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Huída

Valeria caminaba sin sentido, no se fijaba por dónde iba ni a quién se cruzaba, iba sumergida en su dolor.
Para la tarde, se encontró en una colonia que no conocía, las casas eran pequeñas y sencillas, la gente la veía con pena y algo de miedo por las manchas de sangre que tenía en la ropa.

Llevaba todo el día sin comer ni detenerse, estaba cansada y tenía hambre, llegó a un callejón en el que no parecía haber nada más que un basurero, entró ahí, no era un lugar agradable, pero era lo único que había.

Se sentó en la esquina a descansar, pero, pasados unos minutos volvió a su mente aquella escena y las lágrimas la atacaron de nuevo, abrazó sus rodillas y lloró en silencio.

Unos minutos después una sombra se detuvo en la entrada del callejón y la miró, se acercó unos pasos pero cambió de opinión y se fue.

Veinte minutos después la sombra volvió y se asomó, al ver que Valeria seguía ahí entró finalmente y se acercó a ella.

—Oye, ¿Estás bien?—Preguntó inclinándose hacia ella.

Valeria levantó la mirada y asintió limpiándose las lágrimas

—¿Qué haces aquí?—Insistió él, intentó poner su mano en el hombro de Valeria pero cuando esta vio su mano dirigirse a ella cerró los ojos con fuerza y tensó todo su cuerpo.
Él vio la reacción y retrocedió un poco para no asustarla más.

—Tranquila, no te voy a hacer daño— Intentó tranquilizarla —¿Dónde vives?, ¿Necesitas que te lleve a tu casa?—

—No, estoy bien—La voz de Valeria estaba cortada aún por el llanto y su garganta estaba seca, solo quería que él se fuera

—¿Segura?—La insistencia la molestó

—Ya dije que si, vete— Recordó la vez en que le había dicho lo mismo a Jerry y se le hizo un nudo en la garganta, pero ya no tenía fuerzas para llorar.

—¿Pasarás la noche aquí?—Volvió a preguntar rogando al cielo porque le respondiera

—No te importa—Dijo Valeria apenas audible

Él se levantó y se fue.
Valeria suspiró, pasados unos minutos volvió él con una frazada, se detuvo a una distancia prudente y la extendió hacia ella junto con una botella de agua.
Dudó pero la sed pudo más que ella y tomó solo el agua, inmediatamente la bebió, pero no tocó la frazada.

—¿No la tomarás?—Preguntó él sentándose en donde estaba parado.

Valeria se sintió mal por rechazarlo de esa manera, pero no respondió, había pasado los últimos años de su vida tratando mal a todos y sintiéndose culpable por eso, ya estaba acostumbrada.

—Bien, no lo hagas—La colocó sobre sus rodillas y la miró, no dijo más pero tampoco se fue.

Valeria no estaba muy cómoda con él ahí, pero de alguna manera, la consolaba un poco el hecho de no estar sola, aunque desconfiaba de él, no lo conocía, y aunque quisiera irse, ya no podía caminar más.

Finalmente el sueño la venció y quedó profundamente dormida.

Cuando despertó tenía la frazada sobre ella y no había nadie más en el callejón, dobló la tela y la colocó sobre sus rodillas, no se movió de ahí, no sabía a dónde ir ni qué hacer.

Pasado el mediodía los síntomas por la abstinencia de drogas comenzaron a hacerse presentes, la recorría un escalofrío que cada vez era peor y todo su cuerpo comenzaba a doler.

Llegó al punto de que ya no pudo contenerse y se levantó para buscar a alguien que se viera lo suficientemente sospechoso como para tener drogas.

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