Capítulo 7
Una vez que el joven guía recupera sus fuerzas, el Patriarca le ordena iniciar con la búsqueda. Preguntándole si él o alguno de sus conocidos habían visto o escuchado algo extraño. Siendo el hecho de los puentes y el derrumbe de esa construcción las cosas ocurridas.
–Entonces dices que la Matriarca dejó el templo de ambos y tú la estás buscando. Tal vez sólo quería dar un paseo –habla el morocho mientras camina junto al Patriarca.
–Ella no da paseos, ya viste lo que pasa cuando está cerca. No quiero que los humanos comiencen a odiarla por esto –responde dándole una rápida mirada a su nuevo acompañante y luego la regresa a la vereda.
–Bueno... ¿Cómo es ella?
El Patriarca suelta un suspiro al recordarla. Comienza a extrañar su presencia ya que ambos siempre estaban juntos en el templo, literalmente desde que crearon el mundo. Está acostumbrado a estar junto a ella y ahora siente una extraña carencia.
–Ella es muy hermosa, simpática, divertida, su voz es muy bonita-
–Yo me refería a cómo se ve –el menor vuelve a reformular su pregunta.
–Oh, bueno... Es alta, su cabello es largo y lacio, además tiene unos ojos preciosos.
–Voy a colocar esa información en todas las redes sociales, así tendremos más ayuda. Pero necesito más características y-
–¡Patriarca! –exclama Mercedes mientras camina hacia ambos a pasos firmes–. Voy a conocer a la Matriarca, lo quieras o no.
–Lárgate, soy lo peor de lo peor, ¿recuerdas? –responde este sin siquiera voltear a verla.
–No lo haré, no tienes idea de cuánto tiempo he hecho lo que ustedes dicen. Ya no más, no más insultos o maltratos.
Él suelta una risa en respuesta, lo que hace que ella refunfuña. El joven se aparta un poco de ambos al sentir el ambiente bastante tenso. El Patriarca al fin voltea y se acerca a Mercedes.
–¿Crees que nadie es amable contigo por lo que eres? –él ríe una vez más–. Tal vez sea por esa egoísta, irritante, despreciable, asquerosa, retorcida, interesada y ¡horrenda personalidad!
Ella responde con un golpe de puño que impacta en la mejilla del Patriarca. Sin embargo Mercedes hace una mueca de dolor y sostiene su mano, conteniendo las lágrimas que amenazan con salir.
–Tampoco aprendes –murmura el mayor para luego ordenarle al guía continuar.
–Está lastimada –responde dando unos pasos hacia Mercedes–. Dame tu mano.
–Déjala, ella puede sola. –El Patriarca alza al muchacho de su ropa y lo llevar como un león llevaría a su pequeña cría. Detrás está la malhumorada chica junto con sus fieles ovejas.
Un silencio bastante incómodo se forma entre los viajeros, siendo más insoportable para el joven que aún es llevado de su ropa. Preguntándose si el Patriarca se cansará en algún momento.
–¿Siguen alguna pista? –murmura Mercedes al hartarse de la incomoda paz.
–Aún no me enviaron respuestas –responde el morocho revisando su celular–. Oh, no tengo señal. Tenemos que ir a un lugar alto –comenta para luego suspirar.
–No hay problema. –El Patriarca golpea el suelo con firmeza tres veces y Mercedes es atraída hacia el piso al igual que las ovejas. Ella mantiene al rebaño junto mientras su cabello baila fuertemente con el viento. El Patriarca se mantiene en una posición firme mientras el guía reprime un grito al ver que el suelo queda atrás. Ellos se elevan hasta la altura de los edificios gracias a la tierra y ahora se ubican entre las nubes.
El sol poco a poco va ocultándose, haciendo que las nubes tomen un color rosa y anaranjado del crepúsculo que lentamente le da comienzo a la noche. Entonces el celular comienza a sonar.
–Tengo varios mensajes y fotos –exclama el muchacho para luego enseñárselo al Patriarca. Este lo baja mientras toma el aparato, entre curioso e intrigado. Jamás pensó que la pequeña habilidad de creación que le dio a los primeros humanos fuera a especializarse tanto.
–No, no. Es bonita pero no –responde luego de ver a cada mujer–. Estás mujeres son muy jóvenes –agrega para luego devolver el celular a su dueño. Entonces vuelve a pisar tres veces el suelo y todos bajan rápidamente. Mercedes suelta un grito de terror mientras una de sus ovejas casi sale volando. Pero pudo tomarla de las patas a tiempo.
Cuando regresan a la misma altura, el Patriarca debe disculparse ya que al mover la tierra en medio de la calle hizo que el transito deba detenerse por un momento. Aunque los policías hablaron con él, increíblemente solo le dieron una multa por hacer cosas de dioses sin consultar primero a los ciudadanos. Pues no hay ninguna ley al respecto que prohíba algo como eso.
–¿Una multa? ¿Es un castigo o cómo? Este pedacito de papel no me hace sentir nada.
–Es una advertencia a un mal comportamiento y a veces se paga con dinero –le explica el morocho al ver al Patriarca confundido, mirando la multa como si se tratara de una cosa de otro mundo.
–En casa las cosas no son así –comenta Mercedes. El joven guía la mira mientras que el mayor simplemente le da la espalda.
–¿Cómo es? ¿De dónde vienes? –El morocho se muestra curioso.
–Bueno, en Imalva del sur no hay edificio y las calles son tierra. Además todos crían animales o cultivan en sus granjas –le explica mientras tiene toda la atención del joven.
–Parecen que quedaron atrás en el tiempo –murmura bajando la mirada–. También se hacía eso aquí, pero hace mucho. ¿Cómo es posible?
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