Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

🔥Día 2🔥

[Nuestro segundo primer beso]

.
.
.

La mañana se presentaba fresca con la ligera brisa que soplaba aun cuando el sol ya hacía su aparición como todos los días. Eran apenas las nueve de la mañana cuando Bon abrió los ojos en dirección al techo de su cuarto, se sentía bien, se sentía bastante descansado. Suspiró lentamente mientras se giraba para tomar su móvil y ver la hora, pero no contó con que su mano derecha quedara atrapada por culpa de algo, o más bien, de alguien. Volteó a ver si se había vuelto a enroscar con las sábanas tras moverse por la noche, pero grande fue su sorpresa al observar cómo un pelimorado de rostro sereno y angelical abrazaba su brazo de forma posesiva y cariñosa, con los ojitos cerrados tranquilamente y sus labios levemente abiertos, dejando escapar ligeros ronquiditos en señal de que seguía dormido. 

Se sonrojó completamente, ¡entonces no fue un sueño! Bonnie realmente había vuelto antes de tiempo y lo había sorprendido en su cuarto. Y lo mejor es que se quedó toda la noche con él, y lo supo porque se fijó en que se quedaron dormidos sin siquiera cenar o cambiarse por sus pijamas. Estaba al borde de gritar de total felicidad, pero en lugar de eso decidió acercarse más a su amado para rodearlo por igual con su otro brazo, transmitiéndole su calor corporal mientras le besaba los cabellos con dulzura.

— Mm... Boh, no te muevas... tanto— logró escuchar del contrario que se acurrucaba en su pecho, pasando sus manitas por su espalda ancha, produciéndole una muy cálida sensación—. Quiero dormir... un ratito más... contigo...

Definitivamente estaba muerto de ternura, no podía creer que había aguantado tanto tiempo apartado de aquel ser hecho de azúcar, el cual le daba diabetes de tanto mimarlo y acapararlo para él solito. Rió levemente mientras jugaba con sus largos cabellos, un tanto más largos de lo que recordaba, al parecer Bonnie debería ir a la peluquería a arreglarse las puntas por lo menos, aunque no le molestaba para nada que tuviera el pelo largo. Le quedaba hermoso. Se estremecía levemente al sentir la algo fría naricita del contrario sobre su cuello descubierto, notando el leve airecito que salía de esta de forma calmada, dándole ligeras cosquillas en la piel.

— Allez, mon petit lapin, on doit prendre le petit déjeuner~— le susurró con dulzura en el oído mientras sus manos se dedicaban a hacer despertar los sentidos del pelimorado, acariciando suavemente su cintura ceñida sobre su arrugada camiseta holgada de mangas largas y subiendo por su pequeña espalda.

— Hum...— apretó los ojos con molestia por la luz que entraba por la ventana, frotándose estos con sus manitas hechas puño, pero pronto relajó aquella mueca por una pequeña sonrisa al visualizar los bellos ojos esmeraldas de su amado mirándolo con ternura—. Buenos días a ti también, maestro~— contestó aún adormilado y siguiéndole el juego, pues no había entendido nada de lo que le había dicho, como siempre, mientras alargaba la última vocal estirando ahora sus delgados bracitos al igual que sus labios esperando un beso—. ¿Y mi beso de buenos días?

Bon no pudo resistirse ante aquella tierna imagen, y solo atinó a sonrojarse y abrazarlo con cariño, acercando su rostro al del contrario con claras ganas de comerle los labios. Sin embargo, algo lo detuvo justo cuando ya tenía sus labios finos y morenos casi sobre los gruesos y rosas del contrario, pues su querida mascota se había acercado para ponerse en medio de ambos, haciéndole algunos cariñitos al peliturquesa, clara señal de que tenía hambre. Aquello lo hizo reír levemente al mismo tiempo que la tomaba entre sus algo grandes manos, en las cuales cabía perfectamente, viendo cómo se hacía bolita en estas y se acurrucaba. Mas no se dio cuenta del puchero que estaba poniendo su novio por estar haciéndole más caso a su conejita, pues había dejado al pelimorado sin su beso, algo que le molestaba.

— Sí, ya deberíamos desayunar— suspiró derrotado Bonnie al ver que el moreno no le iba a tomar en cuenta si no se levantaba ya, por lo que se levantó de la cama para ir al baño privado que estaba en el cuarto de su pareja, cerrando la puerta con algo de fuerza.

— ¿Uh? ¿Qué le pasa a Bonnie?— se extrañó ante la actitud del pelimorado—. Hace nada estaba súper contento de despertar conmigo, ¿por qué se habrá enfadado?— no se daba cuenta de su error, aún mirando a su conejita en sus manos quien ladeaba su cabecita en señal de no saber qué decía—. Aah, tal vez tenga hambre, mi conejito siempre se levanta de mal humor cuando no ha comido nada en horas.

Sonrió despreocupado dejando nuevamente a su pequeña compañera en su jaula, cerrándola con seguridad tras llenarle su comedero con su pienso para que comiera tranquila. Se levantó de su cama, se puso sus zapatillas azules de andar por casa y salió de su cuarto hacia la cocina, dispuesto a preparar un delicioso desayuno digno de su "hambriento" conejito.

Mientras, el de piel clara se lavaba la cara con agua fría frente al lavabo, tratando de despejar su mente un poco. No recordaba lo despistado que podía llegar a ser su novio con aquellos pequeños detalles que a él le encantaban, pero no lo culpaba del todo. Llevaban casi once meses sin verse en persona, habían perdido el ritmo y no sabían qué había hecho el contrario en su ausencia. Eso lo dejó un tanto preocupado, ¿y si en todo este tiempo Bon habría llegado a olvidarse de él... y comenzado a salir con otras personas? ¿Y si en realidad estaba con alguien más y solo le seguía el juego para no lastimarlo? No quería pensar eso de su maestro, él le había asegurado que lo quería, no, ¡que lo amaba! Y él confiaba en su palabra, por lo que suspiró tratando de eliminar aquellos pensamientos negativos de su mente. Salió del baño una vez más calmado, llevándose la sorpresa de no ver a Bon en el cuarto.

— Tal vez ya bajó a la cocina— se apenó al oír y sentir su pancita rugir fuertemente, pues no había comido nada desde el día anterior—. Le ayudaré con el desayuno— se dijo con una sonrisa saliendo del cuarto para bajar las escaleras.

A la nada de entrar a la cocina se detuvo, observando cómo el peliturquesa ya había preparado todo, incluso había puesto la mesa perfectamente ordenada. El olor a café recién hecho y el pan tostado con mermelada de melocotón le hizo la boca agua. Pero aquello no fue lo que más le llamó la atención, sino el hecho de ver al moreno con un delantal verde lima tapando su torso y parte de sus piernas, levemente manchado con café o incluso migas del pan. Le pareció muy tierno que se tomara tantas molestias, además de que le parecía muy linda la escena.

— Ya está el desayuno listo, amor— sonreía alegre el moreno mientras se retiraba el delantal para dejarlo colgado en uno de los ganchos de la cocina que usaba para los trapos, sentándose en su sitio—. Debes de tener hambre, no comiste nada anoche.

— Te podría haber ayudado, no tenías que hacerlo tú solo— se había sonrojado al sentarse en frente del contrario que le sirvió una calentita taza de café con leche—. Muchas gracias, Bon.

— No te preocupes, eres mi invitado y mi novio, mereces una bienvenida en condiciones después de todos estos meses sin vernos— tomó su propia taza de café para darle un ligero sorbo tras añadirle un toque de azúcar—. Si quieres algo más, no dudes en pedírmelo.

Bonnie se sentía demasiado feliz en ese momento, no podía pensar en alguien más perfecto que su Bon, su hermoso y tierno maestro que no parecía haber cambiado en nada desde que se conocieron. A pesar de ser algo torpe, tímido y muy babotas de vez en cuando, seguía siendo ese chico dulce, amable y seguro que una vez enfrentó en el más emocionante duelo de guitarras de su vida. 

Mientras desayunaban, el pelimorado pasó su mano por encima de la mesa, estirándose lo suficiente como para alcanzar la mano del otro, entrelazándolas al instante. Las mejillas del de ojos verdes se volvieron rojas cual manzanas, pero no rechazó el contacto, sino que lo aceptó gustosamente.

(...)

Ya se habían hecho las doce del mediodía cuando terminaron de recoger toda la casa entre los dos jóvenes. Bonnie estaba algo acalorado, pues aunque había abierto las ventanas para ventilar las habitaciones, el trabajar le había dado calor, por lo que decidió ir a cambiarse al cuarto de su novio. Por suerte había traído su pequeña maleta con algunas prendas importantes, como su pijama, camisetas de tirantes y pantalones limpios, junto a su ropa interior y su neceser de aseo. Al llegar al cuarto, se enternecido al ver a su maestro juguetear con la conejita de blanco pelaje.

— Perdona, Bon, ¿me dejarías cambiarme aquí? Hace mucho calor y quisiera ponerme algo más fresquito— pidió permiso el pelimorado mientras entraba volteando la puerta suavemente y acercándose al mayor de estatura, alzando su mano para acariciar la cabecita del roedor con delicadeza.

— Por supuesto, no tienes que pedírmelo, amor— aceptó el moreno dejando a su mascota de vuelta en la jaula, cerrando esta con seguro—. De hecho, iba a decirte que te pusieras lindo, porque quería invitarte a dar un paseo.

Aquella confesión de parte de su novio le provocó un hermoso sonrojo junto a un lindo brillo en sus ojitos rojos. Era un día estupendo para poder ir a caminar por la sombra que daban los árboles, además de que en estos días de verano un helado no sentaba nada mal. Tal vez podría hacerle ojitos a su maestro para que le compre alguno.

— ¡Suena genial, maestro!— comentó entusiasmado abrazando fuertemente al menor en edad por el torso, frotando su mejilla con su pecho firme—. Entonces me pondré lo más lindo que tenga. Es una pena que les dijera a los chicos que dejaran mi maleta grande en casa, en mi maleta pequeña apenas llevo algunas prendas...

— No importa, tú te ves precioso con todo— acariciaba sus cabellos con una sonrisa—. Iremos al parque central, a estas horas no hay mucha gente y podremos ir sin que nos molesten mucho— se separó ligeramente para poder besar su frente—. Te espero en el salón, tómate tu tiempo.

Quince minutos después, el chico de piel pálida salió del cuarto de su pareja dirigiéndose al salón ya cambiado. Llevaba una camiseta de manga corta de color lima, con un dibujo de una sandía encima del pecho en la parte izquierda, unos shorts vaqueros que se ajustaban a sus piernas delgadas pero esbeltas, y unas zapatillas cómodas cada una de diferente color; una roja y otra verde. Su cabello estaba recogido en una torpe coleta alta, dejando bastantes mechones sueltos por su carita, mostrando sus orejas, una de ellas con un par de piercings negros.

Asomado en la puerta, llamó la atención del peliturquesa, que estaba en el sofá con su móvil, haciendo que lo mirase. Al instante su mirada esmeralda recorrió un par de veces el hermoso conjunto que llevaba su conejito, con altas ganas de hacerle una foto ahora que podía.

— T-Te ves más bonito de lo que imaginé...— se acercó para observar bien a su lindo novio—. Estás precioso.

— Gracias, Boh~— sonrojaba por los tiernos piropos que el moreno le decía—. Tú también estás muy guapo— pasó sus brazos por detrás de su cuello, acercándose peligrosamente a su rostro—, la barba te sienta muy bien...— acariciaba sus mejillas sintiendo cómo se pinchaba levemente con la áspera barbita del contrario, un toque que a él le encantaba.

Se deleitaba al ver la nerviosa miradita del moreno tratar de evitar la suya, sabía que lo estaba poniendo ansioso, pues sus cuerpos estaban bastante juntos y sentían cada roce del contrario. Bonnie acariciaba la nuca de su novio con tranquilidad y algo de picardía, mientras que el peliturquesa dudaba entre si poner sus manos en las pronunciadas caderas de su conejito o si apartarlo un poco para poder controlarse al menos lo suficiente para no arrasar con sus labios en ese instante. Haciendo caso a su razón, apartó ligeramente al pelimorado, sonriendo apenado.

— M-Mejor vamos saliendo ya, s-se nos hará tarde para pasear antes de la comida...— dejando al pelimorado con las ganas, se alejó de su pareja para poder ir a por su cartera y las llaves de su casa.

Bonnie alzó una ceja confuso, no entendía por qué el peliturquesa lo evitaba cuando lo único que quería era un besito. No evitó hacer un puchero inflando las mejillas y cruzando sus brazos, ¡él quería un beso! Y por supuesto que lo iba a conseguir. Una vez que el moreno ya le dijo que estaba preparado, cerraron la puerta principal para luego comenzar su paseo. 

Caminaban con las manos entrelazadas, paseando hombro con hombro, explicando todo lo que habían hecho en ausencia del contrario. Tenían todo un año que contarse, así que mejor empezar pronto.

Bonnie miraba a sus alrededores, sintiendo los rayos del sol acariciar sus brazos descubiertos, se sentía muy agradable. Colocaba repetidamente los mechones de su cabello largo -que ya le llegaba hasta más abajo de la mitad de la espalda cuando lo llevaba suelto, pero que al llevarlo recogido le llegaba hasta la nuca- detrás de sus orejas, pues le molestaban a la hora de querer observar cómo le hablaba su lindo maestro contándole una de sus anécdotas. Había cambiado físicamente, para empezar porque se había dejado una ligera barbita desde sus patillas a lo largo de su barbilla, pero no tenía marcas de bigote. Aún así le parecía más atractivo de lo que recordaba, le gustaba mucho. Igualmente su musculatura estaba más desarrollada, tenía los hombros más anchos, al igual que su espalda, sus brazos parecían más robustos, y le parecía que tenía menos barriguita. No evitaba recorrer su aspecto más de una vez con sus ojitos curiosos, pero al parecer el contrario ni cuenta se daba.

Mientras tanto, el chico de orbes esmeraldas no podía apartar estos del rostro de su amado conejito. Estaba mucho más hermoso que cuando lo vio por última vez en aquella fría estación de tren. Su piel seguía siendo igual de suave y blanquita, algo que le encantaba, pues le fascinaba ver cómo los tonos de sus pieles contrastaban. Su cabello había crecido considerablemente, hasta le parecía más lacio y sedoso, moría de ganas de acariciarlo por horas, perdiéndose en su embriagante olor a moritas silvestres. Y sus ojitos, Dios, sus preciosos rubíes que ahora mismo lo observaban como si fuera lo más maravilloso del mundo, seguro que él lo estaba viendo de la misma forma, pero no podían evitarlo.

Amaban todo del contrario.

— ¿Tengo algo en la cara, maestro?— se atrevió a preguntar rompiendo aquel agradable silencio que se había formado en cuanto el peliturquesa acabó de contar otra de sus historias, pues se había quedado mudo mientras no quitaba sus ojos de encima del pelimorado.

— No, es solo que... que en verdad eres demasiado hermoso que— alzó su mano para retirarle con delicadeza uno de sus rebeldes mechones que le estorbaba la vista de sus bellos ojitos curiosos, los cuales ahora brillaban con intensidad ante ese dulce gesto— no puedo evitar mirarte todo el rato, me tienes embelesado.

La risita nerviosa de parte del pelimorado hizo sentir mariposas en el estómago del moreno, le encantaba cómo su voz entrecortada sonaba en aquella risueña melodía que le volvía loquito de amor.

— Boh~, basta me sonrojas— le respondió con un suave rubor adornando sus pálidas mejillas, desviando la mirada un tanto avergonzado ante el halago de su pareja—. Tú también estás guapo, ya te lo dije antes— le confesó con una pequeña y tímida sonrisita.

En ese instante, Bon no quería hacer otra cosas que no fuera besarlo, lo anhelaba. Desde que se volvieron a ver no se habían demostrado lo mucho que se habían extrañado a través de sus labios, pues apenas había vuelto el pelimorado de su viaje solo quería consentirlo a través de mimos y muchos cariñitos. Pero es que en cuanto observó aquella inocente sonrisa esculpida en sus medio gruesos labios de color fresa natural, su mente hizo cortocircuito, incapaz de apartar sus brillosos ojos jade de aquellos pétalos de rosa que deseaba devorar en ese momento.

Bonnie notaba aquella miradita clavada en cierta parte de su cuerpo, de su cara, más concretamente, pero no lo incomodaba. Más bien, le hacía sentir especial, pues conocía aquella mirada que estaba poniendo su querido bomboncito. Paró de caminar en ese momento, llamando la atención del contrario, quien igualmente se quedó quieto en su sitio. El pelimorado sonreía con los ojos cerrados, para luego volver a abrirlos y fijarlos sobre el confundido rostro del peliturquesa. Se acercó lento pero seguro, pasando sus manos por sus hombros, acariciando su cuello y llegando a posar estas sobre las rojas mejillas de su maestro, el cual no había podido evitar aquel ligero escalofrío al sentir las frescas manitas de su conejito sobre su cálida piel.

— Maestro— susurró con una traviesa sonrisa—, si tanto deseas besarme, ¿por qué no lo has hecho antes?— preguntó sin ningún rastro de timidez y fue acercándose lentamente a su rostro, cerrando sus ojos para dejar que su instinto hiciera el resto.

La cabeza del moreno echaba humo del máximo sonrojo que poseía, estaba muy nervioso, tenía la misma sensación de cuando se besaron por primera vez en aquel parque, cuando fingían que eran novios. Aún así, no quiso desaprovechar esa oportunidad, esta vez no. Así que, imitando a su pareja, cerró sus ojos acercándose a los labios del contrario, con sus manos rodeando la ceñida cintura del más bajo.

— ¡Hey, Bonnie!— justo cuando iban a juntar sus labios, aquel grito hizo que ambos golpearan sus frentes de forma brusca—. Oh, vaya, veo que no pierdes el tiempo desde que llegamos.

— Fox, en qué buen momento hablaste— su novia le daba un codazo en el brazo—, ¿no ves que se iban a besar?

— Lo sé, por eso hablé— se reía a costa de sus amigos que se habían separado adoloridos sobando sus cabezas.

— Sí, sin duda se te extrañaba, zorro— bufó el peliturquesa mirando al más alto, el cual llegaba ya a los dos metros y pico—. ¿Aún no te golpeas con ninguna puerta?

— Pff, claro que no— desviaba la mirada aparentando estar indignado—. No soy tan estúpido,

— Y por eso tienes la frente roja— señaló el pelimorado señalando la zona roja de la frente del más alto que evidentemente se mostraba roja de la hinchazón, ganándose un coscorrón de parte del pelirrojo—. Auh...

— Siempre tan bocazas, enano— fue parado por la rubia que lo acompañaba mientras bufaba al ver la exagerada, a su parecer, preocupación  del novio de su mejor amigo—. Por cierto, si queréis besuquearos así, tenéis un hotel cerca, que lo sepáis.

— ¡Fox, cállate de una vez!— por fin fue callado por la más bajita, siendo jalado de la oreja tras haberse agachado cuando le dio un golpe en el estómago—. Tendréis que perdonarlo, no ha cambiado nada ni aun cuando haya ido a la universidad.

— Sí, se nota— el moreno abrazaba protectoramente a su conejito para calmar su dolor, el cual se aprovechaba y se acurrucaba en su cuello—. Pero bueno, ¿qué tal por allá? Por lo que me ha contado Bonnie habéis estado muy ocupados.

— Oh, sí, ha sido agotador, y eso que solo ha sido el primer año— suspiraba la única joven—. No sabes lo que te espera el año que viene.

— Me hago una idea— rió levemente—. Ya que nos hemos encontrado, ¿qué tal si vamos todos al parque a tomar un helado?

(...)

Entre risas y anécdotas del pasado, la cita doble había ido mejor de lo que esperaban cualquiera de aquellos cuatro amigos. Habían decidido ir a comer todos juntos dada la hora a la que habían coincidido a un restaurante de comida rápida, pero les fue suficiente para poder pasar un rato juntos. Sin embargo, uno de ellos no disfrutó del todo de aquella salida improvisada, y ese era el pelimorado. Sí era cierto que estaba feliz de ver a sus amigos y disfrutar de tiempo juntos, pero es que aquella tarde pensaba pasarla a solas con su novio, ¡a solas! Tan solo quería un paseo romántico junto a su maestro en donde pudieran darse mimos sin parar, pero por la aparición de su pareja favorita de amigos aquel plan se chafó. Ni siquiera había podido recibir ni un solo beso, en ningún momento ni en ningún lugar. Aun cuando había intentado que lo besara manchándose a propósito en la mejilla o siendo más directo, simplemente el contrario se alejaba o actuaba a la defensiva y se apartaba. Se había mantenido sonriente en toda la salida, pero por dentro ya no tenía ganas de nada, sentía enojo hacia Bon por haber invitado a Fox y Chica a ir con ellos.

Por fin llegaron a la casa del moreno, en donde estaba el padre de este, quien dio la bienvenida tanto a su hijo como a su futuro yerno. Ambos jóvenes saludaron igualmente al mayor, pero lo que llamó la atención de ambos peliturquesas fue la actitud del de mirada rojiza, pues tras saludar rápidamente se fue al cuarto de su novio sin decir nada más, además de que el portazo que dio dando a entender que estaba enfadado.

— ¿Qué has hecho ahora, Bon?— el hombre de ojos guinda se dirigió molesto hacia su único hijo, pues seguramente habría sido el responsable del genio del pelimorado.

— Yo no he hecho nada, lo juro— se defendió rápidamente—. Lleva así desde que nos despedimos de unos amigos que nos encontramos y con los que hemos ido a comer por ahí...

— ¿Dices que se ha molestado desde la despedida o lleva así desde que os habéis encontrado?

— ¿Cómo?— no había entendido la pregunta.

— Hijo mío, Bonnie lleva sin verte casi un año y seguro que esperaba poder pasar contigo una salida agradable a solas— le hacía ver su error al menor—. Tal vez no le gustó la idea de verse acompañado de más.

Bon abrió los ojos como platos, tenía razón, ¿cómo no pudo caer en eso? Hasta él mismo le había prometido un paseo entre ellos, pero la alegría de haber podido ver al resto de sus amigos igualmente  se le había subido a la cabeza. Debía ir a disculparse con su conejito, no iba a esperar más. Subió hasta su cuarto y tocó la puerta un par de veces. La suave vocecita de su novio dándole permiso para poder entrar le llenó de tristeza, pues se notaba un tanto quebrada. Al abrir la puerta se encontró a su novio tumbado en su cama con su mascota encima de su pecho, siendo acariciada de forma delicada y lenta, pero pudo observar en la carita de su amado que seguía resentido con él. Se acercó con cautela y se sentó a un lado del pelimorado, quien no le dirigía la mirada aún.

— Siento ser tan babotas, conejito— comenzó disculpándose el peliturquesa—. No pretendía hacerte sentir mal en la salida, p-pero...

— No hace falta que te disculpes, Bon— le interrumpió el más bajito mientras soltaba un ligero suspiro—. No debí ponerme así, fue muy infantil...

— No, no, no te disculpes, tenías todo el derecho a enfadarte conmigo— se acercó más para tomar la mano del contrario—. Te prometí un paseo entre los dos y la regué al invitarlos con nosotros...

— Es que no es... solo eso— se elevó lo suficiente como para quedarse sentado, con la conejita entre sus manos, mirando triste al contrario—. Es que... ¿por qué me has evitado todo el día?

Aquella pregunta tomó desprevenido al moreno, quien se quedó con una expresión confusa y sin entender nada.

— ¿Qué?— solo pudo soltar aquel sinónimo—. P-Pero si he estado pendiente de ti todo el día, yo no te he evitado.

— Entonces responde, ¿cuántas veces nos hemos besado?— le acusaba con la mirada amenazando con llorar—. He estado todo el día tratando de darte un mísero besito y tú siempre te apartabas y ni tomabas la iniciativa— se volvió a tumbar dándole la espalda al peliturquesa, con cuidado de no hacerle daño a la conejita—. Era lo único que quería, pero parece que tú no quieres...

Sin darse cuenta, fue rápidamente puesto boca arriba y, sin verlo venir, sintió sus labios siendo presionados con algo más. Abrió los ojos desmesuradamente, percatándose de la situación en la que se hallaba. Bon estaba encima de él, con los ojos cerrados y ejerciendo la presión en sus labios con los suyos propios. El fuerte sonrojo posado en sus mejillas demostraba cuán sorprendido se encontraba, pero no se apartó, sino que intensificó aquel toque pasando sus pequeñas manos por la espalda del moreno, por debajo de sus brazos. El peliturquesa abrazaba al contrario por su estrecha cintura, elevándolo ligeramente del colchón y juntando sus torsos, logrando así un roce entre ellos muy satisfactorio, además de que el beso que llevaban a cabo entre ambos se hacía cada vez más placentero. Ligeros chapoteos escapaban de los labios de ambos moviéndose al mismo ritmo y, saboreando la boca del contrario, llegaban a sentir una inexplicable emoción que les impedía parar en ese momento, necesitaban seguir desesperadamente.

El calor estaba subiendo a sus cabezas, sobre todo a la del pelimorado, que no evitaba suspirar y jadear en medio de aquel intenso beso que le estaba brindando su amado novio, logrando así que se separaran muy pocos segundos para poder volver a respirar. Aquellas pequeñas pausas las aprovechaba el moreno, quien poco a poco iba deslizando su lengua por el labio inferior del más bajito, logrando que se estremeciera. En un movimiento involuntario, su mano morena se coló por su camiseta, acariciando su espalda blanca y perfectamente lisa, sin ninguna imperfección. Aquello hizo jadear de sorpresa al de ojos rojizos lo cual también hizo que abriera su boca finalmente, lo cual no dejó pasar el peliturquesa. Deslizó hábilmente su húmeda por los labios ya rojizos de su conejito, sin ser rechazado, encontrando la lengua contraria y danzando juntas. Sin duda aquel momento era mágico para ambos, no creían que pudiera haber un mejor acto que un beso de amor verdadero.

En cuanto se separaron, se soltaron a respirar agitados mientras los unía un fino hilo de saliva que al rato se desvaneció en el aire. En cuanto Bon le soltó la cintura, el pelimorado se desplomó en la cama mientras seguía intentando recuperar el aire perdido, acabando por tapar su rostro rojo con sus manos. ¿Qué demonios había sido eso? Nunca se había sentido tan... ¿cuál era la palabra que estaba buscando? ¿Abrumado, desorientado... excitado? No quería reconocer que se había sentido muy bien aquel beso, pero se sentía sumamente avergonzado, con el corazón palpitando fuertemente en su débil pecho agitado.

Por otro lado, el rostro del moreno no reflejaba más que satisfacción pura tras aquel delicioso beso compartido. Se relamió los labios lentamente, saboreando hasta el último rastro de saliva del contrario en su boca. Había sido glorioso, tal parece que el tiempo había logrado hacer que las ansias de volver a estar así de juntos hubieran transformado aquel beso en el más exquisito y placentero de su vida. Ahora que lo había vuelto a probar no iba a dejar que se le escapase nunca más.

— ¿Q-Qué fue eso...?— aquella pregunta salió suavemente de los labios rojos y temblorosos del más bajito, quien miraba a su pareja a través de sus deditos muy sonrojado.

— No sé tú, pero para mí ha sido el mejor beso que he recibido— no borraba su sonrisa aún estando encima del mayor en edad, acercándose nuevamente—. ¿A ti no te lo ha parecido?— le susurraba con las mejillas rojas, ganándose una miradita roja muy abochornada.

— N-No sé...— Bon adoraba ver el rostro avergonzado de su conejito, era lo más adorable del mundo después de su linda sonrisa cuando come dulces—. M-Me siento raro... C-Creo que me apetece o-otro besito...

— Eso no hace falta que me lo pidas de nuevo— rozaba sus labios lentamente—. Te prometo que a partir de ahora no habrá día en que nos falten besos, conejito~.

Volvieron a juntar sus bocas de forma dulce y cariñosa. Bonnie abrazaba el cuello del moreno con ambos brazos, entregándose completamente a su maestro, mientras que Bon abrazaba su cintura delicadamente, saboreando los labios de su pareja con alta destreza. No habían cambiado su posición, pues el peliturquesa seguía encima de su conejito, juntando sus cuerpos de forma involuntaria. Tan ensimismado que estaban besuqueándose entre ellos, chupeteando sus labios lentamente, que ninguno era consciente de que soltaban leves jadeos entre las pequeñas pausas que creaban para tomar aire. Hubo un momento en el que el moreno se percató de los suaves gemiditos que su novio soltaba, con los ojos cerrados y las mejillas rojas como tomates, causando su misma reacción.

— Qué lindo te ves así, mi amor...— se había separado ligeramente para poder acariciar una de sus mejillas, observando los orbes brillantes del contrario que agarraba su mano algo tembloroso—. ¿Estás bien?

— S-Sí...— suspiró aún algo agitado, le había gustado mucho aquel beso, tocaba sus labios con sus dedos—. B-Bon, ¿n-no crees que nos pasamos... un poquito?

— Mientras no me deis nietos de momento vais bien— sin darse cuenta, ambos se giraron hacia la puerta siendo observados por el padre del peliturquesa—. Mira que eres despistado, Bon, podrías haber cerrado la puerta al menos.

— ¡P-Papá, por Dios, ahora no!— se levantaba ligeramente sobre el cuerpo de su novio el moreno ruborizado, mientras que el pelimorado se tapaba el rostro totalmente avergonzado.

— Ya, ya sé cuando sobro, pero si no vais a ayudarme con la cena por andar de mimosos, haced el favor de usar protección.

— N-No íbamos a hacer nada, papá, no empieces— lleno de vergüenza, Bon se levantó de la cama para seguir a su padre tratando de explicarse.

— ...— Bonnie se sentó lentamente en su sitio, aún sin apartar la mirada de la puerta aún abierta, escuchando de fondo las quejas de su novio desde el primer piso— Hum...— se llevó un par de dedos a sus labios, sintiendo lo húmedos e hinchados que estaban, sabiendo que estaban rojos sin verlo—. ¿A-A qué se refirió con protección...?

Aquella pregunta lo dejó con varias dudas.

————————————————

Día 2: Beso

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro