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Capítulo 9

Ya con las intenciones claras, Mercedes vigila cada movimiento del morocho, debe cuidarse porque él puede atacarla en cualquier momento. El Patriarca le ofreció una oportunidad de volver a ser su sirvienta, ella aceptó a regañadientes ya que no quería dormir en la intemperie. Además él prometió que los protegería de cualquier ladrón que quiera asaltarlos.

–Ahora muchacho, ¿puedes hacerme un sándwich? –le pregunta mirando al morocho. Este le pide que espere un momento, entonces corre al kiosco más cercano para comprar los ingredientes y pan.

–¿El dios debe comer? –cuestiona Mercedes una vez que están solos.

–Un bocado hace que mi cuerpo tenga energía por diez años. Así debería funcionar el sistema de los humano pero no –responde subiendo y bajando los hombros. Ella simplemente lo mira, entonces regresa con sus ovejas para darles un poco de agua de la fuente que se encuentra en medio del parque. Mercedes cree que fue una gran idea colocar ese bebedero para los animales, pero no ve a otros aparte de su rebaño.

Unos minutos después el morocho regresa sosteniendo una bolsa con el logo de un local de comidas. El Patriarca hace una mueca al ver el simple y delgado sándwich de miga dentro de la bolsa. Perfectamente cortado en cuadrados y envueltos por un plástico transparente.

–Creí que lo harías tú –cuestiona el mayor mirando al joven con una ceja levantada.

–S-Si, lo hice. Elegí el pan y lo demás, los empleados del local lo cortaron y envolvieron –le explica, intentando sonreír, pero le resulta bastante difícil con la mirada azul del Patriarca sobre él.

–Bien, lo probaré –dice luego de un corto silencio. Él da un gran mordisco para comenzar a masticar con energía. Pero un segundo después hace una mueva y traga lentamente, casi con repulsión–. Ten ovejita. –El Patriarca termina dándole todos los sándwichs a la oveja más grande, quien los acepta con gusto.

–¡No! –exclama Mercedes.

–Tranquila, es puro vegetal –murmura, entonces dirige una mirada fría y seria hacia el muchacho–. ¿Cómo se te ocurre darme eso? Para qué crees que tengo estos colmillos, sino es para desgarrar jugosa carne –comenta enseñando sus caninos.

–Toda la cuidad es vegetariana y creí que... Lo siento señor.

–¿Tú puedes volver a hacer los sándwichs que me diste cuando nos conocimos? –pregunta, mirando a Mercedes esta vez. Además le sonríe como para convencerla.

–No.

–Debes obedecerme –le recuerda, volviendo a su actitud firme.

–No puedo, ya no tengo carne ni especias –responde con los dientes apretados.

–Bien, mañana conseguiré todo eso. –El Patriarca suspira mientras pasa su mano por el cabello. Al menos ha comido algo, un bocado insípido y para nada bueno de vegetales sin siquiera una pizca de sal o condimento que le diera sabor.

El morocho, con la cabeza a bajo, se acerca a Mercedes para hablarle. Ella se pone en guardia cuando él toca su hombro, luego relaja su postura y lo deja sentarse a su lado.

–El Patriarca se molestó conmigo, ¿qué puedo hacer para enmendarlo?

–¿Me preguntas eso a mí? –Ella suelta una risa baja, luego empuja al otro para agregar–. No me importa estar bien con él, discutimos desde que nos conocimos. Oye, ¿que es vegetariana?

–Oh, se refiere a una persona que no consume carne ni derivados de ningún animal.

–Entiendo, ¿tampoco leche? ¿O huevos? –cuestiona, de encuentra un poco confundida. En primer lugar pensó que vegetariana era el nombre de alguna mujer guerrera o algo por el estilo.

–No, ¿tú debes ser vegetariana? –supone él, haciendo reír nuevamente a Mercedes.

–Lo siento, no –responde sonriendo. Es más a ella le encanta la carne y pensándolo un poco, es lo único que tiene en común con el Patriarca. Pues este le había dicho que había creado a los humanos a su imagen y semejanza.

–P-Pero crías ovejas.

–¿Y qué? Uso su lana, bebo su leche y yo las protejo y alimento. Es una relación cooperativa.

Él deja sus preguntas de lado para dejarse caer sobre la hierba, esperando que ningún perro hubiera hecho sus necesidades en ese lugar. El cielo está escaso de estrellas y el Patriarca entrecierra los ojos al identificar el problema. La fuerte luz eléctrica de las calles y edificios opaca el esplendor de su cielo, el cual hizo especialmente para la Matriarca. Un lienzo infinito en donde ella podía dibujar constelaciones.

Refunfuña y con un solo movimiento de su mano todo se apaga, entonces el firmamento es el principal protagonista en esta noche clara de luna llena. La luz del satélite es lo suficientemente clara que ilumina la cuidad. El Patriarca sonríe una vez que su cielo nocturno regresó. Pero mira al joven guía, quien tiene una pequeña crisis nerviosa.

–¿Q-Qué pasó?, n-no hay luz... No pasaremos la noche.

–¿Le tienes miedo a la oscuridad? –se burla Mercedes.

–A los ladrones y asesinos, estamos desprotegidos aquí. –Él está a punto de salir corriendo. Entonces el Patriarca coloca las manos en sus hombros y lo sienta en su lugar.

–Nada les pasará, lo prometí, ¿no? –murmura y deja al muchacho recostado en su lugar. Este consigue calmarse con el transcurso de los minutos, incluso, debido al cansancio, termina dormido al igual que Mercedes.

El Patriarca no necesita descansar, además comienza a escuchar unos extraños sonidos a lo lejos. Vidrios rompiéndose y rejas siendo arrancadas. Él sube y baja los hombros, pues no tiene interés en ir a investigar. Sin embargo debe levantarse al ver a una figura oscura huir con el pequeño algodón.

El cordero bala por ayuda mientras un joven se lo lleva como un costal en su hombro derecho. Este mira atrás para asegurarse que los campesinos brutos, así los considera él, no lo persigan. Aunque termina chocando contra algo que lo tumba al suelo. Al mirar se encuentra con el hombre alto y fuerte frente a él con los brazos cruzados.

–Eso es mío –murmura para luego tomar al cordero entre sus brazos. Dispuesto a regresar, le da la espalda a la lacra, pero esta ataca con un cuchillo que intenta enterrarse en la ancha espalda del hombre, sin embargo la hoja se rompe en dos. Dejando a su dueño paralizado, el ladrón comienza a sudar frío mientras el Patriarca gira su cabeza y lo mira sobre el hombro.

–Corre mientras puedas –dicha estas palabras el ladrón se hecha a correr con todas sus fuerzas y energía para alejarse de ese demonio de ojos azules.

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