🌺Día 2🌺
[Lluvia acurrucada]
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El timbre sonó dando la señal de que las clases habían acabado por fin. Todos los jóvenes suspiraron aliviados de que el día lectivo acabara, pero un joven de piel canela se encontraba nervioso, o al menos más de lo que acostumbraba a estarlo, pues se había propuesto ir a ver a su querido pelimorado para pedirle salir esa tarde. Había revisado el pronóstico del tiempo esa mañana y no daban señales de lluvias, hoy era un muy buen día para pasar por el parque. Aún así no se sentía preparado para preguntarle, apenas llevaban un día de falsos novios y todavía sentía la suave y cálida manita derecha de su amor secreto sobre la piel de su propia mano como si aún la estuviera sosteniendo, haciéndole cosquillas, aunque aquello hubiera sido el día anterior. Sonrió, realmente estaba muy enamorado de aquel pequeño chico de grandes gafas, brillantes ojos rubíes y piel blanca como la porcelana. Y es que le había costado mucho aceptarlo, casi un año, pero estaba muy convencido de que él era el indicado y con el que quería pasar el resto de sus días a su lado.
— Vamos, Bon, ve ahora o se irá antes de que puedas pedírselo— le animó su querida amiga Joy, mientras veía a este hablar con uno de sus amigos, el castaño para ser exactos.
— B-Bien...— respiró y se armó de valor, encaminándose a ambos amigos, además de tener una ayuda extra por ser empujado por la menor—. Aah... Ho-Hola, Bonnie.
Sus mejillas se tiñeron de rojo en cuanto la brillante mirada del mayor se fijó en él, se sentía nuevamente cautivado por la curiosidad y felicidad que rebosaba de sus orbes rojos cual rubí recién tallado. Tan lindos como su dueño.
— Maestro, qué bien que te veo, ahora iba a buscarte— comentó feliz acercándose al mencionado, despidiéndose de su compañero que se iba de la mano con la amiga de Bon.
— ¿A-Ah, sí?— preguntó sorprendido-. ¿Para qué?
— Pues... Iba a pedirte que me acompañaras a mi casa— le sonrió con timidez—, ya que hoy no hemos podido vernos mucho por los ensayos y las clases... Además, he estado investigando y es típico de los novios que uno acompañe al otro como un acto de caballerosidad— explicó con su típico tonito de sabiondo, junto a su sonrisa característica.
El peliturquesa no sabía ni qué decir, el contrario se había tomado la molestia de buscar la forma de ser un "buen" novio, mientras que él intentaba hacer como si nada hubiera pasado, como si la apuesta no existiera. Pero aquello le hizo muy feliz, le ilusionó por un momento que no fuera sólo fingir, sino que había una pequeña posibilidad de que algo fuera real. Sacudió la cabeza mentalmente, no, no debía ilusionarse, él sabía que entre él y el pelimorado no existía más que una bonita amistad.
— ¡C-Claro!— respondió tras unos segundos de mucho pensar, callándose al notar que había levantado la voz—. Ah, d-digo... M-Me encantaría acompañarte, Bonnie.
El mayor no evitó reír ligeramente al momento de ver el nerviosismo de su "novio", es que le parecía realmente adorable, y empezaba a darse cuenta de aspectos que no conocía del contrario, o al menos de los que no notaba. Sus muecas graciosas al hacer pucheros enojados cuando él se reía de sus mejillas sonrojadas, ¡le parecía muy tierno el cómo las inflaba molesto! Le daban muchas ganas de picarlas con la punta de sus dedos. Paró de reír para tomar su mano, viendo cómo se sorprendía por su acción.
— Entonces vámonos antes de que nos encierren acá, maestro— tiró levemente de su brazo para incitarle a caminar a la salida.
— Sí...— miró nuevamente sus manos y tomó aire, sonriendo, decidido y seguro a preguntar lo que quería decir en un principio-. Bonnie- murmuró su nombre de forma que obtuvo la atención del contrario, apretó su agarre— ¿Quisieras salir conmigo esta tarde?— sus palabras habían sonado fluidas y sin rastros de tartamudeos, sorprendiendo tanto al moreno como al contrario.
Aquella sutil pregunta erizó los cabellos del más bajito, quien sintió las mejillas más calientes de lo habitual, seguro de que se había sonrojado. Desvió la mirada unos segundos, como procesando la petición de su maestro y, sonriendo, aceptó gustoso aquella invitación, alegrando al peliturquesa, el cual se había arrepentido un poco de formular aquella pregunta en un principio, por miedo a ser rechazado. Siempre que estuviera junto al menor se sentiría bien. Pero nada más salir el instituto, una horrible lluvia comenzó a caer.
— Oh, vamos— se quejó Bon mirando al cielo con molestia—, pero si hoy se suponía que no iba a llover.
— En realidad hoy daban tormentas hasta la noche— buscó en el móvil el pronóstico y se lo enseñó al contrario para verificar.
Se dio una bofetada interna. Por los nervios había mirado la temperatura de la semana siguiente.
— Dios mío, ni siquiera puedo ver el tiempo sin meter la pata— tapó su rostro con vergüenza y frustración, notando leves palmaditas en su cabeza.
— No te preocupes, maestro, todos nos equivocamos— le sonrió despreocupado—. Podemos salir otro día si ese es el problema.
— Hum... Pero también me hacía ilusión poder acompañarte a tu casa y además quería pasar la tarde contigo...— susurró aún triste y avergonzado por ver que sus planes con el pelimorado iban a tener que suspenderse.
Bonnie sonrojó al escuchar lo que había murmurado su maestro, realmente era muy dulce de su parte el querer acompañarle a su hogar y llevarle a pasear sólo por querer compartir tiempo con él. Le alegraba mucho, aunque él pensaba que sólo lo hacía porque eso era lo que hacen los novios.
Novios...
— ¿Y si te quedas en mi casa?—- propuso al ocurrírsele una idea genial—. Podríamos hacer una especie de pijamada los dos y así pasar la tarde juntos.
— ¿Una... pijamada?— se llenó de nervios el más alto, desviando la mirada—. ¿Nosotros solos?
— Bueno, puede que mi madre esté en casa— se ponía a pensar el pelimorado, pero rápidamente sonrió—. Pero no creo que nos moleste, de todas formas le he hablado mucho de ti, seguro que no tiene problemas en acogerte. ¡Si quieres hasta te puedes quedar a dormir!
Los colores subieron a las mejillas del moreno, ¿quedarse a dormir? No creía que fuera una buena idea, aún se ponía muy nervioso estando a solas con Bonnie, que dormir con el seguramente lo acabaría matando. Pero no creía poder resistirse a los ojitos de cordero que le hacía su compañero, que deseaba realmente que aceptara su petición de quedarse con él, pues le hacía verdadera ilusión pasar la noche con su maestro.
— B-Bueno, bueno, está bien, acepto, me quedaré contigo... en tu casa...— en cuanto lo dijo en voz alta volvió a sentir su rostro caliente, pero por ver la feliz carita de su amado por conseguir lo que quería merecía la pena.
Por él haría hasta lo imposible.
— ¡Genial, entonces vamos!— sacó de su mochila un paragüas pequeño y lo abrió—. No te molesta que vayamos bajo el mismo paraguas, ¿no?
En poco rato andaban ambos casi abrazados bajo aquel paraguas transparente, viendo con facilidad cómo caían las gotas sobre él. El peliturquesa era quien sostenía el paraguas, pues el ser alto daba esa ventaja de cubrirlos a ambos, mientras que el pelimorado se aferraba a su brazo para que el paraguas llegara a cubrirlo, pues era un poco pequeño para ambos.
— ¿Estás bien, maestro?— preguntó el más bajo a su compañero, pues le preocupaba verlo con la cara tan roja-. ¿No tendrás fiebre?
— N-No, Bonnie, estoy bien—aseguró el moreno con una sonrisa nerviosa, le gustaba que el contrario se preocupara por él, pero justo por la situación se encontraba algo nervioso—. Es solo que... estar así, juntos, bajo la lluvia... Se me hace un momento muy... Bonito, ¿no lo crees?— pasó a mirarlo con una pequeña sonrisa, consiguiendo una mirada perpleja de su supuesto novio.
—Hum...— se abrazó un poco más a su brazo, sintiendo su rostro calentarse mientras reflexionaba sus palabras-. La verdad es que... es bastante romántico...- sonrió igualmente, reposando su cabeza en el hombro del contrario, causándole un escalofrío-. Ahora sí parecemos una pareja de verdad.
— S-Sí... U-Una pareja...— se emocionó internamente mientras apretaba un poco el agarre del paraguas, pero no se fijó en el pequeño botón que había en el mango y, sin querer, cerró el paraguas con ellos dentro—. ¡Ah!
— Au...— una de las varillas se había enganchado en el cabello del de mirada rubí, pero consiguió quitarla al poco rato.
Se miraron a los ojos, un tanto sonrojados por el momento, y comenzaron a reír sin razón aparente, aunque Bon lo hacía por no saber qué decir. La voz de su amado era como música para sus oídos, una suave brisa que deleitaba sus oídos y conseguía desvanecer todos sus males. Miró su rostro, tan jovial y risueño como siempre, con sus mejillas adornadas con un pequeño tono rosa en ellas. Su sonrisa se ensanchó al juntar su mirada con la contraria, sintiendo un brillo especial en sus ojos.
Llegaron finalmente a la casa del mayor, un tanto mojados por el incidente del paraguas, pero lograron llegar. El pelimorado sacó sus llaves del bolsillo de su pantalón y abrió la puerta, encendiendo la luz al entrar.
— ¡Bienvenido a mi hogar!— extendió los brazos feliz de por fin presentar su casa a su maestro, quien miraba cada rincón con admiración.
— Wow, está muy bonita— sonrió mientras cerraba el paraguas y lo dejaba en lo que él había
— Gracias— agradeció mientras se quitaba el abrigo que llevaba-. Ah, dame tu abrigo, lo pondré a secar.
Unos minutos más tarde se encontraban ambos en la salón, sentados en el sofá y con una baraja de cartas en la mesa, mientras ambos se miraban desafiantes tras su montón de cartas en las manos.
— ¡Uno!— gritó el pelimorado dejando su penúltima carta en el montón.
— ¡No puede ser!— renegó el moreno mirando sus casi doce cartas en la mano—. Ya van tres veces que ganas, ¡es injusto!
— Todo es cuestión de estrategia, maestro— le sacó la lengua con diversión, recogiendo las cartas tras echar su última carta gracias a la del contrario—. Hum... Si quieres podemos jugar a otra cosa.
— No sé, ya me canso un poco— suspiró mirando por la ventana, escuchando cómo aún caían las gotas de lluvia—. Y la lluvia no parece amainar.
— Lo sé...— Bonnie trataba de buscar alguna otra forma de animar a su maestro, no quería que se aburriera—. Yo tengo un poco de hambre, ¿tú no?
— Pues...— en eso su estómago habló por él—. P-Parece que sí.
El de piel pálida sonrió, y se levantó rápidamente tomando la mano del contrario para guiarlo a la cocina, pues tenía ganas de hacer algo rico con su maestro. Pero no se esperó encontrar la cocina ya ocupada.
— ¿Mamá? ¿Cuánto rato llevas aquí?— el pelimorado sonrió y fue hacia su madre, abrazándola en el camino.
— Vaya, menuda sorpresa, hijo— rió correspondiendo aquella muestra de cariño besando los cabellos del menor-. Os vi tan animados en el salón que no quise interrumpiros.
— Aww, sin duda eres la mejor mamá del mundo— besó la mejilla de su mayor y se giró al peliturquesa, quien miraba enternecido aquella escena—. Ah, mamá, él es Bon, mi... maestro— se mordió la lengua al casi escaparse su trato de la apuesta.
— Mucho gusto, señora— se acercó tímido mientras sonreía algo nervioso de conocer por fin a la madre de su "novio".
— Oh, así que tú eres el famoso maestro Bon— se acercó al menor mirándolo de pies a cabeza, como si lo estuviera analizando, poniendo nervioso al moreno—. Bonnie me ha hablado mucho de ti— sonrió tras verle—, me alegra mucho que Bonnie tenga un amigo tan lindo como tú. Tiene un gran gusto~.
— ¡M-Mamá!— se sonrojó el pelimorado tras el comentario de su progenitora—. No lo molestes.
— Ay, mi niño, no te enojes, sólo bromeaba— rió al ver el rostro de ambos jóvenes avergonzados—. Bueno, ¿tenéis hambre?
Acabaron cenando los tres entre risas y pequeñas anécdotas del pelimorado que hacía reír al moreno y avergonzar al mayor. A la mujer mayor le pareció un chico muy amable y realmente agradable, sin duda su hijo tenía un gran gusto. No era tonta, sabía que aquella amistad que tenían entre ellos pasaría a ser algo más, pero no quería acelerar las cosas, seguramente eran tímidos.
La lluvia no cesaba, y Bon no tuvo más remedio que aceptar la oferta de quedarse a dormir con ellos, algo que hizo mucha ilusión al pelimorado, pues iba a ser la primera vez que dormía con un amigo. Aún era pronto, así que decidieron quedarse viendo una película, pero no esperaron que a mitad de película empezaran a quedarse dormidos, y cómo no si era una de esas tan predecible que hasta un niño pequeño lo sabría.
— Hum...— el peliturquesa miró a su compañero, que se encontraba tumbado al otro lado del salón—. Bonnie, ¿sigues despierto?— frotó sus ojos cansado.
—Mmm...- se removía en su sitio el nombrado—. Tengo sueño...— susurró haciéndose más bolita en su sitio, bostezando.
— Creo que ya es hora de irnos a dormir— se estiró mientras se sentaba perezoso en el sofá, pero no se esperó que el contrario también se levantara y, sin avisar, se abrazara a él, aún con sueño—. Hum... Bonnie, yo no soy tu cama— se sonrojó pero igualmente sonrió ante la ternura del más bajito.
— Sólo cinco minutitos, por fis~— pidió con voz dulce y adormilada, acurrucándose en el pecho del moreno, escuchando sus relajantes latidos.
Bon no dijo nada, tan sólo se acomodó en el sofá, permitiendo al pelimorado entonces casi sentarse en su regazo, durmiéndose él también al instante, con el delicioso aroma a moras del cabello de su amado. Perdieron la noción del tiempo, y ni cuenta se dieron de cuando acabó la película. Una media hora más tarde, la madre del pelimorado fue a avisarles que ya debían acostarse, pero se enterneció al encontrarles acurrucados entre ellos.
Incapaz de poder levantarlos, se aseguró de que durmieran un poco más cómodos, tumbando al peliturquesa en el sofá y dejando a su hijo sobre él, pues sabía que no pesaba tanto como para hacerle daño. Los tapó a ambos con una manta y les dio a cada uno un beso en la frente, sonriendo de nuevo, feliz de que su pequeño por fin hubiera encontrado el amor, aunque él aún no lo supiera.
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Día 2: Acurrucados ✅
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