Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 13 -Las profundas aguas de un tiempo incierto-

—Vagalat —escucho cómo una voz familiar repite varias veces mi nombre.

No sé dónde estoy, tan solo sé que estoy rodeado de oscuridad y que un frío que me hiela el alma comienza a abandonarme mientras siento como si alguien se moviera cerca de mí.

—Vagalat —vuelvo a oír cómo alguien pronuncia mi nombre.

Extiendo el brazo, trato de alcanzar a quien se mueve cerca de mí, pero lo único que logro es que la mano se desplace por este espacio vacío que está envuelto por una intensa negrura.

—¿Quién eres? —pregunto mientras doy un par de pasos.

El silencio se adueña del lugar y quien sea que hasta unos instantes caminaba a mi alrededor deja de moverse.

—Soy tu pasado... —Me doy la vuelta en busca del origen de la voz y me sorprendo cuando una porción de la oscuridad desaparece al ser alejada por un brillo blanquecino que ilumina a una figura—. Soy tu pasado y tu futuro.

—¿Ghelit...? —pronuncio con la voz cargada de emoción—. ¿Eres tú?

El amor de mi vida me sonríe mientras sus cabellos dorados reflejan la luz y dotan a su rostro de unos tonos que resaltan aún más su belleza. No dice nada, permanece en silencio observándome, reflejando en sus ojos lo que siente por mí, el anhelo que la posee y que la lleva a desear estar a mi lado.

—Ghelit... —pronuncio su nombre con los ojos vidriosos y las mejillas humedecidas por las lágrimas—. Te echo tanto de menos...

Doy unos pasos, me acerco a la mujer que amo, pero, cuando tan solo me faltan un par de metros para alcanzarla, el brillo que la baña se oscurece, la piel y la ropa se le agrietan, su imagen se fractura y de las fisuras emerge una arena que no tarda en arrastrar el cuerpo de Ghelit convirtiéndolo en un montón de polvo.

—¡No! —bramo, abalanzándome hacia los granos que al cogerlos se tornan negros y desaparecen—. ¡No! —vuelvo a gritar, aferrándome a la arena que sostengo, apretándola, acercando los puños al pecho en un vano intento de evitar que se descomponga.

Mientras una potente luz ilumina mi alrededor, mientras empieza a tomar forma una sala circular en la que se hallan representadas en mármol negro multitud de figuras, mis sollozos resuenan con fuerza y mis lágrimas bañan mi rostro.

—No, no, no... —repito, hundiéndome, arrodillándome, agachando la cabeza y posando la frente contra la superficie brillante de las losas oscuras—. No, por favor, no. —Tras un tiempo que se me hace eterno, en medio de los intensos llantos, abro las manos y las miro en busca de los restos polvorientos de Ghelit—. No... —susurro viendo que ya no queda nada de ella.

Sin poder evitar sucumbir a una profunda tristeza, sin levantarme, apoyo la espalda contra la base de una escultura y bajo la mirada. No sé qué es este lugar, no sé qué representa y tampoco quiero saberlo, lo único que me importa ahora es que una vez más he vuelto a perder a la mujer de mi vida sin poder hacer nada por evitarlo.

La tristeza, poco a poco, comienza a trasformarse en ira, y la ira no tarda en dejar su espacio al odio. Odio a mí mismo. Odio a mi impotencia. Odio a mi debilidad. Odio a no ser capaz de salvar a los que me importan. Odio por no haber estado cuando mis hermanos me necesitaron. Odio por dejar que exista este futuro de corrupción. Odio al permitir que la parte oscura de mi ser tomara forma y comenzara a controlar mi poder. Odio porque en otro tiempo no desperté y me convertí en el hombre mayor que vive atormentado por la derrota. Odio hacia todo lo que represento.

Con el rostro reflejando la rabia que siento, aprieto los puños y los dientes, me levanto y bramo:

—¡Todo es culpa mía! —Dirijo la mano hacia una estatua que representa a un demonio aferrado a un bastón e inconscientemente proyecto un rayo rojizo que la destroza—. Yo soy el culpable, yo soy el culpable —repito, elevando los brazos que se hallan envueltos por el aura carmesí—. Soy el culpable de que se perdiera la guerra —mascullo y genero un estallido de energía que destruye la sala y las representaciones de seres que desconozco.

Con los músculos del rostro y las manos temblando, con las piernas y los brazos sufriendo espasmos, dirijo la mirada hacia los fragmentos de la estancia que flotan en el vacío y sentencio:

—Mi existencia es un error.

Cierro los párpados, me convierto en energía y estallo engullendo este lugar impregnado con recuerdos amargos de un pasado que todavía me duele.

***

Abro los ojos, parpadeo un par de veces para aclarar la visión y, cuando me doy cuenta de donde estoy y de que me cuesta respirar porque el aire está enrarecido, pregunto:

—¿Qué es este lugar? —Paso la mano por la membrana transparente que da forma a este especie de huevo en el que me encuentro atrapado y retiro el vaho que cubre la parte interior—. ¿Dónde demonios estoy? —pregunto, viendo los brillos anaranjados que produce una especie de árbol sumergido en el lago del que cuelgan decenas o quizá centenas de estos huevos.

Al sentir el calor que generan los eslabones que me unen a Valdhuitrg, muevo la cabeza, limpio otra zona del huevo y contemplo cómo mi aliado está en un profundo sueño, atrapado en otra de estas extrañas prisiones.

Aunque golpeo la membrana, grito e intento despertarlo, parece que los sonidos no son capaces de traspasar la barrera semitransparente. Sin darme por vencido, me fijo en la diminutas hebras que surcan las paredes membranosas, elevo la mirada y veo que la parte superior del huevo está unida a una estructura sólida de la que nacen las diminutas fibras que se extienden por las membranas.

Hundo la mano en la sustancia anaranjada que se halla encima de mí y siento cómo resbala la pringue que la compone y cómo me cae en la cara. Mientras giro la cabeza, aprieto los dientes, toco algo semejante a una raíz y tiro con fuerza.

Quiero arrancarlo, destruir lo que da forma a esta extraña prisión, aunque, tras mucho esfuerzo, lo único que consigo es escuchar cómo un chillido envuelto en decenas de ecos resuena dentro de mi mente; el sonido no penetra por mis oídos, pero no puedo evitar presionarme las orejas en un vano intento de acallar el alarido.

—¡Basta! —bramo.

Poco a poco, el grito se va apagando a la vez que seres similares al que emergió del agua y me arrastró al fondo del lago se acercan nadando y me observan desde el otro lado de la membrana.

Aunque no tienen ojos, aunque sus cuencas están vacías, noto cómo me examinan y también cómo de algún modo envían lo que ven a algo o alguien al que se hayan unidos.

—¿Qué queréis de nosotros? —Golpeo la membrana—. ¿Servís a Los Ancestros?

Algunos se van apartando lentamente, dejando espacio para que un tentáculo gigante se pueda acercar al huevo que me mantiene cautivo. Una vez se ha aproximado lo suficiente, el extremo se abre como si fuese una flor, una con pétalos robustos repletos de afilados pinchos, una que deja a la vista un gran ojo blanquecino que parece estar medio cegado.

Tras unos instantes en los que la pupila desgastada se ha movido de un lado a otro, inspeccionándome, siento cómo una voz se proyecta y cobra forma a través de intensas vibraciones en las membranas.

¿Cómo puedes estar despierto? —Con los puños y los dientes apretados, me mantengo observando desafiante al ojo y a los seres que parecen servirle—. ¿Por qué no estás sumido en el sueño preparatorio?

Aunque el tentáculo se balancea por el agua, el ojo cegado permanece fijo en mí. Después de cerca de un minuto, las criaturas acuáticas se dispersan como si hubieran recibido una orden.

—No sé por qué estoy despierto, pero sí sé lo que voy a hacer. —Apoyo las palmas en la membrana y acerco la cara—. Voy a acabar contigo.

El tentáculo deja de balancearse y aproxima más el ojo hacia mí.

¿Acabar conmigo? ¿Quieres destruirme? —Se retira unos metros—. Eres un extraño receptáculo.

Antes de que pueda contestar, un filamento desciende de la parte superior del huevo y se me incrusta en la nuca. Mientras grito y trato de sacarlo, mientras siento cómo se va adentrando cada vez más y cómo va subiendo por las cervicales, escucho:

—Lástima que no me sirvas para seguir creciendo. Aprovecharé lo que encuentre en tu mente y dejaré que tu cuerpo muera y se pudra.

La visión se me nubla y cada vez me cuesta más respirar. Golpeo la membrana, maldigo y trato de permanecer consciente, pero, sea lo que sea lo que está haciendo esta criatura, me es imposible combatirlo y acabo notando cómo el cuerpo se torna pesado y cómo la consciencia se apaga.

***

Desorientado, con un fuerte zumbido sacudiéndome los oídos y leves pinchazos hundiéndoseme en las sienes, abro los ojos, parpadeo, me incorporo y me doy cuenta de que me hallo en una celda de paredes agrietadas.

—Ese ser... —susurro antes de levantarme—. Esa criatura me atrapó y... —Me callo al recordar el filamento que se incrustó en la nuca mientras con la punta de los dedos busco con rapidez alguna herida en la piel—. Nada... —digo, bajando la mano, centrando la visión en la puerta oxidada que se halla medio abierta.

Camino hacia la entrada, empujo el metal corroído y la gruesa estructura roza el suelo produciendo un fuerte chirrido. Continúo haciendo fuerza hasta que aparto la puerta lo suficiente como para acceder al pasillo.

—¿Qué es este lugar? —me pregunto, cubriéndome la nariz con el antebrazo—. ¿A qué apesta?

Me giro y busco el origen del hedor a podredumbre, aunque lo único que hallo son las puertas oxidadas que sellan las diferentes celdas que se extienden por el pasillo. Mientras observo las gruesas grietas que recorren las paredes, el techo y el suelo, mientras contemplo cómo por los rincones corretean grandes insectos de patas rojas, camino intentando comprender qué es este lugar y por qué me encuentro aquí.

Después de avanzar unos pasos, alcanzo la entrada de una celda y me asomo por los huecos que dejan los pequeños barrotes de una mirilla. Cuando veo quien se halla dentro, cuando veo a Valdhuitrg colgando, con las muñecas atadas y la cabeza caída, cuando me doy cuenta de que estoy delante de la representación de su alma, en parte entiendo qué es este lugar.

—Nos tienes atrapados en el plano físico, en el mental y en el espiritual. —Me giro, aprieto los puños y bramo—: ¡Muéstrate!

Durante unos segundos, lo único que se escucha es el eco que produce mi grito al propagarse por el pasillo, pero, cuando estoy a punto de volver a chillar, se oye el sonido de multitud de golpes en el suelo.

Antes de que me dé tiempo de comprender qué es lo que se acerca, veo doce patas, robustas y largas, preceder y sostener a una criatura que emite un sonido que me obliga a taparme los oídos.

Con la cabeza un poco inclinada, dirijo la mirada hacia el ser y observo una gran boca que carece de lengua pero que tiene muchos dientes afilados. Apenas consigo ver los contornos de la bestia, apenas puedo crear una imagen de su apariencia, cuando por debajo de las patas surge una extremidad flexible que me inmoviliza y me arrastra hacia delante.

Mientras mi cara roza el suelo, mientras el sonido que emerge de la criatura me perfora los tímpanos, cierro los ojos y me dirijo al único poder que puede ayudarme:

«Vuelve a mí... Si fracaso, si muero, este futuro prevalecerá y te irás consumiendo mientras Los Ancestros te corrompen por completo... Te necesito... y tú me necesitas».

Tras unos segundos, me doy cuenta de que no obtendré respuesta, la fuerza ancestral no puede o no quiere hablarme. Al mismo tiempo que empiezo a sentir cómo la bestia incrementa la velocidad, el silencio se mantiene alejado.

Sin darme por vencido, aunque tan solo consigo girar un poco el cuerpo, abro los párpados y forcejeo contra la extremidad.

«Es inútil...».

Cuando ha recorrido un pasillo que ha llegado a parecerme interminable, la criatura se adentra en una inmensa sala con el suelo formado por un metal dorado, suelta un último sonido desgarrador antes de liberarme y retroceder para adentrarse de nuevo en el corredor.

Aunque tengo el cuerpo dolorido y la cara ensangrentada por la fricción, me levanto, lucho contra el dolor y examino la estancia. Las paredes oscuras están compuestas por algún tipo de bruma que danza continuamente. El techo, apenas visible, está cubierto por multitud de personas, demonios y otros seres, que se hallan paralizados con los rostros mostrando muecas de dolor.

—¿Qué es este lugar? —digo, bajando la mirada y centrándola en una gruesa cadena dorada que desciende del techo y se hunde en el suelo—. ¿Es aquí donde existes? —pregunto antes de notar una brisa a mi espalda que siento que acompaña la manifestación del creador de este siniestro lugar.

No existo solo aquí, existo en muchos más sitios. —Me giro y observo el ser grotesco y deforme que camina hacia mí hasta que me alcanza y me toca la frente con el dedo torcido—. Existo en muchas mentes.

Le aparto la mano, centro la vista en el gran ojo blanquecino que le cubre todo el rostro y le digo:

—Eres un parásito que se alimenta de los que has capturado.

Te equivocas. —Mueve ligeramente la pupila y del suelo emergen unos filamentos dorados que me inmovilizan—. Conservo las mentes donde existo. —La parte baja de la criatura se desplaza arrastrándose mientras deja un surco verdoso—. Gracias a mí, los cuerpos y los cerebros de las criaturas donde habito viven miles de años.

Sin poder ocultar el desprecio que siento y el asco que me produce, suelto:

—¿Viven? ¿Llamas vida a hallarse en un eterno letargo donde sus mentes se hallan poseídas y no son dueños de sí mismo?

¿Poseídas? —Se detiene y fija la mirada en mi rostro—. Ellos siguen habitando sus mentes. —Delante de nosotros se eleva una construcción de barrotes dorados que encierra a un ser alto y delgado, de piel gris, que porta una malla que se halla incrustada en su piel—. Todos existen, todos viven. Todos, incluso el primero que me cedió su mente hace milenios.

El recién aparecido, se echa las manos a la cabeza y comienza a gritar. Aunque tengo mis habilidades debilitadas, soy capaz de alcanzar el dolor que siente y, estremeciéndome, comprendo qué lo produce.

—Los sumes en un estado de agonía perpetua —escupo con rabia.

La criatura vuelve a fijar el ojo en mi rostro y contesta:

Es la única forma de que puedan existir mientras crezco.

—Mientras creces... —mascullo, mirándolo con odio.

Crezco, sí. —El ser y la construcción de barrotes rojizos desaparecen—. Crezco desde que nací sin saber qué era, sin ser consciente de mí mismo, sin ser capaz de pensar. —Me hunde la uña en la frente y me arranca un chillido—. Crezco desde que capturé al primero que se adentró en el lago. Crezco desde que ocupe su mente y entendí lo que era. —El dolor se extiende por el cuerpo y me abrasa los músculos—. Crezco apartando recuerdos, separando olores, difuminando imágenes, anulando sabores y adormeciendo caricias. —Siento como si algo se introdujera debajo de mi piel e intentara arrancármela—. Crezco mientras contemplo y anulo pasados.

Aunque el dolor no cesa, el ser y la sala en la que me hallo comienzan a desvanecerse. Mientras lucho por no desfallecer, observo cómo a mi alrededor va tomando forma un paraje oscuro, un lugar boscoso de grandes árboles que se elevan hasta alcanzar una densa niebla negra que apenas deja pasar una tenue luz que convierte los tonos debajo de la bruma en una gama de grises.

Tras unos instantes en los que el dolor empieza a cesar, me doy cuenta de que ya no tengo el cuerpo aprisionado por filamentos y avanzo unos pasos pisando las hojas marchitas que cubren el suelo.

Al mismo tiempo que escucho el sonido que produzco al aplastar los restos de vegetación muerta, me pregunto:

—¿Por qué este lugar me parece tan familiar? —Oigo a alguien correr, me doy la vuelta y observo a un niño de unos doce años envuelto por una densa aura carmesí—. Esa energía... —susurro, notando cómo fluye su fuerza.

El pequeño, que avanza a gran velocidad moviéndose entre los árboles, no tarda en alejarse lo suficiente como para que me cueste seguirlo con la mirada. Dejando atrás las preguntas de por qué estoy aquí y qué es este lugar, corro para alcanzarlo y me adentro más en el bosque.

Tras unos minutos, cuando veo cómo el brillo que produce el aura carmesí se vuelve más intenso, cuando a través de él sé que el niño se ha detenido, disminuyo el paso y me aproximo al claro en el que el pequeño se halla delante de una figura que se cubre el rostro con una capucha y el cuerpo con una túnica.

Al acercarme, me doy cuenta de que el suelo del claro es de roca y que los bordes, que delimitan la frontera entre el círculo y el bosque, están construidos con pequeñas estatuas que representan a seres demoníacos.

Apenas piso las piedras, veo al niño atacar a la figura de la túnica que para los golpes con la palma. En cada impacto, la energía carmesí del aura es frenada por una fina capa circular de energía azul que se proyecta a unos centímetros de la mano del ser. Mientras escucho el estruendo que generan los golpes, mientras veo la rapidez de los ataques y de los bloqueos, susurro un pensamiento en voz alta:

—¿Qué es este lugar? ¿Y quiénes sois vosotros?

Justo cuando acabo de pronunciar las preguntas, el ser alza la cabeza, me mira, bloquea un puñetazo del niño, avanza un paso y le golpea en la frente con el dedo índice y corazón. Al instante, el aura carmesí se desvanece y el pequeño cae al suelo.

—Lo has hecho bien —dice mientras avanza hacia mí—. Estás mejorando.

Extrañado, observando cómo se acerca, confundido por el hecho de que parece que me puede ver, le pregunto:

—¿Puedes verme?

Me inspecciona con la mirada y genera una barrera azulada alrededor del claro.

—¿Cómo es posible que estés aquí? —me pregunta mientras mueve el brazo y la mano azulada se asoma por la manga de la túnica.

Sin comprender cómo es capaz de verme, sin entender qué es este lugar, observo cómo el niño se da la vuelta, cómo me mira y me doy cuenta de que es una representación de mi pasado; de uno muy lejano.

—No entiendo... —suelto con un tono que muestra lo desconcertado que estoy—. Si esto es un recuerdo, ¿por qué podéis verme?

—¿Un recuerdo...? —murmura el ser.

El niño se acerca, me observa con curiosidad y pregunta:

—Shastsnuk, ¿seguro que no es un truco de las especies oscuras? —Lo mira de reojo—. ¿O de mi padre?

—Lo dudo —contesta mientras se aproxima un poco más para dirigirse a mí—: Has llegado a nuestro presente a través de un recuerdo. —Se quita la capucha y quedan a la vista la piel azul y los rasgos demoníacos de su rostro—. Eres una proyección, pero puedes interactuar con lo que te rodea. —Me mira a los ojos—. Solo una anomalía dentro del tiempo podría unirnos de este modo...

Al percibir algo que consigue desconcertarle aún más, se calla, camina los pasos que lo separan de mí, me toca el pecho y, con los ojos brillando con un fuerte azul, adentrándose en mi ser, me dice:

—Derrotado... Serviste en Abismo para Él... Tal como planeamos, pero algo no fue bien. —Guarda silencio mientras sigue buscando en las profundidades de mi mente—. La oscuridad de Abismo se adentró demasiado en tu alma. La oscuridad que nos rodea te invadió y casi consigue que te perdieras. —Separa la mano y a través de sus ojos se percibe cierta tristeza.

—¿Planeamos que sirviera a Él? —le pregunto y asiente—. ¿La oscuridad que nos rodea? —Elevo la cabeza y observo la densa bruma negra que cubre las copas de los árboles—. ¿Esto es Abismo?

—Uno de sus innumerables mundos —contesta.

El niño, que está tan sorprendido como nosotros, me pregunta:

—¿No recuerdas Abismo? ¿No recuerdas este momento?

Me duele saber que cuando apenas era algo más que un siervo de la oscuridad perdí la determinación que poseía, la que se refleja en su rostro, y me apena decirle la verdad:

—No... —Alterno la mirada entre el pequeño y Shastsnuk—. Casi no tengo recuerdos de esta vida. Tan solo retazos que se me han ido mostrando. Los Dioses Caídos fracturaron mi memoria.

El ser demoníaco se queda un segundo pensativo.

—Los Dioses Caídos... —Mira al niño—. Conocer el futuro es peligroso... No podemos acordarnos de esto, podríamos cambiar todo a peor. —Vuelve a centrar la vista en mí—. Aunque el plan falló, conseguiste seguir adelante y venciste la primera batalla en la guerra contra Él.

Recuerdo la victoria en El Mundo Ghuraki y digo:

—Vencí a Los Ghurakis, retrasé los planes de Él, pero acabé siendo tragado por un remolino en el vacío que me condujo a un futuro de corrupción. A un futuro donde unas imperfecciones conocidas como Los Ancestros están trasformando El Silencio en una fuerza destructora.

—¿Los Ancestros? —pregunta sorprendido, como si no hubiera podido llegar a ver esa parte de mis recuerdos—. ¿Qué clase de seres pueden perturbar el orden del Silencio?

Inclino un poco la cabeza, niego y contesto:

—No lo sé... Desconozco su naturaleza. —Hago una breve pausa—. Estaba recorriendo las ruinas de la última ciudad que luchó contra ellos, tratando de encontrar alguna forma de vencerlos, pero me atraparon unas criaturas que sirven a un ser acuático que propaga su consciencia esclavizando las mentes de sus prisioneros.

—Un ser que crece en las mentes —susurra y guarda silencio unos segundos—. Eso lo explica. El hecho de que esa criatura esté manipulando tu memoria, que esta esté unida al silencio y que el silencio se halle corrupto debe de ser la razón por la que tu recuerdo se ha conectado con nuestro tiempo. —Baja un poco la cabeza y pronuncia casi para sí mismo—: Si el Silencio está siendo conquistado, significa que las barreras del tiempo están cayendo. —Me mira a los ojos—. No sé qué están planeando esos seres, pero debe de estar centrado en separar el pasado del presente y del futuro. La única forma de anular el Silencio, de corromperlo, es destruyendo el tiempo, haciendo que solo exista un momento estático.

Sus palabras hacen que recuerde cómo empezó todo y que sienta por qué pasó.

—Por eso llegué a ese futuro... Por eso llegó el hombre mayor...

—¿El hombre mayor? —pregunta el niño.

Lo observo, me veo reflejado en él y asiento.

—Alguien en el que quizá nos podríamos haber convertido.

Shastsnuk contempla al pequeño y susurra:

—El tiempo agoniza. —Se escucha un fuerte ruido, se gira y alza la mano—. El tiempo está siendo destruido —afirma al sentir las vibraciones que se propagan por el aire.

Me quedo en silencio unos segundos, pensando que no puedo permitirlo.

—Eso no pasará. —Me observan—. No dejaré que corrompan el silencio y que destruyan el tiempo.

Con su mirada, Shastsnuk vuelve a adentrarse en mis recuerdos.

—No recuerdas tu pasado, no sabes qué eres ni cuál es tu papel dentro de una guerra que lleva preparándose eones. Te desconoces, no eres capaz de canalizar tu poder, no sabes cuál es tu verdadero potencial, pero aún así sigues adelante. —Se queda pensativo—. Creo que entiendo por qué era necesario que el plan fallara y por qué acabaste en el mundo que surca los confines de Abismo. Tenías que vivir la vida que te ha llevado a ser quién eres. —Mira al niño y añade—: No puedo alterar tu destino. —Le toca la frente, el pequeño cae en un profundo sueño y lo coge para que no choque con el suelo—. Cuando despierte, olvidará este encuentro. Al igual que lo haré yo cuando te vayas. —Lo deja tumbado—. Él nunca sabrá que estuviste aquí.

—¿Vas a dejar que siga mis pasos, que acabe convirtiéndose en un hombre que desconoce quién es?

—Sí —afirma y camina hacia el centro del claro—. Dejaré que se convierta en la persona que eres, en el hombre que lucha aun sintiendo que todo está perdido, en quien combate por los demás y se niega a sucumbir sin importarle lo débil que está. —Se detiene y extiende los brazos—. El Silencio es una fuerza sabia, mucho más que yo, y si para canalizarlo has de volver a aprender tu historia, si ese es el mejor camino para que consigas convertirte en El Hijo del Silencio y puedas enfrentarte a Él, no puedo más que aceptarlo.

Por un segundo, siento la conexión que me une a Shastsnuk, el lazo que no recuerdo tener pero que me muestra lo importante que fue este demonio en mi antigua vida. Miro al niño inconsciente, observo la representación de mi pasado, de uno remoto, centro la mirada en Shastsnuk y veo que de su cuerpo empiezan a emerger rayos azulados.

Aunque no me acuerdo de él, aunque desconozco lo que hizo por mí, noto lo importante que fue y digo:

—Gracias.

Mientras baja las manos y los rayos se intensifican, se da la vuelta y contesta:

—No las merezco. Tan solo redimo mis pecados. —Los fuertes relámpagos golpean el entorno y lo empiezan a descomponer—. Vuelve a tu tiempo, abandona tu mente y vence. El destino del silencio depende de ti.

Tras pronunciar la última palabra, eleva el brazo y un potente haz me golpea cegándome y sacándome de este mundo gris de oscuros recuerdos. Al mismo tiempo que dejo atrás Abismo, siento como si me desgarraran por dentro, noto como si me arrancaran algo que está incrustado dentro de mí y chillo.

***

Jadeo, abro los párpados y me doy cuenta de que estoy dentro del huevo de membranas. Elevo la cabeza y observo el inmenso ojo blanquecino.

¿Cómo es posible?—pregunta la criatura mientras agarro el filamento que se hunde en mi nuca y lo extraigo.

—Tu existencia en las mentes de otros acaba hoy —sentencio a la vez que termino de sacar lo que me une a él—. No eres más que un ser débil que necesita moverse entre recuerdos que no son suyos para poder existir. —Desplazo la mano ensangrentada hacia delante y la poso en la membrana—. Mereces sucumbir ante los que has esclavizado.

Cierro los ojos, me concentro y uso el odio que sentí después de la descomposición de la figura de Ghelit para avivar el calor que surca la cadena que me une a Valdhuitrg.

Apenas pasado un instante, me conecto con su mente y le digo:

«Despierta».

Tras un par de segundos, en los me mantengo con los ojos cerrados notando la confusión que emana de la criatura, abro los párpados y contemplo cómo el demonio recupera la consciencia y se arranca el filamento que se le hunde en la nuca.

No escucho lo que dice, pero no me hace falta, con verle la cara sé lo que piensa y lo que siente. Valdhuitrg mira el tentáculo, el ojo blanquecino, a los encadenados cautivos, el agua que cubre todo y desgarra la membrana. Una vez sale del huevo, soy capaz de escuchar su pensamiento:

«Vas a arder».

Los seres que sirven a la criatura nadan hacia el demonio, pero, antes de que lo alcancen, Valdhuitrg genera una intensa llama que consigue hacer que el agua hierva.

Mientras se cuecen, mientras el vapor emerge hacia la superficie, escucho el grito agónico que proyecta la criatura y cómo trata de huir abandonando las mentes que posee.

El tentáculo desciende sin vida y los seres acuáticos también lo hacen. Valdhuitrg deja de generar la llama, pero, aunque ya no bulle, el nivel del agua comienza a disminuir. Los huevos se desprenden de la planta que se asemeja a un árbol y comienzan a flotar.

Valdhuitrg bucea hasta mí, rompe la membrana y me ayuda a salir. Nadamos hasta la superficie y, mientras inspiramos con fuerza, mientras vemos cómo los encadenados que estaban esclavizados empiezan a despertar, le digo:

—Nos has liberado.

El demonio me mira a los ojos.

—Tú nos has liberado. Sin ti, todavía estaría viviendo en recuerdos fragmentados.

Poco a poco, el lago se va secando y, al cabo de unos minutos, pisamos el suelo. Al mismo tiempo que buscamos a Athwolyort y a Urarlais, varios encadenados rompen las membranas y salen de los huevos.

Cuando todos están liberados, después de que hallemos a Athwolyort y a Urarlais, la mayoría nos miran notando que mis compañeros y yo hemos sido prisioneros de la criatura muy poco tiempo.

Uno de los encadenados, fornido, con piezas de metal incrustadas en la carne, con ornamentos que le cubren las rodillas, los codos y los hombros, con una densa aleación tapándole del tronco hasta los cuadriceps, con el rostro arrugado y lleno de cicatrices, con la piel anaranjada humedecida y el cabello y la densa barba del mismo color goteando, portando unas armas que aprieta con las manos y se amoldan a los nudillos, nos dice:

—Seáis quienes seáis, estamos en deuda con vosotros.

Otro ser, de piel verde, con el cabello liso y negro cubriéndole los hombres y llegando hasta la mitad de la espalda, con una fina perilla oscura surcándole el contorno de los labios, portando una prenda verduzca que se le aferra al cuerpo, moviendo ligeramente el brazo en el que se halla la cadena que lo une al fornido de melena y barba anaranjada, asiente y empieza a hablar:

—Jhartghartgahst tiene razón, estamos en deuda con vosotros. —Se voltea, observa a las decenas de encadenados que acaban de ser liberados y añade—: Nosotros y ellos. —Vuelve a mirarnos—. Todos estamos en deuda.

Contemplando cómo empiezan a acercarse los que hasta hace poco eran prisioneros de la criatura, viendo cómo las miradas reflejan la gratitud que sienten y las ganas que tienen de saldar la deuda, me adelanto un paso y les digo alzando un poco la voz:

—Luchad a nuestro lado. Ayudadnos a buscar en las ruinas un modo de enfrentarnos a Los Ancestros y combatid a nuestro lado contra las imperfecciones. —Sin casi ser consciente, por un par de segundos, mientras hablo, el aura carmesí me recubre el cuerpo y brilla con mucha intensidad—. Ayudadnos a acabar con su reino de terror.

Athwolyort camina unos pasos, me adelanta, mira fijamente al ser de piel verde y a su compañero y dice:

—No os conozco. —Los señala con el dedo índice—. Ni a vosotros ni a los demás encadenados, pero necesitamos guerreros. —Aprieta el puño—. Y estoy seguro de que tenéis tantas ganas como yo de arrancarles las entrañas a los monstruos que han destrozado nuestras vidas. —Aunque no le veo la cara, sé que los ojos se le humedecen un poco—. Pagad vuestra deuda con sangre. —Da un paso más y brama—: ¡Todos vosotros pagad vuestra deuda con la sangre de Los Ancestros y sus siervos!

Mientras Jhartghartgahst y su compañero de piel verde sonríen, multitud de encadenados sueltan un bramido que muestra las ganas que tienen de vengarse de las imperfecciones.

Pongo la mano en el hombro de Athwolyort y le digo:

—No vengaremos. —Me mira de reojo—. Pagarán cara tu pérdida.

Inspira con fuerza, se da la vuelta, camina hacia el hacha que se hundió en el fondo del lago cuando fue capturado y contesta:

—No descansaré hasta que lo hagan.

Valdhuitrg se acerca y me dice:

—Parece que el destino nos ha guiado hasta un ejército de encadenados, hacia el que no pudimos reclutar en los mundos del Ghoarthorg.

—Eso parece —respondo, observando a Urarlais que está cubierto por un potente brillo azulado, notando que presta atención a una fuerza oculta—. Aunque nuestra lucha parece imposible, tenemos aliados en diferentes lugares, en diferentes épocas.

El demonio, que gracias a la conexión que mantiene conmigo es capaz de conocer la experiencia que he tenido en el recuerdo de mi otra vida, me dice:

—Ya no es solo este tiempo el que está en peligro. Si no vencemos, no solo el futuro se convertirá en el reinado eterno de Los Ancestros. Si no ganamos, el pasado caerá y con él caerá El Silencio y la esperanza de erradicar a las imperfecciones de la creación.

Mientras pienso en que la existencia depende de nosotros, observo a los encadenados que reflejan en sus rostros una profunda sed de sangre y aseguro:

—Venceremos. Aunque sea lo último que hagamos, acabaremos con Los Ancestros.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro