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✧Capítulo 51✧

♪You put spell on me♪ - Austin Giorgio

<<Elizabeth>>

El instinto de supervivencia, la necesidad de salvar tu vida, impulsos eléctricos que envía tu cerebro a todo tu cuerpo cuando siente una amenaza cerca. Cada uno recorre mis extremidades mientras el sujeto intenta adentrarme a la habitación.

Un brillo metálico cortando el aire detiene mi respiración, pero soy más rápida inclinando mi cabeza hacia atrás golpeando fuertemente algo que espero que sea su nariz.

El extraño me suelta y no pierdo el tiempo intentando cerrar la puerta sino que me adentro a la habitación en penumbras intentado llegar al vestidor donde sé que podré encontrar un arma. Tiro a tientas un jarrón y dejo salir un grito cuando el sujeto intenta avalanzarse de nuevo sobre mí, pero esta vez no miro hacia atrás sino que corro y me adentro al vestidor cerrando la puerta e un intento de ganar tiempo.

A oscuras intento encontrar un arma, un cuchillo o cualquier cosa afilada mientras escucho a mi atacante intentar forzar la cerradura.

Sin embargo, de repente tres disparos seguidos uno del otro me dejan completamente quieta y miro la puerta como si más allá de ella me esperara el mismísimo diablo.

Dejo salir el aire de mis pulmones cuando una voz familiar me llega a través de ella.

—Elizabeth soy yo —la voz de Demon se escucha agitada—. ¿Estás bien?

Cierro los ojos por un momento respirando aliviada y me dejo caer sobre mis rodillas.

Ahora que la adrenalina se ha esfumado soy consciente de que alguien ha burlado la red de seguridad y ha intentando matarme.

—Estaré aquí hasta que te sientas segura de abrir —me dice—, solo hazme saber que estás bien. El vestidor es una habitación del pánico así que solo tú puedes abrir la puerta.

Vaya... eso no lo sabía.

—¿Qué sucedió? —Mi voz sale más apagada de lo que esperaba.

—Había un traidor entre nosotros —Su voz me llega desde el otro lado de la puerta y se escucha igual o peor que la mía.

Todo mi cuerpo se paraliza al pensar que todo el tiempo hubo alguien cerca de nosotros esperando el momento indicado para hacernos daño.

—¿Quién?

—Robert.

La imagen del sujeto que fue mi escolta los últimos días y a quien vi siempre merodeando por la casa, viene a mi mente.

Probablemente estuvo buscando el punto para esconderse esta noche.

—¿Por qué ahora y no antes? —cuestiono, pensando en las otras oportunidades que seguro tuvo mientras me escoltaba al colegio.

—Su intención no era matarte, probablemente quería drogarte o dormirte y utilizarte para algo más macabro.

—¿Por qué lo dices?

—Tenía una jeringa en la mano, si matarte fuera su intención era más fácil usar un arma.

—¿A qué te referías con algo más macabro?

—No lo sé —me dice, pero sospecho que está mintiendo.

El objetivo no era yo, era él. Yo sería el señuelo, para atraerlo. Pero si Robert no fue a por Demon desde un principio, está claro que alguien más llevaría acabo el acto final.

Me pongo de pie y abro la puerta para encontrarme de frente con esos iris de un color tan peculiar, que me recorren en busca de algún rasguño.

—Estoy bien —le digo.

La electricidad ha regresado así que trato de no mirar más allá de Demon, aunque el olor metálico, ya bastante familiar inunda mi nariz.

—¿Nadie ha escuchado los disparos? —cuestiono al encontrarlo solo a él en la puerta.

—Esta habitación está insonorizada.

Lo miro horrorizada, sin saber corrí hasta el lugar que podía haber sido mi salvación o mi muerte. Demon no escuchó cuando grité.

—¿Cómo llegaste aquí tan rápido?

—Supe que algo iba mal cuando estábamos junto al ventanal. Vi que los guardias se retiraban de sus puestos, yo no había dado esa orden, pero sabía quien podría haberlo hecho. Hoy era su segunda vez a cargo de la seguridad.

—Y concidió con la noche libre del personal de servicio —agrego—.Probablemente estuvo esperando mucho tiempo a que se dieran las condiciones necesarias.

—Desde mi teléfono celular puedo controlar la electricidad así como las cámaras seguridad —me dice—, corrí hacia acá cuando noté que la grabación de las cámaras exteriores estaban en bucle y que claramente alguien había bajado los fusibles a propósito.

—¿Y si tiene otros cómplices? —Lo miro asustada—. Si su plan era raptarme no debe estar solo.

—Por ahora lo mejor será salir de aquí sin ser vistos.

—La mansión está prácticamente rodeada de guardias —Le recuerdo y por un momento quiero tomarlo de la mano y encerrarlo conmigo en el vestidor hasta que alguien de confianza venga—.¿Cómo vamos a salir?

—Nadie conoce esta casa y sus pasadizos mejor que yo —Me tiende su mano y salgo del vestidor—. Llamaré a Donato en el camino para que venga e interrogue a los guardias y lleve a Venus con Enzo.

Doy unos pasos hacia él y sus brazos me rodean en un abrazo. Estamos tan cerca que incluso lo escucho suspirar de alivio.

—¿Segura que estás bien? —cuestiona con su rostro escondido en mi cabello.

—Sí —respondo—. ¿Tú lo estás?

—Casi te pierdo dos veces en un mismo día —dice en mi oído y si no supiera que estoy abrazando a Demon Leone, el Capo de la Famiglia, pensaría que está a punto de llorar.—Salgamos de aquí.

Intento no mirar la espeluznante escena detrás de él, pero mis ojos se ven atraídos por un tatuaje en el brazo izquierdo de Robert tendido sobre la alfombra. La estrella dentro del círculo.

Otra vez Marchetti.

Respiro profundo para canalizar la rabia que siento de solo saber que ese gusano asqueroso sigue respirando.

No miro más allá del brazo de Robert y trato de no vomitar ante la cantidad de sangre y materia cerebral en el suelo. Por encima de mis pantuflas siento que he pisado algo viscoso y miro a Demon con el horror pintado en mi rostro.

—Estás sobre un charco de sangre —me dice y sus manos toman el elástico de mi pantalón para bajarlo—. Tu pijama también se ha manchado, ahora cierra los ojos —me pide y obedezco, el pantalón desciende por mis piernas y sus brazos me alzan sacándome de allí en solo camiseta, bragas y calcetines.

✧✧✧

—Que intenten matarnos dos veces en un mismo día debe clasificar para algún record guines —sugiero mientras nos adentramos a la ciudad.

Llevábamos casi una hora dando vueltas sin rumbo fijo para asegurarnos de que nadie nos esté siguiendo. Aunque con la neblina y la nieve probablemente si alguien nos siguió ya lo hayamos perdido. Además, ni siquiera vamos en el auto que Demon usa la mayor parte del tiempo, este es otro que no había visto anteriormente, una ranger rover negra.

—Nunca vi ese maldito tatuaje en su brazo —menciona y sigue mirando a la carretera como si quisiera volver y revivir a Robert para matarlo de nuevo.—Probablemente fue él quien asesinó a tu contrincante y quien ayudó a Mijaíl a escaparse. Luca revisó las malditas cámaras de seguridad y nadie entró ni salió del área privada donde estaban tú y Reid.

—¿Cuánto tiempo llevaba trabajando para ti? —Juego con una lana de la cobija blanca.

—Dos años.

—¿Dentro de la mansión no hay cámaras de seguridad?

—No, solo en el exterior —Estaciona el auto y voltea a verme—. No quería que el personal del servicio, ni tú, se sintieran vigilados todo el tiempo. Es incómodo saber que estás siendo filmado mientras comes o ves la televisión.

—Marchetti es quien está detrás de todo esto —digo en voz alta lo que ya sospechábamos.

—Resultó ser peor de lo que muchos imaginaban.

—Apagar las luces no fue solo un distractor sino que era su plan para atraparme —menciono—. Marchetti sabe que le temo a la oscuridad probablemente pensó que me daría un ataque de pánico o me quedaría entumecida en el lugar.

—Sin embargo corriste Elizabeth —sonríe—, salvaste tu vida.

Miro la hora en el panel de control y sonrío al ver que son las 3:33 AM.

—Creo que dejé de temerle a la oscuridad la primera noche que compartimos cama —confieso recordando la vez que se coló en la casa Marchetti en plena madrugada.

—Estás durmiendo con el mismísimo demonio, ningún monstruo se te acercará —repite las mismas palabras de esa noche.

—¿Lo recuerdas? —Lo miro sorprendida.

—Claro que lo recuerdo, recuerdo cada momento que he compartido contigo Joya mía.

Mi corazón da un estúpido vuelco y mi vista va al frente quedándose ensimismada con la estatua de la libertad imponiéndose delante de nosotros como un recordatorio de lo que siempre he querido.

—El día de hoy ha sido extremadamente largo, pasando de la adrenalina a la euforia y viceversa —suspiro y humo blanco de mis labios—. Como si estuviéramos en una montaña rusa de emociones, o como si la vida se empeñara en darnos un golpe de realidad cuando estamos en nuestra propia burbuja.

—Por más que intentemos huir, terminan alcanzadonos.

—Pero Marchetti y Mijaíl pueden irse a la mierda —Giro mi rostro para verlo y él hace lo mismo.

Este hombre acaba de matar de alguien y aquí estoy yo admirando su atractivo.

—Porque después de todo —se acerca a mí—. Aunque el mundo esté en llamas, tú y yo estamos juntos —Sus labios colisionan contra los míos y sus manos quitan mi cinturón de seguridad en un segundo, antes de tomar mi cintura y colocarme sobre su regazo.

No nos molestamos en hablar ni en hacer preguntas por miedo a que algo vuelva a robar nuestro momento así que muevo mis caderas contra él mientras nuestras bocas luchan por tener el control sobre la otra.

No es un beso suave, ni son toques leves, todo lo contrario cada roce está cargado de intensidad y aspereza como si el temor a que revienten esta pequeña burbuja nos obligue a tomar del otro tanto como podamos.

Me saca la camiseta y yo le quito la suya, en un abrir y cerrar de ojos. Ambos nos estremecemos al sentir la calidez que emana la piel del otro.

Sus labios descienden por mi garganta y dejo caer mi cabeza hacia atrás dándole más espacio en el momento que su mano entra en contacto con mi ropa interior. Es vergonzoso lo húmeda que me he puesto con un solo beso, lo que ratifica que Demon tiene más control sobre mi cuerpo de lo que imagino.

—Pueden arrestarnos —susurro sobre sus labios pero las palabras mueren en mi boca cuando aparta mi ropa interior hacia un lado y uno de sus dedos se hunde tan profundamente dentro de mí que jadeo por la intromisión.

—Que se jodan —Susurra en mi oído mordiendo el lóbulo de mi oreja— ¿Alguna vez te has tocado tú misma, Elizabeth?

—No voy a responder a eso —vocalizo y luego gimo cuando pellizca el nudo de nervios entre mis piernas—. Sí, lo he hecho.

—¿Cuándo fue la última vez? —Retira el dedo dentro de mí y hago un ruidito de desaprobación.

—Hace unas noches —Miro sus iris rojos—, tuve que usar una almohada porque tú estabas reunido con los tradicionalistas.

Su boca vuelve a estar sobre mí descendiendo sobre mis pechos, una de sus manos se posa en mi nuca y la otra toma mi mano derecha y grito en sorpresa cuando guía mi dedo índice hasta mi centro, junto con el suyo.

—Sientes lo apretada que estás —susurra sobre mis labios—, porque yo tengo grabado tu calidez en mi memoria desde esa noche en el yate —Guía a nuestras manos en el movimiento—. ¿Sabes lo difícil que es tratar de no pensar en estar aquí dentro cada maldito segundo del día?

Curva nuestros dedos hacia arriba y grito.

El hecho de ser consciente de lo que estamos haciendo y encima sentirlo envía escalofríos por toda mi espina dorsal y sé que no falta mucho para llegar a tan ansiado éxtasis.

—Joya mía —Tira mi labio inferior entre sus dientes—, así esté reunido con el puto presidente tienes permitido interrumpir la reunión y decir que quieres venirte sobre mi rostro, mis manos o mi polla.

Muevo mis caderas, montando nuestras manos y su boca se traga el largo gemido mientras me corro, sin poder pensar en otra cosa que no sea en él.

Tengo hambre de él, de su tacto, de su cuerpo, de sentirlo completamente dentro de mí.

Apenas he bajado de la nubla del orgasmo cuando mis manos tiran de sus pantalones buscando estar aún más cerca.

—No te muevas —me dice y por un momento me pregunto que sucede cuando algo frío se presiona contra un lado de mi cadera cortando mi ropa interior y hace lo mismo con el otro lado.

—¿Acabas de cortar mi ropa interior? —cuestiono mirando como lanza el cuchillo junto con mis bragas destrozadas al asiento de copiloto.

—En situaciones de emergencia se requiere usar medidas extremas.—Sus labios se deslizan por mi rostro, besando mis sienes, mis mejillas, para terminar de nuevo en mi boca.—Eres tan preciosa Elizabeth —susurra—. No me equivoqué al llamarte Joya mía, porque sin duda eres una joya y malditamente te quiero para mí.—Cierra la brecha entre nosotros besándome con avidez, su lengua retando a la mía y tiemblo de anticipación cuando sus manos regresan a mi cintura, acaraciándome con suavidad. Bajo sobre él y su primer empuje es benditamente despacio, mientras se hunden profundamente en mí y las estrellas aparecen en mi visión.

Mi espalda se arquea cuando sus manos acunan mis pechos enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Su toque es suave y ligero, pero la oscuridad y la intensidad en su mirada posada en el lugar que toca, me atraviesa, por lo que respondo a su caracia balanceando mis caderas y el simple roce de piel con piel me hace estremecer. Una vocecita en mi conciencia me dice que nos estamos olvidando de algo pero la mando a callar. Nuestros ojos se encuentran y veo el deseo reprimido en los suyos.

—No soy de cristal Demon —susurro sobre sus labios—, deja de tratarme como si lo fuera.

—Maldición, Elizabeth —Sus manos se deslizan por mi caderas y dejamos de lado las sutilezas. No quiero ser amable y tener cuidado con él y mucho menos quiero que él lo haga conmigo —Móntame y córrete para mí —me ordena y el retumbar de su voz lo siento entre mis piernas.

Se me corta el aliento a medida de que soy consciente de nuestros pechos presionados, de sus brazos a mi alrededor, de su calor envolviéndome, de sus manos recorriendo cada marca de mi espalda, de él completamente dentro de mí.

—Oh, Dios —jadeo cuando apenas hago un movimiento sobre él y el roce se siente tan doloroso y placentero que me tiembla todo el cuerpo de solo pensar en volver a hacerlo.

—Deja de rezar por mí —bromea contra mi oído y cada uno de mi sentidos parece aprenderse su nombre.

No puedo dejar de verlo, con algunos mechones de cabello cubriendo su frente, no puedo evitar sentir sus manos cálidas recorrer mi cuerpo, oler otra cosa que no sea su bendita colonia masculina, escuchar voz, saborear su piel.

En este momento no puedo pensar en algo más que no sea en Demon Leone, y eso benditamente me gusta.

Empujo contra él, ansiosa y embriagada de deseo, y él iguala la intensidad. Comienzo montarlo, mis manos extendidas sobre su pecho a medida que intento no deshacerme mientras busco mi placer.

—Te he imaginado sobre mí, más veces de las que puedo admitir —sisea, apretando mi trasero.

Un hormigueo recorre mi columna vertebral al escuchar su voz áspera, claramente afectada por la lujuria.

Mi pecho se agita como si en lugar de un corazón tuviera una manada de elefantes corriendo y debajo de la palma de mi mano, puedo sentir su corazón latir igual.

—Siente lo bien que me tomas Elizabeth —Muerde el arco de mi hombro desnudo—.Escucha el sonido de nuestras pieles chocando —Aumenta la intensidad de sus embestidas y una de sus manos se enreda en mi cabello mientras la otra se aferra a mi cadera, donde claramente van a dejar una marca.

Ambos miramos donde nuestros cuerpos se unen y Demon maldice mientras me deleito recorriendo las líneas marcadas de su abdomen y caderas, los abultados músculos de sus brazos, su pecho amplio y sus anchos hombros. La tinta de sus tatuajes resaltando sobre su pálida piel.

Dejo que mi boca descienda sobre su piel, y beso, muerdo y succiono la piel de su garganta, antes de volver sus labios.

—No eres la única que ha tenido que masturbarse —Susurra en mi oído y nuestros  movimientos se vuelven más fuertes y profundos—, acaso crees que no pienso en ti así, que no tengo que darme duchas frías o repasar la puta tabla periódica cada vez que te veo con ese jodido traje de esgrima.

Los cristales del auto se empañan y disfruto sintiendo los músculos de su espalda bajo mis manos, mientras golpea un lugar desconocido dentro de mí que hace que mis gemidos se vuelvan casi gritos.

Nuestros cuerpos comienzan a tensarse, nuestros músculos tiemblan y nuestros ojos se encuentran mientras ambos nos deshacemos en oleada tras oleada de placer y todo a nuestro alrededor desaparece.

Solo somos nosotros dos, perdidos completamente en el otro diciendo nuestros nombres con un mar de emociones fluyendo con ello.

—Arriesgaría todo por ti, Joya mía —susurra sobre mis labios, con las pupilas dilatadas—, y creo que no hay riesgo más grande que el de enamorarse —Besa mis mejillas mientras nuestros cuerpos aún tiemblan—. Te doy mi corazón Elizabeth Leone, es tuyo para guardarlo o tirarlo, para cuidarlo o hacerlo pedazos.

✧✧✧

Han pasado dos semanas desde que Demon me entregó su corazón metafóricamente hablando y yo aún no he sido capaz de darle una respuesta.

Luego de nuestro encuentro en el auto tuvimos que hacer un paseo de la vergüenza por la farmacia más cercana ya que la vocecita en mi cerebro que mandé a callar en realidad me estaba recordando que se nos había olvidado usar un condón. Nuestros últimos análisis luego del ataque al yate, decían que estábamos limpios así que el mayor problema era: no concebir un bebé y si una pastilla del día después.

He pasado las últimas catorce tardes entrenando con Franco tanto esgrima como defensa personal y poco a poco nos hemos ido acercando, más ahora que Demon y yo nos estamos quedando en el ala este de su mansión gótica ya que es el único lugar que nadie en la Famiglia conoce.

Los aplausos estallan a mi alrededor e imito a las personas junto a mí, aunque Demon solo se limita a observar el show.

Si hace un mes me hubieran dicho que asistiría a una boda estaría aterrorizada pensando que sería la mía con Flavio o la de Demon con alguien más, pero en realidad hoy estamos en la iglesia celebrando la boda italiana de la viuda Caputo con el señor Kobayashi.

—¡Vivan los novios! —grita alguien entre la multitud.

Aún lado de la iglesia están sentados los miembros de la Yakuza y al otro lado los miembros de la Famiglia, todos usando sus mejores trajes y mostrando sus sonrisas más radiantes. Porque donde muchos ven una pareja casándose otros ven un trato cerrándose.

Yo soy del segundo grupo.

—Tengo que acudir a la celebración en el hotel —me susurra Demon—. Puedo dejarte en casa si quieres —sugiere pero por su mirada sé que prefiere que lo acompañe.

En esa fiesta estarán los tradicionalistas y muchos lugartenientes, la noticia de que nos casamos ya se extendió por toda la Famiglia y sería mal visto que el Capo acuda sin su esposa.

No puedes controlar a tu mujer como harás para dirigir una organización criminal.

La frase con la que Marchetti regañaba a Stella cuando esta se pasaba de copas, y el onceno mandamiento de la Famiglia. No ha sido tallado en piedra pero si en la cara de todos cuando la esposa de alguien con un cargo importante hace algo que está mal visto.

—Estoy bien, podré soportar esto una hora más —le digo a Demon y salimos de allí para acudir a la celebración en el hotel.

Él no ha vuelto a mencionar nada  respecto haberme entregado su corazón, pero sé que espera un respuesta, como haría cualquier persona luego de derramar sus sentimientos. Sin embargo creo que mientras más tardo en responderle más cuido su vida.

Demon es conocido por no tener una debilidad y teniendo en cuenta los enemigos que tenemos, será mejor que todos sigan pensando eso, incluso yo.

No podría con la culpa de que algo le pasara por enamorarse de mí.

✧✧✧

—Mi esposo y yo les regalamos un hermoso jarrón chino valorado en un precio de más de diez mil dólares —presume una mujer de unos cuarenta junto a mí y su amiga nos cuenta que ella también les compró alguna escultura rara a los novios.

—¿Y tu anillo? —pregunta otra de las mujeres mirando mi mano izquierda con horror—. Nuestro Capo y tú se casaron... ¿Y no estás usando un anillo?

Miro mi mano donde algunas pulseras brillan reflejando las luces del jardín, pero no las acompaña ningún anillo.

Creo que hasta ahora me percato de que estoy casada, pero Demon nunca me entregó un anillo.

Me entregó su corazón que es más importante y aun no le doy una respuesta.

Antes de darle una respuesta ingeniosa a la mujer, otra me interrumpe mirando mi cuello porque según ella estoy usando un collar que es una pieza única y hace años no veía.

Toda la conversación ahora gira entorno al collar y yo solo me dedico a responder que fue un regalo, solo que omito la parte de que fue mi padre biológico quien me lo obsequió.

Las miradas de desaprobación no faltan, ya que pasé de estar comprometida con el padre a ser la esposa del hijo, pero simplemente me dedico a ignorarlas.

Hace unos diez minutos me alejé de Demon cuando algunos lugartenientes se acercaron a él para hablar de negocios y me puse a recorrer el jardín del hotel Vitiello, hasta que estas señoras me enredaron en una conversación sobre los recién casados y quién dio el regalo más caro.

Quiero alejarme sin ser grosera pero ahora el tema de conversación es mi vestido color lavanda, según ellas de un diseñador conocido aunque yo no tenga ni la más remota idea de que hablan.

—¡Elizabeth! —me saluda Akiko acercándose a mí y sonrío al ver que Bianca la acompaña.

Me alejo de las señoras, feliz de encontrar una excusa para abandonarlas y camino hacia mi amiga y su chica.

Álvaro también las acompaña y me sorprende encontrarlo aquí, debe ver la pregunta reflejada en mi cara porque nada más acercarme aclara:

—Vengo en representación de mi padre —dice—. Ahora sus negocios también se extenderán a la Yakuza, por el trato de la Famiglia con los japoneses.

—¿Estás bien? —le pregunto ya que la última vez que lo vi, mucha sangre salía de la herida en su cabeza.

—Solo fue un rasguño —Sonríe y luego su tono se vuelve serio—. Me preocupé mucho cuando vi a ese psicópata entrar al mismo auto que tú —Sus ojos verdes muestran una preocupación tan genuina que me confunde—. No pude hacer mucho en el yate, tenía que compensarlo de alguna forma.

Quiero preguntarle por qué cree que tiene que compensarme, pero Bianca nos interrumpe pidiendo que nos acerquemos un poco más para una foto.

—Mi nombre es Akiko Kobayashi —La asiática aprovecha la oportunidad para presentarse oficialmente—. Perdón si en algún momento te hice sentir incómoda —Me tiende su mano y la acepto.

No sé qué decirle así que balbuceo encontrando cualquier oración coherente.

—Tranquila, paz y amor —Hace el signo de la paz con sus manos—. Yo también hubiera querido estrangular a alguien que parecía coquetear con mi chico —Sonríe y palmea mi hombro—, pero no te preocupes, Demon actuó igual que tú cuando insinué que tenías un buen culo.

—Es que lo tiene —Está de acuerdo Bia y las miro a ambas aún más sorprendida.

Akiko deja dos besos en mi mejillas y luego me dice algo como: me gusta tu aura.

Alguien más se une a nuestra conversación y tomo una respiración profunda ya que aún no me adapto a su parecido con Marchetti.

—Con el tiempo verás que no me parezco en nada al hombre que me engendró —me saluda Luca, pero sé ahorra los típicos dos besos en las mejillas.

—¿Cómo es que todo saben que estoy pensando? —Sonrío para aligerar la incomodidad.

—Tus expresiones son muy legibles —me dice—, pero no te preocupes, eso es bueno. Significa que eres sincera la mayor parte del tiempo.

—¿Me estás psicoanálizando? —cuestiono con curiosidad.

—No, eso es trabajo de Akiko —señala a la chica mencionada, quien ahora le está comiendo la boca a mi amiga—. En realidad me acerqué para preguntarte algo.

—Bien, yo iré a por algo de beber —sugiere Álvaro para darnos algo de privacidad.

—Tranquilo chico, no les quiero robar su tiempo —nos dice el rubio—. En realidad, probablemente sea una casualidad. Cuando dije que había visto tu rostro antes, Elizabeth, no mentía, tengo memoria fotográfica.

—Vale, supongo que viste fotos de Rubí —sugiero y Álvaro nos mira ambos confundido.

—Nunca he visto una foto de Rubí —aclara Luca—, si hubiera encontrado alguna en la red, ya Demon te la hubiera mostrado.

—¿Entonces?

—Has escuchado anteriormente el nombre de Gema Parker.

—¿Gema Parker? —repito—. ¿Probablemente? No lo sé.

—Es un nombre que conoce todo Estados Unidos —me dice.

—Creo que es la actual Ministra en Armas —nos informa Álvaro y es entonces cuando recuerdo haber escuchado ese nombre antes, en las noticias.

Lo recuerdo porque mencionaron que era un claro ejemplo de igualdad de género entre otras cosas.

—Bien, pues la cosa es que tomé una foto tuya para saber como te verías con unos veinte años más, ya que así tendríamos una idea de como sería Rubí ahora... y el resultado es muy parecido a esta mujer en cuestión —Busca algo en su teléfono celular y me lo tiende.

La foto que me devuelve la mirada claramente podría ser una versión mayor de mí o más bien de la Rubí que vi en el álbum de fotos.

¿Como es posible que sean tan iguales?

¿Y si en realidad es la misma persona?

¿Y si utilizó a Franco solo para obtener información de la Famiglia?

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Estoy de regreso ❤️, quiero darle la bienvenida a los nuevos lectores, muchas gracias por su apoyo espero que la historia les esté gustando. Pido perdón  si el capítulo de hoy no fue lo que esperaban, la escenas hots tal vez no son lo mío jajaja.

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