Personajes femeninos en "Gringo viejo"
Para empezar con el análisis de los personajes femeninos en la famosa novela mexicana "Gringo Viejo" de Carlos Fuentes, es preciso conocer algunas de las definiciones existentes para lo implica ser una mujer. De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española (2014), una de las maneras para definir el término mujer es la siguiente: "que tiene las cualidades consideradas femeninas por excelencia". Uno entonces se pregunta cuáles serán esas famosas cualidades, por lo cual se dirige a buscar también la definición de lo que es algo femenino. Allí mismo, en el diccionario en línea de la RAE, aparecen unos enunciados muy interesantes y algo controversiales si se quiere. Dos de las explicaciones dadas ahí de lo que significa ser femenina son estas: "dicho de un ser dotado de órganos para ser fecundado" y además "débil, endeble".
Estas descripciones podrían llevarnos a pensar que, para ser una verdadera mujer, sería necesario aparecer ante la sociedad como una persona frágil, de carácter sumiso, siempre lista para convertirse en madre. Este tipo de ideas han estado presentes en la sociedad desde hace muchos siglos, y han dado pie a que se desarrollen numerosos prejuicios en contra de las mujeres, siendo el principal de ellos el sexismo. Nieto (2004) nos brinda una definición bastante clara de lo que es el sexismo. Ella menciona que
"el prejuicio se ha manifestado de diversas formas en el transcurso de la historia; en la mayoría de los casos un grupo dominante mantiene una actitud de discriminación hacia otro grupo de condición marginal o minoritaria dentro de la misma comunidad. Cuando la opresión se fundamenta en la diferencia sexual de las personas ocurre el sexismo. [..] Las principales expresiones del sexismo son el machismo, la misoginia y la homofobia" (p. 7).
En la obra de Fuentes, vemos fuertes divergencias en lo que respecta a la definición de femineidad, puesto que las mujeres de su historia poseen cualidades muy diversas y alejadas del estereotipo sexista de la mujer. Ellas mismas nos van mostrando que existen muchos puntos de vista que son diametralmente opuestos pero válidos por igual, desde los cuales se puede discutir acerca de lo que es o no es la femineidad.
La protagonista, Harriet Winslow, es una mujer estadounidense de treinta y dos años de edad que anda en busca su propia liberación, puesto que vive prisionera de una rutina asfixiante, prometida para casarse con un hombre al que no ama. La mortifican todo tipo de represiones, pero principalmente se ve muy limitada en cuanto al disfrute de su sexualidad, debido a las restrictivas normas sociales establecidas en su época. Ella halla una vía de escape mediante un puesto como institutriz que le es ofrecido por la familia Miranda, la cual está compuesta por personas acomodadas y muy poderosas en México. En vez de ejercer su trabajo como maestra, se encuentra cara a cara con la Revolución Mexicana, en medio de la cual ella vive una experiencia inolvidable que quedará grabada en su memoria para todo el resto de su vida. Es a través de ella que la historia nos es narrada, ya que Harriet es quien se sienta sola y recuerda, muchos años después, estando de vuelta en los Estados Unidos. Ella se enamora de un revolucionario mexicano, Tomás Arroyo. Es gracias a él que Harriet finalmente logra derrumbar la muralla que la separaba del ejercicio de su sexualidad.
El tema de la sexualidad de la mujer es un eje central de la historia de Fuentes. Este asunto no se aborda de manera incómoda ni perturbadora para el lector, sino que es retratado como una parte esencial de lo que significa ser una mujer plena. Pero el relato no se enfoca solamente en Harriet, dado que hay otras dos personajes relevantes de las cuales se muestra bastante en lo referente a su manera de entender y vivir su sexualidad. Estas son la mujer con la cara de luna, quien es pareja de Tomás Arroyo, y la Garduña, la conocida prostituta risueña del regimiento. Estas tres mujeres cumplen con funciones sumamente distintas en el desarrollo de la trama, y juntas establecen una amplia visión de lo que vivieron las mujeres en la época de la Revolución Mexicana.
Aunque hay más personajes femeninos en la historia, estas mujeres no intervienen de manera tan significativa como lo hacen las tres que fueron mencionadas antes. Sin embargo, estos personajes secundarios también ayudan al lector a ver con más claridad el contraste que existía entre las mujeres mexicanas y las mujeres estadounidenses. Las primeras sufrían el maltrato físico y psicológico explícito a causa de un sistema opresivo dominado por el inconfundible macho. Las segundas no experimentaban agresiones tan explícitas en su contra, sino que sufrían en silencio las vejaciones por parte de los hombres, como en el caso de la mamá de Harriet. La señora Winslow fue engañada y abandonada por su marido, pero eso no hizo que ella cambiase su actitud reprimida, sino que continuó con su rechazo hacia el libre disfrute de su sexualidad.
Según Valdés (1998), en su obra "El espejo roto: representaciones de las mujeres en la literatura mexicana", la condición de todas las mujeres que han vivido dentro de las estructuras sociales del sistema patriarcal es una clara distorsión de la condición humana. Ella asevera que
"esta condición consiste en la represión sistemática de todos los signos que puedan indicar una participación libre y activa, independiente del sujeto social dentro de la comunidad. La condición femenina resulta de las canalizaciones ideológicas de un perpetuo estado de represión de cualquier aspiración personal fuera de las funciones sociales de vientre, sirvienta, y objeto de deseo. Ni los cuerpos de las mujeres ni sus propias personas les pertenecen a ellas. Como la virgen de los evangelios, la mujer en las sociedades patriarcales ha nacido para ser la criada del amo al cual servirá desde la niñez hasta la muerte" (p. 62, mi traducción).
En el caso de Harriet, su condición femenina se ve marcada por muchas contradicciones, puesto que ella al principio intenta sujetarse a la imagen que debe proyectar de acuerdo con su clase social: la de una dama respetable que cuida con esmero de su honor. Pero en su interior, ella siempre ha deseado ser muy distinta de ese marcado estereotipo. Está harta de reprimir sus deseos y sus necesidades, y quiere ser autosuficiente. Pero no logra su propósito del todo, por culpa del general Arroyo, según nos cuenta la propia Harriet en el pasaje que describe su encuentro sexual: "antes ella pudo ser víctima; ahora él podía ser la suya; y ahora Arroyo creció pero no quiso venirse [...] ¿qué te pasa, qué te hace ser como eres, qué te hace negarle a una mujer un momento tan terrible y poderoso como el que antes tomaste para ti? Y por esto Harriet Winslow nunca perdonó a Tomás Arroyo" (p. 116). Las palabras de Karic (2002) dejan muy en claro la extraña dicotomía que se desarrolla dentro de la mente de Harriet, a raíz de esta experiencia con su amante, pues este autor menciona que ella
"[...] se siente realizada por la experiencia sexual en la cual su deseo y placer fueron ampliamente satisfechos por Arroyo; y por el otro, tiene la amarga sensación de haber sufrido un ultraje. [...] ¿Se tratará de una incompatibilidad entre deseo y razonamiento? En otras palabras, la satisfacción de una experiencia enriquecedora contra la humillación de ser sometida por un moreno revolucionario mexicano. Según esta doble perspectiva, la mancha oscura sobre la superficie blanquecina es una doble fuente de indignación, el contraste estético y la inadmisibilidad social" (p. 182).
Por otro lado, la mujer con la cara de luna estaba muy acostumbrada a vivir bajo la tiranía de su marido, pues para ello había sido criada. No había hecho intentos serios de escapar de su realidad, puesto que sólo se limitaba a lamentarse de su condición. Pero la oportunidad de hacerlo se le presentó por sí sola cuando se encontró con Doroteo Arango y los demás revolucionarios que le dieron muerte a su marido. Fue así como comprendió que ella podía tener una vida libre, ejerciendo el derecho a sentir el placer sexual que tanto le habían negado. La Luna entonces rompe, sin proponérselo, las cadenas del dominio masculino que tanto la cohibían, unas cadenas que la hacían llegar hasta el punto de comportarse como una niña pequeña que debía obedecer a su señor en todo, sin chistar. La represión generada por la iglesia católica había ocasionado que ella y muchas otras mujeres de su pueblo fuesen vistas como un simple objeto vergonzoso al cual se le negaba rotundamente cualquier tipo de placer sexual. Las palabras de García-Gutiérrez (2001) ratifican la gran transformación y la liberación alcanzada por esta personaje. La autora afirma que
"La Luna es el símbolo social de la mujer mexicana de la revolución, liberada momentáneamente de una sociedad opresiva, denigrante y medieval, regida por hombres ya sea como padres, esposos o sacerdotes, para mantener una servidumbre esclavizada perpetuamente en el nombre de Dios. La Luna descubre su dignidad como mujer cuando se libera del estigma de su sucia feminidad. Descubre el placer sexual y el amor propio merced al cataclismo de la revolución. Vive al día, pero cada día nuevo es un día más de ser mujer libre del miedo al que estaba sometida" (p. 252-253).
Finalmente, está el caso de la Garduña, quien no tiene temor ni reparos en mostrar sus pensamientos y sentimientos. No intenta esconderse detrás de un papel forzado, sino que se muestra muy transparente y está orgullosa de ser como es. No le preocupa que la sociedad la juzgue por su conducta y sus gustos. Vive su vida según sus propios principios y reglas. A pesar de que otras soldaderas también les hacen favores sexuales a los hombres del regimiento, ellas no cobran por ello. Se supone que lo hacen como parte de lo que una buena mujer debe darle a su hombre.
Es por todo esto que a la Garduña se la mira con malos ojos, ya que ella se deja llevar por los llamados impulsos primitivos y además exige una retribución monetaria por ello. De ahí que hasta se le dé un apodo que hace referencia a un animal, pero eso a ella no le afecta. Más bien, a menudo le obsequia sonoras carcajadas a quienes interactúan con ella, ya que le encanta reír, como bien lo demuestran estas palabras de la novela: "Se carcajeó hasta que la pintura se le quebró en los cachetes como barniz puesto demasiado tiempo al sol. Hundió las narices en un ramillete de rosas muertas que siempre traía prendidas al pecho" (p. 18). Nuevamente, García-Gutiérrez (2001) hace un comentario muy atinado en relación con esta interesante personaje, tan llena de contrastes, al decir que
"La Garduña es una prostituta que sigue a los revolucionarios, no como las soldaderas, sino porque en la prostitución ha encontrado la única utilidad que le ha permitido una sociedad en desintegración. La revolución, como el carnaval, es un tiempo que rompe rutinas y normas, y da oportunidad para que cada uno se exprese. En esta situación, la Garduña porta su máscara de maquillaje y se manifiesta como ser honesto, como mujer dispuesta a perdonar, amar y defender la vida sin rencor" (p. 253).
Este breve análisis acerca del significado de los personajes femeninos en la obra de Fuentes ha arrojado luz sobre varios aspectos valiosos que todo lector o espectador crítico y de mente abierta al cambio debería tomar en cuenta en su vida. Tanto los hombres como las mujeres pueden beneficiarse del contenido que se desprende de la novela y de la adaptación cinematográfica de la misma. Para los hombres, esta obra les muestra que su masculinidad no necesita ser probada a cada minuto, y que no se es más hombre por someter a una mujer. El goce de la sexualidad se construye de manera conjunta, mediante el establecimiento de relaciones sanas, libres de las restricciones sociales y de los roles preestablecidos por la sociedad patriarcal. Para las mujeres, hay un mensaje muy claro y contundente en cuanto a lo que deben hacer para romper las cadenas del machismo y aprender a valorarse. Una vez más, García-Gutiérrez (2001) hace un valioso aporte a este respecto. Ella declara que
"el espacio de la mujer se logra con la dialéctica entre el texto en su historicidad y la historicidad de las lectoras. Sólo dentro de la comunidad de lectoras existe la posibilidad de reconocer la condición femenina y transformarla en una liberación feminista que no es nada más ni menos que crear un espacio de la mujer de auténtica revelación del ser que cada una podemos ser si no nos distorsiona el espejo cóncavo de la sociedad patriarcal en el que se veía la mujer de la cara de luna" (p. 254).
La verdadera liberación femenina no significa que las mujeres deban enojarse con todos los hombres o que deban intentar ser ellas quienes los dominen, pues estarían cayendo en los mismos errores del machismo contra el que tanto luchan. Desarticular el patriarcado no es una tarea fácil, ya que tiene muchos siglos de estar firmemente arraigado en los mismísimos cimientos de la sociedad, influyendo los diversos ámbitos que la conforman (familiar, social, político, económico). No obstante, tampoco puede decirse que es una tarea imposible.
Con el pasar de los años, distintos grupos feministas se han encargado de señalar y destapar las mentiras construidas por el patriarcado. Así es como se han traído a la atención pública los distintos temas que le conciernen a todas las mujeres del mundo, entre ellos: la sexualidad, los métodos anticonceptivos, el aborto, la violencia de género, la imagen distorsionada de la mujer por parte de la publicidad, el salario no equitativo, entre muchos otros. Lo que ahora se necesita es lograr que los derechos de la mujer sean vistos y se hagan respetar tanto como cualquier otro derecho humano habría de ser respetado. Varela (2005) expresa muy atinadamente lo importantes que han sido los logros de las variadas corrientes feministas, al decir que
"todo esto, más la creación de nuevos modelos de relaciones personales e íntimas y de diferentes opciones de vida para las mujeres, fue posible gracias a la impertinencia, inteligencia y valor de las mujeres de la Revolución francesa, de las sufragistas, de las feministas de todas las clases: utópicas, anarquistas, socialistas, marxistas, radicales, ilustradas, de la diferencia... de todas las razas y de todos los países, ricas y obreras, asalariadas y amas de casa que supieron que la vida, además de vivirla está para disfrutarla" (p. 38).
Ojalá que Harriet Winslow, la mujer con la cara de luna y la Garduña no se queden como simples personajes de una novela más que se irán al olvido, sino que toda persona que las llegue a conocer pueda aprender de ellas. Tanto sus errores como sus aciertos aportan valiosas enseñanzas para el lector o espectador de sus vidas, que aunque son ficticias, retratan la realidad de una manera muy fidedigna. Todavía queda un largo camino por recorrer en materia de igualdad entre los hombres y las mujeres, pero mediante la apreciación crítica de obras como la de Fuentes se puede ir cambiando paulatinamente la mentalidad de las personas a una más objetiva. Las nuevas generaciones deben ser criadas de manera distinta, evitando llenarlos de prejuicios y no imponiéndoles roles de género preestablecidos, para que así ellos y ellas puedan ayudar a seguir trabajando en la construcción de una sociedad verdaderamente igualitaria.
Referencias bibliográficas
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Varela, N. (2005). La primera ola: comienza la polémica. Feminismo para principiantes. Ediciones B S.A., Barcelona.
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