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Jane Eyre: un largo camino hacia la libertad

Objetivo: Presentar un análisis acerca de la heroicidad que está presente en el personaje femenino de Jane Eyre, tomando como base teórica para sustentarlo la propuesta del crítico literario Mijaíl Bajtín.

En este ensayo se estudia, en términos generales, el recorrido heroico de una joven inglesa común y corriente llamada Jane Eyre. Dicho recorrido es examinado desde la perspectiva bajtiniana sobre la heroicidad. El personaje femenino seleccionado es, precisamente, la valiente protagonista de una novela homónima que contiene elementos de la literatura gótica y de la romántica, pero también incluye componentes importantes de la llamada novela de aprendizaje. La obra escogida fue escrita por Charlotte Brontë y se publicó en el año 1847, bajo el pseudónimo masculino de Currer Bell.

Dicho análisis se lleva a cabo con el propósito de mostrar una de las múltiples formas en que el feminismo estuvo presente en la literatura victoriana y la importancia que tiene este hecho en nuestros días. Además de ello, el estudio de la vida de la heroína elegida deja ver que, sin importar cuán difícil sea el entorno económico, familiar o social de una determinada persona, siempre es posible mantenerse en pie de lucha. La voluntad inquebrantable y la comprensión del valor como ser humano que todos tenemos nos puede proporcionar el coraje y las herramientas necesarias para sobreponernos ante los embates de la vida y seguir adelante, manteniendo la frente muy en alto.

A pesar de que Jane inicia su camino con grandes miedos y frustraciones a cuestas, debido al constante sufrimiento y la humillación a los que se ve sometida por parte de sus familiares y por algunas figuras de autoridad, ella nunca pierde las ganas de superarse como mujer y como profesional. Las duras pruebas que encuentra en el trayecto hacia el crecimiento integral no le roban su espíritu cálido y abnegado. Al contrario de lo que muchos pudieran pensar, estas cualidades no la hacen ser débil o manipulable. Su pensamiento es crítico e individualista. La sociedad en general intenta doblegarla y convertirla en una mujer apagada, sin voz ni voto, pero ella se resiste a esto, ya sea mediante palabras o a través de acciones concretas. Su comportamiento puede ser tomado como grosero e indecoroso desde la perspectiva de la sociedad de su época, como algo impropio de una dama, pero son justamente estas características de su personalidad las que le permiten continuar con su batalla personal y resultar ser la gran vencedora al final.

Análisis

Jane Eyre comienza su historia siendo una niñita huérfana de diez años. Es acogida por el señor Reed, quien es un hermano de su madre. Poco después, este hombre también fallece, dejando a la jovencita a merced de los maltratos verbales y físicos que la viuda y sus primos cometen en su contra. Llega un momento en que la chiquilla trata de protestar en contra de dichas injusticias, pero la familia Reed no se lo permite. Con amenazas y golpes, la obligan a mantenerse en silencio. Una muestra de estos abusos se ve con claridad en el comportamiento de su primo mayor, John. Él no tolera ni siquiera que ella toque ninguno de los libros de la biblioteca. Incluso llega al extremo de aventarle uno de tales libros. El impacto de este la hace caerse y quedar herida. Jane trata de defenderse, pero es castigada con severidad por ello, al ser enviada al cuarto rojo. Sin embargo, sus pensamientos rebeldes continúan ahí; su mente no es derrotada del todo. Esto se puede notar en la siguiente cita, la cual es tomada del capítulo II de la novela:

Mi cabeza sangraba aún del golpe que me asestara John, sin que nadie le hubiera reprendido a él por eso y, en cambio, mi reacción contra aquella violencia merecía la reprobación general. "Es muy injusto", decía mi razón, estimulada por una precoz, aunque transitoria energía. Y en mi interior se forjaba la resolución de librarme de aquella situación de tiranía intolerable, o bien huyendo de la casa o, si eso no era posible, negándome a comer y a beber para concluir, muriendo, con tanta tortura. Durante aquella inolvidable tarde la consternación reinaba en mi alma, un caos mental en mi cerebro y una rebeldía violenta en mi corazón. Mis pensamientos y mis sentimientos se debatían en torno a una pregunta que no lograba contestar: "¿Por qué he de sufrir así? ¿Por qué me tratan de este modo?" (Brontë, 1847, p.14)

Vale la pena volver a mencionar el hecho de que esta profunda introspección es realizada por una niña de apenas diez años de edad. En su persona se va dando, poco a poco, un proceso interno constante de superación propia. Desde el punto de vista de Bajtín, "el héroe es un ser humano sin características extraordinarias o especiales, sino que es un personaje cotidiano, como cualquier otro de los que se desarrolla en la sociedad contemporánea" (Calderón, 2014, p.3). Y esto queda patente en Jane. Ella es como cualquier niña, incluso es pobre en sentido económico, pero eso no hace que se conforme con aceptar su sufrimiento y nada más, sino que se plantea la meta de librarse de lo que la está oprimiendo. Acá se reflejan los primeros atisbos de su desarrollo heroico, el punto de partida para luchar por conseguir una vida mejor para sí misma. Aunque piensa en la posibilidad de dejarse morir, esta idea no pasa de ser eso. En cambio, sus ganas de ser libre se mantienen ahí, creciendo cada día.

Poco tiempo después, Jane es enviada a un internado para niñas llamado Lowood, como sugerencia del señor Lloyd, un apotecario que es amigo de la familia Reed. Una vez ahí, la niña se da cuenta de que, aun estando lejos de su tía y sus primos, el maltrato continúa. Ahora viene de parte del señor Brocklehurst, el director de la institución. Este hombre es cruel, injusto y se roba los fondos de la escuela para mantenerse viviendo en medio de lujos, pero dejando a las muchachitas sufriendo de hambre, frío y mala atención médica. A pesar de las malas condiciones imperantes en Lowood, Helen Burns, quien se hace amiga de Jane, mantiene una perspectiva piadosa y sacrificada. Esta niña le deja valiosas lecciones de vida antes de morir por causa de la tifoidea. Lo anterior se puede corroborar en este extracto de un diálogo entre ambas chicas, en el capítulo VI. La primera intervención citada es de Helen.

—Seguramente no harías nada de eso, pero si lo hicieras, el señor Brocklehurst te expulsaría del colegio y ello sería muy humillante para tu familia. Así que vale más aguantar con paciencia y guardarse esas cosas para una misma, de modo que la familia no se disguste. Además, la Biblia nos enseña a devolver bien por mal.

—Pero es muy molesto que a una la azoten y que la saquen en medio del salón para avergonzarla ante todas. Yo, aunque soy más pequeña que tú, no lo aguantaría.

—Debemos soportar con conformidad lo que nos reserva el destino. Es una muestra de debilidad decir "yo no soportaría esto o lo otro". (Brontë, 1847, p.54)

Aunque Jane no está de acuerdo con la excesiva tolerancia y paciencia de su amiga frente al castigo, reconoce que esta tiene algo de razón. Helen confía en que su hogar está en el cielo, en donde Dios recompensará a los buenos y luego castigará a los malos en el día del juicio final. Jane no tiene una fe cristiana tan fuerte, pues confía en que el amor y la felicidad se encuentran acá en la Tierra. No obstante, el aguante y el amor de Helen le ayudan a ver a Dios como una fuente de guía y apoyo en el camino. Acá se da un cierto nivel de aprendizaje, el cual la hace mejorar como persona en el futuro. Jane desarrolla una perspectiva más amplia de las distintas maneras de ver la vida que tienen los demás, lo cual la hace ser menos cerrada en cuanto a sus propias ideologías, pero sin perderlas o cambiarlas de forma radical. Esto coincide con uno de los postulados de Bajtín, ya que él dice que "el héroe posee una autoridad ideológica y es independiente, se percibe como autor de una concepción ideológica propia" (Calderón, 2014, p.3). Aunque la joven Eyre respeta a Helen y su filosofía de vida (con la cual comparte ciertos aspectos), la concepción ideológica de la primera conserva su carácter individualista.

Ocho años después de la partida de Helen, luego de concluir con sus estudios académicos y de trabajar como profesora en Lowood, Jane consigue un buen empleo como institutriz privada en Thornfield Hall. Allí se encarga de la educación de la pequeña Adèle Varens, la cual está bajo la custodia del Edward Fairfax Rochester. Este hombre es su superior y, en algunas ocasiones, la humilla, pues le recuerda que no tiene derechos o privilegios especiales en esa suntuosa casa. Sin embargo, en otros momentos la trata como a una persona igual a él e incluso quiere darle una mano para que ella tenga un mejor puesto de trabajo. Todo cambia de forma radical durante una extraña noche en que la joven Eyre escucha muchos ruidos inusuales y algunas risotadas estruendosas. Cuando sale a ver qué está sucediendo, se da cuenta de que hay un incendio en la habitación de su amo. Acude en su auxilio y logra salvarlo, pero él le pide que mantenga ese incidente en secreto. Es así como ella llega a comprender que hay un misterio muy grande en la mansión, y nadie se lo ha querido decir. Luego de ese peculiar asunto, el señor Rochester se marcha de la casa y regresa con una mujer hermosa de la cual se dice que le resulta muy atractiva a él. La llegada de la señorita Blanche Ingram hace que Jane se dé cuenta de que se ha enamorado de su amo, pero no puede hacer algo al respecto por sentirse inferior en cuanto a belleza, posición social y poder adquisitivo. Luego de que recibe la noticia de un posible compromiso de Edward con la dama visitante, la señorita Eyre decide marcharse de Thornfield. La conversación en la que ella se despide del señor Rochester genera consternación y rabia en Jane, lo cual la impulsa a defender su integridad como ser humano. Esto se aprecia en el siguiente extracto del capítulo XXIII:

—¡Y yo le digo que me iré! —exclamé con vehemencia—. ¿Piensa que me es posible vivir a su lado sin ser nada para usted? ¿Cree que soy una autómata, una máquina sin sentimientos humanos? ¿Piensa que porque soy pobre y oscura carezco de alma y de corazón? ¡Se equivoca! ¡Tengo tanto corazón y tanta alma como usted! Y si Dios me hubiese dado belleza y riquezas, le sería a usted tan amargo separarse de mí como lo es a mí separarme de usted. Le hablo prescindiendo de convencionalismos, como si estuviésemos más allá de la tumba, ante Dios, y nos hallásemos en un plano de igualdad, ya que en espíritu lo somos. (Brontë, 1847, p.234)

Este momento constituye una prueba muy sólida de la enorme fortaleza de espíritu que posee Jane. Aunque comprende que no es bella, rica o influyente, sabe que tiene muchísimo valor como persona, y no permite que Edward le arrebate su condición de igual en ese sentido o pisotee sus sentimientos. Pero el señor Rochester la convence de que sí la valora, que la ama y quiere casarse con ella. Por lo tanto, la joven Eyre termina por aceptar la propuesta de matrimonio. No obstante, un mes después, durante la ceremonia nupcial, un abogado de apellido Briggs y el señor Richard Mason aparecen para detenerlo todo. Están ahí para dar testimonio de que el señor Rochester ya está casado, desde hace quince años, con Bertha Mason (la hermana de Richard) y que ella sigue viva. Edward se ve forzado a admitirlo y hasta los lleva a la habitación en donde la mantiene confinada, pues esta mujer padece de locura y es muy agresiva. En la tarde del mismo día, él habla con Jane y le explica todo lo sucedido desde el principio. Ella se siente muy enternecida con todo lo que él le cuenta y quiere quedarse con él, a pesar de que ya está casado con otra persona, pero su voluntad es más fuerte que los deseos de su corazón, y está decidida a respetar las leyes divinas al respecto. Esta firme determinación de su parte la hallamos plasmada en uno de sus monólogos, en el capítulo XXVII:

Yo me preocupo de mí. Cuanto más sola, con menos amigos y más abandonada me encuentre, más debo cuidar de mi decoro. Respetaré la ley dada por Dios y sancionada por los hombres. Seguiré los principios que me fueron inculcados cuando estaba en mi plena razón y no loca, como ahora me siento. Las leyes y los principios no son para observarlos cuando no se presenta la ocasión de romperlos, sino para acordarse de ellos en los momentos de prueba, cuando el cuerpo y el alma se sublevan contra sus rigores. La ley y los principios tienen un valor, como siempre he creído, excepto ahora, que estoy perturbada [...] No debo moverme en otro terreno, sino en el seguro de los conceptos admitidos como buenos, en el de las determinaciones previstas para casos como éste. (Brontë, 1847, p.287)

Durante esa misma noche, la señorita Eyre escapa de la mansión y huye hacia una ciudad que no conoce. Allí tiene que vagar por tres días, mendigando y durmiendo a la intemperie. Al cuarto día, se topa con una vivienda y va a pedir ayuda ahí, pero cae desmayada a la entrada. El amo del lugar, John Rivers, la halla y decide ampararla hasta que se recupere. Apenas se siente mejor, es interrogada por la familia. Ella les relata su historia real, pero no dice su nombre verdadero ni el de ninguno de sus conocidos. Más tarde, John le ofrece a Jane un empleo como maestra en una escuela del pueblo, y ella lo acepta. Un tiempo después, cuando el señor Rivers está mirando un dibujo que Jane ha hecho en un cuaderno personal, ve que lo ha firmado con su nombre verdadero. Es así como él se da cuenta de que son primos y de que uno de sus tíos, quien ha fallecido, le ha dejado toda su fortuna a ella. Esto lo entiende porque el abogado Briggs le había escrito para hacerle saber que está en busca de una heredera llamada Jane Eyre. Cuando esta última se entera del asunto, su alegría y gratitud la impulsan a dividir el dinero en cuatro partes iguales, para que tanto John como sus dos hermanas reciban dicha herencia.

Después de un tiempo de relativa tranquilidad, John le pide matrimonio a Jane y le propone que se vayan juntos como misioneros religiosos a la India. A ella no le parece una mala idea al principio, pues podría olvidarse del señor Rochester y servirle a Dios de esa manera tan altruista. Lo que la detiene es el hecho de comprender que esa unión sería una relación sin amor. Por dicha razón, rechaza la propuesta en repetidas ocasiones. Los pensamientos de la joven Eyre demuestran que ella, a pesar de estar dispuesta a hacer sacrificios por los demás, no está dispuesta a renunciar a sí misma y todo cuanto se merecería como una mujer que se convierte en esposa. Una de sus profundas meditaciones con respecto al asunto se encuentra en el capítulo XXXIV de la novela:

Puedo, pues, acceder a lo que me pide, pero debo hacerme a mí propia una advertencia, y es que en él no he de esperar encontrar un corazón de esposo más que pudiera encontrarlo en esta roca que me apoyo. Me aprecia como un soldado aprecia una buena espada, y nada más. No siendo esposa suya, esto me es igual. Pero ¿he de auxiliarle a realizar sus planes y a poner sus cálculos en práctica mediante el matrimonio? ¿He de ostentar el anillo de casada, soportar todas las formas del amor, que —estoy segura— él observará escrupulosamente, y saber que el alma está ausente en todo eso? ¿Podría aceptar sus manifestaciones de cariño sabiendo que son sacrificios hechos en aras de sus principios? No: sería monstruoso aceptar tal marido. Podré acompañarle como su hermana, pero no como su esposa, y así voy a decírselo. (Brontë, 1847, pp.363-364)

A pesar de que, en un momento dado, John casi logra convencer a Jane para que lo acepte como su marido, se da un evento sobrenatural que disuade por completo a la muchacha. En mitad de la noche, ella escucha la voz del señor Rochester, quien la llama por nombre con profundo dolor. Al día siguiente, parte de inmediato hacia Thornfield Hall. En cuanto llega, lo único que encuentra es una mansión en ruinas. Se entera de Bertha Mason la incendió y se lanzó desde la parte más alta del techo, tras lo cual murió. Tras el percance, Edward ha perdido la vista y una mano. Jane se va a buscarlo a toda prisa. Su reencuentro resulta muy conmovedor, pues el pobre hombre no puede creer que ella haya regresado y que aún lo ame. Jane le relata que vino porque lo oyó llamarla, y él le dice que sí la estuvo llamando y que la oyó decirle que vendría.

La condición rebajada del señor Rochester simboliza el castigo que Dios le ha dado debido a su libertinaje, y él mismo lo percibe de esa manera, con estas palabras que pronuncia a oídos de la señorita Eyre en el capítulo XXXVII: "—Hice mal tratando de empañar la pureza de mi inocente flor, y el Omnipotente me lo impidió. Y yo, en mi soberbia, en lugar de inclinarme ante su voluntad, le desafié. Pero la divina justicia prosiguió su curso" (Brontë, 1847, p.399). Esto refleja que Edward reconoce la rectitud de los principios morales de Jane y los respeta, lo cual denota que los esfuerzos de ella por respetarse como ser humano y como mujer, además de mantenerse fiel a sus creencias, hacen un buen efecto en otras personas también. Finalmente, Jane se casa con Edward y tienen un hijo, el cual puede ser contemplado por su padre, puesto que este recobra la vista de manera parcial dos años de matrimonio. El gran logro o triunfo en la vida de la joven Eyre se da después de que supera muchas angustias y decepciones que la persiguieron por años. El momento culminante llega cuando puede hallar la tranquilidad y la felicidad tan anheladas desde su niñez. Una prueba contundente de esto se puede percibir en el bello y sentido mensaje que expresa con respecto a su amado esposo, el cual está contenido en el capítulo treinta y ocho:

Llevo casada diez años y sé bien lo que es vivir con quien se ama más que a nada en el mundo. Soy felicísima, porque lleno la vida de mi marido tan plenamente como él llena la mía. Ninguna mujer puede estar más unida a su esposo que yo lo estoy al mío: soy carne de su carne y alma de su alma. Jamás me canso de estar con Edward ni él de estar conmigo [...] Hallarnos juntos equivale para nosotros a disfrutar la libertad de la sociedad y la satisfacción de la compañía. Hablamos mucho todos los días y el hablar no es para nosotros más que una manifestación externa de lo que sentimos. Toda mi confianza está depositada en él y toda la suya en mí. (Brontë, 1847, pp.403-404)

La memoria del cuarto rojo en donde la encierran durante su época infantil se puede ver como un símbolo de las malas experiencias que Jane tiene que superar durante su lucha para encontrar independencia, bienestar y sentido de pertenencia a una familia. Ese amargo recuerdo la acompaña durante toda la vida en los momentos durante los cuales siente que está en desventaja o es despreciada. La cárcel social, financiera y emocional en que se halla la mantienen alejada de las posibilidades reales para alcanzar una vida plena. Cuando finalmente la joven Eyre logra sentirse valiosa como persona y como mujer, con autonomía monetaria y rodeada de una familia que la quiere, se da la transformación interior que completa su recorrido heroico. Al llegar ese momento, por fin surgen las condiciones idóneas para que ella pueda casarse con Edward y halle la verdadera libertad a través de esa dichosa unión.

Como se ha analizado, Jane Eyre no es la típica dama que siempre guarda silencio, hace todo lo que se le pide y se mantiene con la cabeza agachada bajo la opresión de la sociedad. Esta valiente muchacha alza la voz y manifiesta lo que siente y piensa. Su alto nivel de "autoconciencia" la ayuda a mantenerse de pie incluso en las horas de mayor confusión. No se conforma con el papel pasivo que se le asigna al sexo femenino para que pueda ser considerada como una persona respetable en la época victoriana. Ella misma expone una gran verdad que, aún en nuestros días, genera controversia en ciertos contextos sociales que son particularmente machistas. Esta magnífica reflexión se halla contenida en el capítulo XII de la novela:

Se supone [...] que las mujeres son más tranquilas, pero la realidad es que las mujeres sienten igual que los hombres, que necesitan ejercitar sus facultades y desarrollar sus esfuerzos como sus hermanos masculinos, aunque ellos piensen que deben vivir reducidas a preparar budines, tocar el piano, bordar y hacer punto, y critiquen o se burlen de las que aspiran a realizar o aprender más de lo acostumbrado en su sexo. (Brontë, 1847, pp.107)

Las poderosas palabras expresadas por Jane a lo largo de toda la obra forman parte esencial de la literatura feminista, ya que defienden la igualdad que debe existir en lo que respecta a la dignidad de todos los seres humanos de manera muy directa y contundente. Su recorrido heroico sirve como puente para el desarrollo y afianzamiento de una mentalidad más abierta y respetuosa, en donde las mujeres tengan los mismos derechos y deberes que tienen los hombres. Además, esta heroína aboga por la justicia en todos los sentidos. Nos invita a comenzar con la construcción de un entorno armónico, en el cual no se permita la degradación de las personas por motivos económicos, familiares, sociales, religiosos o de género. Haríamos bien en examinar muy de cerca sus acertados consejos.

Consideraciones finales

1. Jane mantiene una gran fuerza de voluntad a lo largo de toda su vida, la cual le sirve como motor para seguir luchando por alcanzar los objetivos personales y profesionales que se planteó desde pequeña.

2. Ella comprende a cabalidad la situación precaria en que se halla y el destino gris que eso podría acarrearle. Por lo tanto, se esfuerza al máximo para modificar el curso de los asuntos en su vida, aunque no le resulte nada sencillo.

3. Pequeñas luces en su camino, como la amistad con Helen Burns, su trabajo como maestra, el recibir la herencia de su tío y el encuentro con sus primos, le dan esperanzas de que su vida realmente puede llegar a ser muy satisfactoria.

4. La joven Eyre mantiene muy activa su capacidad de análisis mediante el constante razonamiento y los monólogos internos. Sus pensamientos se transforman en palabras significativas dirigidas a otras personas solo en los momentos que resultan más oportunos, lo cual demuestra que es prudente y respetuosa.

5. Jane sabe que la única persona que se ha quedado con ella en todo momento, sea bueno o malo, ha sido ella misma. Por esa razón, no duda en mantenerse fiel a su persona y a sus ideales, incluso cuando parece que debería ceder. Mantener su integridad moral y su dignidad le resulta más importante que todo lo demás.

6. Jane logra desarrollar en gran medida la autoconciencia y el respeto por el prójimo, lo cual le permite darse cuenta de que debe existir igualdad de derechos para las mujeres. Estas importantes cualidades de ella pueden servir como ejemplo de los valores a cultivar para las personas de nuestros días, ya sean hombres o mujeres. Así se darían muchos más pasos para avanzar hacia una sociedad más justa.

Referencias bibliográficas

Bajtín, M. (2003). Cap. 2: El héroe y la actitud del autor hacia el héroe en la obra de Dostoievski (pp.73-115). Problemas de la poética de Dostoievski. Traducción de Tatiana Bubnova. (2da ed.). México: Fondo de Cultura Económica.

https://ayciiunr.files.wordpress.com/2014/08/bajtin-mijail-problemas-de-la-poetica-de-dostoievski-pdf.pdf

Brontë, C. (1847). Jane Eyre. [Archivo ePub]. Penguin Classics. Disponible en:

Calderón, E. (2014). La construcción heroica en la posguerra centroamericana: lectura de Siglo de o(g)ro, de Manlio Argueta. Tesis (Maestría Académica en Literatura Latinoamericana). Universidad de Costa Rica.

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