Capítulo III: Conociéndonos entre alborotos
El rayo de luz acaparaba cada rincón de la habitación, Alex no podía distinguir su propio cuerpo, ni ninguna otra cosa. Pero no había temor, solo una extraña sensación que lo sobrecogía. Del centro del cuarto, una voz exclamo atronadora:
- ¡Cuidado con lo que sus ojos no ven!
Como un trueno, resonó en las mentes del joven, y como un susurro, se apagó, junto a ella la luz disminuyó hasta regresar al cuarto su común oscuridad, nuevamente la visión era escasa.
- Esto definitivamente fue obra del alcohol - afirmó Dalia, intentando darle explicación al fenómeno que habían presenciado.
- Pero yo no he tomado nada.
- Oye, si estas conmigo, compartes mi nivel de alucinación, y... ¿qué tienes allí? – lentamente se acercó a Alex. Al llegar a su lado agarró la mano del chico, que había mantenido tras su espalda.
- ¡Hey!- reclamó él. Claro que a ella no podía importarle menos, y decidió ignorarlo y concentrarse en el nuevo objeto.
- ¿Es un reloj de bolsillo?
Dalia arrastró al chico a la única ventana que tenía el lugar, allí pudo observar en detalle el artefacto. Reloj, definitivamente, de apariencia antigua, un color plateado, de 5 cm de diámetro; se escuchaba el tic tac como si se oyera una historia.
Tomó el reloj de la mano de Alex para verlo mejor, este era sujetado por una cadena de la misma tonalidad y, en la tapa principal, había un símbolo. Una estrella de 12 puntas y centellante blancura; la simplicidad del diseño era lo que más extrañaba a Dalia, sin embargo, ignoró este pensamiento y prefirió dejarlo estar.
Un ligero sonido, proveniente de las enormes agujas del reloj frente a ellos, logró finalmente sacarlos del ensimismamiento en el que se encontraban.
Dalia entonces se percató de la hora, alarmándose al notar que el reloj marcaba las 2 de la madrugada, por lo que rápidamente se marchó del cuarto y de la torre, sin siquiera despedirse de Alex.
Él, impresionado por el repentino abandono en el que Dalia lo había dejado, regresó su vista al reloj, que ahora yacía en el suelo. Dedico unos minutos a la pieza, e intento abrirla, pero no obtuvo ningún resultado. Minutos después decidió imitar a la chica e irse a casa, así que guardo el reloj en su bolsillo y descendió de la torre.
Algunos días después del extraño suceso, Alex se reunió con Max para realizar un proyecto escolar. Tras saludarse y disculparse, simulando como si nunca hubiera pasado nada entre ellos, emprendieron camino directo a la biblioteca regional.
- ¿Sabes que es lo que más odio?
- ¿Bañarte? – atajó Alex con tono burlón.
- No soy como vo'- respondió riendo y lanzando un golpe al hombro de su amigo - Pero no, es el hacer tarea.
- No seas llorón, es una tarea simple.
- Oh no me vengas con eso, tengo mejores cosas de las que preocuparme...- el tono de Max decayó notablemente, y no miro a Alex cuando hablo de nuevo -. Ni siquiera me hablas de las cosas que haces con esa chica.
- ¿Quién, Dalia?
- Si...Dalia – repitió en un tono más bajo -. Claro que me refiero a ella. ¿A dónde van?, ¿Qué cosas hacen que no puedas decirme?, ¿Estás en las drogas, ella te metió en eso?
- Tú sí que estás demente, te hable solo lo que ha ocurrido, no ha pasado nada más – fijando una mirada de total sinceridad -. Por qué no solo contemplamos el hermoso camino antes de llegar a la biblioteca –propuso intentando cambiar de tema.
Max detuvo su vista en el paisaje. Caminaban por un sendero de cerámica, a sus lados crecían muchas flores y árboles de diferentes tipos. El decorado camino era mejorado por una ligera brisa que soplaba sobre el rostro de los jóvenes, todo estaba predestinado a ser un buen día.
Max estaba decidido a seguir con la conversación que su amigo había interrumpido, pero una voz que gritaba energética corto sus planes. Desde una banca, una chica alzaba los brazos con energía. Era Dalia, usando un vestido rojo sobre las rodillas que inflo al descender de la banca. Sus tacones resonaron graciosamente y su pequeño bolso negro danzaba mientras ella se acercaba a ellos.
- Hola, chicos ¿cómo están?
- Bien, bien ¿Qué tal tú?
- Oh, ¿Max, verdad?, perdón pero se me van los nombres - señaló aun con entusiasmo -. Estoy muy bien en realidad. ¿Qué hay de ti, Alex?
- Súper, íbamos camino a la biblioteca.
- ¿En serio, por qué desaprovechar el día de esa forma?
- Son las 4 de la tarde.
- Desaprovechar la tarde de esta forma
- ¿Pues qué haces tú? – dijo Alex.
- Pues...
En ese instante, un joven apareció atravesando un grupo de arbustos y rápidamente se dirijo hacia Dalia.
- Treick, ¿qué haces aquí? – dice con un cambio brusco en su rostro, expresando una sonrisa asombrada y temerosa.
- Pues te estaba buscando, recuerda que tenemos que llegar temprano a casa hoy.
- No seas exagerado – dijo Dalia chaqueando la lengua.
- Sabes que tenemos cosas que hacer.
Alex pudo observar de cerca a Treick, tenía un aspecto deportivo y retador. En un costado de su short brillaba la imagen de un dragón, y su poco usual corte de cabello resaltaba por sobre los demás.
Treick, al notar como Alex lo observaba, decidió acercarse y tomar su mano.
- ¡Qué tal bro'!, mi nombre es Treick, y el tuyo es...
- ¿Alex?, Alex... ¡Alex! – respondió nervioso.
- Entonces, ¿irán a hacer ejercicios o qué? – comenta Treick, señalando a Alex y Max, ya que traían puesto el buzo de la escuela.
- No, pero si vamos con el uniforme nos dejaran tomar una sala privada para estudiar en la biblioteca – menciona Max.
- ¿Y no les da calor?, su buzo es bastante oscuro.
- Es lo que hay – responde Alex, alzando los hombros.
- Qué tal si mejor vamos a la casa de Alex, tiene muchas cosas?
- Espera que... - comenzando a cambiar la expresión de su rostro.
-Sin vergüenza chicos, y ese asunto que tienen puede esperar un poco más – observando a Treick, respondiendo a lo buena reacción al saludar a Alex.
Alex trasforma su expresión nerviosa por una enojada, mirando directamente a Max, sorprendido por la patudez que podía tener su amigo. Dalia dándose cuenta de la tensión, acepta ir con Treick, agarrando a los tres del brazo, caminan en la dirección opuesta de la que seguían Max y Alex.
- No sé hacia dónde voy, así que guíame – rió Dalia. Mientras caminan, Dalia toma a Alex del brazo, alejándolo un poco del grupo.
- ¿Qué hiciste con el reloj? - pregunta a su oído.
Esa pregunta despertó muchas interrogantes para Alex, ¿por qué la habitación se había iluminado de pronto?, ¿qué significa ese reloj y de donde había aparecido?, pero la pregunta superior a todas era, ¿podía confiar realmente en Dalia?, después de todo, desde que la había conocido solo había estado envuelto en líos y situaciones en las que nunca entraría el solo.
Un nuevo tirón en su brazo lo saco de sus pensamientos.
- Lo deje en la torre...
- ¡Qué lo dejaste! – dijo Dalia enojada -. ¿Pero, como pudiste dejarlo?
- ¿Qué pasa? –Treick se acercó intentando bajar los niveles de tensión que Dalia había instaurado.
- Okey, no te enojes, solo es un tonto reloj.
- Ahora mismo me ayudaras a encontrarlo – Alex empezaba a cansarse de ser arrastrado, pero la chica lo jalaba sin dar tregua. Un poco más atrás, Max continuaba metiendo conversación a Treick, sin darse cuenta de la retirada de chicos.
Alex movía los pies llevado por el impulso de Dalia, pero sus ojos permanecían en el suelo, culpables.
- ¡Chicos, hey chicos esperen! No hay necesidad de correr - exclamó Max, percatándose de lo lejos que estaban, intentando alcanzar a ambos en su carrerilla.
Un fuerte sonido interrumpió su camino y detuvo a la pareja. Retumbando amenazadora una explosión se elevó por detrás de los árboles.
Los chicos permanecían inmóviles, mirándose uno al otro confundidos. Muchas personas comenzaron a pasar a su lado corriendo, huyendo de la dirección de la explosión. Gente desesperada levantaba a sus hijos, jóvenes y adultos sujetas a sus bicicletas y patines, andaban o simplemente corría lejos del peligro dejando sus vehículos de trasporte. Impulsados por una nueva curiosidad, los jóvenes se movieron con lentitud, con dirección al humo.
Poco después los chicos habían llegado al centro del parque, frente a ellos se elevaba una nube de humo y ceniza.
- ¿Qué está pasando por la mierda?
- Que sincera.
- Sincera de que.
- Nada.
- ¡Que nada!
- ¿En serio pelearemos por esto, o iremos a ver qué sucedió aquí?
- Si no fuera muy curiosa me iría – repuso Dalia, sonriendo misteriosamente.
Max y Treick seguían sin aparecer, y ellos no podían creer lo que pasaba, la torre del reloj yacía en escombros, todo estaba destruido, el humo que salía de la base atraía la desesperación, y la energía del lugar aclamaba una guerra perdida. Dalia miro a Alex, furiosa.
- Bien hecho, Alex.
Alex observó cómo nuevamente, Dalia se marchaba, esta vez fue tras ella. Pero antes de dar dos pasos, se detuvo. Un ave piaba desesperada en dirección opuesta. Sin detenerse a pensar, Alex cambió su rumbo hacia el sonido.
Los árboles, una vez preciosos portadores de paz, ahora se presentaban frente a él como oscuros agentes, inclinándose y retorciéndose como en un bosque encantado, apagado y siniestro. Un nuevo alarido del ave resonó en el lugar y luego, el silencio reinó el parque.
Alexeler, perturbado, se dio media vuelta para salir del bosque; quizá el ave no lo había logrado, o tal vez logro reponerse y alejarse del peligro, debía hacer lo mismo, pero no sabía que era demasiado tarde para él.
Camino y camino, buscando el sendero que lo había llevado hasta allí, pero alguien detuvo su huida. Desde unos arbustos tres sujetos encapuchados aparecieron amenazadores, el más alto de ellos lo empujo contra el suelo de un manotazo. Otro hombre, de largo cabello, comenzó a lanzarle patadas por todo el cuerpo, escupiendo sobre él en el proceso y, el más bajo de los 3, se acercó sigiloso, con una expresión imperturbable.
Empezó a rebuscar algo en su bolsillo, pero antes de poder enseñarlo otros dos encapuchados salieron de entre los arbustos y con una poderosa patada, arrojó al hombrecillo al suelo.
Alex intentaba mantenerse consiente a pesar del dolor, pero no lograba moverse a causa de las heridas. Sus atacantes parecieron notarlo, y aprovecharon la oportunidad para acabar con su misión. Con rapidez se lanzaron a los arboles arrancaron las ramas más sólidas que pudieron hallar, el sonido crujiente del quebradizo tronco retumbo vibrante en los oídos del joven herido.
El sonido de las sirenas se hizo presente, cada vez más cerca. Los delincuentes no hicieron más que tirar las ramas y escapar del sitio, dejando a Alex más confundido que nunca, pero aliviado. Al ver que se retiraban entendió que el peligro había pasado, y se permitió cerrar los ojos.
- Alex, ¿estás bien? – la voz de un preocupado Treick se apagaba ente el crepitar del fuego cercano. No podía respirar bien, se quitó la capucha y empezó a sacudir su cuerpo, inerte en el suelo -. Dime algo.
- Está bien, Treik, solo se desmayó.
- Eso no es estar bien- respondió ahora irritado - Jou, ayúdame a levantarlo.
- Bien pero que sea rápido, no hay que dejar que nadie nos vea.
- De acuerdo.
Al despertar, Alex estaba en su cama, junto a Dalia, Jou y Treick. Y no estaba seguro de estar despierto o soñado, en realidad, no estaba seguro si algo de lo que recordaba realmente había sucedido.
- Despertaste, eso es genial – lo saludo Treick, al sentirlo moverse.
- ¿Estás bien?, me tenías preocupada –preguntó Dalia sonriéndole y abrazándolo con fuerza.
- Auch, si estoy bien, pero tu amor me lastima.
- Ups.
Como pudo se incorporó, entonces noto una presencia de la que no se había percatado. Una persona desconocida se hallaba tranquilamente con el grupo, un chico alto de contextura delgada, pero brazos bien definidos, y una cabellera azulada.
- Hola, mi nombre es Jou- dijo el a modo de presentación.
- Hola - respondió Alex tímido al ser descubierto observándolo.
- ¿Te encuentras bien?
- Si... – Alexeler no podía apartar la mirada de los hermosos ojos zafiro de Jou -. ¿Don...donde está mi mamá?
- Ella está allá abajo, nos dejó pasar- contesto Treick -. Fue muy fácil ahora que lo pienso.
- En verdad me alegro de que estés bien, te dieron una paliza de las feas, ¿sabes?– comenta Jou.
- Si...eso creo – contestó, pero continuaba embobado.
- ¿Y a qué escuela asistes?
- Si.
- ¿Qué?
- ¿Qué?
- ¿HÁH?
- ¿Qué? – tartamudeo, hasta lograr reaccionar -. Si ah... perdón, emm... "Sowing your steps", allí asisto.
- Ya veo...– con expresión extrañado.
- Y tú. O ustedes, esperen - farfulló desconcertado –. Ustedes se conocen bien, son amigos, hermanos ....
- Digamos que vivimos juntos pero no somos hermanos de sangre – dijo Dalia- Además, ahora iremos a tu escuela.
- Espera ¿Qué? – pregunto Alex, sorprendido por la noticia.
- Si, ¿no es super?, el color de los uniformes no, pero el resto... – responde Dalia alegre.
- ¿Y todos iremos a tercero o qué?
- No, solo Dalia y yo – interrumpe Treick sonriendo - Jou asistirá a cuarto.
- Entonces el otro año saldría.
- No me digas – atacó Dalia provocando a Alex -. Eh, ¿irás a la fiesta de bienvenida de tu escuela?
- ¿De bienvenida?
- Si, ¿qué pasa, no irás o qué...?
- Pues no sabía que habría una fiesta, así que...
- Pero hasta hicieron un grupo al respecto – menciona Treick.
- Si, de hecho nos agregaron al grupo de imprevisto – secunda Jou.
Los chicos se detuvieron al ver como Alex bajaba la cabeza, deprimido, e intentaron animarlo incitándolo a asistir. Dalia comprendió que si seguían insistiendo , Alex acabaría or molestrarse, no iría a ninugun sitio, asi que agaró a los chicos y los empujo hacia la puerta, pero antes de salir junto a ellos volteo hacia la habitación.
- Si no te veo allí, vendré por ti - amenazó señalándolo -. De todos modos, tan herido no estas.- dicho eso, se marchó cerrando la puerta a sus espadas.
Alex se dio cuenta de que ella tenía razón, el dolor había desaparecido y, aunque las heridas aún se notaban sobre su piel, podía moverse sin ningún problema.
Tras levantarse de la cama, fue directamente a ducharse y cambiarse de ropa para ir a la fiesta. Pero antes de salir, se apresuró a recoger el reloj del lugar en el que lo había dejado, bajo el colchón.
Estaba listo para marcharse, pero una ligera corriente en su mano lo hizo detenerse y bajar la vista, una ligero brillo provenía de la estrella en la parte posterior del reloj. Entonces se revela un mensaje confuso.
"No tientes al tiempo, el tiempo te tienta, evita lo que no se acerca y acerca lo que te tienta" – leyó atentamente en voz alta.
- Pero qué es esto, no tiene ningún senti...
Para mayor sorpresa del joven, el reloj comenzó a abrirse, empujando suavemente la tapa arriba, pero al observar el interior las manecillas permanecían inmóviles en una hora específica; las dos manecillas más grandes señalando las 7, y una tercera y más delgada detenida en el 5.
- 7:35 con 5 segundos – declara perplejo -. ¿Qué sentido tiene esto?, ¿Se habrá estropeado?
- ¡Hijo, no irás a la fiesta!
- Mamá, ¿y tú como sabes eso..., Dalia? – pregunta Alex nada sorprendido.
- Es un amor de chica- fue su risueña respuesta- lleva tus llaves.
- Un amor... si tú lo dices –respondió sarcástico- Ya me voy, te amo cuídate.
La fiesta tendría lugar en el gimnasio de la escuela, allí fue donde se encuentro con Max, y juntos se adentraron al tumulto de personas que asistieron a la celebración. La fiesta era un éxito, o era lo que pensaba Alex, las personas parecían divertirse, todos bailaban, coqueteaban y reían. Aunque esa atmosfera no emocionaba a Alex que, como diría Max, tenía una cara de limón amargo.
- Hola ¿tú eres...?- una voz familiar y un ligero toque en el hombro hicieron a Alex voltearse para recibir la nueva charla.
- ¿Cómo quién es?, esta con nosotros en la sala, desubicado - reclamó una segunda persona.
- No hay problema, Lexi – contesta Alex intentando sonreír y salir de su zona de confort.
- Pues debería haberlo – responde Isaac-. Tu eres el raro que nunca dice nada.
- Mira quien habla de ser raro, presentándote así a una fiesta- reclamo nuevamente, mientras señalaba las zapatillas y el short deportivo embarrados del muchacho.
- Estaba en un partido, no es mi culpa ser deportista – en ese momento la conversación fue interrumpida por un chico con cabeza llena de rulos y rostro perfecto.
- ¿Qué hay chicos?
- Hola, Tomas – responde Alexeler con la mejor disposición.
- Wena, chico silencio ¿qué cuentas?
- Nada.
- Lo suponía – luego de responder se volteó hacia Isaac y Lexi, dejando a Alex atrás -. Vamos a bailar, una chica nueva esta bailando con Diego y son furor.
- ¿Quien?
Alex intentaba convencerse de que no se trataba de quien creía, pero fue inútil, al acercarse a la pista de baile, pudo distinguir claramente a Dalia bailando muy seductora junto a Diego. Sus compañeros se alejaban a festejar, y no muy lejos de allí pudo observar como Treick, sin dificultad alguna, invitaba a Lexi a bailar.
Un calor abrumador bajo desde su garganta a su pecho, pero la envidia se quedó atrapada en su garganta. ¿Por qué no podía tener el mismo coraje? ¿Por qué tenía que ser tan difícil para él?Los celos seguían atorados y no se marchaban por más que se concentrarse en la música, las luces, todas las personas, nada funcionaba, así que recurrió a algo que siempre funcionaba para pasar los malos ratos. Camino hacia la mesa de aperitivos y se sirvió lo suficiente para distraer su mente un rato. En ocasiones pensaba que esa era su mejor habilidad, comer.
- ¿No vas a bailar?
- No, Valerien ¿y tú? – Alex le dio a Valerien un vistazo más detenido, cabello rubio hasta la cintura, ojos marrones, y tez blanca como el azúcar, unos centímetros más alto que él, pero nada demasiado notable, nariz perfilada y, una hermosa y brillante sonrisa.
- Uff, no lo creo, ya he bailado demasiado por hoy- respondió apoyándose en una pared -. Todos están aquí, ¿eh?, Diego, Maian, Betty, Francis, Martin, Samuel, Tomas...pues, en resumen, todos- dijo soltando una risilla contagiosa.
- ¿A si? – respondía Alex buscando a Jou con la mirada.
- ¿Buscas algo o a alguien?
- No – responde regresando su vista de manera brusca, sintiendo sus mejillas enrojecer.
- ¿Estás avergonzado? Eso es tan...- decía con ojos risueños.
- Pues...
- Pero mira quien decidió venir - esa voz, pensó en seguida, dejando salir un leve suspiro.
- Duncan no quiero pelear.
- Yo tampoco - contesto levantando las manos en gesto inocente -. Solo sé que aquí no entran chicos...no, no- se corrigió- No entran cosas, como tú.
- Como yo - repitió.
- Tú sabes, maricones como tú.
- ¡Hey! ¿Qué te pasa? – interrumpe Valerien desconcertada y enfurecida -. Él no es nada de eso, y si así fuera no tiene nada de malo.
- Para ti no, si eres lesbiana.
La pena pudo con Alex, y se retiró corriendo del gimnasio, las lágrimas caían de sus mejillas de forma descontrolada.
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