En esa precisa hora y en ese preciso minuto, la gente empezó a despertarse. Muchas de las personas que se encontraban allí estaban desorientadas, mareadas y muy débiles. Algunos tuvieron que esperar que las ambulancias y la policía vinieran para que los ayudaran a levantarse.

La feria había desaparecido. Literalmente. Fue como si nunca hubiera existido.

Durante todo el día se estuvieron interrogando a las personas que se encontraban allí. Todas coincidieron en lo mismo: después de que los afortunados entrasen por la puerta de aquella casa, los colores que adornaban el cielo se volvieron más intensos. Surgieron distintas corrientes de aire, cada vez más veloces. Se empezaron a oír chillidos dentro de la casa pidiendo ayuda, gritando desesperados los nombres de familiares, amigos, pareja... que se encontraba en el exterior. Algunos quisieron derribar la puerta, pero fue imposible. De repente, unos pitidos sordos provocaron que cayeran al suelo, aturdidos. Después, nada.