✧Capítulo 44✧
<<Elizabeth >>
Nunca pensé que ver a la familia Marchetti dejarme atrás se sintiera tan liberador.
Desde uno de los ventanales del segundo nivel, observo como Giovanni es sacado por los guardias mientras lanza amenazas al aire, Fiorella le sigue detrás, prácticamente gritando por el perdón de Demon y Stella discute con Flavio, culpándolo por lo sucedido.
Los sigo mirando hasta que sus autos salen de la propiedad y dejo escapar un suspiro de alivio al perderlos de vista.
Toda mi vida pensé que sin los Marchetti estaría completamente sola, ahora me doy cuenta de que en realidad he estado sola todo el tiempo que viví con ellos.
Miro el anillo en mi mano izquierda. Ese que me dio Flavio, con un enorme diamante resplandeciendo, recordándome todo el brillo que él y los Marchetti me han arrebatado.
Me lo quito sin titubear y por un momento quiero lazarlo a la basura, pero supongo que ese diamante debe valer varios de los grandes, así que se lo doy a la primera persona que me cruzo.
— ¿Está segura, señorita? —cuestiona la chica con la que estaba Álvaro, la noche anterior.
— Sí, tómalo como una recompensa por lo de anoche —sonrío avergonzada—. Tal vez te metí en problemas por llevarme la botella de vino.
— Oh no, no se preocupe —sacude sus manos— El joven Demon, no me dijo nada al respecto.
— Bueno, no importa, igual tómalo y haz con él lo que quieras.—Coloco el anillo en su mano.
— ¿El joven Demon no se molestará?
— ¿Por ese anillo? —sonrío— Lo dudo mucho.
La chica guarda el anillo en su bolsillo y me sonríe agradecida.
— ¿Por cierto, cuál es tu nombre? —cuestiono—. Nos hemos cruzados par de veces y me parece algo loco que no sepa como te llamas.
— Paula Leyva. —Me tiende su mano y la acepto.
— ¿Eres americana?
— Mexicana —sonríe.
— Oh, eso significa que hablas español igual que Álvaro.
Sus mejillas se tiñen de rojo, al mencionar al colombiano.
— Digamos, que nos entendemos —mira detrás de mí y endereza su espalda— Tengo que volver al trabajo, pero le agradezco por el anillo, mis padres y mis hermanos, estarán muy felices por el dinero.
— Es bueno saber que un regalo de Flavio hizo feliz a alguien.
La observo desaparecer por los pasillos junto a Francesca y busco mi teléfono celular para llamar a Bianca.
Va a flipar con todo lo que tengo que contarle.
Dejamos de vernos un mes, y ya regreso casada.
<<Demon>>
La propiedad de Franco Leone II, sorprendenteme no queda muy lejos de mi propiedad. Diez minutos en auto me tomó llegar hasta los gruesos cubiertos de nieve.
Las enormes verjas de hierro se abren, dándome paso a un camino empedrado que me lleva hasta el porche de una mansión de estilo neogótico.
Quedé con Julio para hablar de negocios, aunque algo me dice que quien está detrás de todo esto es Franco.
Apenas estaciono, el idiota engreído de Carruso viene a recibirme.
— Bonito juguete —señala mi auto mientras baja las escaleras del porche con su sonrisa petulante.
— Tu rostro quedará más bonito si te le vuelves a acercar —bajo del coche
— ¿Seguimos hablando del auto?
— Por supuesto —sonrío.
— ¿Eres así de posesivo y sobreprotector con todo?
— Solo con lo que me importa.
— Y me imagino que puedes contarlas con una sola mano.
— Exactamente, ahora llévame con tu jefe.
— Yo soy mi propio jefe —aclara.
— Entonces me marcho —declaro.
Mira detrás de mi auto.
— ¿Nada de guardaespaldas?
— Para deshacerme de ti, con mis dos manos es suficiente.
— Dios no quiera que otro ser masculino respire cerca de Elizabeth.
— Si ese ser lleva poca ropa, no respirará por mucho tiempo.
Su sonrisa se amplía y me guía hasta el interior de la mansión.
— Esto podría ser una trampa para matarte —sugiere.
— Pues que idiota de tu parte advertirme de ello.
Llegamos a la sala principal y entonces Franco camina hacia mí.
Verlo de nuevo, me hace querer bajar el rostro con culpa, pero me mantengo erguido. No por mucho tiempo ya que su puño impacta directamente con mi mandíbula, girando mi rostro.
Joder.
Estoy a punto de decir algo, pero sus palabras me dejan pasmado.
— Eso es por engañar a mi hija para que se casara contigo.
Merda
Diez mil veces mierda.
Joder.
Lo miro atónito y sus ojos distintos me devuelven la mirada con desafío.
Yo sabía que se parecían muchísimo Elizabeth y Rubí, pero Flavio dijo que no sobrevivió nadie del accidente.
No puede ser que me haya casado con la persona a la que más daño le hice sin darme cuenta.
La verdad se siente como un golpe en mi estómago.
Yo fui quien le arrebató su vida.
— Lo siento —es lo único que digo.
— No es a mí a quien tendrías que decirle eso —gruñe.
— No me refiero a eso —evito mirarlo— Lo siento... por todo lo otro.
— Eso no fue tu culpa.
Pero en el fondo ambos sabemos que sí lo fue.
Lo observo caminar hacia el mini bar aún con la noticia dando vueltas en mi cabeza.
Elizabeth me va a odiar aún más.
— Supongo que fuiste tú quien puso de cabeza la casa Marchetti.—Se sirve un trago— Elizabeth asumió que fui yo.
— Era la única forma de mantenerla cerca —agrego—. No contaba con que me volvería Capo de la noche a la mañana.
Me entrega el vaso con la bebida ámbar, pero no sirve ningún trago para él.
Por un momento me pregunto si estará envenenado, pero veo al idiota de Julio marcharse, tomando directamente de la botella.
Igual podría estar envenenando y tener el antídoto por ahí.
— No bebo alcohol —dice Franco leyendo mis pensamientos.
— ¿Cómo supiste que es tu hija? —le doy un sorbo a la bebida.
— Una prueba de ADN.
— ¿Cuándo se la hiciste?
— Estoy seguro de que sabes cuando fue —Me indica que tome asiento en uno de los sofás.— Viendo que dudaste para beberte ese whisky, algo me dice que esa noche en casa de D'angelo fingiste estar dormido
Por supuesto que lo hice, llevaba años conviviendo con Flavio para darme cuenta fácilmente cuando mi bebida estaba alterada y pasar bastante tiempo en el laboratorio solo mejoró mis habilidades.
— La taza de chocolate —confirmo— De ahí sacaste su ADN. Vi a la empleada colocarla separada del resto.
— Supe que era mi hija desde el momento en que vi su rostro —sonríe— Que me venciera en el póker solo lo confirmó.
Esta vez es mi turno de sonreír.
— También le gusta el esgrima —agrego—. Los pocos recuerdos que tengo de ti, son llevando el florete.
Franco Leone II fue un conocido esgrimista siciliano.
Toma asiento frente a mí y no se anda con rodeos sobre el por qué me citó aquí.
Desde el momento que lo vi, sabía que esto no era una reunión de negocios.
— Necesito encontrar a Rubí y al gemelo de Elizabeth.
— ¿Qué te hace pensar que están vivos? —mi ceño se frunce.
— Elizabeth lo está.
— Se parece a su madre, tal vez por eso lo está.
Estoy seguro de que ya sabe de la pequeña obsesión de Marchetti con su hija.
— ¿Cuándo tu esposa murió no viste su cadáver? —cuestiono con más tacto.
— También vi el de los bebés —señala— Y mira, años después me encuentro con una chica de gran parecido a Rubí y tras una prueba de ADN resultó que tenemos un noventa y nueve por ciento de compatibilidad. Ese porcentaje sólo se ve en padres e hijos.
— Los bebés podrían haberlos cambiado, pero qué hay de Rubí, tú la viste muerta.
— Lo primero que hice cuando escapé del psiquiátrico fue abrir la tumba de Rubí en Sicilia —juega con un collar envuelto alrededor de su mano, el mismo que llevaba aquella noche en Palermo.
— ¿Por qué profanaste su tumba?
— Porque sé que está viva —su mirada pasa de mí, al ventanal— Fui a parar a ese psiquiátrico por intentar suicidarme varias veces y causar algún que otro problema relacionado con el fuego. Sin embargo a pesar de mis intentos de morir, siempre despertaba. Supongo que había algo aquí fuera que aún me ataba a esta vida.
— Tal vez ese algo sea Elizabeth —expreso.
— Tal vez, pero eso no quita lo que encontré al abrir el ataúd —su tono se vuelve más frío.
— ¿Qué había?
Su mirada vuelve a posarse en mí.
— Nada, absolutamente nada, solo una cánula nasal.
— ¿Una cánula nasal? —lo miro, procesando lo que acaba de decir— ¿Eso significa qué la enterraron viva?
— Querían hacerla pasar por muerta.
— ¿Por qué?
— No lo sé, en parte por eso te cité hoy aquí, quiero que me digas que recuerdas de ese día.
Dejo el whisky en la mesita de café y llevo dos dedos al puente de mi nariz presionando suavemente mientras cierro los ojos.
Las terapias de Akiko me han ayudado a recordar, pero muchas veces mi cerebro se empeña en ocultar cosas para mi propio bienestar.
— Viajamos por vacaciones a Sicilia y al aterrizar, Flavio me envió a vuestro departamento, con una caja de chocolates—digo, aún sin abrir los ojos.— Porque Rubí le había dicho que quería verme, pero debido a su avanzado embarazo no podía salir mucho de casa.
Viene la imagen a mi cabeza de ese día, cuando le pregunté a Rubí si podía tocar su enorme vientre y sentí como un bebé pateaba.
Ella sonrío y me dijo, que su niña se ponía muy contenta cuando comía chocolate.
— El día anterior yo había recibido una paliza infernal —continúo— por haber asesinado a un hombre de Flavio, y ella no tardó en notarlo.
Sonrío con tristeza, pensando en que asesiné a ese hombre para salvar a una chica y lo pagué condenando a otras personas al sufrimiento.
— Insistió en llevarme al hospital por lo que llamó a su chófer. Tú estabas en un torneo muy importante, así que dijo que te llamaría más tarde. Cuando íbamos en el auto, una bala atravesó la ventanilla y mató al chófer —sigo hablando— Casi perdemos el control del auto, pero Rubí aún con su vientre enorme se las arregló para tomar el control y me dijo que bajara la cabeza. Ella no paraba de mirar el espejo retrovisor, alguien nos estaba siguiendo. Me lanzó su teléfono para que marcara tu número y eso hice.
— Recuerdo esa llamada, fue la última vez que hablamos —esta vez su voz no se escucha fría sino con un dolor profundo, que me hace sentir culpable.
— Lo siguiente que recuerdo es que caímos al agua —abro los ojos— Mi cabeza dolía mucho y solo podía deslumbrar la figura de un hombre acercándose. Vi que Rubí le hacía algunas señas y luego él abrió mi puerta antes de que todo se volviera negro.
— ¿Quién era el hombre?
Lo miro sorprendido.
— Todo este tiempo pensé que eras tú.
— El accidente fue pocos minutos después de tu llamada, no había forma de que fuera al otro lado de la isla tan rápido.
— ¿Crees que ese hombre era quien nos estaba persiguiendo?
— Posiblemente y al parecer Rubí lo reconoció.
Tal vez fue Flavio o Marchetti.
— Cuando desperté en el hospital, Flavio dijo que Rubí y los bebés estaban muertos —bajo la mirada—. Los médicos al ver los múltiples moretones en mi cuerpo lo atribuyeron al accidente. Leone es un apellido reconocido así que no querían problemas con ellos.
— Cuando llegué al hospital dijeron lo mismo, y que no podría ver a Rubí hasta después de la autopsia, porque necesitaban sacar a los bebés de su vientre.
— Tal vez en los chocolates había algo —digo— Comencé a sentirme mal antes del accidente. Posiblemente me desmayé y Rubí también, por eso caímos al agua.
— Yo vi su cuerpo, no tenía pulso y sin embargo su piel estaba tan brillante como siempre —sonríe con pesar—. Eso debió haberme dicho algo.
— ¿Quién crees que esté detrás de esto? —cuestiono, aunque parezca obvio que fue Flavio, suena a un plan demasiado elaborado para su pequeño cerebro.
— Quién más se benefició, fue Flavio —dice su nombre con un borde gélido—. Mi padre había enfermado, era cuestión de tiempo que se nombrará un nuevo Capo y aunque aparentemente Flavio era su primogénito, los tradicionalistas no ignoraban que su sangre no era de la Famiglia, así que sería yo quien ocuparía el lugar de padre.
— Matarte sería demasiado obvio —señalo— Así que optó por lo que mejor se le da, atacar tus puntos débiles y si todo salía bien, tú mismo pondrías una bala en tu cabeza.
— Exacto, pero la pregunta es por qué fingir la muerte de Rubí cuando podría haberla matado.
— Porque tal vez no sea el único que esté detrás de esto —sugiero pensando en Marchetti.
— Marchetti adoptó a Elizabeth como una sustituta de Rubí, eso quiere decir que él tampoco la tiene.
— Pero sabe donde está, durante un desayuno en el yate, hubo un mal entendido y él soltó que era imposible que hubiéramos encontrado a Rubí.
— Debe haber tenido algo que ver, pero fue solo un peón, Flavio podría ser la mente maestra pero no tiene sentido fingir la muerte de Rubí.
— Tal vez él también se obsesionó con ella.
— Imposible, la odiaba a rabiar, de por sí, nuestros caminos se cruzaron porque Flavio la quería muerta.
— Eso significa que hay un tercero que quería a Rubí viva y a sus hijos también —mis pensamientos toman otra dirección— ¿Crees que pueda ser Mijaíl Golkov I?
— ¿Qué tiene que ver el fallecido Boss de la Bratva con esto?
— ¿Qué el actual Underboss, alias Romeo Golkov, tiene gran parecido con Elizabeth?
Franco me mira sorprendido.
— ¿Crees qué podría ser su gemelo?
— No me sorprendería.
— Pero Mijaíl murió hace años o más bien lo asesinaste hace años —aclara—.Si tuviera a Rubí, ella ya hubiera escapado ¿Por qué no buscar a sus hijos?
— Todos creen que tanto tú como los gemelos están muertos. Luego de que ingresaras al psiquiátrico, Flavio se encargó de que todos se creyeran esa historia.
— Como sea, Marchetti sabe donde está pero sería una perdida de tiempos, torturarlo para que hable.
— Sin embargo, tarde o temprano se va a delatar.
— ¿Cómo estas tan seguro?
— Porque una vez que pierdes a la sustituta de tu obsesión solo te queda ir a buscar a la original.
✧✧✧
Luego de dejar la mansión de Franco conduje hasta al Bronx para pedirle ayuda a Luca, con lo de vigilar las transacciones, los viajes y cualquier movimiento que haga Marchetti.
Nadie disfrutaría más jodiendo a ese hijo de puta que él.
Después de pasar horas trabajando en mi proyecto O.R.O., regresé a casa para disfrutar mi primera noche como un hombre casado.
Aunque siendo sincero ya hemos pasado varias noches juntos, solo qué ella no era consciente del acta de matrimonio que nos une de por vida, así que hoy será nuestra primera noche oficial de recién casados.
Pensé en regresar para la cena, pero las probabilidades de que me lanzara un cuchillo eran altas y todo sabemos que Elizabeth es demasiado buena con las armas blancas.
Camino por la casa en penumbras hasta la cocina del ala norte donde encuentro una nota de nana Francesca.
¹Per cena ho preparato risotto, lasagne, maccheroni e per dessert c'è il gelato. La signorina Elizabeth ha già mangiato, buonanotte, figliolo.
Paso de la cena directo al postre, pero cuando me giro para buscar el helado, casi el alma abandona mi cuerpo.
— Merda —grito—. ¿Cómo carajos eres tan sigilosa? —miro a Elizabeth quien lleva un bonito camisón rosa.
— ¿Te asusta que alguno de tus muertos regrese como un fantasma para cobrar venganza? —Se sirve un vaso de agua bajo mi atenta mirada.
Noto como la tela se ajusta perfectamente en sus pechos hasta caer suavemente por debajo de sus caderas, lleva unos pantalones cortos del mismo color que a penas cubre la mitad de sus muslos.
— A la mayoría no le funcionarían las extremidades —respondo a su pregunta.
— Cierto, algunos te dicen Triturador de huesos —su vista se despega del vaso de agua y me mira con el ceño fruncido— ¿Qué te pasó en la cara?
Esta vez soy yo quien ignora su mirada mientras busco el helado y luego una cuchara.
No puedo decirle que su padre biológico me dio un puñetazo porque no me corresponde a mí, decirle que Franco es su padre, así que evado su pregunta.
— ¿Te preocupas por mí, esposa mía? —tomo asiento en una de las sillas de la isla de la cocina.
— Solo me da curiosidad quien quiere ayudarme en mi misión de quedar viuda —camina hacia a mí o más bien hacia el refri junto a mí y saca una bolsa de hielo.— ¿Solo vas a cenar helado? Pensé que odiabas las cosas dulces.
— Me casé contigo —sonrío con descaro, pero mi sonrisa muere cuando coloca la bolsa de hielo en mi mandíbula sacándome un siseo— ¿Segura que no te preocupas por mí? Puedes admitirlo, no hay nadie aquí para juzgarte por ello.
Atrapo la bolsa de hielo antes de que termine en mi entrepierna.
— Un poco de mi sangre corre por tus venas, no hagas que sea un desperdicio —me quita la cuchara con helado y se la come ella—. Deberías cenar, tu hemoglobina debe haber bajado por la pérdida de sangre.
Se aleja con mi helado, pero me las arregló para que me escuche antes de que desaparezca.
— Dormiremos en la misma habitación —aclaro.
Se gira hacia a mí lentamente y por un momento creo que me va a lanzar la cuchara.
— ¡Eso no va a pasar, esta casa es enorme!
— Pero mi colchón es el más cómodo.
— Prefieo dormir en el sofá.
— Se que te gustan los sofá —le doy otro rápido vistazo a su cuerpo—. Pero nada se compara a mi cama, es muy suave y resistente para cualquier actividad que quieras hacer en ella —sonrío al ver su ceño fruncido con enojo.
Acabo de descubrir que tengo una nuevo pasatiempo favorito.
— ¿Piensas en algo más que no sea sexo?
— Pues no, el noventa por ciento de mis pensamientos contigo son sexuales y más si estamos en una misma habitación solos.
—¿Y el otro diez por ciento? —me mira con una ceja arqueada.
— No creo que estés preparada para escucharlo.
Se queda en silencio como si tuviera un debate mental sobre saber a qué me refiero o no. Sin embargo opta por ignorar el elefante en la habitación.
— Dijiste que nunca serías fiel, así que sigo sin comprender por qué te casaste —me mira como si estuviera hablando con un niño de cinco años—. ¿Sabes que la base de un matrimonio es el respeto y la confianza?
— Pensé que no querías este matrimonio —abandono la silla de la isla y camino hacia ella.
— Solo quiero saber a qué me atengo, ya que al parecer, pasaré el resto de mi vida contigo —da un paso hacia mí tomándome por sorpresa.
Me acerco lo suficiente para que nuestros cuerpos quedan separados por pocos centímetros y bajo mi rostro hasta que nuestros labios casi se rozan.
— Dije que no le sería fiel a Fiorella porque no la tocaría ni aunque mi vida dependiera de ella —susurro y hago un recorrido hasta su oído, colocando uno de sus rizos rebeldes detrás de su oreja— Pero no es con ella con quien me casé —dejo un suave beso en el lóbulo de su oreja y noto como un escalofrío recorre su cuerpo— Eres tú quien está aquí conmigo, y la única persona a la que quiero follar.
— E-eso suena muy confiado... —tartamudea mientras continuo con mis caricias hacia su delicada garganta— Para el chico que mes y medio atrás decía que nunca repetía con una chica.
— Pues mírame pensando en arracarte ese maldito camisón y hacer de ti mi cena —dejo un pequeño mordisco cerca de su clavícula, pero Elizabeth coloca sus manos en mi pecho, poniendo fin a la acción.
— Tampoco confías en mí, Demon —sus ojos me observan y veo un extraño brillo en ellos, que me hace querer arrepentirme de todos mis pecados— Realmente esperaba que te casaras con esa chica, Akiko. Ustedes se conocen desde hace tiempo y obviamente confías en ella.
Bien, creo que ha llegado el momento.
— ¿Qué quieres saber de mí? —Juego con su cabello.
— Todo —responde sin titubear.
— Eso es mucho para alguien que quiere quedar viuda pronto —sonrío—. Está bien, pregunta.
Parece pensárselo varios segundos antes de soltar la primera pregunta, que lleva como respuesta uno de mis principales secretos.
— ¿Por qué no matar a Flavio?
— Porque tengo una hermana y solo él sabe donde está.
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¹ Para la cena hice risotto, lasaña, macarrones y de postre hay helado. La señorita Elizabeth ya comió, buenas noches hijo.
Holaaaaaa cómo están, espero que bien. Mañana empiezo la escuela y con ello a estudiar para ingresar a la universidad.
Llora internamente*
Intentaré actualizar pronto, muchas gracias por su apoyo a mi historia ❤️ 💕, si les gustó el capítulo háganmelo saber con sus comentarios y sus votos.
Pd: ¿Quién será la hermana de Demon?
Pd²: ¿Quién está detrás de toda esta tragedia?
Si tienen alguna teoría, no duden en decírmelo 😏
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