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💮Día 31💮

~Un amor eterno~

Ambos adolescentes aún se encontraban en la cabaña, el silencio reinaba por todas partes. El primero en despertar había sido el pelimorado, quien se había dormido en la cama que se suponía que debía compartir con el moreno, pero él no estaba ahí. Se estiró levemente y se dio cuenta de que seguía llevando aquel suéter de colores pasteles junto con sus medias. Se sonrojó al recordar lo que pasó la noche anterior, el cómo el peliturquesa besaba dulcemente sus labios con un toque de pasión, cómo su mano izquierda acariciaba su abdomen debajo del suéter, cómo jugaba con su lengua. Ahora que lo pensaba, aquello no había sido tan forzado, pareciera que en verdad trataba de demostrarle que sí le quería como algo más que un amigo, más que un novio de mentira. Se sentía un tonto al no haber correspondido sus sentimientos en un principio. Porque él también lo amaba. 

Se cambió la ropa, quitándose las medias para ponerse unos vaqueros largos, dejando su suéter, pues era calentito. Bajó de la alcoba para poder ir a la cocina a tomar algo de desayuno, aunque pasó primero por la sala, pero se sorprendió al ver al moreno aún tumbado sobre la manta en posición fetal, al parecer aún durmiendo. No evitó sonreír enternecido al ver que se había quedado dormido toda la noche aun cuando la chimenea se apagó, por lo que tomó una manta del armario para poder taparlo, no quería que cogiera frío. Acarició sus cabellos, observando sus facciones relajadas al dormir. Debía admitir que se veía mucho mejor estando tranquilo, además de que le hacía gracia que durmiera con la boca abierta, aun si no roncara. Eso lo agradecía. Dejó un beso en su frente para luego ir a la cocina para poder preparar algo rico.

Una media hora más tarde el peliturquesa por fin despertaba de su profundo sueño, frotando sus ojos con pereza mientras bostezaba. Le dolía un poco la espalda por haber dormido en el suelo, pero es que ni siquiera supo en qué momento el cansancio fue tal que se durmió ahí, encima sin cambiarse. Se sentó en su lugar y miró la manta que lo cubría, ¿cuándo había ido a por una? En eso sintió la presencia del más bajo frente a él , en la puerta con una taza blanca entre sus manos.

— Buenos días, dormilón— saludó con una pequeña sonrisa acercándose lentamente.

Bon se quedó mirándolo, sin saber qué decir, seguía aún un tanto triste por la conversación del día anterior.

— ¿Qué hora es?— preguntó en un intento de romper el silencio.

— Las diez y media— respondió con naturalidad—. ¿Dormiste bien?

— Hubiera estado mejor en una cama— se estiró intentando mantenerse erguido.

— La verdad es que sí, se estaba muy cómodo— soltó una pequeña risita, una risa que hizo sonreír al moreno.

Ambos se quedaron en silencio, hasta que el de ojos jade se levantó para poder ir también a por algo de desayuno. Siempre pensaba mejor con el estómago lleno. Tras aquello estaban ambos en el sofá de la sala un tanto nerviosos, querían hablar del tema que había quedado pendiente del día anterior. Bonnie jugaba nervioso con sus dedos sobresaliendo de su suéter, mientras que Bon movía nerviosos sus pies con la mirada baja. Cuando menos se lo esperaron, ambos hablaron a la vez.

— ¡Lo siento!— se miraron a los ojos en cuanto pronunciaron aquellas palabras al mismo tiempo.

— ¿P-Por qué te disculpas? Soy yo quien debería hacerlo— explicaba sonrojado el pelimorado moviendo sus manos en el aire.

— No, no, n-nada de eso, todo esto ha sido mi culpa— decía avergonzado el peliturquesa rascando su nuca y desviando la mirada—. Mira, no quería incomodarte, Bonnie, nunca fue mi intención, pero si no lo decía ya sentiría que todo el peso que eso conllevaba me acabaría aplastando.

— ¿De qué hablas, maestro?— preguntó con una sonrisa tomando la mano del contrario—. No estoy enfadado por eso, jamás podría enfadarme contigo, o al menos no por mucho, ya lo viste el otro día— rió con pena al acordarse de su absurda pelea anterior—. Yo... Me disculpo por no haber correspondido... tus sentimientos en el momento, estaba muy nervioso.

— T-Te entiendo, y por eso no es necesario que me des una respuesta ahora, puedo esperar todo lo que quieras— confesó aún con las mejillas rojas, ahora clavando su mirada en la del contrario.

— Pues no me esperes más, ya tengo mi respuesta— su sonrisa confundía al peliturquesa—. Bon, he disfrutado de todos los días que he pasado contigo como si fuera un sueño. Me costó admitir que me gustabas de verdad, y había veces que me olvidaba que debíamos fingir, pensando que realmente éramos una pareja real— subió su mano para poder acariciar una de sus mejillas—, y en esos momentos me sentía el chico más afortunado del mundo. Eres alguien genial, maestro— no evitó sonreír apenado al ver que el otro estaba apunto de derramar lágrimas, no sabía si de felicidad o tristeza—, y por ello... quiero intentar algo contigo, sin fingir. Quiero saber... ahora cómo es tener una pareja real, saber que puedo demostrar mi amor sin sentir el rechazo.

Ahora sabía que sus lágrimas eran de felicidad, pues la brillante sonrisa que le regalaba su amado mostraba toda la alegría que sentía al verse correspondido.

— E-Entonces— se retiró las lágrimas de sus ojos con la manga de su camisa para tomar las manos del contrario entre las suyas—, ¿me harías el enorme honor... de ser mi novio real, conejito?

Un beso fue posado en sus labios a modo de respuesta, deleitándose con la brillante mirada rojiza del pequeño.

— Por supuesto que sí, maestro.

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