✧Capítulo 4✧
«Elizabeth»
Ha pasado una semana desde la fiesta de compromiso y por tanto desde que Demon es mi niñera. En estos últimos días Bia y yo, hemos estado dándole vueltas al tema de huir y al de cómo conseguir dinero suficiente... No hemos llegado a la solución todavía.
Esto más que difícil es casi imposible.
Sentada en el porche, escucho al reloj de la sala marcar las ocho en punto y no pasan ni dos segundos cuando la verja metálica se abre y entra el coche de Demon Leone.
— Sube al coche —ordena nada más estacionar.
— Buenos días para ti también. Ser educado no te va a matar.
— Perdón por no ser una mojigata educada y tener un día de mierda.
— ¡Qué te den! —suelto y rápidamente me arrepiento.
— ¡Oh no! ¡¿Qué acabo de escuchar?! ¿Esas fueron palabras de acto impacto? Me sorprendes—dice con burla.
Opto por ignorarlo.
— Me alegro que las cadenas empiecen a aflojarse —menciona y por un momento lo miro directamente a sus ojos color sangre pero termino desviando la mirada.
Sus ojos me causan escalofríos y no de terror, lo que es aún más aterrador.
Subo al coche y antes de que diga algo me coloco el cinturón de seguridad.
Él parece que anda en su mundo y yo estoy mejor callada. Además tengo hambre ya que me quedé dormida y no me dio tiempo desayunar.
—¿Tienes hambre? —cuestiona sin voltear a verme.
Mi estómago parece tener voz propia por los ruidos que hace.
— No, estoy bien así —contesto de mala gana.
— Que mal humor tiene hoy señorita Marchetti.
Volteo a verlo con una ceja arqueada.
— Pero si fuiste tú quien llegó dictando órdenes y diciendo que llevas un día de mierda.
— Eso no significa que esté de mal humor —sonríe— Dar órdenes es algo natural en en mí.
Este tipo es bipolar.
✧✧✧
Pasan alrededor de veinte minutos cuando estacionamos delante de un local con olor a café y dulces. Mi estómago vuelve a rugir y “mi niñera” lo nota otra vez.
Sus labios dejan ver una de sus sonrisas triunfadoras y me hace señas para que baje del coche.
Se ve genial vestido con pantalones y camiseta negra, me causan curiosidad los tatuajes en su brazo izquierdo.
Pero antes muerta que admitirlo en voz alta.
— Si quieres puedes pasarte toda la mañana mirándome o entrar y comer algo —sugiere con burla y me limito a rodar los ojos.
Engreído.
Entramos al local y nos sentamos en una mesa con vista a un parque de césped brillante, donde las personas corren y las mascotas juegan mientras algunos rociadores riegan el lugar .
— ¿Qué hacemos aquí?
— Desayunar.
— Ya desayuné —miento, solo por llevarle la contraria.
— Pues volverás a desayunar.
Una chica de cabello azul nos trae la carta y se aleja luego de hacer un guiño en dirección a mi acompañante.
Los ignoro a ambos y leo el menú.
Hay tantas cosas que no tengo idea de que pedir.
— ¿Que vas a pedir?
Subo y bajo mis hombros, me da algo de vergüenza que note que es la primera vez que estoy en un lugar que no sea la casa Marchetti o el colegio católico.
La chica vuelve con su sonrisa más espléndida y su camisa con tres botones que no estaban abiertos hace unos minutos.
¿Así se coquetea? Tendré que tomar nota de eso.
— ¿Ya sabe que va a pedir joven? —Su tono de voz es demasiado dulce.
— Un chocolate caliente y panecillos rellenos para ella —contesta Demon— Y para mí solo un café descafeinado y una ensalada de frutas
La chica anota todo tan rápido como puede y se aleja con otra risilla estúpida moviendo sus caderas.
— Tu club de fans aumenta por segundos —expreso y otra vez me arrepiento.
— ¿Celosa? —cuestiona.
— ¿De quién? ¿De ti? —sonrío— No, ni siquiera sé lo que es sentir celos.
— Pues a mí me pareció lo contrario.
— No eres muy bueno interpretando, ya lo he notado.
Sonríe y ese gesto me molesta porque hace que las comisuras de mis labios tiemblen.
— ¿Tú también formas parte de ese club? —pregunta unos minutos después con una sonrisa de superioridad.
— ¿Cuál club?
Por dios ya se me había olvidado de que estábamos hablando.
— El de mis fans —agrega.
— No, no me van los tíos como tú.
Eso le borra la sonrisa de la cara y mi yo interior me da palmaditas en la espalda mientras baila samba.
— ¿Qué tipo de hombres te gustan?
Me hago la pensativa y respondo.
— Uno que no esté condenado a cadena perpetua por varios gobiernos.
— Lástima que te vayas a casar con uno.
— Idiota —susurro lo suficiente bajo como para que no lo escuche.
La chica vuelve con su cara de "Cógeme duro" y deja nuestras órdenes.
Creo que ni siquiera se ha dado cuenta de mi presencia y bueno con esta pinta de anciana debe pensar que soy una obra de caridad por parte de Demon.
Tomamos el desayuno y tengo que ahogar un gemido cada vez que pruebo algún panecillo.
Definitivamente necesito salir de esas cuatro paredes de mi habitación.
— Comer algo dulce y con harina no te va a matar— le digo ya que solo está comiendo frutas.
— Necesito estar en forma y los dulces son como la droga, por una probada se empieza.
— ¿En serio tú me hablas de drogas?
Para nadie es un secreto que el tráfico de estupefacientes es uno de los negocios que más dinero brinda a la mafia.
— Exactamente por eso no las pruebo, son un negocio y de ellas solo quiero dinero y poder.
Por un momento me percato de que estamos hablando del tema en un lugar público pero dejando a un lado que nuestra mesa está apartada de las demás, puedo observar que detrás de la barra hay una bandera italiana.
Estamos en territorio de la Famiglia, obviamente.
El desayuno pasa rápido conmigo comiendo y reparando en cada uno de los tatuajes del brazo de Demon, mientras él ve algo en su teléfono.
Luego la chica de cabello azul regresa y Demon paga la cuenta pero antes de salir, la misma chica me detiene.
— Podrías darle esto —Me da un papel con unos dígitos en él— Es por si quiere repetir, la última vez no me dio tiempo darle mi número.
La miro sorprendida y tomo el papel.
Subo al coche y nada más entrar pregunto.
— ¿Copulaste con la chica de cabello azul?
— ¿Si me la follé? Creo que sí, su cara me suena.
Sin duda que el plan B sería una pérdida de tiempo.
— Toma, aquí te manda —Le doy el papel, lo mira un instante tan corto que dudo que haya memorizado los dígitos y lo tira por la ventanilla.
— No suelo repetir.
Lo dicho, totalmente descartado el plan B.
✧✧✧
— ¿A dónde vamos? —cuestiono porque algo me dice que esta no es otra ruta al colegio.
Mira el espejo retrovisor y contesta...
— A por tu vestido de novia.
Puedo jurar que se me acaba de ir el alma del cuerpo.
Sí, sé que me voy a casar pero no planeaba ir a por el vestido hasta el día antes de la boda. Suficiente tengo con el anillo que me lo recuerda cada bendito día para que ahora también un vestido se una al combo de cosas que quemar.
Entre esas cosas estás Flavio, Demon y todos los Marchetti.
Sacudo mi cabeza para borrar esos pensamientos.
Media hora después estaciona en un gran centro comercial y las pocas ganas de comprar un vestido pasan de 0 a... 100...
— Espero que no seas como esas chicas que tardan tres horas para escoger un simple vestido— expresa Demon a mi lado y puedo notar que no le agrada nada la idea.
Entramos al centro comercial y me siento como una niña cuando le dan un caramelo.
Este lugar luce igual que en las telenovelas que ve Lorenza, hay miles de vidrieras y escaparates enormes dónde se muestran una gran diversidad de artículos.
Los ventanales van del suelo al techo y las personas circulan con calma mientras llevan bolsas con los distintos logos de las marcas más caras.
— Bien ¿Por cuál tienda empezamos? —cuestiona Demon sacándome de mi ensoñación para golpearme con la realidad.
Hoy es el día de las primeras veces.
— Yo... —Miro mis zapatos—. Es la primera vez que voy de compras.
Sus ojos me miran con atención y luego su mirada se suaviza.
Algo raro.
— Pues tendremos que pedir ayuda soy bueno para quitar la ropa no para comprarla —agrega con su típica sonrisa ladina.
✧✧✧
Dos horas después... estoy muerta de cansancio.
Resulta que si tienes el dinero suficiente puedes pagarle a alguien para que te asesore sobre que ropa comprar. Luego de probarme cuatro vestidos de novia, demasiada ropa que no planeo comprar y aguantar las miradas de aburrimiento de Demon y su cara de deja de probarte cosas y llévatelo sin más; por fin puedo ir a casa.
Pero Demon se perdió hace unos minutos con una de las asistentes y me sexto sentido dice que se la está tirando en uno de los vestidores.
Genial él cogiendo y yo aquí esperando a que su majestad termine...
Bueno... ¿Quién dice que tengo que esperar?
Tomo el mismo camino que tomó él y no tardo en escuchar gemidos.
Imbécil.
¿En serio no podía esperar?
Camino un poco más hasta encontrar el vestidor donde se encuentran.
Gracias por quitarte el pantalón, digo para mis adentros.
Me agacho y comienzo a tirar del mismo por debajo de la puerta tratando de ignorar los gritos de la chica ahí dentro y los sonidos de sus cuerpos al unirse.
Por dios están copulando o se están matando.
Termino de sacar el pantalón y encuentro justo lo que necesitaba.
Tomo todo el dinero en efectivo y lo meto a mi blusa de uniforme, devuelvo el pantalón a su lugar y salgo casi corriendo de allí.
Arrivederci Demon.
Pagaría por ver su cara cuando note que me escapé.
Espero que Flavio lo castigue fuertemente por su irresponsabilidad.
Por ahora mejor me concentro en salir de aquí.
✧✧✧
Primero hago el ridículo intentado bajar por las escaleras mecánicas que van hacia arriba pero luego voy hacia las indicadas.
En dos minutos estoy fuera del centro comercial y perdida entre las calles del centro de Manhattan.
Miro los enormes edificios a cada paso que doy e intento leer los anuncios que pasan en las enormes pantallas.
Esto es impresionante.
Dejo de mirar los comerciales cuando un taxi casi me atropella así que me centro en caminar hasta que encuentro uno de los mapas donde se muestran los establecimientos de la zona y me percato que a dos manzanas hay una estación de metro.
Bianca al dejar el orfanato se mudó a Brooklyn así que opto por ir hacia la estación.
Cada dos segundos miro hacia atrás, como si estuviera paranoica, rezando para que Demon no me esté siguiendo.
En menos de veinte minutos logro subir a ese tren veloz luego de soltar cien dólares a un señor quien me dio una tarjeta y una mapa de la ciudad.
Creo que me estafó.
Tomo asiento en una esquina y observo el panorama al que las personas llaman normalidad: Una mujer con una niña pequeña en brazos, un veinteañero con lentes leyendo un libro —debe ser universitario— junto a un señor haciendo lo mismo pero con un periódico.
Pasa el tiempo y en la siguiente estación abordan un grupo de chicos y chicas quienes bailan una especie de danza urbana a nuestro alrededor y luego toman asiento.
¿Podría adaptarme a esta vida?
Por fin llego a mi destino y comienzo a caminar por las calles de Brooklyn. Este condado es demasiado grande.
Intento recordar la dirección de Bia pero nunca me la dijo, solo mencionó que se había mudado a esta parte de la ciudad.
Camino sin rumbo por alrededor de una hora ya que eso es mejor que volver a la jaula dorada y de alguna extraña manera termino en un barrio donde no es exactamente seguro salir con vida.
Se escuchan gritos provenientes de los edificios en mal estado así como disparos y el ladrido de perros.
Visualizo un grupo de chicos a lo lejos fumando algo que seguro no es un cigarrillo común y corriente.
Si Bianca vive por aquí, ya se de donde sacó la hierba.
Trato de caminar sin darme a notar pero con este ridículo uniforme termino captando la atención de todos así que entro a un bar cercano para ver si alguien puede prestarme un teléfono y llamar a Bia.
Grave error... no es un bar cualquiera.
La oscuridad y las luces fluorescentes de una pancarta me ciegan unos instantes nada más poner un pie adentro pero termino por adaptarme y es entonces cuando visualizo el resto...
Una jaula lo suficiente grande para que entren en ella hasta diez personas ocupa el centro del lugar y puedo jurar que es el centro de atención ya que un grupo de hombres con pinta de pandilleros miran la pelea de perros que se lleva a cabo.
En el ambiente predomina un olor rancio que identifico como olor a sangre.
Mucha sangre.
Asqueada por como disfrutan ver el maltrato animal, intento salir de allí lo más rápido posible pero mi espalda choca con el pecho de alguien.
— ¡Oh pero si miren tenemos una invitada especial! —vocifera un hombre calvo unos centímetros más alto que yo.
Huele a tabaco, a sudor y a algo más que no reconozco. Está tan cerca que mi estómago se revuelve.
Inesperadamente siento su asqueroso cuerpo restregarse contra mí mientras el bullicio aumenta pero no por los perros sino por lo que ese tipo quiere hacerme.
En menudo rollo me he metido.
Sus manos tocan mi falda y es cuando reacciono pegándole con el talón del zapato en su espinilla derecha. Logrando salir de su agarre tomo lo primero que encuentro que resulta ser un tubo de metal.
¿Para qué tienen tubos de metal?
Sus manos intentan atraparme pero de algo me sirve practicar esgrima desde los siete años, así que termino evitando que se acerque y le pego en el rostro con la vara lanzando su flacuchento cuerpo al suelo del bar.
Un silencio ensordecedor se extiende por todo el lugar y creo que porque he dejado a todos sorprendidos.
Mi vista no se despega de tipo que intenta ponerse de pie pero de pronto una bala atraviesa su frente y la sangre sale disparada hasta mi camisa blanca.
¡Oh dios mío!
Los ojos sin vida del hombre se quedan fijos en mi causándome escalofríos.
¡Está muerto!
Muy despacio, giro en dirección al disparo y veo... a Demon con un arma en sus manos.
Él acaba de matarlo...
¿Y cómo me encontró tan rápido?
— Vaya, vaya, pero si mira a quien tenemos aquí —Esta vez, la voz proviene de un chico de piel morena y ojos azules electrizantes quien baja por unas escaleras que ni había notado.
— Romeo fuiste tú quien me llamó, ¿cierto? —cuestiona Demon sin ocultar su enojo.
— Supuse que el ciervo extraviado era tuyo —responde el chico con una sonrisa que se me hace muy conocida.
— ¿Qué quieres?—cuestiona el Underboss — Porque estoy seguro que esto no es una obra de caridad.
— Quiero que le devuelvas Arizona a mi Boss —constesta el chico y noto algo de acento ruso en su voz.
Dios mío ¿Dónde me he metido?
— Tardo en llegar aquí tres minutos y ya tienen todo un plan creado —Se rasca la barbilla— Mijaíl Golkov II me ha dejado sorprendido.
— Ventajas de ser un Boss y no estar esperando a que su papaíto le ceda el puesto —se ríe el tal Romeo y sus ojos azules brillan aún más.
— Ni que tu jefe no hubiera hecho lo mismo, la diferencia es que yo preparo los cimientos antes de construir el edificio —Mira a todos los hombres que nos rodean— ¿Por qué no has intentado matarme?
— Nos interesa más recuperar el estado ya luego iremos a por tu cabeza. —Hace una pausa y me echa un vistazo para luego centrarse otra vez en Demon— Para nadie es un secreto que tú padre ha intentado asesinarte unos cientos de veces y has sobrevivido así que si te vamos a matar obviamente necesitaremos más de tres minutos para planearlo y digamos que por ahora te necesitamos...
Demon suelta una carcajada algo aterradora.
— Claro, porque tengo a la Yakuza entretenida y así no les está pisando el culo.
— Aún no eres el Capo, matarte ahora sería una pérdida de tiempo.
El tal Romeo me mira otra vez y una sonrisa curva sus labios.
— ¿Ustedes se conocen?— cuestiona Demon y noto como la vena de su cuello se hincha.
Rápidamente niego sin embargo Romeo no parece contento con mi respuesta.
— Algo así, Elizabeth estás más guapa que la última vez que nos vimos—responde.
¿Cuándo nos vimos? Si nunca lo he visto en mi vida
Demon nos mira a ambos y rodea una de mis muñecas.
— Nos vamos —gruñe entre dientes.
— Espera, tampoco te dejaré ir así de fácil —interfiere Romeo— O nos devuelves Arizona o la chica no sale viva y dudo que ella tenga tus capacidades de defensa.
— Tendría que ser muy estúpido para devolverte Arizona y a ella dudo que le hagas algo cuando puedo asegurar que se conocen muy bien.
El moreno se ve enojado sin borra su sonrisa de mil volteos malditamente aterradora pero nos deja ir.
Sin embargo antes de salir Demon se gira y agrega:
— Por cierto, creo que Alaska sería un buen lugar para poner uno de mis laboratorios, así que vete despidiendo de ella.
Me metí en territorio enemigo sin saberlo.
✧✧✧
Ya en el coche Demon conduce hasta salir de Brooklyn y estar de vuelta a la cuidad; pero media hora después se estaciona en un lugar apartado y ambos bajamos del coche.
No sé qué hacemos aquí pero esto no me da buena espina... Después de todo escapé y con eso ya son dos castigos pendientes.
Me va a matar.
— ¿De dónde los conoces? —me cuestiona.
— ¿Al chico?
— ¿Romeo Golkov, Consigliere de la Bratva, de dónde lo conoces?
— Es la primera vez que lo veo.
— ¿Entonces admites que te escapaste para encontrarte con él?
— ¡No!—niego rápidamente— Solo fue casualidad que entrara a ese bar —explico.
— Las casualidades no existen Elizabeth, así que me dirás quién coño eres —brama.
Lo miro directamente a los ojos y creo que por un momento se está volviendo loco.
Ni que no lo estuviera antes.
Se acerca lo suficiente hasta dejarme atrapada entre él y el auto.
— ¿Qué vas a hacer? —trato de ocultar los temblores en mi voz.
— No hay que ser un genio para darse cuenta de que tú parecido con ese chico es sorprendente —dice y eso me causa estúpor.
El hoyuelo en la mejilla derecha del chico, su sonrisa, sus labios, su cabello... todo es tan similar a mí como no me había percatado de ello.
Excepto por sus ojos que ya quisiera yo tener unos ojazos así.
— ¿Tienes algo que ver con la Bratva?— observo como la ira tiñe sus iris carmín.
— ¿La mafia rusa? —mi voz sale casi en un susurro.
— Vaya sabes quiénes son, eso es un adelanto.
— Lo sé porque he escuchado a Padre mencionarla no porque los conozca —nuestras respiraciones casi chocan.
Estamos demasiado cerca.
Me mira por un instante como si buscara algún rastro de mentira y lo siguiente que hace me saca un grito de horror.
Soy lanzada al césped y en un segundo lo tengo sobre mí. Su cuerpo aprisiona el mío, tanto que no puedo ni moverme.
— No quieres hablar por las buenas entonces será por las malas— responde mientras se saca su camiseta y la lanza a unos metros. Su rodilla derecha separa mis piernas y una de sus manos aguanta las mías sobre mi cabeza.
¿Qué mierda hace?
— ¿Esos son tus métodos de tortura?—chillo— ¿Abusar de chicas inocentes para sacarle información?
— O créeme que mis métodos de torturas son más emocionantes y requieren de herramientas que justo aquí no tengo — Se inclina sobre mí y su rostro está tan cerca que nuestras narices rozan—. Pero si tengo que meterme en tus bragas para que me digas quién carajos eres y que tienes que ver con la Bratva, lo haré. Mira el lado bueno, serás a la primera mujer que torturo.
Toma mi falda y se deshace de ella fácilmente. Por un momento me incómoda que vea mis bragas de flores pero recuerdo que está intentando violarme y se me pasa.
Concéntrate estúpida.
— Eres un psicópata de mierda— siseó y siento nuestros alientos mezclarse.
— Algunos lo llamas TPA pero bueno tú me has dado un diagnóstico diferente, gracias.
— ¡No tengo nada que ver con la Bratva!
— ¿Por qué le creía a una ladrona como tú?—cuestiona y siento sus manos colarse debajo de mi brasier.
Mi cuerpo se tensa al momento de sus manos rasgan mi blusa y los billetes salen volando de esta.
Tenía que haberlos guardado en la mochila.
— ¡Quién dice que no eres la maldita perra que le vendió información a los rusos y no tú chófer Patricio, como les hiciste creer a todos!
¿Qué mierda se fumó?
— ¡No tengo nada que ver con la Bratva!— repito y lo empujo un poco, golpeando su pecho— Ni siquiera conozco a ese chico, y sí tal vez tengamos un gran parecido pero por si no lo sabes soy ¡Adoptada!—hago una pausa para ahogar un sollozo que intenta escaparse— Tal vez si exista la posibilidad de que seamos familia ¡Pero nunca antes lo había visto! —grito esto último tan fuerte que siento mis cuerdas vocales arder mientras mis ojos se empañan.
Me mira por un instantes y se pone de pie. Por un instante pienso que se disculpará pero solo me lanza mi falda como si fuera una cualquiera y se aleja de mí.
¡Maldito sean todos los Leones!¡Maldita sea la Famiglia!
Acomodo mi ropa como puedo y llevo mis rodillas a mi pecho intentando calmarme.
El aire comienza a faltarme y de repente ya no estoy ahí, sino en el sótano de la casa Marchetti y mi espalda arde mucho. Siento mi pecho encogerse y creo que voy a vomitar.
No puedo respirar.
Está pasando otra vez.
Ahora si voy a morir.
— Elizabeth.... No vas a morir—susurra una voz cerca de mí.
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Arrivederci : Adiós
TPA: Trastorno de Personalidad Antisocial (Sociópata)
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