Capítulo II: ¿Me da el tiempo?
- ¡Hey!, relax esto es divertido - escuchó como reía casi sin aire sobre su cuello.
- Divertido mis bóxeres, ni siquiera sé quién eres.
- Soy Dalia, y admite que esto es divertido... - pero su nuevo intento de risa fue interrumpido por los arbustos, haciendo que ambos cayeran sobre la tierra.
Una sarta de improperios después, los pasos de aquellos matones acercándose, alertaron a Dalia, quien empujó bruscamente a Alex detrás de los arbustos, allí esperaron a que se marcharan. Cuando estimaron que el peligro había pasado, se permitieron respirar profundamente, y verse mejor.
- Si que eres mal patinador - dijo Dalia de forma burlona.
- ¿Por qué te estaban persiguiendo, si se puede saber? - preguntó con una mirada que claramente exigía una respuesta.
- Lo sé, relax, bueno te cuento - acordó sacando una pequeña lata de cerveza de su chaleco.
- Eso es...
- Cerveza, ¿que no la conoces?
- Okey... - Dijo perturbado -. ¿Me vas a decir?
- Al parecer no la conoces - insistió Dalia riéndose del chico mientras habría la lata -. Bueno, lo que pasa es que ese matón - dijo señalando hacia donde habían pasado hace poco -. Era mi andante, pero quería ser mi novio y pues, yo no estoy en esa onda, ¿me entiendes? - pero claro que no la entendía, es más, mientras ella hablaba Alex la observaba como un ser de otro mundo -. Además, era un presumido bueno para nada, estúpido y asqueroso sujeto.
- Wow, sí que lo querías.
- Si era tan tierno - afirmó con mirada soñadora -. Que se pudra - concluyó acercando la bebida a su boca, hasta que se la acabó.
- Okey, fue bueno conocerte, en serio - dijo incómodo mientras se levantaba -. Pero creo que es hora de que me va ...
- Oye, espera, ¿quién eres?
- Pues... mi nombre es Alexeler.
- Uy, qué nombre - respondió sonriendo y mirándolo fijamente -. Bueno Al, nos vemos.
- Es Ale...
- Si si Al, nos vemos - dijo Dalia retirándose del lugar -. O tal vez no.
La melena rosa se alejaba confundiéndose con la lúgubre lumbre de los faroles, hasta perderse. El reloj gigante empezó a sonar, anunciando la medianoche, Alex recordando a Max, buscó su celular, solo entonces cayó en cuenta de las 10 llamadas perdidas, 3 de Max y 7 de su madre. Alarmado se fue corriendo a tomar un colectivo que lo llevara a su hogar. Pero tenía claro, que nada lo salvaría de la reprimenda que su madre le tenía preparada al llegar.
A la mañana siguiente, Alex y Max estaban en la escuela y platicaban acerca del breve encuentro con la pelirrosa, por lo que Max llevaba casi media hora insistiendo en que le dijera todo lo que había sucedido con esa chica, pero Alex quería utilizar la información de otra forma.
- Bueno, te diré como se llama, pero antes me tienes que hacer una cosa.
- Okey, lo que sea.
- La tarea de historia de mañana.
- Pero si en la disertación no te fue tan mal.
- Me saque un 3.0.
- Bueno, pero a nada.
- Fue por consolación - señaló sonriendo irónicamente.
- Tú sabes más de eso, yo solo tomé lo que tu anotaste de tu cuaderno - mencionó viendo como Alex tomaba su lápiz para empezar la tarea de lenguaje.
Tras unos minutos más de malas estrategias de convencimiento, ambos se levantaron dispuestos a abandonar la sala, pero antes de que los chicos salieran, la maestra llamó a Alex, con una sonrisa de misteriosa felicidad y voz dulce como la miel, lo invitó a sentarse frente a ella, y le pregunta cómo le estaba yendo. El día era hermoso, el sol brillaba como nunca pensaba Alex. Y mientras aguantaba una monótona plática sobre la vida, poco antes de irse, un comentario de la mujer lo puso en sobre aviso.
- Oye, por cierto, ha habido rumores de personas despistadas que se encierran en cuartos y sufren de severos cuadros de claustrofobia, hay una mayor taza aquí en Certain Town - decía con expresión preocupada -. Tienes que tener cuidado de no quedar encerrado, ya que eres muy despistado.
- Okey, claro profe tomaré su consejo.
- Pues bien, eso es todo Alexeler, adiós.
Al salir de la sala, Max lo esperaba, así que él y Alex se dirigieron al comedor de la escuela, era hora de almorzar y muchas mesas estaban ocupadas con sus grupos típicos: populares a un lado, gamers por otro, black depresivos, entre otros. Alex llevaba su almuerzo en una bandeja, la cafetería no tenía la mejor comida, pero ese día era especial, servían puré con pollo asado, una verdadera mejora.
Max y Alex tomaron asiento en una mesa antigua, polvorienta y solitaria, y se dedicaron a acabar su comida, sin dar importancia a nadie.
- ¿En serio te gusta comer eso? - dijo Max asqueado picando su plato con el tenedor.
- Es lo más rico que hay, encuentro difícil que sepa asqueroso.
- Claro..., mejor dime si hoy vamos a la plaza - pregunto alejando el plato con cara de enamorado.
- Pues hay muchas cosas que hacer...
- Alex, sabes bien que los proyectos no son hasta dentro de dos semanas.
- De todos modos...
En medio de la discusión, alguien golpeteó la mesa. Dicha persona tomo asiento junto a Alex, sin quitarles la mirada de encima a los chicos.
- Miren quien come su papilla - se burló destilando veneno -. Supongo que... un inútil como tú debe disfrutar de todo eso.
- Puedes dejarlo ya, Duncan.
- Y tú, Max, que lo defiendes tanto... ¿acaso intentas demostrar algo?
- Pues no, pero al parecer tú te empeñas en demostrar que puedes ser más y más imbécil.
- ¿Qué dijiste? - bramó furioso.
- Lo que oíste...
Con una mano, Duncan agarró la bandeja de Alex, aun a medio terminar, y con un gesto brusco la mandó a volar, desparramando el resto del contenido en el suelo, en eso todos en el comedor quedaron en silencio. Luego soltó una risa ahogada y tomó una presa de pollo del plato de Max, y se dedicó a masticarla sin cuidado frente a ambos.
- Intenta quedarte en tu sitio la próxima vez - advirtió retirándose de la mesa.
Cuando el causante de tal alboroto se hubo alejado lo suficiente, Alex se levantó y se retiró del comedor, seguido de cerca por Max.
Rato después el chico retomó el tema de la plaza, esta vez intentando animarlo como había hecho el día anterior, "así podrían relajarse", mencionó a su amigo, pero este no parecía prestarle atención, mientras se alejaba enrabiado sin voltearlo a ver. Y mantuvo esa actitud silenciosa y distante durante el resto del día.
Cuando quedaban solo unas horas de clase, Max hizo otro intento de acercarse, ahora más preocupado, a preguntar si él tenía la culpa, pero tal como sus anteriores intentos, no obtuvo reacción.
Al terminar las clases Alex se retiró rápidamente del salón, sin despedirse. Conforme avanzaba lejos de la escuela, las lágrimas bajaban, lentas y gruesas por sus mejillas, la frustración y la ira al no poder hacer algo para defenderse lo atormentaba, incluso más que los propios ataques de Duncan. "Eres débil", se repetía una y otra vez mientras recorría el camino a casa.
La escuela quedaba lo suficientemente cerca de la costa, como para ver el mar, mientras su casa yacía en la base de la cordillera costera que rodeaba la ciudad. Fue así, que para cuando hubo llegado a su hogar, estaba fatigado por la larga caminata y deshidratado por el llanto, eso sin mencionar el horrible escozor en su garganta.
Alex sujetaba la reja de entrada, verde, oscura y gastada, intentando abrirla sin mucho éxito. Al oír el tracateo del jardín, la madre de Alex se asomó por una de las ventanas, observando los intentos de su hijo por entrar.
- Hijo, deja que te ayude - dijo abriendo la ventana.
- Yo puedo, no te preocupes
- ¿Cómo te fue? - Mientras entraban en la casa, Alex le dedicó un vistazo triste a su madre. Ella era una mujer simple, de aspecto relajado. No sabría explicarlo, pero siempre tenía algo, algo en el modo en que su cabello rubio caía sobre sus morenos hombros, o como sus pecas sobresalían sobre su cálida sonrisa, conseguían tranquilizarlo cada vez, y brindarle la paz que necesitaba.
- Pues súper, todo fue genial - intentaba decir mientras cuidaba no dar indicios de su mentira.
- ¡Qué bueno, me alegra oír eso! - respondió alegre, abrazando a su hijo con fuerza -. La verdad, me tenía preocupada que todo esto del divorcio y el asunto sobre mi nueva pareja, te perjudicarán. ¿Sabes?, lo último que quiero es que te sientes desplazado o fuera de lugar - la mujer mantenía una sonrisa, pero se volvía cada vez más nerviosa, y las manos que antes lo sujetaban con vigor, ahora se encontraban retorciendo mechones de cabello, en un gesto que siempre había buscado lucir despreocupado. Pero Alex la conocía bien para entonces, su madre estaba inquieta, y eso logró conmoverlo, y apartar por un momento sus preocupaciones.
- No te preocupes mamá, no pasa nada, estoy súper, en serio - insistió al ver que su madre le dedicaba una mirada inquisitiva. Dejo entrever una sonrisa que acabó por convencerla, al menos por un rato -. Bueno, ya tienes que irte a trabajar, llegarás tarde - menciono para cambiar el tema.
- Es verdad hijo, hoy cubro el bloque nocturno en el peaje, llegaré mañana temprano, cuídate, ¿de acuerdo?
- Claro ma..., todo estará bien.
- Y la casa...
- Cerrada.
- Mh, de acuerdo, adiós - dijo lanzando una última mirada, y despidiéndose con un beso en la mejilla.
- Chao ma..., te quiero - se despide mientras cierra la puerta. Alex observa la casa, ahora solitaria y demasiado grande para él, pero aleja rápidamente esos pensamientos y se dirige a su cuarto subiendo las escaleras.
Al entrar, deja caer su mochila y se lanza a la cama, necesita descansar un rato.
Observando el techo, se puso a pensar en todo lo que había pasado con Duncan, pero lo viese por donde lo viese no le encontraba sentido en las razones del chico. En eso estaba, cuando su celular comenzó a sonar, provocando que el joven se cayera de la cama por la sorpresa.
- Más vale que valga la pena - se dijo en voz alta revisando el contacto de la llamada.
- Hola, ¿alo, que tal mi hermano?
- ¿Qué quieres? - contesto serio y cansado.
- ¿Cómo está eso de "que quieres"?' - preguntó Max imitando su tono sombrío sin mucho éxito -. Recuerda que hoy iremos a la plaza.
- Si, sabes, sobre eso... mejor no.
- No amarilles.
- No lo hago.
- Duncan tiene razón, quizá y sea mejor que te quedes en tu sitio, como si hicieses otra cosa...- pero luego de colgar la llamada, Max se dio cuenta del error que había cometido. Pero ahora el constante piteo al otro lado de la línea le indicaba que era muy tarde.
Cuando el reloj indicaba las diez de la noche, Alex acababa de despertar de la siesta más larga que habría tenido, y su estómago le exigía alimento.
La casa se encontraba sumida en tal oscuridad, que ni siquiera se podía dar con el interruptor, los ruidos del exterior ambientaban el perfecto momento para una escena de terror. El crujir de la madera aumentaba con cada paso que daba, mientras bajaba por la escalera. En un instante los escalones comenzaron a desprenderse, haciendo que el chico perdiera el equilibrio, para finalmente caer en un vacío desconocido.
- ¡Ayuda! - grito Alex mientras caía. A su alrededor los maderos rotos de la vieja escalera caían a su lado, consumiéndose en la misma oscuridad.
El impacto fue limpio. Su cuerpo reboto contra el suelo, recibiendo gran parte del golpe en sus caderas y manos, que cubrían la cabeza para evitar el impacto. Sin darse cuenta, estaba en el frío suelo de su cuarto, despertando de un mal sueño.
Una vez que se hubo recuperado, y consciente si estaba despierto o en otro sueño, se puso de pie y comenzó a revisar los raspones en sus manos con una expresión nostálgica; no obstante sin darle mayor importancia, busco su celular en su bolsillo y finalmente salió de casa hacia la gran plaza.
Al llegar, había menos gente que la última vez, aunque eso no era de extrañar entre semana, ya que la mayoría guardaba sus energías para el viernes, además de ser muy tarde.
Explorando la plaza, pudo observar a un grupo de personas animando a alguien. Al acercarse un poco, logró reconocer a Dalia, sentada sobre un tronco, con otra chica de su edad. Ambas bebían de una botella de medio litro de cerveza, a toda velocidad. Pero Dalia estaba tomando una obvia ventaja. A su lado reposaban seis botellas vacías, e iba por la última. El último sorbo vino acompañado de las porras del público, y un solemne apretón de manos, que parecía dar por concluida la competencia. Justo cuando estaba dispuesto a marcharse, Dalia visualiza a Alex y se le acerca corriendo.
- ¿Qué tal Al, que cuentas?
- Hola, pues nada ¿y tú que haces?
- Pues ahora ya nada - respondió levantándose de hombros -. Al parecer ambos llevamos uniforme, ¿qué, te dormiste acaso?
- ¡Que!, ¿pero cómo...? eres bruja - acusó asombrado.
- No, no es eso, es solo porque aún tienes marcas...en el rostro - aclaró la chica mientras reía.
- Espera ¿Qué? - todo nervioso sacó su teléfono otra vez, esta vez para verificar tal afirmación -. Gracias por decir... Max.
- Mm, ¿ese es Max? - Dalia comento señalando un lugar no muy lejos de donde se encontraban.
- ¡Escóndeme! - exclamó nervioso.
- ¿Qué dices?
- ¡Ahora!.
Dalia sin pensarlo más, empujó a Alex a unos arbustos que estaban convenientemente a su disposición, junto a ella. Entonces Max se dio cuenta de la presencia de la chica, y de cómo esta lo observaba, y se dirigió hacia ella con una sonrisa.
- Tú eres Dalia, ¿no es así?
- Sí, soy yo Dalia, soy yo, ella, no otra, la misma de siempre - dijo de manera acelerada, trastabillando las palabras. Alexeler No podía creer lo mala que era Dalia fingiendo -. ¿Primero como sabes mi nombre?, conozco mucha gente, pero no me acuerdo haberte visto y darte mi nombre. Segundo... ¿Y tú eres?
- Me llamo Max, supongo que Alex te habló de mí.
- Ha...Max, sí, claro, por supuesto, si me contó de ti.
- Okey y conto buenas cosas o malas
- Regular – improvisada intentando no ser descubierta
- Entonces..., ¿qué cuentas?
- Nada, no cuento nada, quien cuenta algo, yo no jajaja - en ese momento Alex luchaba por no golpearse la frente y delatar su escondite.
- Bueno... ¿y...sabes algo de Alex?, se enojó conmigo por una tontería.
- Mmh... no estaría tan segura... ¡digo! Si no te habla debe ser algo más.
- Pues no sé, espero que mañana todo esto se resuelva y me hable otra vez - dijo Max sacando su celular -. Oye ya me voy, pero ¿puedes darme tu número para que hablemos?, así te paso igual el de Alex.
- Pues bien.
Tras haber intercambiado datos, se despidieron y Max se retiró. Entonces Dalia indicó que ya podía salir de su escondrijo. Alex sale de manera apresurada de entre la maleza, limpiándose los pantalones de colegio y sacudiendo hojas de su cabello. Al mirar alrededor se dio cuenta de que Dalia no lo había esperado, sino que se adelantó hacia el gran reloj, así que decidió seguirla.
- ¿Qué miras? - preguntó cuándo pudo alcanzarla.
- ¿Por qué te escondías de Max? - pregunto ella a su vez.
- ¿Estas mirando la puerta? - atacó de nuevo.
- ¿Me estas cambiando el tema? - repuntó Dalia, mientras se dirigía a la puerta para acceder al interior de la torre que sujetaba el reloj -. ¿No vienes?
- Te gusta ir a lugares prohibidos y terroríficos.
- Si.
- Eres una chica oscura.
- Y a mucha honra, vamos - agarro del brazo al chico y lo arrastró dentro de la torre.
El interior era más sencillo de lo que la estructura externa sugería, peor aun así conservaba ese deje de antigüedad y aire inglés. Una escalera en espiral conectaba la planta con lo más alto de la torre, en donde se ubicaba el reloj; los escalones eran grises y polvorientos, de madera apolillada, pero aun así, parecían lo suficientemente firmes para subir por ellos. El crujir de la manera era cada vez más intenso conforme ascendían.
- Otra vez con esto - dijo Alex con molestia, recordando el golpe en su casa.
- ¿Qué cosa?
- No, no es nada.
- Oh, vamos, algo me tienes que decir, si no me dices lo de Max, explícame tus ocurrencias al menos - exigió irritada deteniéndose en la escalera y observándolo con dureza.
- ¿Pero por qué...?
- No te lo tomes a mal, jajaja - contesto rápidamente Dalia al verlo preocupado -. Solo te estoy tomando el pelo, si no quieres contármelo está bien.
- Ah, jaja, bueno yo... soñé o eso creo, que al subir unas escaleras, ellas crujían mucho, luego se desarmaban y me hacían caer dentro de la oscuridad.
- Un sueño curioso, ¿y qué fue lo que hiciste?
- Pues gritar.
- ¿Pero que más? - insistió.
- ¿Cómo que más...? - la mirada del chico le dio a entender que en verdad no la estaba comprendiendo. Así que, tras un suspiro paciente, reformuló.
- Digo, es un sueño, y tienes la libertad de hacer lo que te plazca, ¿por qué no lo cambias y punto? - comentó Dalia con tono despreocupado.
- Eso es imposible.
- Solo si crees que es imposible - afirmó sonriendo y calmando a Alexeler.
Al llegar a la cúspide de la torre, observaron al rededor, era una cabina bastante pequeña en realidad, parecido a un ático en miniatura con un reloj gigante en un costado, los engranajes se visualizaban claramente, y cada número brillaba, rodeado por un círculo.
- Es realmente relajante oír ese sonido - menciona Alex acercándose cada vez más al reloj.
- Eso creo... ¿y que más puedes sentir? - preguntó siguiéndolo lentamente -. Yo igual siento como...un pequeño trozo de paz, pero... ¿no crees que está demasiado claro para la hora que es? - dijo mientras observaba la extraña luz que rodeaba la habitación, iluminándolo todo.
- Es genial y... - en ese momento, Alex nota que, en el centro del reloj, en uno de sus engranajes más grandes, la luz se incrementaba. Se acerca más y más, hasta alcanzar la pieza con sus manos.
La luz de la habitación se extendió con fuerza por toda la estancia, cegándolos. Cuando finalmente acostumbraron sus ojos al incandescente brillo, Alex observó el objetó que yacía en su mano. Un reloj de bolsillo.
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