Continúa
Álvaro llegó directo a la cama, intentó no despertar a Valeria pero fue inútil, algo que le sorprendió fue que ella no despertó asustada como solía hacerlo, sino que solo volteó lentamente hacia él.
—Temprano, tal como dijiste— dijo con voz adormilada.
—Siempre cumplo mis promesas— dejó un beso en su frente, cuando se separó ella sonrió.
—Y al parecer si me hiciste caso, ¿Llegaste a gatas o arrastrándote?— se burló
—Ja ja ja— rio Álvaro sarcásticamente —por supuesto que no— la besó en los labios, cada vez con más fuerza hasta que quedó sobre ella, sus manos viajaron hasta su cintura y luego comenzaron a subir por debajo de su blusa, al sentir sus manos frías Valeria se estremeció y Álvaro tuvo un momento de lucidez.
—Lo siento, perdón— se separó un poco
—Está bien— respondió ella —continúa— y lo besó nuevamente
Álvaro despertó con un intenso dolor de cabeza, encontró un vaso de agua y un analgésico en su buró.
Cuando salió encontró a Valeria cocinando.
—¿Cómo te sientes?— preguntó encendiendo la cafetera.
—Creo que hasta esto ya lo estaba extrañando— dijo él acercándose a la estufa —¿Qué haces?— preguntó al ver que no había nada
—Atún con espinacas— dijo ella entregándole una tasa humeante
—Hugh, ¿Eso sabe delicioso?— preguntó tomándola
—No mucho, pero mi madre lo preparaba para la resaca— dijo y apagó la cafetera.
—Creí que me habías dicho que tus hermanos no tomaban, ¿O lo hacía para Genaro?— preguntó sentándose
—Pues no, mis hermanos no tomaban, pero eso tenía una razón, y es que una noche se les fue la mano y al otro día casi se nos mueren— respondió sirviéndose una tasa de café
—Siento que me hubiera llevado bien con ellos— comentó Álvaro
—Si, definitivamente, a estas alturas Santiago te estaría diciendo algo como “noches de desenfreno, mañanas de ibuprofeno”— sonrió y puso un plato frente a Álvaro, después otro para ella y se sentó.
Cinco días después, fue el cumpleaños del jefe de Álvaro por lo que le dieron el día libre, se quedó en casa y a las dos de la tarde salió para ir por Valeria a la escuela, caminó tranquilamente hasta que vio a Valeria fuera de la escuela, siendo acorralada por un desconocido.
—Si vienes conmigo la pasarás bien— decía tratando de convencerla
—Ya le dije que no señor, por favor retírese— habló ella, apretando sus puños pero tratando de mantener la calma.
—Maldita perra, si te digo que vengas, vienes— dijo él y la sujetó del brazo.
Álvaro corrió hacia ellos pero antes de que llegara Valeria lanzó una patada al abdomen del sujeto y éste cayó al suelo.
—Si digo que no voy, no voy— dijo sujetándolo por el cuello.
En cuanto pudo, el hombre salió huyendo.
—Hace tiempo que no te veía hacer eso— dijo Álvaro ya a su lado
—Desearía no haber tenido que hacerlo de nuevo— suspiró —en fin, vamos— y ambos volvieron a casa.
Al llegar Valeria fue a recostarse mientras Álvaro hacía la comida, algo poco común en ella.
—¿Estás bien?— le preguntó una vez que terminó
—Si— contestó ella aún acostada
—¿Segura?— cuestionó dudoso
—Solo tengo cólicos— explicó ella y se sentó.
—¿Necesitas algo?— preguntó preocupado, ella no sufría cólicos a menudo
—No, ya pasará— dijo
—Pues vamos a comer— Álvaro se levantó y le extendió su mano, ella la tomó y se puso de pie
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