METROPÓLITAN
METROPÓLITAN
Escrito por @AiramDrew
Me gustaba mirarlo después de hacer el amor.
Sus largas pestañas, su fea nariz... esa barba de tres días y esas ojeras de cansancio que me derriten.
Solía apreciarlo durante horas mientras dormía, recorriendo con mi dedo índice su pecho, haciendo énfasis en sus clavículas. Observaba su hermoso cabello negro como la noche, su piel trigueña, sus pequeños labios rosas que yo añoraba besar cada vez que los miraba, pero que por la seguridad de ambos debía evitar.
De pronto él despertaba y me miraba con esos ojos color miel que alegres inspiraban confianza, y molestos miedo.
Sonreía y yo también.
Él detestaba que lo mirara dormir, pero era mi pasatiempo favorito.
Me obligaba a no mirarlo, y yo le hacía creer que dormitaba, hasta que escuchaba que le regresaba el sueño y lo observaba otra vez, repitiendo las acciones con una costumbre de años de amorío que la confianza me había permitido darme.
Me gustaba creer que él era mío y yo era suya, que él muy, muy dentro de sí me amaba tanto como yo lo hacía, y me permitía olvidarme de que afuera de esa habitación de hotel había un mundo.
Daban las 9, su esposa lo espera para cenar y debe volver.
Se vestía lento, aunque al desvestirnos siempre lo hacemos juntos; recoge sus pertenencias y deja dinero en el tocador: "Regresa a casa con eso" me dice inexpresivo y sin mirarme, sin el calor con el que me promete el cielo antes de quitarme el sostén.
Da media vuelta y se va.
Me deja vulnerable, pensando en lo mucho que me gustaría ser yo quien lo espera en casa, a quien él lleva en el corazón. Por ahora, me conformo con verlo cuando puede, darle placer y mirarlo satisfactoriamente dormir después de hacer el amor.
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