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Capítulo 11


  Dos días han pasado desde que Jared hizo aquel show en el jardín. Mi mente no deja de darle vueltas a ese momento. Sus palabras se repiten múltiples veces en mi cabeza. Me llegue a sentir un poco incomoda, pero...

—Tierra llamando a Tanit —dice Fabi quien está sentada a mi lado en la cama de su habitación, la cual no es tan diferente a la mía. Solo por los colores y la posición de los muebles.

Fijo mi mirada en ella y parpadeo.

—Lo siento, creo que me puse a pensar mucho.

—Demasiado diría yo —dice y me fulmina con la mirada—. Me harás repetir todo lo que ya dije —se queja y se cruza de hombros.

—Lo siento —me disculpo mientras me acomodo en una posición diferente en la cama con total libertad. Ya mi pie está casi como nuevo. Ahora solo tengo que usar una gasa para tapar lo herida. Una cicatriz decorará mi pie de hoy en adelante, pero no me desagrada.

—Bueno, te iba diciendo que cada vez se acerca más mi cumpleaños, con exactitud faltan cuatro días. ¿Y quería decirte que si querías ir de compras conmigo mañana temprano? Y como mañana es el día libre de todos no hay problema con el trabajo —dice levantando las cejas y bajándolas rápidamente.

Eso no me lo esperaba. Hace mucho que no voy de compras con amigas. La última vez que fui, fue con mi mejor amiga Laila hace un año y medio, pero realmente no compramos nada ese día... solo comer helado y chocolate.

—Me gusta esa propuesta. Siento que voy a gastarme todo el dinero que tengo— digo y Fabi suelta una risa.

—Esa es la intención, quedarse sin un solo dólar en el bolsillo —dice y se pone de pie caminando hasta su armario y lo abre de par en par—. Este armario mañana estará lleno hasta explotar. No cabera y un calcetín más —exclama y las dos nos reímos.

Me pongo de pie, al fin puedo caminar sin cojera, y camino hasta ella.

—Aunque ya está lleno no es malo llenarlo mucho más —digo mirando el interior del armario y luego a ella. Una sonrisa que muestra sus dientes perfectos decora su rostro.

—Así se habla —dice y me da una nalgada.

—¡Oye! —digo y me llevo las manos a mi trasero y doy tres pasos lejos de ella.

—¿Qué? Tienes un culazo, me tentaste. Mi mano fue sola hasta ahí, no fui yo —dice y levanta ambas manos como si no hubiera hecho nada.

—Tengo un culazo, pero no se toca —digo y entrecierro los ojos en dirección a ella.

—Ok, señorita White —dice y baja las manos, cierra su armario y se gira su mirada hacia mí.

—Bueno vamos, el trabajo espera —dice y me hace un gesto para irnos con la mano.

—El trabajo llama —digo y camino. La adelanto hasta llegar a la puerta, pero antes de cruzarla me da otra nalgada.

—¡Fabi! —le digo.

—¿Qué?

Salimos de la habitación y estallamos en carcajadas.

Casi eran las dos de la madrugada cuando llegue a mi habitación ayer. Me duché y me acosté, estaba tan cansada que me dormí al instante. Había ayudado a Fabi en algunos de sus trabajos, esta vez salí ilesa. Maya y Gina se nos unieron más tarde, almorzamos, cenamos y seguimos haciendo lo que nos tocaba a cada una. Cada día era una tarea diferente la cual nos asignaban a cada uno de los empleados. Algunas en pareja, otras requerían a más de dos personas y otras sola una. Fabi y yo estuvimos limpiando la piscina y el gimnasio. Gina se encargó de la cocina y Maya del jardín delantero.

Ahora yo estoy en la puerta de la habitación de Fabi esperándola a que salga para irnos de compras. Al fin no estoy usando el uniforme. Esta vez llevo un pantalón largo color azul, una camisa pegada al cuerpo de color blanca y unos tenis cómodos para caminar. Unos minutos más tarde, Fabi sale de su habitación con un vestido color violeta claro con un estampado de mariposas y unas sandalias blancas. Lleva su cabello castaño recogido en una coleta de caballo al igual que yo.

—Al fin te veo con algo que no sea el uniforme —me dice mientras cierra la puerta.

—Lo mismo digo —exclamo y ambas comenzamos a caminar. Por el camino nos encontramos a varios compañeros a los cuales no conozco, pero igualmente los saludo. Hoy es el día libre de todos, pero la casa se ve más llena.

—Ahora son tres días... tres días y cumplo veintiuno. Aun no me lo creo. Parece que fue ayer cuando cumplí quince años —dice de manera nostálgica.

—Yo apenas tengo diecinueve —digo y me encojo de hombros.

—El tiempo pasa rápido, hay que aprovechar cada segundo, minuto y hora de nuestra vida. Cuando ya te das cuenta eres adulta y no has hecho casi nada de lo que deseas —dice con una sonrisa en su rostro.

—Vaya, te pusiste poética, Fabi —digo y sonrió.

—Es uno de mis dones —me dice y guiña un ojo.

Seguimos caminando hasta llegar a la puerta principal. Hoy parece un gran día soleado por lo que no nos llevamos nuestros abrigos ni paraguas.

Fabi abre la puerta—. Después de usted.

—No caeré en esa trampa de nuevo, Fabi. No me vas a dar una nalgada, ya basta con las que me diste ayer— digo y ella hace un puchero.

—Está bien— dice y sale, yo la sigo.

El sol nos golpea el rostro. Paso mis ojos con mi mano para acostumbrarme a la luz. Veo a Fabi ponerse gafas de sol, las cuales le quedan super bien.

—Vamos— dice y comienza a bajar las pocas escaleras que hay enfrente de nosotras. Cuando ya no hay más escaleras, seguimos caminando hasta el portón, el cual se encuentra cerrado.

—Dame un momento— dice y presiona el botón junto a micrófono—. Hola, soy Fabi Larsson. Estoy en el portón de entrada y voy de salida con mi compañera Tanit White, ¿pueden abrir el portón?— dice y un silencio nos contesta. Esperamos unos segundos, pero nada.

—Bueno... a esperar— dice Fabi girando su rostro hacia mí.

—Ok.

Esperamos como cinco minutos hasta que el portón se abre dándonos paso para salir.

—Que tengan un lindo día— dice una voz por el micrófono la cual me sorprende que no sea la de Mila.

—Esa no era Mila— digo y cruzamos el portón.

—Ah, olvide decirte. Ella está de vacaciones. Las pidió para estar un tiempo con sus hijas y nietos —dice y se detiene en la cera.

Hago un leve asentimiento—. No lo sabía.

—Hasta ahora.

Asiento con la cabeza.

—Exacto. Bueno vámonos. No tengo auto por lo que nos tocara caminar hasta el centro comercial. No te molesta, ¿verdad?

—No, no estoy en contra de caminar— digo y emprendemos la caminata.

No me molesta caminar, pero cuando hay un sol en lo alto del cielo calentando las carreteras y haciéndome sudar, sí. Mientras caminamos hablamos de diferentes temas. De como ella llego aquí, en donde yo vivía, mi madre... mi padre. Mi padre es un tema del que me cuesta mucho hablar. Se supone que el padre está para amar, proteger y cuidar de sus hijos, pero en mi caso fue todo lo contrario. Fabi también me cuenta de su familia, los cuales viven muy lejos de aquí. Su tía, con quien estuvo viviendo luego de la muerte de su madre, la echó de la casa al saber que estaba embarazada. Fabi se deprimió mucho por ello por lo que decidió abortar. Pero no tenía el dinero suficiente para eso. Su pareja en aquel momento la abandono y no la quiso ayudar. Estuvo sola en las calles por casi cuatro meses. Cuando ya se dio cuenta, tenía casi seis meses de embarazo.

—Sufrí mucho. El frio por las noches era insoportable. Mis huesos me dolían casi todo el tiempo. Nunca conseguí el dinero para el aborto, por lo cual lo tuve.

—Y... ¿Dónde está?

—Bueno... antes de que naciera. Estaba caminando por las calles cuando choque con una persona por accidente. Esa persona era André, eso ya fue hace bastante tiempo. Al chocar con él casi caigo al suelo, pero me sostuvo antes de la tragedia. Me disculpe por mi torpeza, pero él fue muy amable. Me pregunto si me encontraba bien y esas cosas— dice y se acomoda las gafas—. Me llevo a comer, para ese tiempo tenía casi ocho meses, mi panza era una cosa gigantesca. Fácilmente parecía que había dos niños allá dentro —bromea y se me escapa una risa—. Me ofreció ayuda, me dijo que podía ir a su casa y quedarme allá, que me darían los mejores cuidados, que estaría bien.

—Y ¿Qué sucedió? —pregunto.

—Acepte su ayuda, estaba harta de vivir en la calle y comer de la basura. Cuando llegamos a la casa nunca imagine que fuera esa —dice señalando hacia tras, en donde la casa se veía desde lejos—. Al principio me miraban raro, pero me fui acostumbrando a vivir con los demás. Los chicos me cuidaban mucho. Todo era bello y hermoso hasta que rompí fuente enfrente de todos —dice y hace una mueca de asco—. Fue horrible, demasiado. Me llevaron al hospital, todo estaba bien, el bebé nació y me dijeron que era una niña. La vi, tenía mucho cabello negro en su pequeña cabecita, las manitas... era muy tierna, pero no quería ser madre en ese momento —dice y da un suspiro—. La di en adopción, fue muy difícil porque me encariñé mucho con ella, le di un nombre... Laia. Estuve triste por el tiempo en que la tuve en la casa conmigo —se pasa la mano por la cara—, hasta que le encontraron un hogar, me despedí, pero justo cuando estuvieron a punto de irse les dije que no podía dejarla ir, de verdad que no pude. Me quede con ella —dice, gira su rostro hacia mí con una bella sonrisa en sus labios.

—Y... ¿Dónde está? —pregunto curiosa.

—Ahora mismo con mi tía. Después de que decidí quedármela fui a casa de ella y se la presenté. Mi niña saco todo del padre, pelo negro y ojos azules. Solo tiene mi color de piel. Ahora mismo tiene cuatro años.

—¿La tuviste a los diecisiete?

—Sí.

—Mi mejor amiga paso por algo similar, a la misma edad ahora que lo pienso.

—¿Es niño o...? —pregunta Fabi.

—Sí, uno muy hermoso. Su nombre es Jayden.

—Lindo nombre, casi no lo había escuchado —dice mirándome.

—Yo fui quien le dijo que ese podía ser una opción —digo con una sonrisa en los labios.

Seguimos caminando como por seis minutos más hasta que el centro comercial aparece a lo lejos. No es que sea uno tan grande, pero tampoco se le puede llamar pequeño. Caminamos hasta una de las tantas entradas que tiene este lugar. Entramos y el aire frio del interior me refresca de pies a cabeza. Muchas personas caminan de lado a lado con fundas en sus brazos. Las tiendas, algunas están llenas y otras casi vacías. La mayoría de todas estas personas son extrajeras que vienen a conocer el pueblo y la verdad no entiendo qué demonios quieren conocer de aquí.

—¿A cuál primero? —pregunto fijando mi mirada en Fabi.

—Algo de ropa y zapatos, es lo que más quiero ahora —dice y da algunos pasos para mirar las tiendas—. Creo que esa es perfecta, vamos. —Me toma de la muñeca y me hala mientras camina hacia la tienda que está en el fondo.

La tienda no está tan llena por lo que se nos hace más fácil entrar y ver la ropa. Fabi me dice que se va hacia el área de los vestidos y yo, por otro lado, me voy hacia las camisas y shorts. Miro muchos de colores oscuros y claros. Camisas cortas, de manga larga, camisas que muestras demasiado, otras parecen que tienes un pedazo de tela pegado al pecho que te llega a la barriga. Tomo una camisa de mangas largas color negro que en la parte de al frente tiene botones decorativos. Luego de como veinte minutos, Fabi me asusta por la espalda.

—Mira, encontré este y voy a probármelo. Era para que me acompañaras —dice mostrándome el vestido que tiene entre las manos. Uno muy bello, por cierto.

—Pues obvio que sí, ni siquiera tienes que preguntar. Vamos —digo y ella comienza a caminar mientras yo la sigo.

Ella entra en los probadores y yo me quedo afuera esperando a que salga. Me recuesto de una columna que tengo a mi espalda para estar más cómoda. Luego Fabi sale y mis ojos se abren como platos.

—Espera, espera... wow. ¡Te queda bien! Pero que cuerpazo, Fabi. No sabía que tenías eso debajo de la ropa —digo y las dos nos reímos.

—Gracias, gracias —dice y hace una pequeña reverencia.

El vestido es de color marfil. Es completamente pegado al cuerpo, haciendo que las curvas de Fabi se vean increíbles. En la parte de arriba las mangas son apenas dos tiras de tela, pero en la parte del pecho es que se encuentra toda la pedrería. No son reales, pero parece que sí.

—A mí me encanta, me gustó cuando lo vi en el maniquí y ahora en mí... uff...

—Yo diría que lo compres, te queda muy bien. Y hace que tu piel resalte mucho, ese vestido tiene tu nombre —digo haciendo gestos con mis manos.

—Está bien, este es uno —dice y aplaudo—, pero y tú... ¿solo cogerás eso? —pregunta señalando lo que tengo en mis brazos.

—Si, no soy muy fanática de los vestidos.

—¡Ay! Pero puedes usar uno para mi fiesta, solo para mi fiesta... vamos di que sí.

—Mmm —me lo pienso.

—Vamos... hazlo por mí —dice y en su rostro aparece un puchero.

—Está bien, está bien. Lo hare, pero con una condición —digo y Fabi adopta una postura derecha—. Tiene que ser de mi agrado, es decir, que lo elegiré yo.

—Por lo menos dijiste que sí, vamos. Solo déjame quitarme esto —dice y vuelve a entrar en el probador. Sale, pero esta vez sin el vestido. En los próximos minutos nos dedicamos a buscar un vestido para mí. Fabi se fue a un lugar más alejado de mí para ver quien lo encontraba primero. En ese tiempo me he probado más de seis vestidos y ninguno fue de mi agrado. Miro entre cada uno de los vestidos que están colgados, pero ninguno llama mi atención.

—Mira este —dice Fabi apareciendo a mi izquierda. Me giro y un vestido lizo, sin detalles, de un rojo vivo me recibe. Tiene las mangas un poco más anchas que el de Fabi y el escote baja en una V. Frunzo levemente el ceño y ladeo mi cabeza.

—Me gusta —digo y miro a Fabi a la cara— vestido número siete, veremos si eres el indicado —digo y lo tomo de las manos de Fabi para dirigirme al probador por séptima vez.

Cierro la puerta y me desvisto. Miro el vestido antes de tomarlo y ponérmelo. Me miro en el espejo y me gusta. El vestido no tiene detalles ni nada, es solo el color. Salgo del probador con cuidado de no cometer alguna torpeza y arruinar el vestido antes de pagarlo.

Fabi, al verme, ladea la cabeza y abre la boca en sorpresa.

—Voy a decir lo mismo que me dijiste a mí... ¡WOW!

Me rio.

—Gracias... tengo que decir que este sí me gusta. Es sencillo y cómodo, es perfecto —digo mirándome en el espejo que está pegado en la pared. También favorece a mi cuerpo al ser ajustado en la cintura.

—Este es —digo y miro a Fabi. Ella aplaude discretamente y me dedica una sonrisa—. Y, además, combina con mi cabello —digo y con la mano muevo mi cabello.

—Tienes razón —dice Fabi con la mirada fija en mi cabello.

—Me voy a cambiar.

—Ok, pues te espero en la fila para pagar —dice y toma sus cosas que estaban en una silla a su lado.

—Ok, enseguida voy.

—Ok.

Vuelvo a entrar en el probador y me quito el vestido suavemente. Me pongo mi ropa y salgo. Camino hasta la fila para pagar y veo a Fabi, voy hasta ella y me quedo junto a ella.

Cuando llega nuestro turno, le doy el dinero de las cosas que escogí. Salimos de la tienda con una funda cada una.

—¿Cuánto tiempo estuvimos ahí? —pregunta Fabi pasándose la mano por la frente.

—Creo que una hora quizá —digo no muy segura.

—Fue bastante cool, me gusta ir de compras contigo, Tanit.

—Lo mismo digo.

Yo diría que después de eso fuimos a cada una de las tiendas que habían en el centro. Y en cada una compramos algo. Accesorios, zapatos, perfumes, cremas, maquillaje. Terminamos con seis fundas cada una, pero dentro de esas fundas habían más. Ya mis pies no dan para más y mis piernas tampoco. Y es por eso que ahora estamos sentadas en la mesa de la heladería del centro. Fabi está pidiendo nuestros helados mientras yo estoy sentada. Saco mi celular de mi bolsillo y miro la hora; ya casi son las cuatro de la tarde, llevamos todo el día aquí. Reviso si tengo algunos mensajes o notificaciones, pero nada. Lo vuelvo a guardar en mi bolsillo y miro a Fabi, quien ya se acerca con dos helados en las manos.

—Aquí está el suyo, señorita. De mango como me lo pediste —dice y me extiende el helado.

—Muchas gracias a usted, señorita —digo y lo agarro con cuidado.

—Nunca he probado ese sabor, mango.

—Es muy bueno, a mí me encanta —digo y me lo llevo a la boca.

—Prefiero siempre el de chocolate con vainilla y coco.

—Que combinación.

—Sí, es rara lo admito, pero me gusta —dice y se lo lleva a la boca.

—Te entiendo —digo y un poco de helado me cae en la camisa—. Mierda, no. ¿Me puedes pasar una servilleta?

—Pues claro, toma.

—Gracias —digo, la cojo con la mano y la paso por el área en donde cayó el helado.

—Creo que eso dejara una mancha —dice Fabi haciendo una mueca

—Lamentablemente sí —digo y dejo la servilleta en la mesa. Me llevo de nuevo el helado a la boca y doy una lamida al igual que Fabi. Las dos empezamos a disfrutar del helado porque ni siquiera hablamos. Las chispas de coco del helado de Fabi caen de este y aterrizan en su camisa. No seré la única con manchas en la ropa. Seguimos comiendo hasta que llegamos al cono. El cual nos lo devoramos en menos de diez segundos.

—Estuvo muy, pero muy bueno —dice Fabi poniéndose de pie. Yo hago lo mismo. Levanto del suelo algunas fundas al igual que Fabi y comenzamos a caminar hacia fuera del centro. Fabi va por delante de mí, por lo que la sigo rápidamente.

Ya estando afuera, doy una profunda respiración de aire fresco.

—Me sentía un poco encerrada ahí dentro con tanta gente a mi alrededor —digo sin dejar de caminar.

—Yo estoy acostumbrada a estar rodeada de mucha gente.

—Qué suerte, yo me agobio.

Caminamos por el mismo camino que tomamos para venir, pero ahora estamos con muchas fundas que cuelgan de nuestros brazos y algunas son muy pesadas. Caminamos en silencio por lo que me sumerjo en mis pensamientos. El cuchillo en la habitación de André, el comportamiento raro de Jenifer... Jared. Algunas veces también por las noches se escuchan ruidos raros que no me dejan dormir en casi toda la noche y eso no me favorece mucho que digamos. Pero lo que no sale de mi mente es el beso que Jared me dio el día que me lastime el pie.

Necesito desahogarme y eso es por lo que digo las siguientes palabras:

—Jared me besó —digo sin más. Fabi se detiene bruscamente y gira su rostro hacia mí.

—¿Qué? —pregunta y frunce las cejas.

—Lo que escuchaste —le digo— Jared me besó.

Ella, al parecer, no sabe cómo reaccionar porque se queda mirándome sin decir nada.

—¿Estás bien? ¿Qué sucede?

—No, nada. Es solo que me tomaste por sorpresa al decirlo así de la nada —dice y vuelve a caminar.

—Pues sí. Jared Blake me besó y necesitaba decirlo.

—Está bien, no te culpo, pero... ¿cuándo fue? —pregunta mirándome.

—El día en el que me lastime el pie. Él se quedó conmigo en mi habitación y me dio uno, pero solo fue una presión muy corta. Aun no entiendo por qué lo hizo —digo y la miro. Tiene las cejas y el ceño fruncido como si estuviera pensando.

—Te besó. —No lo dice como pregunta, sonó más como si se lo estuviera diciéndoselo a ella misma. Me quedo callada a ver si ella dice algo, pero se queda sumergida en sus pensamientos.

Llegamos a la mansión y nos abren el portón.

—Bueno, si llego a tener alguna cosa tuya en estas fundas te las llevare después a tu habitación —me dice mientras abre la puerta de su habitación—. Nos vemos mañana, Tanit.

—Si, está bien. Nos vemos —digo y ella entra y cierra la puerta. Me quedo sola en el pasillo, el cual ya es habitual verlo vacío y oscuro. Me voy a mi habitación y cierro la puerta. Dejo las fundas a un lado de la cama. Me cambio y me acuesto. Ni siquiera me di cuenta cuando me dormí. 

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