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✧Capítulo 41✧

Red line - 5 Seconds of Summer

<<Elizabeth>>

El sonido de un goteo constante me saca de mis sueños.

Un gota, otra gota, otra más...

Abro los ojos encontrándome en la penumbra y paso una mano por mi frente sudorosa.

¿Dónde estoy?

Es la primera pregunta que pasa por mi mente, ya que no reconozco la habitación.

Por un momento pienso que tal vez sigo soñando  y tardo varios segundos en darme cuenta que realmente estoy despierta.

El ruido del insistente goteo taladra mis oídos enviando una punzada de dolor a mi cabeza.

Miro a mi alrededor pero a penas y distingo mi propio cuerpo.

Lo último que recuerdo es que estaba con Álvaro en ese calabozo y luego aparecieron unos puntos blancos en mi visión para repentinamente ponerse todo negro.

El sonido de una puerta cerrarse capta mi atención y repentinamente la luz inunda la habitación cegándome por varios segundos.

— Al fin despiertas —dice una voz, que reconozco como el tono frío de Marchetti.— Te desmayaste por ingerir demasiado alcohol.

Solo fue una botella.

Lo veo caminar en mi dirección y no puedo evitar encogerme en el lugar.

Hace mucho tiempo que no estamos solos en una misma habitación.

—¿Acaso planeas seguir el camino de Stella?—su voz sale en un gruñido.

Me pellizco un brazo por debajo del edredón deseando que esta sea otra pesadilla y no la realidad.

— Me hice cargo de ti, Elizabeth —señala, como la gran mayoría de las veces, que estamos solos— Yo te saqué de ese orfanato cuando a penas eras un bebé —se retira su saco— Solo Dios sabe a donde hubieras ido a parar, si no te hubiéramos adoptado.

Estoy segura que a un lugar peor que este, no sería.

— Y nos pagas avergonzando así a la familia —se saca el cinturón con una lentitud aterradora— Abandonas a tu futuro esposo en un evento importante, te desapareces por horas y encima luego apareces desmayada en una habitación con un extraño y borracha.

Me quiere hacer sentir culpable.

No sé si quiere hacerse creer a sí mismo o a mí que lo que hace es corregir mi comportamiento y educarme.

— Por doce años hemos pagado una colegiatura de miles de dólares para que recibas la mejor educación —su barbilla se inclina con altanería— Pero eso que dicen por ahí de que la educación comienza desde casa tiene sentido.

Repentinamente escucho el ruido del cinturón cortando el aire y antes de que aterrice en mí trato de saltar de la cama.

Marchetti tiene la ventaja así que tira de una de mis piernas y siento que algo es arrancado de mi mano.

El dolor me hace gritar y noto como un líquido corre entre mis dedos.

Es sangre

Unas manos se posan en mi garganta mientras me lanzan de regreso a la cama.

Se lo que viene ahora... dieciocho azotes.

Solo tengo que apagar mi cerebro, ya que es en vano luchar.

Nunca lo voy a derribar.

— ¡No hay escuelas privadas y religiosas que evite que sus alumnas se comporten como unas desagradecidas con su familia!

Tú no eres mi familia.

Quiero gritarlo, pero solo hará que el castigo sea peor.

En dieciocho años nunca he podido enfrentarlo.

Puedo sentir a mi cuerpo paralizándose del pánico.

Podría matarme y nadie jamás me buscaría.

Bianca solo sabe una parte de mi historia en la casa de Marchetti, el resto me lo reservo porque no quiero que sienta que debe ayudarme.

Eso solo la metería en problemas a ella también.

— ¡Stella y yo te dimos un apellido, un techo! —una de sus manos libera mi garganta y sé que está buscando su cinturón.

Solo apágate.

— ¡Por el simple hecho de ser una Marchetti puedes ser comprometida con hombres de los altos mandos y no con simples soldados!

Apágate por favor.

— ¿O es acaso eso lo que quieres Eliza? —cuestiona con una calma escalofriante — Terminar casada con un soldado que no pueda ofrecerte un buen futuro ni un puesto en la alta sociedad —sus ojos parecen navajas afiladas clavadas en mí — Porque después de lo de anoche Flavio podría romper vuestro compromiso y pasarías a ser una paria para la Famiglia.

Prefiero ser una paria, que casarme con Flavio.

Sin embargo no lo digo por medio.

Duele, duele sentirse tan débil y vulnerable delante de tu principal agresor.

— ¡Por suerte nuestro Capo es bondadoso y decidió dejarlo pasar esta vez, sin embargo eso no te exonera de ser castigada!

— Nuestro Capo es Demon — suelto sin aire aún con una de sus manos presionando mi garganta.

Mi cerebro lejos de apagarse, reacciona.

Muevo mi cuerpo para liberarme de su agarre, pero sus rodillas presionan mis manos a cada lado de mi cuerpo.

— Para mí, Flavio siempre será el Capo —Veo como su cinturón corta el aire dirigiéndose a mi torso o tal vez a mi cara y me preparo para sentir el golpe, llena de pánico al pensar en el ardor y las marcas que dejará.

Sin embargo repentinamente su peso no está sobre mí y escucho un golpe sordo en el suelo .

— Lástima que la Famiglia no opina igual —dice una nueva voz en la habitación.

Mi vista viaja directamente hacia donde Demon mantiene a Marchetti de espaldas, con el brazo que aún sostiene el cinturón en un ángulo preocupante.

— ¡¿Quién carajos te dio permiso para entrar aquí?! —le cuestiona.

— Se irá a casar con tu padre, pero no deja de ser mi hija —Marchetti mantiene la misma expresión, solo quebrada un poco por el dolor— Deberías estar más pendiente de tus funciones como Capo y no aquí, cuestionando lo que hace un padre para corregir el comportamiento de su hija.

Noto como un músculo en la mandíbula de Demon se tensa y casi puedo escuchar  sus molares chocar.

Entonces un chasquido corta la tensión en la habitación seguido de un grito de dolor por parte de Marchetti.

Un jadeo se me escapa al ver lo que ha hecho.

Observo el brazo de Marchetti y noto que yace flácido en el suelo.

Le ha roto el brazo.

— ¡¿Cómo te atreves hacer eso?! —grita Marchetti rabioso, al ver su brazo inmóvil.

— ¡Debería haberlo hecho hace mucho tiempo! —le responde presionando su rodilla en la espalda— Esto es solo una demostración de lo que podría hacerte si sigues rompiendo mis reglas y haciéndome perder dinero —le alza el brazo solo para sacarle otro grito de dolor y lo vuelve a dejar caer.— Deberías estar verificando que la mercancía de Montenegro pase la frontera y no aquí —Se pone de pie dejándolo libre por fin— Si no recuerdo mal, estabas a cargo del último cargamento y por tu irresponsabilidad, las autoridades lo confiscaron y perdimos miles de dólares.

— ¡Tu padre se va a enterar de esto!—lo amenaza, tratando de no mover el brazo roto— Un mocoso como tú, no puede decirme que hacer con mi hija.

La mirada de Demon podría congelar el sol.

— Desde el momento en que comprometiste a Elizabeth con Flavio, perdiste cualquier derecho sobre ella.

— ¡Ella no ha dejado de ser mi hija!

— Teniendo en cuenta que ni siquiera lleva tu sangre —sonríe— Yo creo que sí.

Giovanni nos da una última mirada antes de abandonar la habitación.

Creo que se ha dado cuenta que entre Demon y yo pasó algo, y eso me pone más intranquila por qué no sé como vayan a reaccionar los tradicionalistas si llegan a saber de nuestra traición.

Estoy a punto de decir algo, pero Demon se lleva el dedo índice a sus labios como la señal universal de guardar silencio. Toma el saco de Marchetti y camina hacia el balcón para arrojarlo.

— ¿Crees qué había micrófonos en su saco? —susurro.

— No sé, pero tampoco quería arriesgarme —Me observa y pasa una mano por su cabello, algunas gotas de agua salen disparadas.

Ahora que reparo en su vestimenta, parece que acaba de salir de la ducha: Pantalones de chandal y camiseta negra.

— ¿Qué tal la noche? —intento romper el incómodo silencio, ya que su escrutinio me pone de los nervios— ¿Estuvo deliciosa la cena?.

¿Le pediste matrimonio a la muñeca asiática y te casas mañana?

Intento colocar un mechón rebelde detrás de mi oreja pero la sangre en mi mano llama mi atención, mi vista va al suero junto a mí.

— Teniendo en cuenta que la futura esposa de mi padre se desapareció —su mirada me traspasa— Tuvimos que buscarla durante horas por toda la mansión, hasta encontrarla desmayada en esta habitación y con un suero de hidratación, así que no, no hubo cena.

La futura esposa de mi padre.

— Yo... —miro mis manos— Lo siento, no quería arruinar tus planes.

— Elizabeth, revisé cada maldito auto y las grabaciones de las cámaras de seguridad ¿Sabes cuántos criminales, igual o peor que yo, estaban en esa fiesta? —pasa una mano por su rostro y deja escapar un suspiro.— Te bebiste casi una botella de vino sin haber comido nada antes.

— Perdón por eso, también —intento quitar el esmalte de una mis uñas— Sé que era una botella de las más añejas.

Me atrevo a mirarlo y noto que me mira incrédulo.

Sus labios se separan como si fuera a decir algo, pero termina presionándolos en una línea recta y negando con la cabeza.

Lo observo caminar hacia mí y mi piel se eriza cuando su mano entra en contacto con mi brazo.

Su mirada se empeña en evitar la mía así que me dedico a observar como limpia la sangre y coloca una curita en donde antes estaba la aguja.

Bueno, al menos mi irresponsabilidad me ganó unos minutos más con Demon.

Aunque ahora me ignora.

— Realmente, siento mucho lo de ayer —vuelvo a decir.

Demon emite un sonido que parece un gruñido.

— Te traerán el desayuno en media hora. Después de eso te espero en la última puerta al final del pasillo del ala norte.

Mis ojos se abren con sorpresa.

Esa es la puerta que siempre ha estado cerrada.

— Vale —susurro, viéndolo abrir un bote de pastillas.

— Hay ropa tuya en esa bolsa —.señala un bulto gris en un asiento. Coloca la pastilla blanca en mi boca y me entrega un vaso de agua— Esto ayudará con el dolor de cabeza.

Su dedos juegan con mi cabello mientras me termino el vaso de agua y luego señala que tengo que beberme toda la jarra en la próxima hora.

— Nos vemos en un rato y por favor terminate todo el desayuno.

— Como ordenes, jefe —sonrío y noto que sus comisuras tiemblan pero vuelve a su modo serio en el último momento.

Deja un beso en mi cabello antes de irse y me pregunto si esa será la última vez que sus labios entren en contacto conmigo.

Salgo de la cama y camino hacia donde espero que esté el baño y por el camino me percato de que estoy usando mi pijama de Bob Esponja.

¿En qué momento me puse esto?

✧✧✧

Luego de vestirme con un suéter blanco de cuello alto y unos jeans oscuros ajustados camino hacia la habitación donde se encuentran mi cosas para darle de comer a Red y limpiar su jaula.

Por como cae nieve a fuera, dudo que hoy pueda dejarla salir a estirar las alas.

Miro mis bonitas zapatillas blancas y sonrío. Esta es una forma de decirle vete a la mierda, a Marchetti.

Para él una mujer debe llevar siempre vestido y tacones.

Decido recoger mi cabello con una cinta, pero me sorprende no encontrar ninguna de mis pertenencias en el vestidor.

Un escalofrío me recorre.

Me aseguro dejarle suficiente comida para aves a Red y bajo la escaleras encontrándome al pie de esta con una Venus cada vez más gorda por su embarazo.

La acaricio un poco de camino al ala norte; pero me detengo en la sala de estar principal, al ver un montón de maletas.

— Deja de encariñarte con ese animal, que volvemos a casa hoy mismo —Fiorella camina hacia mí con un vestido de mangas gris y rosa.

— Pensé que aún no habían terminado la remodelación —o más bien esperaba no volver nunca allí.

Siento que el corazón se me cae al estómago.

Sí, seré castigada por Marchetti; pero en unas horas.

— El dinero mueve al mundo y agiliza los procesos —mira su anillo de compromiso — Viviana Vizconti adelantó mi prueba del vestido de novia, ya que pagué unos miles por encima. Estaré de regreso en esta casa, pronto.

No le digo que posiblemente esta sea la última vez que pisemos este lugar.

— Demon citó a los tradicionalistas para un almuerzo —mira mi vestimenta, evaluando si es adecuada para dicho evento—. Al parecer ya va a tomar su primera decisión importante como Capo.

Romper vuestro compromiso y casarse con la muñeca asiática.

✧✧✧

No sé como hice para llegar hasta la última puerta sin ser vista, pero lo consigo, ya que todos están centrados en planear el dichoso almuerzo.

Doy dos golpes a la oscura madera y la puerta se abre permitiéndome reparar en la vestimenta de Demon.

Lleva un suéter blanco, de cuello alto, pantalones negros y zapatillas blancas.

Lo miro con una ceja arqueada.

Cualquier pensaría que nos pusimos de acuerdo a la hora de vestirnos.

Miro sus ojos y estos parecen cansados. Se mueve hacia un lado para que pase y mi cuerpo se roza con el suyo. Inhalo disimuladamente su perfume ya que posiblemente esta sea la última vez que nos veamos.

Ese solo pensamiento hace que de repente mis ojos piquen y un nudo comienza a tomar forma en mi garganta.

Demon ahora es Capo, así que ya no tiene que cuidar de mí y si rompe su compromiso con Fiorella, no lo volveré a ver hasta el día de mi boda con Flavio o de la suya con la chica yakuza.

— ¿Estás bien? —una de sus mano va a mi mejilla y limpia la lágrima que se me escapó.

Oh dios, estoy llorando.

Cierra la puerta detrás de él y antes de darme cuenta dejo salir más lágrimas.

No voy a volver a verlo.

— Joya mía — susurra y coloca ambas manos en mis mejillas limpiando el agua tonta que escapa de mis ojos— ¿Por qué lloras?

— No lo sé —me escucho decir y un sollozo se me escapa.

Es verdad, no lo sé, no sé porque me asusta tanto dejar de verlo.

¿Tan rápido podemos acostumbrarnos a la presencia de una persona?

Demon me envuelve en sus brazos y dejo mi cabeza reposar en su pecho mientras más y más lágrimas salen de mis tontos ojos.

— ¿Le temes a Marchetti? —cuestiona.

— Me paraliza del miedo y eso solo hace que me sienta impotente y ridícula.

— No es vergonzoso tener miedo ni paralizarte por ello —susurra en mi cabello—. Yo también he tenido miedo.

— Pero sí todos te temen —sonrío.

— Igual, vivo con el miedo constante de perder todo aquello que me importa —su agarre se fortalece y puedo escuchar como los latidos de su corazón se aceleran.

— Ahora eres nuestro Capo.

— Y eso solo me aterroriza aún más. Porque ahora todo lo que quiero está en la mira de quien quiera hacerme daño. —pasa una mano por mi cabello—. Luchaste Elizabeth, la sangre en tu mano era un señal de que te defendiste, aunque no lo creas ese es un paso importante, llegado el momento ese miedo te impulsará y no te dejará paralizada.

No sé cuánto tiempo pasamos así, hasta que mis conductos lagrimales parecen cerrarse.

Me separo de él y miro a alrededor quedándome deslumbrada.

— ¡Oh dios mío! ¡¿Qué es este lugar?! —camino maravillada hasta el centro de la enorme habitación.

— ¿Una especie de taller de arte - biblioteca? —Demon se une a mí, mirando con un brillo en sus ojos toda la habitación.

Observo desde los enormes estantes llenos de libros hasta el bonito y cómodo sofá rojo con bordes de oro, perfecto para leer en él.

Cada pared es un ventanal de cristal lo que permite tener una vista de 180 grados de como se unen el bosque y la arena del océano que rodea la mansión.

Si observas solo las paredes de la parte biblioteca, ves el bosque que en primavera debe ser verde pero ahora está blanco y si miras la parte que es un taller de arte ves el océano en total calma uniéndose al cielo gris.

— ¿Cómo es que no se ve nada de esto desde a fuera?

— Es unidireccional.

— Guau — paso mi mano por algunas de las cubiertas de los libros, encontrándome con una diversidad de géneros y autores. Luego reparo en cada pintura, la mayoría de paisajes solo una de un rostro que es casualmente mi regalo de cumpleaños.

Observo el cuadro que yo misma le obsequié y sigo convencida en que por algún motivo las facciones de la señora Alessia, se me hacen conocidas.

Tal vez sea porque sus iris eran del mismo color que los de Demon.

Me pregunto cuantas tonalidades de rojo empleo el señor Massimo en ellos.

— ¿Cómo se te ocurrió todo esto? —cuestiono aún maravillada.

— Cuando mi mamá murió, Flavio quiso tirar todas sus cosas, entre ellas su colección de libros. Si algo amaba mi madre era leer, así que traje todos a aquí. Flavio nunca entra a esta habitación porque le da vértigo.

— ¿Que más le gustaba? —giro mi rostro para verlo y noto que ya él me estaba mirando, un revoloteo se apoderan de mi estómago.

— Hacer muñecas o juguetes en general, le gustaba todo lo relacionado con manualidades.

— ¿Y a ti?

— Prefiero fabricar muñecas de otra forma —me hace un guiño divertido y tengo que morder mi mejilla para no reírme.

Vuelvo a mirar cada pintura y le pregunto cuántos de ellos son suyos.

— Todos, menos el que me obsequiaste.

— Vaya, por fin me dejaste ver que tan talentoso eres con el pincel —Demon me mira con una ceja arqueada y sus labios se curvan en una sonrisa descarada, ruedo los ojos— ¿Ahora sí me enseñarás tu cuaderno de bocetos?

— Nop.

— ¿Por qué? —Doy un paso hacia él para llenarme de su colonia.

— Algún día lo haré —evita mi pregunta y señala al sofá.

Observo otra vez los cuadros y noto que todos están separados a la misma distancia, excepto dos que están muy separados.

— ¿Qué pasó con el cuadro que había entre esos dos? —me siento junto a él.

— Lo tengo guardado para una exposición que habrá en los próximos meses

— ¡¿Harás una exposición de tus obras de arte?! —mi tono sale más emocionado de lo que pretendía.

— Sí ¿Te gustaría ir? —se acomoda para apoyar su cabeza en mi regazo.

— Por supuesto que me gustaría ir.

Aunque tal vez para entonces esté lejos de aquí, regresaría para verlo.

Para ver si es feliz.

Mis manos van por inercia a su cabello y observo como la nieve cae fuera de esta habitación.

— Además de pintar, qué más te gusta.

— Me gusta la química, comenzó a gustarme cuando arruiné un cuadro que estaba haciendo por usar una pintura que traía químicos que no debían utilizarse en el tipo de lienzo que emplee. Luego descubrí que sería un gran campo para explorar y explotar en este mundo —toma una bocanada de aire— En realidad me gustan muchas cosas, pero amo muy pocas.

Mi corazón da un vuelco.

— ¿Demon? ¿Por qué me trajiste aquí?

— Porque tal vez después de hoy me odies... para siempre.

Su respuesta solo hace que regrese el nudo a mi garganta.

— Me gustaría que quisieras una parte de mí, aunque solo sea mi biblioteca.

Sonrío y trato de que no note la angustia en mi voz cuando hablo, porque Demon acaba de confirmar que lo va a hacer, se va a casar con esa chica.

— También amo a Venus y tu coche, ese con el que me llevas al colegio, es lindo. Así que ya hay dos cosas más de ti que amo.

Lo escucho reír y detengo mis caricias en su cabello.

Creo que nunca más podré escuchar la risa de alguien sin compararla con la suya.

— No dejes de hacer eso —sus ojos comienzan a cerrarse.— Mi cerebro permance despierto aún cuando duermo, a veces pesadillas, a veces sueños, a veces haciendo planes o creando estrategias —suspira— Sin embargo, tu toque, Elizabeth, tú simple presencia calma mi mente, deberías decirme tu truco para poder crear un nuevo fármaco.

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Maratón 2/3

Me descargué un álbum de 5SOS y me enamoré 💛💛







































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