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🔥Día 3🔥

[Noche de arrumacos]

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Siendo ya un nuevo día, Bon estaba ayudando a su querido novio a llevar sus cosas a casa de sus padres, pues ya le habían traído el resto de sus cosas de la universidad para poder quedarse en el verano antes de volver nuevamente. Bonnie les había dicho a sus padres que volvía ese día, sin saber que se había quedado antes en casa del moreno para verlo antes, pues sabía que su madre se indignaría al verse menos importante para su conejito, por lo que aquella pequeña mentirijilla no era tan mala como sonaba. A pesar de las súplicas del moreno para que se quedara más tiempo con él en su casa, con mucho pesar tuvo que dejarlo ir, aunque al menos le dejó acompañarlo a su casa para ayudarlo con sus cosas.

— ¿En serio no te puedes quedar una noche más, conejito?— le abrazaba por la espalda muy meloso, posando su mentón en el hueco entre su cuello y su hombro—. Después de volver a dormir a tu lado por fin he dejado la almohada de lado...

— Lo siento, mi amor, pero también tengo que ir a ver a mis papás, y ya conoces lo cariñosa que es mi madre— se giraba levemente para besar sus mejillas sonrojadas, dejando suaves caricias en estas.

Ver aquel lindo puchero en el rostro triste del moreno por no salirse con la suya le llenó de ternura, agarrando sus mejillas, apretándolas ligeramente, acercándolo a su rostro para besar su nariz y seguidamente sus labios, en un corto piquito. Le encantaba jugar con sus mejillas cuando inflaba estas con el propósito de hacer un berrinche, tal como lo hacía él también con las suyas.

— Ya, maestro, no pongas esa carita de conejito abandonado— le acarició el flequillo bajando por su mejilla y acabando en su barbilla—. Si me ayudas con mis cosas te prometo que saldremos a una cita, los dos solos.

— ¿En serio?— y como un niño al que le prometían un dulce, sonrió ampliamente con un brillo en sus ojos—. ¡Venga, vamos! 

Tras ver lo emocionado que se veía el peliturquesa por su recompensa, soltó una risita volviendo a guardar su ropa en su maleta, saliendo entonces del cuarto de su novio para llegar al piso de abajo. El padre del moreno les había dejado prestado el coche para que no tuvieran que cargar con todas las cajas y maletas hasta su casa andando, y como Bon ya tenía su permiso de conducir no perdieron más tiempo. En el camino escuchaban unas cuantas canciones de rock que emitían de su emisora de radio favorita, montándose su propia fiesta privada en el automóvil. 

En media hora ya estaban a la puerta del hogar del pelimorado, quien llamaba al timbre preparándose para ser recibido de manera "cariñosa" por parte de su madre. Tal como esperaba, su querida progenitora lo rodeó con sus brazos llenándole el rostro de besos, casi llorando al poder ver de nuevo a su conejito bebé.

— ¡Aww, mi Bonnieto, cuánto me alegro de volver a tenerte aquí!— la alegría de la mujer se dejaba notar por su tono lleno de felicidad y las pequeñas lágrimas que querían escapar de sus ojos cristalizados, abrazando con fuerza a su único hijo.

— M-Mamá, tranquila, no es para tanto— el joven casi no podía respirar de lo fuerte que le abrazaba—. Ya estoy aquí, mamá, no te preocupes...

— ¡Claro que me preocupé, apenas nos llamabas a casa!— ahora tomó las mejillas del menor para hacer que la mirara a la cara—. Pudiste llevar a arreglar tu móvil, no conformarte con llamar solo al fijo...

— Sabes que no tenía tiempo por los estudios y porque no me dejaban salir del campus— hacía un puchero muy adorable, desviando su mirada hacia su novio para pedirle que le sacara de aquel momento embarazoso—. ¡Boh, ayúdame!

La risa del peliturquesa cesó ante el llamado de socorro de su pelimorado, le parecía muy tierno el comportamiento del mayor frente a su madre queriendo darle cariño, algo que a él le habría encantado tener. Se acercó a él abrazándolo por el cuello, besándole la mejilla para calmarlo.

— Tranquilo, conejito, no te sulfures— le susurraba en el oído logrando sonrojarlo más de lo que ya estaba, aún soltando pequeñas risitas—. Señora, no se preocupe, su hijo estuvo bien cuidado por sus amigos— le sonreía a la madre de su novio—. Además, a usted por lo menos le llamaba más a menudo, yo no he sabido nada de él en meses— abrazó con más aferro al pelimorado, juntando sus manos sobre su vientre, sin dejarlo moverse y escuchando sus pequeños refunfuños y berrinches, muriendo de ternura internamente.

— Ya te he pedido perdón por eso, ¿puedes soltarme ya, por favor?— sabía que la respuesta a aquella pregunta tonta sería un rotundo "no", pero el tener los fornidos brazos del menor alrededor de su torso, con su carita de niño bueno escondida en su cuello, le estaba haciendo perder la cabeza.

Tras la pequeña bienvenida para el universitario, la madre los invitó a entrar para desempacar las cajas en el antiguo cuarto de este. Le llegó un poco de nostalgia nada más puso un pie en esta, observando las estanterías vacías, su armario seguramente con sus ropas del año pasado y su cama deshecha. No supo cuánto tiempo estuvo observando la habitación, pero la presencia de su novio nuevamente a sus espaldas le hizo volver a la realidad. Colocó sus manos sobre las del moreno, sonriendo al recibir un besito en su cabeza.

— Hey, ¿estás bien?— escuchó cerca de su oído, causándole un escalofrío en toda su espalda, pero no se apartó, solo suspiró levemente.

— Sí... es que me entró la morriña, maestro— rió ligeramente dándose la vuelta para poder ver al peliturquesa de frente, que aún lo abrazaba por la cintura, posando sus manitas en la nuca de este—. Pero bueno, aún tengo que poner todas las cosas, así que, ¿me ayudas, por fis?— 

— No tienes ni que pedírmelo, te voy a ayudar de todas formas— le besó la frente con cariño separándose levemente, dándose la vuelta para ir a por las cajas que estaban abajo, cuando de pronto su mano se vio envuelta por otra más pequeña y pálida.

— Pero espérame al menos, tenemos tiempo de sobra— le sonrió de aquella manera que amaba el peliturquesa, logrando que presionara delicadamente su manita para luego bajar ambos al piso de abajo.

(...)

El pelimorado se derrumbó derrotado sobre el sofá de su casa, soltando un desganado suspiro lleno de cansancio. No pensaba que costaría ordenar todas aquellas cajas en su cuarto, aun cuando su novio le había ayudado en la mayor parte del trabajo -por no decir que se le había quedando viendo la mayoría del tiempo mirando cómo cargaba con todas las cajas sin casi esfuerza dejándole todo a él-, pero en serio había sido agotador. No era su culpa descubrir que su novio se había estado ejercitando mientras él estudiaba en la universidad, pensando que tras su partida él comenzaría a comer helados y papitas para agonizar su pena por no tenerlo a su lado. Pero en lugar de eso le reveló que antes de poder empezar a hacerlo, Spring, Joy y Meg le convencieron, con mucha insistencia, de que fuera al gimnasio para darle una sorpresa cuando volviera. Y vaya que lo hizo.

— Aah, qué calor me ha entrado— comentaba el peliturquesa igualmente cansado tomando un vaso de agua fresquito mientras se acercaba a su pequeño novio echado a lo largo del sofá—. ¿Quieres agua también, conejito?

— Mmm...— se levantó ligeramente para apoyarse sobre sus codos mirando con los ojos entreabiertos al mayor en altura, pasando su mirada ahora al vaso que tenía en su mano—. Sí, me gustaría.

Antes de que el moreno se levantara para ir a la cocina, Bonnie agarró con sus dos manos el vaso de cristal que tenía en el su mano, llevándoselo a la boca para empezar a beber el agua que contenía, justo por el borde en el cual Bon también había bebido. Con los ojos abiertos, la mirada esmeralda del menor en edad observaba cómo bebía vivazmente el contrario, causando que una minúscula gotita de agua se resbalara de sus labios y recorriera su largo cuello lentamente, llegando a perderse por el interior de su camiseta de manga corta. Tragó duro sintiendo sus mejillas arder, sin darse cuenta de que el pelimorado ya se había terminado su vaso de agua.

— Aah~, qué fresquita— suspiró con una sonrisa más animado—. Muchas gracias, maestro, me hacía mucha falta.

— De... De nada— respondió aún con la mente en otro lado, desviando su mirada y tapándose la boca con su muñeca, tratando de calmarse un poco—. Ahm... B-Bueno, ¿qué quieres hacer ahora? ¿Prefieres descansar o vamos a pasear un rato?

— Hum... Van a ser casi las seis de la tarde— miró la hora en su móvil, la verdad es que el día se le había pasado deprisa entre arreglar su cuarto y la gran comida que le había preparado su madre para su bienvenida, a la cual había obligado a Bon a quedarse—. Tengo mucha flojera, no quiero salir de casa...— renegó en un tono de berrinche mientras se volvía a tumbar en el sofá y tapaba sus ojos con sus brazos.

Bon le miró con una ligera sonrisita, suspirando y dejándose caer con cuidado sobre su pecho, acurrucándose en su cuello para que, indirectamente, el pelimorado comenzara a hacerle mimitos en el pelo. Cerraron los ojos al mismo tiempo, la verdad era que el calor acumulado en la sala junto al agotamiento de ambos frente al duro trabajo que habían tenido todo el día los había dejado con bastante vagancia en ese momento, por lo que decidieron posponer la cita para otro día. Total, el verano recién empezaba, no tenían ninguna prisa.

— ¿Te apetece ver una peli?— propuso el moreno levantando la cabeza para mirar a los ojos al pelimorado, quien no evitó soplarle al rostro cuando vio que su flequillo turquesa le molestaba en los ojos.

— Eso suena bien— le sonrió alegre besándole la frente y levantándose con fuerza para poder levantar por igual al moreno—. ¿Y qué vemos?— preguntó algo perezoso, no le apetecía decidir en ese momento.

— Mmm... ¿Te parece Frozen 2?— le sonrió ladinamente, sabía que aquella peli era su favorita, se sabía las canciones de memoria, sin duda era perfecta para sacarle de aquel estado de pereza que sentía y lo sabía por el brillo que adornaba ahora sus ojitos rubíes.

— ¡Siiii!— exclamó muy sonriente y abrazando fuertemente del cuello a su pareja, besándole frenéticamente en las mejillas y en sus labios—. Vamos a verla, hace tiempo que no la veo— tuvo las suficientes fuerzas como para levantar a su novio de su regazo y a sí mismo de paso para tomar el mando de la televisión que yacía en la mesita a unos centímetros de ellos, encendiendo la tele y metiéndose en Netflix para poder buscar la película—. ¿Puedes ir haciendo palomitas mientras busco la peli, por fis~?— le puso sus infalibles ojitos de cachorro al peliturquesa, quien se sonrojó levemente y asintió riendo, recibiendo entonces otro beso de parte de su novio.

Tras unos minutos ambos se encontraban acurrucados en el sofá reproduciendo aquella película que tantas sonrisas le estaba causando al pelimorado quien, a pesar del calor que hacía al estar en verano, se aferraba al torso del moreno, quien no se quejaba en absoluto, disfrutando de su compañía. Eso era lo que necesitaba Bonnie, una tarde tranquila junto a su maestro sin hacer realmente nada importante, simplemente compartir un tiempo a solas, sentir la presencia del otro era lo que le calmaba y le alegraba internamente. Había estado mucho tiempo lejos de aquel que con todo su corazón amaba, quería recuperar aquel tiempo perdido.

Por parte del peliturquesa no era muy distinto, él sentía que por fin su otra mitad de su corazón había vuelto a su sitio, llenando su alma nuevamente y sintiéndose pleno de nuevo. Abrazaba muy protectoramente a su pequeño conejito, asegurándose de que no se iba a separar de su lado en ningún momento. Quería besarlo, acapararlo para él solo, demostrarle lo muchísimo que lo amaba... Paseó su mirada por el cuerpo de su novio, aprovechando que ahora estaba distraído con la película, y se quedó embobado al darse cuenta de las ligeras prendas que llevaba ahora. Sus lindos brazos pálidos lo rodeaban con poca fuerza, pero al estar tan cerca podía sentir lo realmente suave que eran. Sus piernas se entrelazaban con las suyas, podía ver su piel blanca como siempre ahora mejor, ya que llevaba puestos unos shorts como el día anterior, además de una camiseta de tirantes para que no pasara tanto calor. Su rostro se enrojeció en cuanto sus manos llegaron a sentir lo poco que tenía de su espalda descubierta, dándole una sensación de calidez electrizante que lo hizo sobresaltar.

— Bon, ¿te encuentras bien?— preguntó ingenuo a su caricia levantando la mirada para verlo a los ojos—. Tienes la cara roja, ¿tienes mucho calor?— se acercó un poco más con intención de poner su mano sobre su frente, pero fue detenido por un fugaz beso en sus labios entreabiertos.

— Tranquilo, conejito— le sonrió despreocupado cerrando sus brazos por su cintura, bajando su camisa para que no le molestara si llevaba a acariciarle demás—, con estar contigo ya soy el chico más feliz del mundo.

— Aww~— suspiró enternecido frotando su nariz con la del contrario, besándola después—, eres el mejor novio que cualquiera podría desear. Te amo~.

— Yo también te amo, mon amour~— rieron ambos y se dispusieron a ver el resto de la película tranquilamente, disfrutando de su mutua compañía.

(...)

Al final de la película, Bon no esperó que Bonnie se durmiera estando aún encima de su pecho, pero admitía que había sido un día cansado y que su pequeño tendría ganas de dormir. No se sentía con intenciones de despertarlo, se le veía tan tranquilo y sumiso que no tenía corazón para levantarlo y decirle que se fuera a la cama. Acarició sus cabellos con tranquilidad y cariño, observando cómo se acurrucaba sobre él entre sueños. Casi se muere de ternura en ese mismo momento.

— Chicos, la cena está...— en ese momento la figura materna del pelimorado se asomó por el salón, Bon logró darle una seña para que guardara silencio, apuntando a su dormido novio—. Oh, vaya, sí que tenía sueño mi niño— susurró con ternura la mayor evitando reírse muy fuerte, era un hermoso déjà vu para ella.

— Creo que debería ir a llevarlo a su cama— sonrió nervioso el moreno tratando de levantarse sin despertar al mayor, quien seguía aferrado al cuerpo de su novio—. Intentaré que se despierte para que coma algo.

— Muchas gracias, Bon— se acercó para darle un beso a su hijo y otro a él—, Bonnie tiene mucha suerte de tenerte con él, eres un gran muchacho.

El peliturquesa tan solo sonrió avergonzado y asintió, no acostumbraba a que lo halagaran, pero no le tomaba importancia, su prioridad ahora era llevar a su conejito a su cuarto. Lo tomó en sus brazos al estilo nupcial con una mano rodeando su espalda y la otra bajo sus rodillas intentando que estuviera en una posición cómoda.

— Mmm... Boh~...— murmuró somnoliento el pelimorado abrazándose al cuello del más alto y acurrucándose en su hombro, logrando desorientar al menor que se erizaba al sentir la calmada respiración del contrario en su cuello.

— Ay ay ay...— sus mejillas llegaron a un nuevo tono rojo al sentir flaquear sus brazos por aquel acto del más bajo, pero no podía desconcentrarse o se le caería y no quería que se hiciera daño, por lo que salió de su burbuja y se encaminó hacia la habitación del pelimorado, donde lo dejó en su cama ya hecha y mullida, asegurándose de que estuviera en una posición cómoda—. Mi pequeño conejito...— susurró en voz baja poniéndose de rodillas para admirar mejor el rostro durmiente de su adorado novio, quien no se despertaba aún.

Besó su nariz, sus mejillas, su frente, su barbilla, todo lo que estuviera a su alcance. Quería consentirlo y llenarlo de besos, de todo ese amor que quería darle desde que se fue. Finalmente se armó de valor y posó sus labios sobre los contrarios, apenas un piquito como muestra de afecto. Se separó sólo para darse cuenta de que unos curiosos ojos rubíes le miraban de forma traviesa pero igualmente avergonzada.

— Me gusta que me mimes mientras duermo, maestro~— sonrió con las mejillas rojas al ver la cara de sorpresa del menor, quien lo veía con los ojos abiertos de la sorpresa.

— ¿E-Estabas despierto?— balbuceó con el rostro rojo alejándose del rostro del pelimorado echándose para atrás.

— Cómo no estarlo con tantos cariñitos de tu parte— sonrió aún adormilado recomponiéndose en la cama para mirarlo mejor—. Gracias por traerme, pero no tengo hambre, me he hinchado a palomitas viendo la peli— rió divertido volviéndose a desplomar sobre el colchón.

— Ayy, pues la cena de tu madre huele muy bien, a mí ya me dio hambre— se quejó poniendo una mano en su panza intentando retener los rugidos de su estómago, para luego levantarse del suelo—. Si no te importa, bajaré a por un poco de comida, ¿quieres que te traiga algo de la cocina?— se alejó hasta la puerta y se giró hacia él antes de salir.

— Mmm... No, gracias, con tal de que vengas de nuevo a hacerme compañía me basta— le sonrió desde la cama con el pelo suelto y alborotado sobre las sábanas arrugadas, una imagen realmente tierna, y quizás algo provocadora, para el moreno, quien solo tragó saliva y asintió antes de desaparecer de la habitación.

Unos minutos más tarde Bon se encontraba comiendo de su plato en la cama junto al pelimorado que ya se había despertado con el olor de la comida recién hecha de su mamá, siempre lograba despertar su apetito y en ese momento no era la excepción. Miraba con ojitos suplicantes al plato del menor, pidiendo con la mirada que le compartiera aunque fuera un poquito.

Bon era consciente de la miradita de Bonnie en su cena, pero él ya le había preguntado si quería algo, ahora no tenía derecho a reprochar. Sonreía al ver que se acercaba cada vez más, al punto de apoyar su cabeza en su hombro, haciendo soniditos lastimeros con intención de que tuviera compasión y le diera un poquito de su comida.

— ¿Quieres algo, conejito?— preguntó socarrón el peliturquesa mirando de refilón al de piel clara, que seguía con sus ojitos suplicantes.

— Dame un poquito, anda...— pidió con voz dulce y tierna a los oídos del moreno, quien trataba de resistirse un poco más a las súplicas del pelimorado, claro que pensaba compartirle de su comida, pero quería ver hasta dónde llegaba—. Por fa, Bon, ya tengo hambre, no seas así...— le tomó de uno de sus brazos para agitarlo un poco, con cuidado de no tirar el plato.

— Está bien, está bien, tranquilo, mi amor— cedió finalmente tomando un poco de su comida con el tenedor y se lo acercó al mayor—. Te daré, pero me tienes que dejar darte de comer— retiró el tenedor antes de que el de ojos rojos pudiera probar el bocado.

— Vaaale, pero dame ya— se quejó haciendo un puchero inflando sus mejillas.

Terminó comiendo la mitad de su comida tranquilamente, dejando que Bon se la diera en la boca. Se quedó satisfecho en cuanto tomó el último rastro de su cena, tirándose boca arriba en su cama. El moreno simplemente suspiró negando con la cabeza, su conejito nunca iba a cambiar, tenía un gran apetito y era algo con lo que tendría que acostumbrarse a vivir. Dejó el plato vacío en la mesilla al lado de la cama y se tumbó junto al mayor en edad, abrazándolo con cariño y protección. 

— Uaaah~— bostezó acurrucado en los brazos del menor en edad—. Ya me dio sueño de nuevo...

— Mejor será que vaya a casa ya, está oscureciendo y mi padre estará preocupado— con gran pesar se intentó separar del pelimorado, pero este se aferró más, intentando que no se fuera.

— Ño, quédate, por favor— suplicó escondiendo su rostro en el pecho tonificado del menor en edad—. Quiero que te quedes conmigo, no me dejes...

— Mmm...— se le hacía difícil resistirse ante sus pedidos—. B-Bueno, deja que avise a mi padre antes, para que sepa que me quedé contigo.

— ¡Yey!

Mientras Bon llamaba a su padre, Bonnie fue a por su pijama para cambiarse en el baño, dándole privacidad a su novio, además de que así se cambiaba tranquilamente sin preocuparse de que le viera en ropa interior. Suspiró, estaba realmente cansado, a pesar de que apenas había hecho algo tan agotador como llevar sus pertenencias a su hogar, al menos dormiría tranquilo y bien acompañado esa noche. Una vez se cambió salió por fin del baño, esperando encontrar algo para prestarle al menor para que lo pudiera usar de pijama, pero a la nada de salir se encontró con una escena que no había presenciado en mucho tiempo.

Oh, santo cielo, ¿acaso estaba viendo a un dios griego en lugar de a su novio?

Estaba sin camisa y a punto de quitarse los vaqueros que llevaba, al parecer tenía guardado un pijama de emergencia en uno de los cajones del armario de Bonnie, ni él mismo se acordaba que guardaba uno cuando Bon iba a su casa a dormir, y había aprovechado que él estaba en el baño para cambiarse, pero no contaba con que el pelimorado hubiera salido antes de tiempo. Aún así, Bonnie no entendía por qué no era capaz de apartar su mirada de aquella piel morena que se veía tan cálida y tersa como la veía, con sus músculos marcados y tonificados que le hacían agitarse y estremecerse de una manera que no había sentido antes. Sentía un gran calor en su rostro y en su abdomen, no comprendía qué le pasaba, sólo logró soltar un jadeo ahogado.

Bon se dio cuenta de su presencia y se giró rápidamente, dejándole a la vista su espalda ancha y lisa, volvió a agitarse sin darse cuenta, ¿qué le estaba pasando? 

— P-Perdona, no te había visto— intentó disculparse tapando su torso con la camiseta que pensaba ponerse, además de sujetar sus pantalones antes de que se cayeran—. S-Si quieres, puedo irme para cambiarme...

— N-No, no hace falta, puedes... puedes cambiarte aquí, s-sin problemas— no solía tartamudear de esa manera, pero realmente el calor de sus mejillas era abrumador y su mirada aún no se alejaba del cuerpo del menor—. D-De hecho... Hoy hace bastante calor... Estarás más cómodo sin tantas prendas encima...

¡¿Pero qué estaba diciendo?! ¿Acaso le estaba pidiendo que durmiera sin su pijama? ¿Con él? ¿En su cama? Bonnie no podía controlar lo que salía de su boca, se dio cuenta de lo que había dicho al momento de ver la expresión perpleja del moreno que lo miraba incrédulo, no se esperaba para nada aquella recomendación de parte de su dulce e inocente conejito, ¿sería que le estaba insinuando algo más? No tenía ni idea.

— B-Bueno, si no te molesta...— desvió la mirada sonrojado, si a Bonnie no le incomodaba que pudiera dormir sin camisa al menos creía que podría dormir más cómodo, a él no le importaba, pero no quería que el contrario se avergonzara demasiado o que se incomodara demasiado.

Cuando estaban listos para ir a dormir apagaron la luz y se echaron en la cama, mirándose ambos a los ojos pero con una prudente distancia ente ambos. El pelimorado estaba tapado hasta el cuello, ocultando la mitad de su rostro con su manta, intentando que no se le notaran tanto los nervios. Tenía ganas de abrazar al moreno, pero no quería que lo tomara por aprovechado siendo que ahora solo llevaba puesto los pantalones holgados del pijama que iba a ponerse entero. Bon por su parte notaba esa inquietud, por lo que se acercó un poco para tener una mejor vista del más bajo.

— Bonnie, ¿seguro que estás bien?

— S-Sí...— desvió la mirada un momento para luego volver a mirarlo—. ¿P-Puedo abrazarte?

Casi de inmediato, los brazos del menor en edad rodearon el pequeño cuerpo del pelimorado en un abrazo tan acogedor y cálido que hizo sentir a Bonnie en una nube. Sin pensarlo se aferró con anhelo al pecho del contrario, pareciéndole incluso más cómodo que la misma almohada. El sueño por fin le agarró y sin darse cuenta se durmió entre los brazos del peliturquesa, quien le había comenzado a acariciar los cabellos. Sonrió tiernamente al ver lo rápido que se había dormido, pero él no se quedó atrás. Pronto ambos se hallaban abrazados, durmiendo bajo las mismas sábanas y compartiendo aquel delicioso calor corporal en aquella noche de verano.

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Día 3: Durmiendo ✔

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