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Capítulo 20

Luego de una larga despedida, la cual se convirtió en una discusión. Ambos dioses le dijeron adiós a los esposos, Mercedes no quería que se vayan. Pues quién más los iban a regresar a su hogar, a la casa del muchacho de hecho, ya que se encuentran a kilómetros de distinta y caminar no es opción.

—¿Estarán bien? —se pregunta la Matriarca mientras ambos se alejan caminando. Ya han dejado a ambos en la casa del muchacho, la madre de este y sus hermanas lo recibieron con lágrimas en los ojos.

—¿Nosotros estaremos bien sin ellos? —murmura el Patriarca mientras la toma de la mano. Sonríe para sí mismo ya que siempre quiso hacerlo, pero la Matriarca lo trataba como un peluchito.

—Estamos juntos y resolveremos cualquier problema —dice ella. Entonces se le ocurre detenerse y saltar sobre la espalda del rubio, provocando que casi pierda el equilibrio—. Ya quiero explorar, ¿las creaciones humanas son interesante?

—No tanto como las tuyas, pero si son bonitas —responde él mientras comienza a caminar.

—¿Hay peligros? —cuestiona al apoyar su mentón en el hombro derecho del Patriarca.

—No creo. Los humanos son raros, intentan golpearte pero se lastiman solos y luego te echan la culpa, también dicen que no existes y tratan de desnudarte constantemente. Pero no nos harán daño —le explica con calma, mientras siente y disfruta del calor de su compañera.

—Ah bueno, suena divertido. —La Matriarca sonríe y deja un beso en la mejilla del hombre, aunque no se conforma con uno porque termina de llenar esa parte de su rostro con cortos besos—. Esto es lo que más adoro de mi nueva forma —comenta al rodearlo con sus brazos.

—También lo adoro.

Años después...

La pareja de casados han llevado una vida bastante laboriosa, ya que el muchacho fue con Mercedes a su provincia natal. Pero al llegar notó que las personas del lugar vivían prácticamente en la edad media, sin siquiera conocer la tecnología o sus avances. Pensó que tal vez eso se debía a que las personas más inteligentes estaban concentradas en las capitales, olvidándose completamente de pequeños pueblos como esos. Comprendió un poco más a Mercedes y su carácter al conocer el lugar hostil en donde creció. 

En ese momento decidió crear una escuela,  levantando el edificio con sus propias manos. Mercedes le había dicho que era una pérdida de tiempo porque las personas de allí eran idiotas y que no le darían importancia a la escuela. Aunque, a pesar de sus palabras y estar criticándolo, lo ayudó a levantar un modesto edificio. Esto llamó  la atención de los vecinos y curiosos se acercaron para saludar a la pareja.

—Buenos días —dijo una mujer al acercarse. Mercedes estaba bebiendo agua y descansando junto al morocho—. Su casa es hermosa —agregó. 

—Nuestra casa está por allá —respondió ella mientras indicaba la otra construcción a unos metros. 

—Oh, ¿entonces están haciendo esta casa para alguien más?

—Si, es para todos los niños del pueblo —comentó él al ponerse de pie.

—¿Para los niños? —repitió el hombre—. ¿Qué piensan hacer con ellos?

—Nada malo, esto será una escuela donde los niños aprenderán muchas cosas, los adultos también están invitados —les explicó con una sonrisa. Sin embargo la otra pareja ríe.

—¿Enseñar qué? Para eso están los padres, además nosotros ya sabemos todo lo que hay que saber —dijo el hombre mientras la mujer continuaba riendo. 

—Yo sólo veo dos personas rebuznando —intervino Mercedes mientras se cruzaba de brazos. 

—¡¿Qué?! —chilló la otra.

—Muchos de los padres están ocupados trabajando mientras sus bestias hacen destrozos, aquí el resultado —dijo para luego señalar a ambos—. No les hagas caso, continuemos —se dirigió a él y le dio un beso para animarlo. 

—Tu mujer tiene la lengua muy larga, ¿no te molesta? —comentó el hombre y el morocho simplemente golpeó su frente con la palma de su mano.

—¡¿Qué dijiste?! —exclamó Mercedes y rápidamente se dio vuelta para enfrentarlo, incluso desgarró la ropa de este con su daga dorada a la altura del pecho.

—¡Oh! Tranquila. —El morocho bajó su mano para que deje de amenazar a los vecinos—. Lo sentimos. 

—Ustedes están locos. —La pareja se marchó de inmediato con el hombre maldiciendo a Mercedes. Entonces el morocho la miró y frunció el ceño.

—Los asustaste, ahora nadie vendrá a la escuela —murmuró bajando la mirada.

—Lo siento, es que esos tipos me sacan de quicio —se disculpó mientras se recostaba por el hombro del muchacho—. Tengo una idea para atraer a las personas. 

Al día siguiente él despertó debido al gran murmullo del gentío fuera de su hogar, al salir vio a Mercedes sirviendo a las personas con una gran sonrisa. Era la primera vez que la veía tan sonriente y amable con las demás personas. Ella le estaba sirviendo a los presentes tartas de moras, manzanas y otras frutas dulces mientras les hablaba de lo que es una escuela.

—Hey —dijo al acercarse—. ¿Por qué no me despertaste? Te hubiera ayudado —murmuró para luego darle un beso de los buenos días en su mejilla.

—No, tenías que descansar —responde ella en voz baja—. Dije que yo me encargaba. ¡Hola, bienvenidos! ¿Quieren pasar a ver? 

—¡Mamá, hay juguetes! —exclamó un niño al ver en los estantes las figuras de madera que ambos habían tallado—. ¿Puedo llevármelo?

—No, es de la escuela —respondió Mercedes—. Pero puedes volver a jugar los días que quieras. 

—¿En serio? 

—¿Qué es? —preguntó otro niño—. Tiene ruedas pero... 

—Un autito, aunque los reales son muchos más grandes y puedes ir a todas partes con ellos —les explicó el morocho.

—¿Cuántos caballos lo mueven? —preguntó un hombre.

—Ninguno, un motor lo impulsa. 

Las preguntas comenzaron a llover, hablando de las partes del auto y terminando con ciclo del agua. De esta manera la escuela ganó bastante popularidad, los niños jugaban mientras aprendían y los adultos hablaban por horas con los esposos para aclarar todas sus dudas. 

Actualmente hay cinco escuelas con profesores que se encargan de los alumnos. Siendo el morocho el fundador de todas ellas y el director, quien se encargó de escribir libros para los demás adultos de como enseñar. Mercedes es quien se encarga de las finanzas y ha realizado varios viajes para traer herramientas que ayuden a su esposo, y a mismo tiempo, sacia su sed de aventura. Aunque también debe enfrentar un nuevo desafío como madre.

—¡André! —exclama para llamarlo. Él estaba cuidando a las ovejas porque no le interesa aprender, es bastante temperamental y Mercedes odia eso de él. 

—¡¿Qué?!

—¡No voy a estar gritando! ¡Ven!

—¡¿Para qué?! 

—¡Que vengas mierda! —Ella continúa mirando la ventana con el ceño fruncido, pero una sonrisa aparece en su rostro al ver a su pequeño acercarse de mal humor. Bueno, no tan pequeño, ya que había cumplido 17 años. 

—¿Que? —pregunta al llegar.

—Cuando te llame tienes que venir —lo regaña para luego darle un bol—. Tu comida —murmura mientras él mira a un lado, sin embargo acepta y lleva su almuerzo de regreso con el rebaño. 

—Rico como siempre —dice luego de haber terminado, entonces se arroja sobre la hierba para ver las nubes pasar. A André le gusta pasar tiempo solo porque sus padres siempre le preguntan cuando empezará a estudiar, no es que sea estúpido, pero sólo tiene el conocimiento básico. Él se siente mucho más cómodo con las ovejas porque son sencillas, no como las ecuaciones o los libros con palabras difíciles.

—¿Y esto? —dijo al recontar a los animalitos esponjosos—. ¡Falta uno! 

Su instinto de pastor le ordena ir a buscar a la oveja faltante, por ello deja al resto para recorrer los campos. Todo está cercado para que los animales no crucen la calle y sean lastimados, aun así los campos siguen teniendo una gran extensión. 

—¡Lana! —grita el nombre de la ovejita, hasta que ve una figura a lo lejos—. ¡Eh, es mi oveja! —dice molesto al ver que un extraño la tiene entre sus brazos. 

—Tranquilo chico —responde mientras deja al animalito en el suelo—. Hey, esa agresividad me recuerda a alguien.

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