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Capítulo 42


Canción en multimedia: 

Josh A & Jake Hill - WORST MISTAKES


Estoy cansada. Me duelen los ojos y cuando duermo solo veo trabajo. Eso si consideramos las pocas horas que duermo. ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué estoy soportando esto? Todo lo que quería era cambiar un poco la situación de la empresa y no me arrepiento de lo que hice. Solo estoy aquí a la fuerza. Disfrutaba mi empleo pero ahora se ha convertido en la pesadilla.

No es solo eso. Cada día después del trabajo, cuando me quedo mas tiempo que las demás debido a las tareas sin completar siento como que alguien me observa. A veces creo que es mi imaginación, pero otras veces logro ver una sombra. Por un momento mi mente loca imagina que es Daniel el que me observa y que en el fondo se preocupa, pero sé que no lo hace. Encontrarse conmigo en el ascensor por la mañana es una desgracia para él.

Y aunque ahora la situación de las mujeres en la empresa ha cambiado, tanto al punto de que Carolina está siendo evaluada para otro puesto, la situación para mí sigue siendo la misma a causa del error que cometí. Y eso es injusto.

Cometí un error, pero lo hice por algo bueno.

Ya estoy hasta las narices. Está siendo injusto conmigo cuando es obvio que algo en él cambió. Y sé que le gusta el cambio. Si no fuera así, no estaría haciendo esto por las demás. Quiere aplastarme, hacerme besar el suelo y pedir perdón. Me quiere hundir. Y no tiene idea de cuánto me duele porque hacia él yo siento todo lo contrario.

—Esto ya es demasiado...

Me pongo de pie. Me tiemblan hasta las manos por la falta de sueño. Mi puesto en informática es el único hueco oscuro comparado con el resto, que ahora brilla por la luz.

—¿A donde vas? —pregunta Carolina mientras Aura me mira con curiosidad.

—Voy al baño. Ya vuelvo—trato de decir, y salgo de ahí tan rápido como puedo.

Las suelas de mis zapatos podrían fácilmente estar dejando marcas en el suelo por la ira que desprende. ¡No me quiere aquí, pero me obliga a quedarme para tratarme mal! ¡Si tanto quiere que le pague su cochina deuda podría hacerlo en otra parte! ¡Después de todo, lo único que le importa es el dinero!

Cuando llego frente a su puerta Jennifer me mira mientras mordisquea un lápiz.

—Uy, ¿de donde vienes? ¿Del loquero?

La ignoro. Incluso cuando traté de cambiar la situación de ella me trata de ese modo. Algunas personas pueden ser realmente desagradecidas.

Abro la puerta de un golpe y Jennifer palidece. Daniel se revuelve el cabello con desesperación mientras mira su escritorio, pero cuando entro alza la mirada.

—Lorena...

—¿Por qué? ¡Ya me disculpé! —le grito mientras cierro la puerta de un golpe. No quiero que la chismosa de Jennifer entre—. ¡Si quieres que pague tu deuda puedo hacerlo en otra parte!

Me tiemblan las piernas y las manos por la rabia. Sé que no me veo nada bien, pero ya no me importa. Solo quiero entender.

No dice nada. Me mira con miedo por alguna razón. Pero ya me cansé.

—¡¿Eso es lo que quieres?! ¡¿Qué me arrodille y te diga que lo siento?! ¡Pues no!  ¡Porque eres un machista, descarado, arrogante...!

—Lorena...

—¡Insensible, malagradecido y un imbécil!

Creo que mi último grito pudo haberlo escuchado toda la oficina.

Daniel se pone de pie. Aprieto los puños a los costados y me quedo mirando un punto en el suelo, agitada. Ya tuve suficiente.

—¿Qué? ¿Me vas a volver a castigar? —me río. Se pone de pie frente a mí, tanto que puedo sentir su cálida presencia y ver sus zapatos. Creo que quiero llorar—. Adelante. Pero no me arrepiento de nada.

Me sujeta del brazo con tanta rapidez que me asusta y me hace levantar la mirada. Está molesto. Pero contrario a lo que pensé, pone una mano en mi frente.

¿Qué diablos está haciendo?

—Tienes fiebre—murmura.

¿Qué carajos?

—¡No me toques! —me suelto de él. Me arden los ojos—¡¿Por qué no dices nada?! ¡¿Por qué no admites que te caemos bien?! ¡Si me odias a mí, ¿por qué no admites al menos que ellas si te agradan?!

No dice nada. Es un cobarde, eso es lo que es. Por eso me duele quererlo tanto y no sé como detener eso.

Debería irme. Ya no tiene sentido.

—No te odio... —le oigo murmurar cuando me doy la vuelta para irme.

Si lo hace. Todos los días.


Cuando regreso a informática parezco un zombi viviente, pero las chicas están acostumbradas a verme así últimamente. Casi no he tenido tiempo para mí misma.

—Lorena—me llama Santiago cuando voy entrando.

—¿Qué quieres? —le pregunto, ofuscada.

—Vete a casa.

¿Qué? Me río con cinismo. 

—¿Y como por qué? No me digas, ya te cansaste de mí y lograste mi despido.

—No—me está mirando raro—. Son órdenes de arriba. Vete a descansar.

Daniel.

—¿Órdenes de quién? ¿De Daniel? —me río. Todos en informática me miran raro. Ya no me importa llamar la atención—. ¡Yo no sigo órdenes de ese imbécil!

—Lore —comienza Valeria—, si Daniel te vio tan mal como te vemos nosotras tal vez-

—¡No! ¡Ya estoy cansada de que todos los hombres de la empresa me miren y se burlen de mí en silencio!

Santiago le da una mirada a Cruz y éste asiente en su dirección mientras corre hacia otro lado.

—Tienes que irte—me dice—. Es una orden.

—¡Métete tu orden por donde te quepa! ¡Me duele el trasero por esa estúpida silla, las manos me tiemblan todo el tiempo y casi no puedo dormir! ¡No me vengan a decir que ahora me tienen lástima!

La puerta de informática se abre de un estruendo. Es Daniel, y no está para nada contento.

—¡Ay, miren quien llegó! ¡El papá de los pollitos!

Daniel se acerca a grandes pasos y me mira, furioso.

—¡¿Qué crees que haces?! —me grita.

—Callarle la boca a cretinos como tú —farfullo.

Su expresión de furia se desvanece y comienza a verse derrotado. Pone su mano en mi mejilla y ni siquiera sé por qué lo dejo. Estoy cansada.

—Estás hirviendo en fiebre, Lorena—murmura—. Tienes que ir a casa.

Cierro los ojos con fuerza para no llorar. ¿Por qué tiene este poder sobre mí? Es el único que logra convencerme de algo, sin embargo lucho contra eso. Se sentirá de nuevo con poder para hacerme sentir mal.

—N-no.

Su mano sobre mi mejilla es cálida. ¿A qué está jugando?

—Tengo el número de tu madre en tu expediente. No me hagas llamarla.

No puedo evitar llorar. ¿Ahora me trata como a una niña pequeña? Que patético. Sobre todo porque sé que mi madre si llegaría a extremos para hacerme volver si me ve en este estado. Puede ser muy escandalosa cuando quiere.

Mientras limpia mis lágrimas con su pulgar, lo oigo hablar con alguien más.

—Reparte las tareas de Lorena del resto del día. Ella se va conmigo.

—E-Está bien... —contesta Santiago, algo perturbado.

A duras penas soy consciente de cómo Daniel me lleva de la mano fuera de informática. Solo veo el piso pasar con rapidez bajo mis pies.

Ya no entiendo nada.


💌

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Yo tampoco.

¡Lamento no haber actualizado ayer! Pero estaba enferma :( de hecho sigo enferma, pero ya estoy un poco mejor. Si me siento inspirada publico esta noche otra vez, y si no ya mañana. Y si tienen tristeza de despedirse de Lorena y de Daniel, ¡no estén tristes! Que en la historia de Valeria volveremos a verlos ;)

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