifer y puedes salir y visitarlas, yo lo hago cada que puedo —dice echándose el cabello hacia un lado.

—Pues lo hare en cuanto pueda, quiero ir a verlas pronto —le digo un poco sentimental.

—Puedes ir ahora, creo que a esta hora ella está en su oficina siempre —comenta.

—¿Sí?

—Claro ve, si no está... pues ve mañana después de la una de la tarde —dice encogiéndose de hombros.

—Bueno pues eso hare ahora, gracias por decírmelo, nos vemos otro día —me despido.

—Nos vemos.

Me alejo de ella y salgo de la lavandería en dirección a la oficina de la señora Blake. El camino, como siempre, es silencioso y oscuro. Veo la puerta en la lejanía y apresuro el paso hasta quedan delante de ella.

Toco dos veces y unos segundos después escucho su voz.

Abro la puerta y entro dejando que esa se cierre detrás de mí.

—Oh hola, Tanit... ¿En qué puedo ayudarte? —me pregunta poniéndose de pie.

—Buenas noches... es que quería pedirle un permiso para ir a visitar a mi madre que desde que empecé a trabajar aquí no la veo y, siendo sincera, la extraño mucho —digo y hago un leve encogimiento de hombros.

—Oh, claro —dice y abre una de las gavetas de su escritorio sacando un pequeño papel—, este papel se lo darás mañana a cualquier hora que desees al nuevo encargado de la entrada, harás lo mismo cuando vengas de vuelta —dice caminando hacia mí y extendiéndome el pequeño papel el cual tiene su firma en una esquina.

—Ok y gracias —digo tomando el papel que ahora que lo tengo en mis manos me doy cuenta de que es una tarjeta.

—Bueno, pues eso es todo, ya sabes que hacer y recuerda que te puedo dar los permisos que desees cuando quieras —dice volviendo a sentarse en su silla.

Pensé que se tardaría más en darme esto.

—Gracias y buenas noches —digo yendo hacia la puerta.

—Igualmente —dice y salgo de ahí.

Ya afuera, emprendo el camino a mi habitación dándole una ojeada a la tarjeta que tengo en las manos.

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