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✧ Prólogo ✧

Die For You - The Weeknd

<<Elizabeth>>

El colegio Palabra de Dios y su iglesia católica es todo lo que he conocido a lo largo de mi vida.

Lo grandes muros de ladrillos y las estatuas de algunos personajes relevantes en la Biblia, fueron los testigos de mi infancia y mi adolescencia transcurridas en la misma rutina: De la casa al colegio y los domingos a misa.

Un poco deprimente, la verdad.

Hoy es lunes, así que no es nada fuera de lo común que me encuentre escuchando las ocurrencias de Bianca en una de las mesas más apartadas de la cafetería de mi segunda prisión.

—¿Crees que me haga daño realizar el examen así? —cuestiona la pelirroja apartando la lechuga de su almuerzo.

—¿Así cómo?

—Sin estudiar —suelta a la ligera sacándome una sonrisa, aunque no me pasa de ser percibido su nerviosismo.

Bianca es mi amiga y confidente de años. Nadie me conoce mejor que ella.
Desde el primer día de clases fue como amor primera vista, ella pelirroja, yo morena.

Éramos los bichos raros entre tantas niñas que parecían ser fotocopiadas una de otras.

Bia, como todos le decimos, aparentemente es una chica huérfana y yo la adoptada de la familia Marchetti. No es que el amor familiar haya estado presente en nuestras vidas, así que encontramos una a en la otra ese amor fraternal que tanto necesitábamos.

—Esta tarde tengo una cita con un chico, pero estoy indecisa al respecto —Muerde su hamburguesa y comienza a masticar de una forma digna de cuestionar, pero así es Bia, espontánea y... Libre.

—Pensé que te habías dado por vencida con los chicos.

Su vida amorosa es tan complicada que podría escribir un libro bastante grueso al respecto.

—No sabe besar —protesta aún masticando—, casi me ahogo cuando metió su lengua hasta mi garganta —Gesticula tocándose el cuello—. Creo que saldré con Alicia, aunque ella es complicada, aún no le dice a sus padres que le gustan las tías y dudo que lo haga.

Una monja pasa por nuestro lado y le da una mirada de desaprobación, a la que por supuesto Bia responde sacándole el dedo del medio.

—Creo que deberías estudiar o pasarás otro año más en este infierno —comento y sonrío cuando me lanza un patata frita.

—No digas esa palabra aquí, que es pecado —Comienza a reír tan alto y sin reparos que parece que se está ahogando—.Uff... ¿Quieres te consiga un vestido para el baile de graduación?—cuestiona minutos después recuperando el aire.

—Aún faltan meses para ello —Tomo un sorbo de mi jugo de fruta—. Además, probablemente Padre no me permita asistir si se entera de que habrán chicos allí —Mi vista va al ventanal ligera empañado y observo a las golondrinas revolotear, será cuestión de semanas para que emigren.

Dejo escapar un suspiro anhelante de algo que jamás tendré.

—¿Crees que nieve pronto? —cuestiona Bia cómo si realmente alguna vez le hubiera interesado el clima así que regreso mi atención a ella, frunciendo el ceño.

—Dime que sucede —La enfrento y me devuelve la mirada con una ceja arqueada fingiendo ignorancia—. Has cambiado de tema drásticamente unas tres veces en los últimos diez minutos —señalo—, sueles hacer eso cuando estás nerviosa.

—Es increíble lo bien que me conoces—desvaría intentando dejar el tema pero sabe que no va a funcionar.

—Bianca Marino...—Mi tono se escucha suplicante, ya que sea lo que sea que tenga decir, tarde o temprano lo sabré.

Sus ojos repentinamente se cristalizan y el miedo inunda mis venas.

—¡¿Alguien te hizo daño?!—Me muevo a la silla junto a ella.

Bia niega con la cabeza antes de voltear su rostro para verme.

—Anoche mientras robaba galletas en la cocina del orfanato...

—Creí que ya habías abandonado la casa hogar —Le sonrío intentando que haga lo mismo.

—Me sigo colando de vez en cuando —Me devuelve la sonrisa pero triste y continúa—: Lo que sucede es que escuché al Padre Gerónimo conversar con una novicia respecto a la celebración de una boda doble.

—¿Quiénes se casan? —cuestiono aún preocupada por su rostro pálido.

Bia mira hacia los lados y baja un poco la voz.

—Mencionaron a las hermanas Marchetti y a los miembros de la familia Leone.

Repentinamente la piel se me eriza como si me hubieran lanzado un balde de agua fría, al escuchar mi apellido.

— Eso no puede ser... —La miro horrizada y llevo una mano a mi pecho donde siento mi corazón que late cada vez más rápido.

Sé que por mi edad ya debería estar comprometida, pero pensé que por no ser precisamente siciliana, no tendría que seguir las tradiciones de la Famiglia.

Yo no soy parte de este mundo.

—¿Quiénes son los solteros de la familia Leone? —Me escucho preguntar con cierto temor a la respuesta, pues mi sexto sentido ya tiene una idea de quién será mi prometido.

—Demon Leone, está comprometido con tu hermana. —Me recuerda con una mirada compresiva—. Es hijo único y no tiene primos solteros...

Siento la bilis subir por mi garganta.

—Así que el único candidato... —Evita mirar mis ojos—, es su padre, quien enviudó hace seis meses.

Y mi teoría se confirma.

Sí, había escuchado que nuestro Capo había quedado viudo por cuarta vez, pero nunca pasó por mi mente que sería yo quien ocuparía ahora el lugar de su esposa.

Lo cual no es un honor, sino un boleto directo al corredor de la muerte.

—No puedo creer que vaya a ser la quinta esposa de ese monstruo —susurro y siento mi voz quebrarse con ese golpe de realidad.

No sé por qué vivía con la esperanza de que mi futuro podía ser mejor que mi pasado y presente. Casarme con ese hombre significa que nunca asistiré a la universidad y mucho menos podré dejar atras a los Marchetti. Ahora mismo soy la moneda de cambio por un puesto mayor en la escala social de la Famiglia.

Bianca deja a un lado su almuerzo y me envuelve entre sus brazos, intentando brindarme algún tipo de consuelo, pero yo sé que acabo de ser arrojada a las fieras.

—Desde que escuché esa conversación he estado haciendo planes para salvarte de ese matrimonio —expresa sacándome de mi trance.

La miro como si le hubiera salido un tercer ojo porque sé que lo que sea que vaya a decir es imposible de hacer y nunca dejaría que ella se involucrara en algo relacionado con la Famiglia.

De la mafia solo se sale muerto.

—Te contaré los dos planes que he creado —Sonríe con sus ojos aún brillosos intentando aliviar mis miedos—: Huir es la primera opción.

Niego rápidamente.

Nunca he tenido la más mínima oportunidad para escaparme y no arrastraría a Bianca conmigo a una muerte segura.

—El otro es que asesinemos a Fiorella —suelta y por un momento casi sonrío—. Este último me gusta más.

—¿Que ganaría asesinando a Fiorella?—Finjo seguir su fantasía loca.

—Que te casen con el hijo y no con el padre —suelta sin preocupación en cambio mi cuerpo se estremece solo de pensar en esa posibilidad.

¿El Aquiles de la Famiglia y yo? 

¿El hombre más sanguinario de la historia de la mafia siciliana casado conmigo?

No sé si reírme por el mal chiste o echarme a llorar ante esa posibilidad.

—Creo que me gusta más la primera opción —admito.—Prefiero morir huyendo que terminar en un matrimonio con ese tipo o su padre.

—Si vieras lo guapo que es... —Suspira— Dirías lo contrario, con decirte que si ese hombre me mira —Golpea su pecho teatralmente—,yo, Bianca Marino, me hago heterosexual.

Una risa baja sale de mis labios antes sus suspiros dramáticos y eso aligera mi angustia por un momento.

Estoy segura que si Demon Leone tuviera un club de fans, Bianca sería la presidenta. Ella por haber crecido en el orfanato que patrocina la Famiglia, ha trabajado en el catering de varios eventos sociales y es de ahí de donde conoce todo lo que sucede en este mundo.

A veces pienso lo diferente que hubiese sido mi vida si la familia Marchetti jamás me hubiera adoptado. Habría crecido con Bianca y otras muchas personas.

—Encontraremos la manera de salvarte de ese matrimonio o me cambio el nombre —afirma mi hermana por elección, golpeando en la mesa y sé que es una promesa, hace eso cada vez que una idea se le atraviesa entre ceja y ceja.

✧✧✧

Dos días después, al llegar a casa no me sorprendió encontrar a Padre junto a Flavio Leone, en la sala de estar.

Este último al darse cuenta de mi presencia se relamió como un gato glotón a punto probar a su presa.

A sus cincuenta y ocho años, el Capo aparenta tener unos setenta. Mejillas caídas, calvicie avanzada, barriga cervecera, piel olivacea, ojos verdes y un metro sesenta de estatura, lo que lo hace más bajo que yo.

—Mi futura esposa —afirma sin más y deja un beso en mi mano por lo que tengo que luchar contra el impulso de limpiarla.

—Figlia —interviene Padre al ver mi rostro inexpresivo—, bríndale tus saludos a nuestro Capo. Ha venido hasta nuestro hogar para pedir tu mano.

Esperan que me sienta alagada por ello, así que les muestro mi mejor sonrisa para disimular la amargura en mi tono de voz

—Buenas tardes señor Leone —. Acompaño mis palabras con una pequeña inclinación de mi cabeza en señal de respeto, solo para evitar mirarlo.

—¡Oh pequeña! —exclama Flavio—. Obvia lo de señor, pronto seremos familia

—Usted es nuestro Capo —Trago la amargura en mi garganta—, le debo respeto, pero tomare su sugerencia, Flavio.

Primera regla para sobrevivir en este mundo: Ser una toca pelotas y mostrarte de acuerdo con todo lo que se te pide.

—Eliza —me llama Padre y puedo ver en sus ojos y sonrisa igual de falsa que la mía, la cruda orden de que le siga la corriente—, como anteriormente hablamos respecto al compromiso y estuviste completamente de acuerdo con el matrimonio, puedes retirarte a tu habitación —Palmea suavemente mi mejilla—. Necesito acordar algunos términos respecto al matrimonio, con el futuro novio.

Me estremezco por el apelativo y sin protestar camino hacia mi habitación al final del pasillo.

Al entrar al pequeño espacio suelto mi mochila y me dejo caer sobre la cama.
Miro el techo completamente blanco y puro como una burla cruel a por qué Flavio me quiere.

Por mi virginidad y pureza.

Transcurren varias horas en las que solo me limito a mirar el techo perdida en mis pensamientos. Sin embargo para cuando cae la noche estoy segura de algo: Esta vez no tomaré el camino fácil.

Huiré de aquí o moriré en el intento.

Yo no nací para formar parte de la Famiglia.

Yo no soy una de ellos.

O eso pensaba...

«Demon»

La azafata sacude una pelusa invisible de mi traje buscando atraer mi atención pero paso totalmente de ella, mientras camino hacia la puerta de abordaje del jet.

Al bajar las escaleras Enzo me espera en la pista de aterrizaje.

Pasé el fin de semana en el país del Sol Naciente en una cacería.

Sí, viajé a Japón y me metí en territorio de la Yakuza para matar a uno de los suyos. Un idea estúpida al igual que una muerte segura, pero no para mí.

Me tomó doce horas encontrar a esa escoria y treinta segundos decapitarlo.

¿Siento algo al respecto?

Para ser sinceros apenas recuerdo su cara, pero lo que sí tengo claro fue el motivo por el cual lo hice.

—¿Fue difícil de atrapar ese atún?—cuestiona Enzo con una sonrisa burlona alumbrando su rostro moreno mientras caminamos hacia el auto.

—No soy buen un pescador, se me da mejor cazar, pero logré capturarlo. —Atrapo en el aire las llaves del Bugatti cuando me las lanza—. En estos momentos Kobayashi debe estar recibiendo la cabeza de su mano derecha en una elegante caja dorada —Subimos ambos al coche, una de mis mejores adquisiciones.

—Flavio estuvo preguntado por ti, quiere verte —me informa y por instantes fijo la vista en mis nudillos.

Todavía puedo sentir la piel de la escoria japonesa abrirse bajo mis puños.

—¿Para qué quiere verme? —cuestiono sin interés alguno.

Lo que quiera mi Padre nunca ha sido una de mis prioridades.

—No tengo ni idea —Comienza a trastear la radio—, tal vez tenga algo que ver con el hecho de que se vuelve a casar.

Mi ceño se frunce con molestia.

Genial, otra madrastra desquiciada con la que lidiar.

✧✧✧


—Al parecer has tenido un fin de semana entretenido —sugiere Padre nada más verme entrar a su despacho, en la mansión Leone.

Es increíble los pocos recuerdos agradables que tengo en esta casa y sin embargo me niego a alejarme de ella.

—Unas buenas curvas me mantuvieron ocupado dos días —miento mientras tomo asiento, por ahora es mejor que no sepa de mis viajes al continente asiático.

—Mio figlio, siempre haciendo que su padre se sienta orgulloso.

Lo observo prender un habano de su interminable colección, con agobiante calma y la impaciencia inunda mi sistema pues lo que menos me apetece es escuchar cualquier mierda que vaya a salir de su boca.

—Vuelvo a casarme —Me informa con regocijo a la vez que evalúa mi expresión.

¡Sorpresa! Ni siquiera parpadeo mientras lo miro con notable aburrimiento ya que me tiene sin cuidado lo que haga con su vida siempre que eso no interfiera en los negocios.

—En tres meses serás el Capo de la Famiglia —confirma lo que ya todos sabemos—, así que me tengo que retirar acompañado de una bella esposa...

—Completamente de acuerdo Padre —lo interrumpo—, si no tiene algo más que decirme procedo a retirarme —Me pongo de pie, pero apenas doy unos pasos cuando su voz me hace detenerme.

—Elizabeth Marchetti será la próxima señora Leone.

—¿Marchetti? —La pregunta sale de mi boca nada más escuchar el apellido.

Los únicos Marchetti que conozco son la familia de Fiorella y no sabía que tenía una hermana.

Un vago recuerdo de una niña con un vestido rojo pasa por mi mente.

¿Pero qué edad tendrá esa chiquilla ahora?

—Es la candidata perfecta, virgen, joven, y hermosa —Suelta el humo de su tabaco—. Además de que no conoce mucho del mundo exterior, como Aurora.

Aurora fue su anterior esposa, la chica resultó ser muy alocada y eso la llevó a la muerte en un aparatoso "accidente de auto".

—Entiendo... ¿Qué edad tiene?—pregunto solo por curiosidad, las anteriores han tenido entre veinticuatro y treinta años. Algunas viudas y otras solteras rebeldes que al final terminan casadas.

—Dieciocho —responde y  veo la lujuria arder en sus ojos.

Siento mi estómago contraerse.

La tal Elizabeth es una niña para Padre.

No es que las demás no lo fueran, pero al menos no eran tan jóvenes.

—¿Es algo joven, no?

Me mira con una sonrisa gélida rozando lo escalofriante.

—Lo que la hace perfecta —declara—Justo de ella quería hablar contigo —Me mira con cautela—. Elizabeth no es cualquier chica y hace poco uno de los hombre de Marchetti le vendió información a la Bratva, así que en estos momentos no confiamos en ninguno para su cuidado.

—¿Qué tiene qué ver eso conmigo? —Voy directo al grano, no me gusta andar con rodeos.

—Necesito que cuides de ella durante estos tres meses —contesta y parece ver la negación en mi rostro porque se apura en hablar—: No ocupará mucho de tu tiempo, solo tienes que llevarla de la casa al colegio y viceversa —Su mirada se vuelve severa—. Asegurarte de que no huya y menos que atente contra su vida.

Lo que me faltaba, hacer de niñera de otra loca.

—¿Y no hay más hombres para ocuparse de ello? —cuestiono sin ocultar mi fastidio.

—Exactamente porque son hombres no los quiero cerca de ella —Se pone de pie—. Tú eres mi hombre de más confianza, el Underboss, y más que tu vida perderás la oportunidad de ser el Capo de la Famiglia en caso de traicionarme.

Como si fuera arriesgar todo lo que tanta sangre me ha costado conseguir por el trasero de una niñata inmadura.

—Además eres el Aquiles del siglo XXI y quién mejor que tú para garantizarme su seguridad.

Truco para conseguir lo que quieres en este mundo: Elevar el ego y alabar a las personas como si fueran dioses.

Sé que no estoy en opción de elegir y lo último que quiero es tenerlo siguiendo mis pasos, así que termino aceptando.

Además, he matado, torturado y he estado a punto de perder mi vida cientos de veces por tal de demostrarle a Padre, al Consejo y los Tradicionalistas que soy un digno heredero al trono... cuidar de una niña será fácil...

O eso pensaba...

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