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Capítulo IV: Llegar a tiempo.. ¿para la fiesta o la tragedia?

De regreso en la fiesta, Valerien decidió hacer su propia movida, así que agarró un vaso de bebida de la mesa junto a ella, y se lo lanzó a Duncan. En el otro lado del gimnasio, Diego se encontraba susurrando cosas hermosas al oído de Dalia, y poco a poco se iban apegando. El aliento suave y la respiración caliente caían sobre el cuello de Dalia, sobre sus labios, hasta fundirse apasionadamente. Dalia sujeta a Diego, acariciando su sedoso cabello negro. La sangre de Dalia ardía.

- ¿Sabes?, tengo un lugar donde podríamos estar solos - sugiere el chico, sin detenerse.

- ¿Y para que podría ser? – responde ella con una sonrisa seductora.

- Pues...tú dime – retó, volviendo a besarla.

- Dame un momento - le dice, interrumpiendo el beso -. Debo ir al baño. Nos vemos fuera del gimnasio.

- Por supuesto – le responde con una sonrisa. Luego ambos se van en direcciones opuestas.

Dalia se apresura en llegar al baño, pero justo en la entrada, se topa bruscamente con Maian.

- Fíjate por donde vas pobretona – le dice ella, haciendo un gesto despectivo con la mano.

- Pobretona, pero mejor clase – contesta Dalia, desafiante.

- Pues a lo menos yo tengo con que conquistar a quien sea.

- Por favor, cualquiera cae con dinero y cirugías.

- Solo digo... te vi con Diego, y el solo busca a chicas fáciles como tú, nueva - anuncia provocando a Dalia.

- ¿Sabes? para ser nueva, ya he oído muchos rumores – respondió cambiando el peso de un pie al otro, y dejado una postura desafiante -. Es una escuela bastante pequeña, pero eso ya lo sabes. Y sé que él era tu novio, pero te dejo mmh... por perra.

- No por perra, por buena persona, demasiado buena para él - dijo alzando la voz -. Pero busca chicas fáciles. Después de todo ¿Cómo iba a encontrar algo mejor que yo? – se mofó cambiando su postura, dispuesta a pelear.

- ¿Qué pasa aquí? – pregunta Valerien interrumpiendo la escena.

- Nada – el gesto y la postura de antes fueron reemplazadas por una amplia sonrisa y un pequeño gesto a modo de saludo -. Solo estaba hablando con mi compañera.

- Si, solo hablábamos... mejor me voy – dice Maian retirándose del lugar.

- ¿en serio estas bien?

- Si, eh... ¿quien eres?– cuestiona aún con una sonrisa.

- Soy Valerien y tu Dalia.

- Wow, tan poco tiempo y ya se sabe mi nombre.

- No te preocupes, en las escuelas son así pero no hay que darles importancia.

- Tienes mucha razón, y además eres simpática.

- Igualmente. ¿Por qué no regresamos al gimnasio?

- Pues... tengo otros planes.

- Pues para la otra. Em...estoy buscando a mi compañero Alexeler, se marchó hace un rato y estaba bastante agitado.

- ¿Alex ya había llegado?

- Lo conoces.

- Si, somos como uña y mugre, bueno no tan así, de hecho nos conocemos desde hace poco, pero eso da igual. ¿Dices que se fue?

- Pues sí, Duncan le dijo muchas cosas, y creo que lo lastimó - dijo con gesto afectado.

- Cuéntame más.

Minutos después, una figura entró desenfrenada al salón. La sangre que antes hervía por excitación, ahora hervía por la ira y deseos de venganza. Dalia busco velozmente al responsable de su furia, y cuando lo encontró se acercó ligera y peligrosa, como una serpiente a punto de atacar a un pobre desprevenido.

- ¿Qué tal? – saludó Duncan de forma seductora.

Dalia levantó su puño, y le asentó un golpe en el rostro. El impulso empujó al chico de espaldas, lanzándolo justo encima de la mesa de aperitivos, que se fue directo al suelo junto con él. Los demás presentes ya formaban un grupo en torno a la pareja.

Al percatase del bullicio, Treik dejó de bailar con Lexi y se dirigió al tumulto.

- ¿Que mierd...?

- Si vuelves a decir o hacer algo que pueda herir a Alex, toda esa hombría alfa que tanto presumes, desaparecerá en menos de lo que crees.

- ¿Quién te crees? – bramó Duncan levantándose del suelo e intentando desafiar a Dalia.

Treick decidió que era el momento de intervenir para defender a Dalia y terminar con la pelea, pero al ponerse entre los dos, Duncan lo sacó del camino. Lo que antes era una pequeña conmoción se convirtió rápidamente en una pelea, Treick se recuperó y regresó para atacar al chico. Se lanzó sobre de Duncan y comenzó a lanzar golpes con todas sus fuerzas. Duncan no se quedó atrás, la sangre caía al suelo manchando la pista de baile.

Mientras la pelea tenía lugar, Alex paseaba por los pasillos de la escuela, secando sus lágrimas. Avanzo hasta toparse con un reloj, este marcaba las 7:35.

- Uno, dos, tres cuatro... y cinco – contaba siguiendo los segundos.

Una idea cruzó su mente, y recordó una sala, que tenía el número 771, de la cual le dio sentido, 7 marcaba el horero, 7 marcaba el minutero, y 1 el segundero para marcar 5 segundos; y sin pensarlo dos veces se dirigió allí, con temor. El pasillo de la escuela no podía verse más tenebroso ese día, las luces parpadeaban, el silencio invadía todo el lugar, y el cuerpo de Alex temblaba.

Al estar frente a la puerta, ve escrito el número 771 y la frase "bodega del conserje" grabada en una placa. Al abrir la puerta sus ojos se abrieron impactados, sintió su alma salir y regresar a su cuerpo, no podía creer que estaba observando.

Tomas, su compañero, estaba muerto.

Su cuerpo yacía tirado en el suelo, y un pozo de sangre se expandía a su alrededor. Sus parpados se cerraban ensangrentados, y su piel estaba repleta de rasguños y mordidas de algún tipo de animal.

Alexeler, sobrepasado por la impresión, cae al suelo y se arrastra desesperado para salir de ahí. Corre por el pasillo por el que había llegado, nuevas lágrimas salían nublando su vista. Arrastrado por la desesperación buscó un lugar específico, donde halló lo que necesitaba. En la pared a unos pasos de él, se encontraba un timbre para emergencias en caso de incendios, en medio de tropezones llegó a él, y con las manos temblando, lo presiona.

La pelea y la fiesta se detuvieron al momento de oír la estruendosa alarma. Nadie se imaginaba lo que ocurría al interior de la escuela.

Con la alarma sonando a su alrededor, Alex retomó su huida, corrió hasta el final del pasillo, donde chocó de bruces contra algo, y cayó rendido al suelo.

- Alex, ¿estás bien? – preguntó una voz calma, acercándose a él, e intentando hacer que se relajara -. ¿Alex? háblame, Alex, ¡Alex....!

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Tras la muerte de Tomas, el tranquilo ambiente escolar había desaparecido. Al pasar los meses, los estudiantes comenzaron a olvidar el dolor causado por la pérdida de su compañero, sin embargo no todos pensaban así, como era el caso de Dalia, quien aseguraba que el alma de Tomas aún se percibía rondando en la escuela.

La PDI, y policías locales continuaban con la investigación del caso, ya que, a pesar de haber examinado el cadáver, y las claras heridas que recorrían el cuerpo del difunto, seguían sin poder determinar el origen de estas.

Lo extraño de las circunstancias creo una clara desconfianza, no solo en la policía, sino entre el alumnado. No había certeza si acaso otras personas o los propios estudiantes estaban involucrados, por lo que todas las semanas interrogaban a solas a un estudiante.

Y había llegado su turno.

Era una mañana húmeda, oscurecida por la neblina temprana que rodeaba la escuela. El silencio tomaba lugar desde que iniciaban las entrevistas hasta que concluían. Los pasillos se recorrían con calma y precaución, los salones cercanos al del accidente fueron cercados, y los alumnos habían llegado al silencioso acuerdo de evitar la zona, por respeto, temor o desagrado. De cualquier forma, los únicos lugares con gente y ruido eran la cancha, los salones de clase, y el piso de secretaría.

Tras la puerta del director se extendía una fila aguardando entrar. Al interior, un joven yacía sentado frente al gran escritorio.

Un sudor frío caía por la frente de Alexeler, sus manos temblaban, sus piernas se adormecían lentamente sobre el duro asiento, y tenía la terrible sospecha de que la daría una paraplejia en cualquier segundo.

- Entonces Alexeler, cuéntame que sabes acerca de lo que sucedió esa noche.

- Pues... solo abrí la puerta, y entonces vi a Tomas muer...- antes de poder acabar la frase, se vio interrumpido por las lágrimas que bajaban sin tregua por sus mejillas, ahogando sus palabras.

- ¿Por qué lloras, eran cercanos?

- No, pero era un compañero de curso.

- Pues no es necesario que llores tanto - aclaró el detective acomodando su corbata -. A menos que te sientas culpable.

Su mirada penetrante lo atravesaba. Desprecio, como si estuviera seguro de que aquel joven tembloroso frente a él, fuera en realidad un asesino a sangre fría. Pero su sonrisa conciliadora y sus manos firmemente entrelazadas sobre la mesa, incluso su tono de voz le aseguraban que solo quería charlar. Si como no.

- ¿Culpable, por...por qué debería? - preguntó apretando los puños sobre sus piernas -. ¿Cree que yo lo maté?

- Pues yo me pregunto, ¿no?, en medio de un baile escolar, con todos los alumnos en el gimnasio, muy lejos de la escena del crimen...- su voz pausaba a la perfección, justo en los momentos indicados. Se movía con elegancia, pero parecía relajado. ¿Qué pretendía en realidad? -. ¿Qué hacías merodeando justo en el pasillo donde fue hallado Tomas?

- No fui el... - Alex se detuvo para pensar mejor lo que diría. Declarar que se había encontrado con Jou, podría traerle problemas al chico. Eso es algo que debía aclarar con él, en privado.

- ¿No fuiste qué, Alex? - insistió.

- El asesino igual estaba allí, o eso creo - abrió las manos y las frotó contra su pantalón, estaban pegajosas -. Tal vez se fue antes de que yo llegara.

- Tal vez - coincidió, enderezándose en la silla -. Pero dime, ¿por qué quisiste abrir esa puerta en especial?

- Yo no sabía que había algo dentro - respondió presionando el reloj por encima del bolsillo -. Solo quise abrir esa puerta.

- ¿Y por qué estabas allí, Alex?

- Yo...

- Era tarde, de noche - el detective se levantó bruscamente de la silla y rodeó el escritorio que los separaban, hasta ponerse a su lado. Alex sintió el peso de su mano sobre su hombro, como si hubieran dejado caer un costal de harina sobre él -. Todos bailaban, me atrevo a decir que otros tantos bebían, es lo que los jóvenes hacen, ¿no?- una risa seca estremeció su espalda -. Pero dime...Alex, ¿Por qué tu no?

- Yo me marché de la fiesta Porque un compañero me había molestado - contestó bajando la cabeza.

- ¿Cuál es su nombre?

- Duncan.

- De acuerdo, es suficiente...-el apretón de deshizo, y sintió al detective alejarse a sus espaldas y regresar a su asiento.

Alex se apresuró a levantarse e intento no caer en el proceso. Solo al estar fuera del salón logró relajarse y respirar con normalidad.

- ...por hoy - se decía un hombre, frente al escritorio. Mientras oía entrar al siguiente estudiante.

La campana para entrar a clase sacó a Alex se su ensimismamiento. Antes de irse, echó una mirada atrás, era turno de Dalia.

- Puede sentarse - indicó el hombre.

- Claro, claro, muy amable gracias - saludó la chica mientras volteaba la silla y se lanzaba desordenada sobre ella -. Pero antes de que empiece con sus preguntas, respóndame algo - solicitó con una sonrisa -. Y es que aún no entiendo por qué soy yo una sospechosa.

- Pues, para empezar señorita Dalia, las entrevistas se realizan a cada estudiante, asistiese o no a la noche del baile - contestó en tono monótono -. Y luego, debemos considerar que usted de hecho asistió, además del hecho de ser una estudiante de ingreso reciente, es importante considerar las...

- Ah claro, por supuesto - interrumpió golpeando el escritorio con el puño -. Entonces así es como es. Llega una nueva, extraña y sexy estudiante, sucede un trágico accidente y ya está, primera sospechosa. Típico.- reclamó molesta.

- Para que quede en constancia, yo no dije nada sobre una extraña sexy...- aclaró claramente descolocado por la actitud confianzuda y desafiante de la chica.

- Pero quiso decirlo - insinuó, coqueta.

- Señorita, ¿podemos iniciar la entrevista?

- Oh, por favor, las cosas como son. Esto es un interrogatorio.

- Pues, muy bien, entonces - el detective se recompuso y agarró su pluma -. Comencemos.

- ¿Logró ver algo la noche del incidente, o...

- Pues como todos - cortó -. Oímos la alarma, muchos gritos. Luego gente entrando y saliendo. A la mañana siguiente nos explicaron que pasó - Dalia estiró los brazos y cambió de posición.

- ¿Algo que agregar?

- ¿Algo que agregar? ?- repitió con sorna -. Hace un mes se realizó unvelorio en la escuela, y algunos asistimos al funeral - dijo levantándose de la silla rápidamente, provocando que está casi cayera -. El chico murió, y el tiempo pasa, y ustedes se dedican a preguntar que vimos, ¿así de lentos pretenden descubrir quién lo hizo?

- Señorita, creo que ya es hora de que se retire - anunció el hombre señalando la puerta, mientras garabateaba su libreta.

- Pues gracias - se despidió irónica, cerrando de un portazo, ganándose la desaprobadora mirada de la secretaria.

El próximo en ser llamado fue Duncan, pero no había asistido a la escuela.

En los salones se percibía la sensación de indiferencia, como si nada sucediese, tanto ruido, pero nadie hablaba del tema, irónico, ya que al salir de la escuela, parecía ser el único tema a tratar.

¿Por qué sucedió?, ¿Por qué Tomas?, ¿Había hecho algo?, ¿Sucedería otra vez?, ¿Estaban en peligro?..¿Quién lo hizo?

Alexeler llevaba un largo rato sentado en el banco observando fijamente su cuaderno, mientras trazaba bosquejos del reloj en su bolsillo, evocando el día del asesinato.

"¿Pero qué sucedió en realidad?" Se preguntaba constantemente. "Quizá...quizá él se mató".

Algo crujía, cerca de él, alertándolo. Su trazo se salió de rumbo, dejando un marcado rayón que bajaba por la hoja. Al alzar el rostro observo una figura conocida, parada a un lado de la profesora.

Cuando se hubo dado cuenta, se apresuró a levantarse de la mesa. Tan rápido como pudo, entre temblores y ansia, se acercó a la figura que aún yacía de espaldas a él, e intentó alcanzar su hombro. Pero antes de que sus dedos rozaran su chaqueta, él chico se dio la vuelta.

- Hola - saludó Tomas, inexpresivo.

El terror atrapó a Alex velozmente, haciendo girar su cabeza, revolviendo su estómago. Una corriente fría y rasposa atravesó su pecho, lastimando su garganta cuando comenzaron los gritos.

Cuando el primer pavoroso gemido brotó de sus labios, Alex pudo levantarse por primera vez de su asiento. Aún sostenía fuertemente el lápiz.

- Joven Alexeler, si desea gritarle a alguien, le sugiero que vaya a la oficina del director - indicó la profesora desde el frente de la clase.

Esta vez no había nadie junto a ella.

Una oleada de risas llenó la confundida mente del chico, forzándolo a reaccionar.

Al salir del salón, la profesora le dedicó una mirada severa y preocupada.

Mientras caminaba hacia la oficina del director, sacó de su pantalón, el antiguo reloj, y nuevamente probó abrirlo, sin tener éxito.

- No se abre. Solía tener un mensaje, pero ahora ya no. ¿Qué tipo de reloj es este? – se cuestionaba irritado.

Desde el día en que se había topado con el extraño aparato, no dejaba de caer en complicadas situaciones, era demasiado, y ya estaba cansado. Por eso fue que se dirigió al primer basurero que encontró, y envolvió la pieza con un arrugado papel de cálculo que había tomado de entre la basura. Se propuso arrojarlo con el resto de los deshechos.

- Ya está - se dijo -. Esto acaba hoy.

- ¿Que se acaba hoy? - la repentina voz de la chica lo tomó por sorpresa, y como reflejo guardó el reloj en su bolsillo.

- Pues... - se da vuelta para descubrir de dónde provenía aquella voz tan familiar.

- Sin miedo soy solo mua'

- Dalia, pues el... engordar - Alex se dio una bofetada mental, mientras intentaba mostrar una expresión convincente.

- Engordar - repitió la chica, asegurándose de haber oído bien.

- Si, eh...estoy comenzando una dieta, porque, ya sabes estoy harto de todo esto - dijo señalándose con gesto vago - Es...y estaba tirando una golosina.

- Bueno, pero te pongas así.

- ¿Cómo así?- preguntó inseguro.

- Vamos, Alex, me doy cuenta de que estas bajo mucha presión por todo este asunto de Tomas - dijo posando suavemente una mano sobre su hombro -. No lo conocí como tú, así que no puedo aparentar estar tan afectada por esto. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti si quieres hablar.

- Gracias, Dalia – y sinceramente. Por primera vez en semanas, se permitió relajarse en serio, y sentir alivio.

- Es más, ¿por qué no vienes hoy a mi casa?- sugirió.

- ¿Lo dices en serio?

- Pues si- contestó con una sonrisa - Yo ya he ido a la tuya. Además, ¿Qué mejor manera de empezar que conocer la casa el otro?

- ¿Empezar que?- cuestionó curioso.

- Nuestra vida como mejores amigos - dijo como si nada -. Es obvio ¿no?

- Tu si vas al grano - dijo riéndose. Se sentía tan bien.

- Pues esta chica es directa, ¿entonces...?

- Si iré, luego de la escuela.

- Perfecto, entonces nos estamos viendo - se despidió.

Alex se quedó unos instantes viendo como la chica se marchaba. Luego retomó camino hacia la oficina del director. Había decidido olvidar lo sucedido, al menos por el resto del día.

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