Capítulo 56
Taehyung no volvió a hablar en todo el trayecto, solo conducía silenciosamente. En ese momento, había un breve mensaje de texto que había hecho sonar su celular. El teléfono estaba al alcance de su mano y Taehyung abrió el buzón mientras alternaba la mirada. Suspiró, y miró discretamente a Jungkook, que se encontraba observando con atención por la ventana...
El mensaje de texto era de Yoongi.
«No volveré al jardín de té hasta que encuentre la médula ósea adecuada. Por favor, cuida mucho a mi pequeño Jungkook».
Taehyung eliminó el mensaje y arrojó el teléfono al asiento trasero. Estaba molesto en su corazón y sus emociones se encontraban en un constante y desequilibrado cambio. Odiaba el tono tan condescendiente de Yoongi, como si todavía fueran un par de amantes afectuosos. Taehyung se sentía raro siempre que le hablaba. ¿De verdad le había pedido que cuidara de Jungkook? Sin embargo, Taehyung, también era consciente de algunos puntos. Dijo que no iba a volver.
Taehyung se rio. De todas maneras, ya no iban a estar allí.
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El auto se estacionó en el jardín de té, Taehyung abrió la puerta y extendió los brazos para sostener a Jungkook.
—No te muevas sin mí, o seguramente los perros van a tirarte.
Jungkook se sentía mucho más aturdido que antes, sus hombros y sus clavículas se veían huesudas. Había grandes manchas rojas surcando desde su cuello hasta sus axilas y su espalda. El viento del exterior todavía estaba un poco frío, y Jungkook no pudo evitar toser desesperadamente contra el pecho de Taehyung.
—¿Tienes frío? —Taehyung lo condujo hasta la cerca de seguridad y permitió que Jungkook extendiera la mano y usara su huella dactilar para abrirla. Advirtió el susurro del viento y dijo—: Estas bajas temperaturas vienen a decir que la primavera se acerca.
Una vez adentro, Taehyung llevó a Jungkook a sentarse en el sofá. Le extendió las piernas para poder ponerle un par de zapatillas de algodón:—¿Quieres ver la televisión? Iré a poner el humidificador y también encenderé el aire caliente, ¿está bien?
Jungkook asintió rápidamente, esperando encontrarse con ese par de ojos marrones como la tierra. Jungkook extendió las manos y acarició suavemente el cabello de Taehyung. Era igual a... Tocar un perro grande. Taehyung se agachó, después sonrió y tomó la mano de Jungkook para besarle lentamente entre los dedos. Se levantó y se inclinó para besar también su mejilla.
—¿Por qué eres tan hermoso?
El rostro de Jungkook estaba visiblemente enrojecido. Un poco avergonzado, recorrió sus orejas con los dedos y murmuró:
—Tú... Pareces un perro.
—¡Voy a morderte!
Taehyung lanzó un gruñidito y se rió. Jungkook lo hizo también.
—Vuelve a tus cosas, anda.
Se dio cuenta inmediatamente del ceño fruncido del doctor y de que parecía, otra vez, estar a punto de llorar. Jungkook no pudo soportarlo. Taehyung sacudió la cabeza, como si intentara eliminar de ella algún tipo de pensamiento feo. Dijo:
—Te voy a conseguir algo de comida.
Jungkook sostuvo una almohada y lo miró:
—Cuando vayamos a Seúl. ¿Qué pasará con el jazmín del jardín?
Taehyung se dirigió a la cocina y su voz apenas se escuchó:
—A parte de ti, no pienso demasiado en lo demás.
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Jungkook le contó a Taehyung que, durante su examen de ingreso a la universidad, su madre había descubierto su relación con Yoongi. En los segundos siguientes a eso, la mujer que consideraba la más gentil del planeta, tomó la escoba y lo golpeó con fuerza. Yoongi estiró sus brazos y bloqueó los golpes diciendo:
—Tía, por favor no lo golpees.
Aquellas palabras no detuvieron el dolor ni la ira de su madre. Luego, ese hombre se aproximó al oído de Jungkook y dijo algo difícil de olvidar:
«No tengas miedo, estoy aquí»
Así que, el cerebro de Jungkook puede hacer que nunca perdone a Yoongi, pero no hay nada que se pueda hacer para cortar todos los recuerdos y el infinito afecto que tenía todavía en el fondo de su corazón. Esto era demasiado injusto para Taehyung.
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Se agachó en el templo y quemó dos hojas de papel moneda para sus ancestros. Aplastó cada papel amarillo en el fuego, y sus dedos temblaron incontrolablemente. Yoongi parecía haber perdido diez años de vida en un instante, sus mejillas estaban delgadas y no podía encontrar alivio para el intenso calor que le hervía desde dentro.
La cara de Yoogni fue alumbrada por el fuego. Hablaba en voz baja, como si tuviera miedo de molestar a los muertos subterráneos:
—Tío y tía, escuchen, yo... —Su voz se detuvo, y su garganta se quedó seca—: Sé que en este punto estoy lejos de tener su perdón, pero...
«Mantente alejado de él, ve que tenga una vida mejor, deja que ingrese en una buena facultad de medicina, deja que tenga novia, deja que sea médico. No lo vuelvas miserable, le dijeron. No lo hagas infeliz».
Después de ese recuerdo, Yoongi se sentía un poco indigno. Tal vez estaba actuando de manera egoísta pero cuando Yoongi se dio cuenta de que el papel moneda que compró se estaba consumiendo, regresó lentamente la mirada al cielo. Le rogó a Dios y cerró los ojos:
—Tíos, sé que quieren ver a su hijo... Pero, por favor, no lo hagan tan pronto. No se lo lleven...
Gente, me vacunaron el viernes, les juro que siento que se me va caer el brazo.
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