Álvaro tenía 21 años y acababa de terminar la carrera, trabajaba como ayudante en un taller mecánico en el que lo explotaban y apenas le pagaban lo suficiente para comer.
Ese día estaba pensando en aquella chica que había encontrado, no parecía llevar mucho tiempo en la calle y le preocupaban las manchas de sangre en su ropa, la cual parecía ser costosa.

—Posiblemente cueste más de lo que yo ganaría en dos meses—No se dió cuenta de que había comenzado a pensar en voz alta

—¿Qué dices?¡A trabajar!— ordenó su jefe

Pero no podía concentrarse, ella ocupaba sus pensamientos así que se dirigió a la oficina de su jefe

—Quisiera pedirle el resto del día, lo que pasa es que tengo un asunto personal y no puedo concentrarme, la verdad no quiero arruinar nada si me quedo—Explicó de pie frente a su jefe

—Pero me vas a pagar esto con horas extras el domingo—Amenazó el jefe.

Con todo y eso Álvaro aceptó y salió de ahí.
Fue al callejón en el que la había visto la noche anterior pero no encontró nada más que la manta doblada y acomodada en el suelo.
Caminó por las calles cercanas esperando encontrarla, unas cuadras más adelante, en una calle solitaria vio al vendedor de drogas de la colonia sometido del cuello por Valeria.

—¡Hey!— gritó para que lo soltara pues parecía estar asfixiándolo.

Valeria no se detuvo por lo que Álvaro se acercó e intentó apartarla, la tomó por los hombros pero ella al sentir el contacto se giró y soltó un golpe a su cara haciéndolo sangrar de la nariz, después metió su mano en la chaqueta del otro chico y corrió.

Cuando Álvaro se levantó ya no la vió

—¿Qué pasó?—Le preguntó al otro sujeto que recuperaba el aliento

—Quería droga, pero no tenía nada de dinero— explicó

Álvaro salió nuevamente buscándola, pero después de unos minutos se le ocurrió volver al lugar donde la había encontrado.
Volvió al callejón y en efecto, encontró a Valeria sentada en el piso, en el mismo lugar que el día anterior, tenía los ojos cerrados y la cabeza apoyada en la pared.

—Oye— Álvaro se acercó con precaución, ya había visto que no era la chica indefensa que creía.

Ella abrió los ojos y lo miró.

—Lo siento—Parecía mucho más tranquila que el día anterior, seguramente por la droga

—¿Qué?—preguntó Álvaro sin entender a lo que se refería

—Por lo de tu nariz, no era mi intención— por alguna razón, la disculpa parecía sincera

—No te preocupes, ¿Puedo acercarme?— señaló el lugar a un lado de ella.

Valeria se pegó más a la pared y asintió, Álvaro se sentó teniendo cuidado de no tocarla o acercarse demasiado, ya había notado que el contacto físico la alteraba.

—¿De dónde vienes?, ¿Por qué estás aquí?—la miró analizando su reacción para saber si podía seguir preguntando o debía detenerse.

Ella pareció tener dificultad para pasar saliva pero no lloró.

—Vivía en el residencial “Gardenia”—
La respuesta no lo sorprendió demasiado, ya sospechaba que ella había tenido mucho dinero

—Estoy aquí porque...—Su voz se quebró y una lágrima escapó por su mejilla.

—Está bien, si no quieres decírmelo no te voy a presionar—La comprensión de Álvaro le recordó a Jerry y rompió en llanto