Capítulo 24
Hay algo que me preocupa últimamente y tengo la sensación de que Daniel comienza a compartir esa preocupación. Aunque me pidió que lo esperara al final del trabajo, no me ha dirigido la palabra. No quiso irse en ningún tipo de transporte sino que simplemente quiere ir por ahí, caminando sin un rumbo fijo. Su mirada está perdida en el horizonte, camina con las manos en los bolsillos y parece demasiado concentrado en algo.
—¿Daniel?
Quiero preguntarle si pasó algo allá adentro cuando estaban todos ellos reunidos. Estaban acorralando a Daniel, como si estuvieran molestos con él. Esa imagen me sacó de base mas que cualquier otra cosa. Creí que todos los hombres en la empresa admiraban a Daniel.
—Es tu culpa—murmura.
Freno de golpe. Él frena conmigo, mirándome trastornado. No se ve molesto ni furioso, se ve... ¿desconsolado?
—¿Qué?
—Esos hombres estaban molestos por tu culpa, Lorena —me recrimina.
—¿Y yo que hice? —me pongo las manos en la cintura, molesta.
—Te hiciste valer, les callaste la boca y eso los hizo enojar—comenta—. Incluso hasta yo llegué a molestarme. ¿Quien te creías que eras para hacer eso?
Agacho la mirada, confundida. ¿A donde quiere llegar? Solo estaba haciendo mi trabajo. ¿Ahora que se supone que hice mal? ¿Tal vez lo metí en problemas con el resto de los empresarios? ¿Es eso? ¿Por eso está tan raro? No lo entiendo, ¿por qué me preocupa tanto lo que él pueda pensar de mí? Me importa mucho. Tengo miedo, siento que la situación se me puede salir de las manos en cualquier momento.
Si me enamoro de él, seguir con el reto va a ser mas difícil. No quiero lastimarlo. No quiero. Ahora los empresarios se han puesto contra él y es culpa mía.
Pero era lo que tenía que hacer, comencé con todo esto para cambiar la realidad en la que vivimos. Daniel está atrapado en la imagen de un hombre de negocios que no puede permitirse la libertad, y yo estoy luchando contra corriente, buscando alcanzar algo que al final ni se si voy a conseguir.
Daniel podría terminar odiándome por jugar con algo tan sagrado como la imagen de su autor favorito.
—Tenía que hacerlo. Lamento si eso los hizo enojar.
—Sí, me hizo enojar. Pero ya no—comenta—. Agradezco que lo hayas hecho.
Alzo la mirada, sintiendo mi corazón acelerarse. ¡Ahh! ¡¿Por qué reacciono de esta forma?!
—¿Entonces estás molesto conmigo o no? —me cruzo de brazos—. Lo siento, pero ya sabes lo que pienso del tema.
—Lo sé.
Ruedo los ojos. Siempre dice que lo sabe, pero nunca hace nada al respecto.
—Tengo que irme de viaje por dos días. ¿Puedes encargarte de mantener mi oficina decente? No me gusta a las aseadoras por ahí, me dan desconfianza —dice.
Abro la boca, indignada y triste en partes iguales. Primero porque: ¿me sigue considerando un simple instrumento que utiliza cuando necesita que alguien limpie su oficina? Y segundo porque: ¿se va? ¿No voy a verlo?
No quiero que te vayas.
—Daniel...
No te vayas.
—No me malentiendas. Te lo pido como un favor.
¿De verdad tiene que irse?
—Está bien. ¡Pero que sepas que esta te la voy a cobrar!
—¿Ah sí? —alza una ceja, sonriendo—. Me gustaría saber cuáles serían sus exigencias, señorita Narváez.
—No sé—miro hacia el cielo oscuro y pienso. Me gustaría hacer algo diferente, solo sé que me gustaría pasar tiempo especial con él—. ¿Que salgamos juntos a algún lado cuando vuelvas?
Se queda quieto, mirándome fijamente. Parece estar analizando algo con mucho cuidado dentro de su cabeza. Agacha la mirada como un niño inseguro, me dan ganas de abrazarlo y consentirlo hasta que vuelva a sonreír. ¿Esto está mal? ¿Qué está pasando conmigo?
—Así será—se acerca, y murmura en mi oído—. Es una cita entonces, señorita Narváez.
¿Una cita?
—¡¿Una cita?!
—¡Shhhh! —le tapo la boca a Valeria con las manos—. ¡Puede que estuviera confundido! A lo mejor se refería a una salida de amigos.
—Ay Lore, ¡eso no te lo crees ni tú! ¡El jefecito está enamorado de ti!
—No lo creo—murmuro con tristeza.
—Wow, ¿y eso... te molesta? ¿Te molestaría que él no te quiera?
—Sí. No. No lo sé —suspiro con fuerza, escondiendo el rostro entre mis manos—. ¡Ni yo misma me entiendo!
Valeria me pone una mano en el hombro, comprensiva. En estos momentos la admiro, tan tranquila de todo y sin necesidad de preocuparse por nada en especial.
—Lo quieres.
—Eso no es posible.
—¿Por qué?
—¡Porque soy su secretaria! Además si me sigo involucrando con él puedo terminar haciéndole mucho daño por lo del reto.
No quiero lastimarlo. No soportaría verlo triste, menos por mi culpa. No quiero que me mire con decepción. Me importa mucho su opinión, si esta feliz o triste, si está animado o melancólico, sea lo que sea... solo quiero que sonría.
—Mejor voy a limpiar su oficina—murmuro con tristeza—. Si Juan David nos ve tendrás problemas.
—¿Tú no? Ah, es cierto—se ríe—. Daniel te defendería.
Suspiro con melancolía. Extraño verlo, extraño servirle el café y hablar con él, incluso verlo aunque me ignorara. Venir al trabajo es aun mas triste y difícil de soportar con él lejos. Juan David está a cargo, y debido a que se puso contra nosotras de nuevo está siendo aún mas duro. Nos quitó los descansos de media mañana, les prohibió a las chicas de informática salir de allí y puso a algunas otras a barrer. Por eso Valeria tiene una escoba en la mano mientras habla conmigo.
Me despido de Valeria y entro a la oficina con aire apesadumbrado. A mi lado va pasando Juan David que guarda algo en su bolsillo.
—¿Qué mira? —pregunta con rudeza.
Niego con la cabeza sin decir nada. Daniel está lejos, estoy melancólica y no tengo ganas de pelear con él. Simplemente dejo que se vaya y pongo los implementos de aseo a un lado. Su esencia está por todas partes, puedo sentirlo. Solo quiero que regrese pronto, me gustaría llamarlo, ¿pero sería muy atrevido de mi parte? Él me pone mas nerviosa de lo que me gustaría describir.
Comienzo con mi labor: organizo los libros que tiene de Hernández en su estante, relleno el minibar, hago el aseo general y organizo el escritorio. Que raro, los cajones están todos medio abiertos y desorganizados. ¿Daniel habrá dejado esto así cuando se fue? Él es bastante ordenado. Voy a jalarlo de una oreja cuando regrese.
Organizo los cajones por encima, no quiero tocar mucho sus cosas. Cierro uno por uno, hasta que veo el cajón que normalmente está cerrado. Ahora está medio abierto. Me pica la curiosidad, ¿siempre está cerrado porque sí o hay una razón detrás? Como sea, debería conseguir una llave nueva para esto. Me agacho y trato de cerrarlo pero está algo atorado. Lo jalo de adelante hacia atrás para tratar de desatorarlo, y termina abriéndose.
Mi corazón cae en picada, llenándose de preguntas.
¿Por qué?
Mi mente no lo procesa.
¿Por qué tiene esto? ¿Para protegerse? ¿O tal vez quiere hacerle daño a alguien? Además hay una foto de una chica de cabello pelinegro y liso hasta la cintura. Es muy bonita. Si hay un arma aquí junto con una foto, entonces...
No, Daniel es un buen hombre. Él no le haría daño a nadie.
No lo haría.
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