Derechos
Fue una de esas bonitas ceremonias de bodas,habían invitado a toda la aldea y nadie se perdía la oportunidad divertirse y comer un rato.
Habían decorado la entrada dela casa que Venancio, el flamante esposo, había preparado para Marena y su futura familia.
Había vino, flores y abundante comida, que todos habían traído para compartir, la aldea entera parecía vibrar de alegría.
Marena estaba preciosa, tenía un bonito vestido mas limpio de lo usual y el cabello trenzado y perfumado.
-Estas mas bella que nunca- le dijo Venancio-He esperado muchos años para este día.
-Eres adorable-sonrío ella-Yo también estoy muy feliz, eres el hombre mas bueno que conozco.
-Son una pareja bellísima- el Barón apareció de la nada, con su usual actitud arrogante-Pero vengo a reclamar lo que es mío.
-¿A qué se refiere Señor?-preguntó Venacio asustado, todos en Petra le temían al Barón.
-Me llevaré a tu mujer esta noche y mañana te la devolveré-dijo sin inmutarse, como si le estuviera pidiendo prestado un abrigo - Y te daré un anillo de oro, pero traeme problemas y me quedaré con ella para siempre.
-Haga lo que usted quiere Señor- tartamudeó lleno de impotencia el joven.
-Bien dicho muchacho-dijo el hombre tomando a la muchacha por el brazo y lanzandole una moneda al pobre de Venacio.
Marena siguió dócilmente al Barón y montó junto con él en su caballo.
El trayecto hasta el castillo fué eterno, Marena tuvo que morderse la lengua todo el camino para evitar armar un berrinche.
Tras unos cuantos minutos, que a Marena se le antojaron eternos llegaron al enorme castillo de piedra gris.
La guarida del monstruo, le decían los siervos sin saber cuanta razón tenían.
Cornelio dirigió las riendas del caballo hasta los establos, y luego de dejar al animal allí sin decir ni una palabra, ambos caminaron hasta la alcoba del Barón.
Ni bien entraron el hombre se sirvió una copa y la bebió hasta el fondo, sin prestarle demasiada atención a la furiosa mujer que tenía en frente.
-¿Era necesario Cornelio? - soltó la mujer con expresión dolida- ¿El derecho de la primera noche? Pensé que usted era mejor que eso.
La mujer pudo notar como cada músculo del cuerpo de aquel señor se tensaba y deseó poder tragarse las palabras que acababa de escupir.
El hombre se le acercó la miró con desdén, casi rebajandola a un trapo de piso. Enfrentándola la tomó por las muñecas y fijó sus ojos azules en los de ella.
--Fue por ti, Marena-- dijo a la defensiva-- ¿O qué creías que iba a hacer tu marito cuando descubriera que no eres virgen?
La mujer bajó los ojos y no respondió, sabía que Cornelio estaba en lo cierto.
--Incluso le dejé un regalo a Venacio-- agregó indignado-- con un anillo como ese una familia de cuatro niños podría vivir tranquilamente por un año entero.
--¿Solo lo hiciste por eso Cornelio?--dijo la hermosa mujer sin levantar el rostro-¿No hay nada más?
--¿Hay acaso alguna otra razón?--preguntó con frialdad--Por lo que a mi concierne, no eres más que una cualquiera que le abrió las piernas al primero que se le pasó por delante ¿Acaso me equivoco?
--No-- aquellas palabras le cayeron como un baldazo de agua fría--Está usted en lo cierto.
--¡Vaya! Y tienes el descaro de admitirlo--dijo riendose en la cara de la mujer--Quiero saber donde está el pequeño bastardo que diste a luz--exigió como si le estuviera dando órdenes a un perro-¿Era niño o niña?
--Es tu hijo, Cornelio-- murmuró la joven con dolor en el pecho -- Lo dejé con el sacerdote, su nombre es Lazzaro.
--¿Lo visitas aún?
--Ya no más, ya lo he destetado- dijo la muchacha apenada--Voy a echarle de menos.
--No te preocupes Marena, he visto como te miraba tu marito- dijo altivo-- pronto estarás preñada de nuevo, ahora vete a tu casa y finge un poco que no te ha gustado revolcarte conmigo.
--¿Qué pasará con nuestro hijo?-- preguntó esperanzada.
--Olvídate del mocoso como ya lo he hecho yo--dijo Cornelio--No tiene importancia, no es más que un bastardo.
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