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Capítulo 12

–¿La Matriarca? ¿Cómo lo sabes? –Mercedes se acerca rápidamente a ambos con mucha curiosidad. Después de todo ella es la razón por la cual soporta al Patriarca.

–Si, muy cerca. La puedo sentir aquí –responde el mayor, indicando el centro de pecho. Ella iba a burlarse por lo cursi que sonó eso, sin embargo puede que sea posible ya que son dioses y eso.

–¿Dónde comenzamos a buscar? –pregunta el muchacho. Entonces ve como el Patriarca desenrolla un mapa, además les explica que el hombre de la familia se lo dio para que puedan recorrer cada esquina de la reserva sin ayuda. Él pudo guiarlos personalmente, pero debe cuidar de los animales enfermos a causa del agua contaminada.

–Seguiremos el camino principal que se adentra al corazón de Brisaires, río arriba –indica el mapa y luego el valle entre las montañas–. Muchacho, tú guías.

–Si señor.

–Y tú... –Mira a Mercedes por un momento, le pediría que se quedara en la casa de la familia. Pero al final ella terminaría desobedeciendo su orden–. Haz lo que quieras.

–Comencemos de una vez –dice mirando a un lado. Ella es la primera que se aventura en busca de la Matriarca, sin embargo, como jamás la ha visto, no sabe cuál es su aspecto.

Primero piensa en una delgada chica, joven. Aunque descarta esa idea, una diosa tan importante no podría verse frágil. Entonces la imagina alta, grande y fuerte, una guerrera con armadura. Pero también debe ser sabia por sus muchos, muchos años. Ahora le viene a la mente una mujer anciana, débil y arrugada. Mercedes mira de reojo al Patriarca y él definitivamente no representa sus milenios de edad. Solo se ve como un hombre en la cúspide de su edad, cuando está en la cima de todas sus capacidades. Entonces regresa a la imagen de la Matriarca fuerte y con armadura.

–Debería serlo, para sostener el templo –susurra para sí misma. Nuevamente mira al Patriarca, preguntándose qué tan fuerte sería, pues nunca lo vio pelear o haciendo un gran esfuerzo físico.

–¿Qué tanto miras? Me incomodas –le dice, haciendo que salga de sus pensamientos–. Rama. –Él levanta el gajo antes de que ella choque contra el mismo, salvándola de un golpe humillante en la frente.

Golpe que el morocho se lleva por estar caminando distraído, mientras toma fotos del medio ambiente. Él frota su frente para luego mirar a los demás con una ceja levantada.

–Gracias. –Esa palabra lo deja sorprendido al igual que al Patriarca. Ahora ambos miran a la muchacha, esperando a que ella diga algo más–. ¿Dije algo malo?

–Me agradeciste... a mí –contesta el mayor y luego sonríe.

–Si, ya sé. –Mercedes roda los ojos–. La verdad no eres tan malo –ella sigue adelante luego de decir esto, pero la mano del Patriarca la detiene.

–Espera.

–No... Puede... Ser... –susurra el morocho casi sin aliento. Sus palabras llaman la atención de los otros dos–. Señor, ella siempre estuvo a su lado. –Indica sus manos unidas, haciendo que Mercedes y el Patriarca se miren por un momento. Sus ojos billar mientras sus comisuras se levantan para dejar ver una gran sonrisa.

Ambos se sueltan y comienzan a reír, las carcajadas con tan descontroladas que ella comienza a llorar de la risa. El Patriarca es el primero en recuperarse y palmea un par de veces el hombro del morocho.

–Hace años que no reía así. Gracias. ¿Estás bien? –le pregunta a la muchacha que respira profundo para recuperar el aliento.

–S-Si, es solo que... No me lo esperaba. Además tu risa es muy contagiosa –responde mientras acomoda su cabello y limpia las lágrimas.

–¿O sea que...? –El guía ahora está sumamente confundido y mira al Patriarca en busca de respuestas.

–No, ella definitivamente no es la Matriarca.

–Si fuera ella no me estaría buscando, genio –agrega Mercedes.

–Perdón, esto es confuso. Agradezco que no seas la pareja del Patriarca, de esa forma yo... No. Lo que quiero decir es-

–Ya entendimos –lo interrumpe Mercedes dándole una sonrisa que sonroja el rostro del morocho por completo.

–Voy por las ovejas. –Él agacha la cabeza e indica el rebaño para luego caminar rápidamente hacia los animales.

–Te gusta –comenta el Patriarca. Mercedes niega inmediatamente, entonces una sonrisa maquiavélica aparece en el rostro del mayor–. Cuídense mutuamente, respeten a su pareja y ámense hasta que ni la muerte los separe. –Él aplaude una vez, el sonido hace eco, recorriendo todo el valle hasta las montañas.

–¿Q-Qué fue eso? –pregunta Mercedes.

–Ahora ya están casados.

–¡¿Qué?! ¡No puedes! –exclama dando unos pasos hacia atrás.

–Si puedo, soy dios –correje dándole una sonrisa –. Miren a la fiera muchacha, ahora asustada.

–¡Si, estoy más que asustada!

–Estarán bien, ambos se complementan. Además él te ablandó. –Le da unos empujoncitos, haciendo que ella se ponga roja.

–Te odio.

–Claro que no, me amas.

–¡Ahhhhhh! –el grito del joven guía hace que ambos estén alerta. El Patriarca corre rápidamente hacia su dirección, seguido por Mercedes. Ella logra divisar algo moviéndose entre los arboles y logra ver a lo lejos al morocho, protege a las ovejas.

Se encuentran en un claro, al momento de dejar los árboles atrás, Mercedes mira la alta figura y las fuerzas de sus piernas desaparecen. Cae arrodillada, con los ojos bien abiertos y un grito apunto de salir de su garganta. Pues frente a ellos esta una gran mujer de largo cabello negro, piel roja y grandes ojos cafés.

–¡Amor, al fin te encontré! –exclama el Patriarca mientras que su alegría rebosa en forma de lágrimas.

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