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Capítulo I: El final del comienzo


Todo comenzó una mañana muy fría, el viento congelaba las narices de todo ser vivo, el crudo clima se apreciaba en el rostro de los niños, reacios a salir de la cama, y ​​de los padres que ocultaban el pesar por tener que levantarse tan temprano. Aun con sus abrigos gigantes, la gente se movía a gran velocidad, niños en uniforme arrastrando los pies, motores calentándose al alba, suspiros de júbilo y pesar, era el primer día de clases.

Un joven de estatura media alta, con una gran cabeza de cabellos castaños corría desesperado por las calles, se había quedado dormido. Faltando solo 2 minutos para las 8:00 a.m. y un largo tramo hasta la escuela; apresuró aún más su paso, moviendo las piernas con todas sus fuerzas y deseando llegar a tiempo.

El panorama no era favorable, ya cansado de correr comenzó a disminuir el paso. Lanzó una mirada a las cuatro cuadras que le separaban del establecimiento, pero con renovadas fuerzas decidió intentarlo una última vez. Apartó el mechón de cabello que caía sobre su rostro y retomó la carrera, más rápido, más inclinado, con más determinación. De repente un cosquilleo recorrió su cuerpo, un ligero calor corría por sus venas con cada pisada, el frío ambiente que lo rodeaba se tornó borroso a sus lados y adelante las calles parecían acortarse. Un segundo después se encontró parado frente a las puertas del Liceo.

El chico, asustado y confundido por lo que había pasado, se detuvo a pensarlo, pero no le dio el tiempo cuando el resto de los alumnos que ingresaban al lugar lo sacaron de sus pensamientos, recordó entonces su apuro por llegar al aula.

Se mantuvo atento buscando su salón, cuando finalmente la encuentra y se topa con un alumno de su estatura con piel blanca como la nieve, este se acerca a él y le dice:

- Hola, estás asustado jajaja. ¿En qué curso vas?

- Estoy en tercero medio, en el C, ¿Y tú?

- Yo también, vamos en el mismo curso, que coincidencia. Ah, perdón por no presentarme, me llamo Max y tú; ¿cómo te llamas? - preguntó con entusiasmo.

Luego de que el joven observará a Max muy meticulosamente, entro en confianza y respondió:

- Yo me llamo ...

Su saludo se vio interrumpido por el timbre que indicaba el inicio de la jornada. Los maestros comenzaron a llegar y les hicieron pasar adentro de la sala de clases. La profesora jefa; una mujer morena, de estatura baja, muy guapa, se situó al frente de la clase. Sujetando sus lentes los comenzó a mover con un gran dominio de manos, y diviso a todos los estudiantes de la sala.

- Buenos días alumnos, bienvenidos a un año más de enseñanza, me llamo Liz, y seré su profesora este año. - sacando unas hojas de su bolso de diseñador, prosiguió a entregarles una a cada uno -. Lo que les estoy pasando es una prueba para el grado de conocimiento en el que están.

El muchacho soltó un quejido asqueado y aburrido por los exámenes escritos, y deseó para sí que estos se fueran volando; entonces por la ventana entró una fuerte brisa, se oyeron lápices caer, chicas sujetando su cabello y papeles moviéndose con violencia. Y justo por donde entró, la brisa se fue, llevándose todas las hojas disparadas por la ventana. Un breve silencio se apoderó del salón, los alumnos y la maestra quedaron asombrados, un cuchicheo fue el que rompió el silencio, nadie comprendía como pudo haber sucedido algo así, ya que la sala se hallaba cerrada. Pero esas ideas pronto se disiparon por la alegría de haberse librado de la tediosa prueba, tras unos minutos el desconcierto y el entusiasmo se había disipado y solo volvían algunas risas al recordar lo ocurrido.

- Oye que raro que las pruebas vuelen, será el calentamiento global  jajaja - comentó el pálido muchacho acercándose.

- Puede ser Max - respondió disimulando con una sonrisa, aún no podía creer que su deseo se había cumplido, quedando en shock, pero también pensaba en el aburrido chiste de su compañero. Cuando las risas cesaron, el chico señaló al castaño -. ¡Hey!, no te hagas el vivo conmigo, aun no me has dicho cómo te llamas, no puedo ser amigo de alguien que no sé quién es.

El chico no respondió en seguida, aún estaba medio distraído. Pero despabiló al sentir como Max lo sacudía suavemente.

- Perdón me fui en mi mundo, mi nombre es Alexeler.

- ¿Alexeler, ese nombre existe? - cuestionó desconcertado del nombre y alzando la vista -. Raro tu nombre, pues bien, Alex, espero que seamos buenos amigos, perdón ¿no te importa que te diga así, cierto? es más fácil.

- No te preocupes, está súper, por cierto - respondió tranquilizando a Max.

La clase trascurría con normalidad, aunque Alex, seguía pensando en el acontecimiento anterior.

- ¡Atención! - llamó la profesora pasando a su lado -. Si quiere sobrevivir al futuro, debe estar más atento Don Alexeler - exclamó Liz con una mirada desafiante.

- Perdón, nunca más - repitió varias veces mientras Max se reía silenciosamente desde su lugar.

La maestra le dedico una pequeña sonrisa y se dio media vuelta para continuar la lección.

Las clases de la mañana eran como siempre, clases de lenguaje, matemáticas, nada demasiado interesante, pero la profesora Liz, inspirada, enseñaba a todos de forma didáctica, creando diálogos y llamando al pizarrón para completar frases o desarrollar ecuaciones según la materia.

Llegada la tarde el clima no hizo sino empeorar. El frío aire mañanero se volvió una pesada neblina que cubría el ambiente tras la ventana, la atmósfera del salón parecía haber caído igualmente, se respiraba un aire pesado y somnoliento.

Alexeler levantó la vista de su cuaderno, Max lo estaba observando con una cara de vinagre pasado.

- Hey hola, ¿estás bien ?, sé que la clase de historia es muy latera, pero tampoco es para poner una cara tan trágica ... - comentó Alexeler intentando animarlo. Pero una risa ahogada y profunda lo detuvo.

- Oye rarito, ¿por qué no vas de una vez? - la voz de Max se oyó grave y atronadora ante sus susurros. Alexeler notó que toda la clase estaba en silencio y una aguda sensación de alarma recorrió su columna -. Si yo tuviera magia la usaría para arrancar lentamente tu alma y devorarla - nuevas risas sobresaltaron a Alex, risas histéricas y agudas, no tardo en comprender que venían de sus compañeros que aún miraban al frente. Más nervioso que antes regresó la vista a su amigo.

- ¿Max, que sucede ...?

Pero no respondió. La cara de Max se iba distorsionando de manera grotesca. Las orejas y ojos se caían, se derramaban sobre su rostro; su quijada se abría más y más hasta desencajarse, su piel desgarrada tomaba tonos violáceos hasta que todo su rostro tomo un aspecto demoníaco.

- ¡Pero qué ocurre! - gritó horrorizado mientras intentaba salir de su asiento, pero algo le impedía huir.

Desde frente del cuarto, la maestra Liz observa la situación con una sonrisa tranquila formándose en sus labios. Ya no hay tiempo ... - susurró Max a su lado como si se asfixiara -. Ya no hay tiempo - repetía.

La criatura comenzó a levantarse y encorvarse como una gárgola, su pelo crecía cada vez más hasta formar una bufanda con la que envolvía todo su cuerpo.

-Tic Tac Alex ... Tic Tac.

De repente todos los estudiantes se pusieron de pie y, a coro con Max cantaron:

"Leyendas y mitos,

sangre de la traición y lágrimas de un ángel amigo.

Que este no sea tu fin, sino el inicio,

de un entretenido e inquebrantable castigo".

Los estudiantes saltaron encaramándose rápidamente en las mesas, empujando, lanzando golpes y arañazos. Alexeler es empujado fuera de su lugar y logra incorporarse. Sin esperar más corre en dirección a la puerta. Sin embargo, el pasillo cubierto por una niebla espesa impedía una vista clara, y al pasar por la puerta de la sala, Alex ya no se encontraba en la escuela.

El viento azota su rostro alertándolo sobre el cambio del escenario. Camina alerta con un sudor frio resbalando por su espalda e intentando acostumbrar sus ojos a la extraña oscuridad. Conforme avanza, la niebla se disipa permitiéndole ver el nuevo paisaje.

Edificios destruidos y casas en ruinas, nubes grises cubrían todo el cielo, no se podía observar más allá de un par de calles. El lugar parece desolado, y el aun presente silencio lo llena de incertidumbre. Al girar en la esquina, el ambiente no es mejor. Montones de gente muerta en un río de sangre donde debiesen estar las calles; llevadas por el viento, las voces de cientos de almas suplicaban auxilio del terror que asechaba en la atmósfera.

- ¿Este es el infierno? - expreso con voz trémula al observar la ciudad ardiendo por una llamarada de color verde opaco -. ¿Estoy muerto?

El suelo se cubría de a poco bajo las sombras del nuevo cielo, y las llamas verdes que plagaban el lugar, se dispersaban hasta llegar al joven quien inmóvil, no podía reaccionar del miedo que le provocaba la situación.

- ¡Escapa! - se escuchó desde lejos un grito de desesperación.

- ¿Quién eres tú? - inquirió el joven abrumado.

Varias veces, la voz de ese grito tortuoso se repitió ligeramente. En eso el sonido de los engranajes de un gigantesco reloj se masificó en todas partes y, desde entre las nubes se abrió paso una luz resplandeciente que exclamó nuevamente: ¡Escapa!

- ...Si no escapas, te mataré. 

Un movimiento a sus espaldas alertó de vuelta al joven. Los cadáveres y restos de gente muerta comenzaban deslizarse lentamente fuera del foso sangriento, y a unirse en una culebra negra y sedienta de sangre. Trozos de hueso amarrados por tiras de piel iniciaron una alargada y gruesa cola, extremidades y escombros engullidos para rellenar el torso y una masa irreconocible de porquería dieron lugar a la cabeza de la bestia.


El primer alarido de terror brotó de la garganta de Alex que trastabilló hacia atrás, y cayó, justo cuando la criatura se lanzaba sobre él. Rodó a un lado, y la oscura cadena no lo alcanzó por cuestión de centímetros, Alex empezó a moverse, más por instinto que por un plan, pero las fuertes corrientes de adrenalina cegaban su ya limitada visión.

Aprovechando la desventaja, la culebra se arrastró por el pavimento formando un anillo de sangre coagulada y viscosa que hicieron al muchacho resbalar y caer de espaldas. Un gruñido victorioso borboteó desde el interior del animal. Alex se incorporó a toda prisa, pero la cosa era demasiado rápida para él y sin perder tiempo se le lanzó encima amarrando al tembloroso chico con su cuerpo. Y de entre sus tejidos abrió paso a sus fauces deshilachadas; enseñó en su interior huesos corroídos, piezas de cuerpos aún en descomposición y una fuente de sangre burbujeante en medio. Y como si riese de él, desparramó su moribundo aliento en el rostro del chico dejando salir una suerte de chirrido atronador, como si cientos de cristales fuesen triturados.

Aquella parte intuitiva que había mantenido a Alexeler cuerdo, se rompió, llevándolo más allá del terror a una especie de inmovilidad glacial. Ya no se visualizaba nada más que el silencio de la muerte en un escenario negro, las cadenas lo amarraban firmemente destruyendo sus trapos, las llamas verdes se apaciguaban a los alrededores, reuniéndose sobre la bestia y en el joven formando un círculo.

Luego de un momento, el sonido de ambiente escolar y la mirada penetrante de muchas personas, pesaban el cuerpo de Alex. sintiendose atacado. Finalmente Alex abrió los ojos para reaccionar y comprender en el contexto que estaba, en clases de historia. La mestra Liz, estando encima de Alex, con la cara más amargada que se pueda visualizar, comienza a diciplinar. 

- Alex, ¿me puedes decir cuál es tu opinión...por qué crees que surgen las guerras?

- Pues, bueno... primero hay que definir guerra, ¿cierto? - respondió desconcertado -. Y bueno esto es cuando dos grupos o naciones se encuentran en desigualdad de opiniones y no pueden ponerse de acuerdo de forma adulta, entonces...

- Para dormir y chamullar - atajó la maestra con una mirada acusadora.

- No profe, mire si me da 2 minutos, bueno 5... tal vez 10 ya que soy de los que se distraen un poco...

- Alex - interrumpió con tono más severo -. Tendrás que hacer un trabajo para mañana o no podrás entrar a la clase – declaró a modo de reprimenda, mientras caminaba hacia su mesa de trabajo -. Deberás contestar esta pregunta de nuevo, pero a modo de disertación, y esta debe durar al menos 10 minutos.

- Pero...

El timbre del recreo sonó, cortando el reclamo del joven, aumentando su angustia y preocupación. Un nervioso Alex caminaba de un lado a otro pensando en cómo realizar la dichosa disertación a tiempo, Max por otro lado sostenía su celular con gesto calmado, respondía mensajes a una velocidad increíble, un haz de los botones pensó Alex al verlo.

Max, al fijarse en la tortuosa expresión de su amigo se acercó preocupado. Una vez a su lado, le tendió una botella de agua y le indicó que se sentara a su lado.

- Alex cálmate ya, no es para tanto.

- Es que no entiendes, yo tenía planes esta tarde, y ahora este trabajo, ¿porque me tiene que pasar esto?

- Alex es...

- Y además debo hacer aseo, la casa no se limpiará sola, igual tengo que...

- ¡Alex! - reclamó Max en lo que sacudía al muchacho de los hombros. Pero al ver que esto no daba resultado, le arrebató la misma botella que le había entregado y se la estampo en la cara.

- ¡Auch!, ¿sabías que eso duele hijo de...?

- Entraste en pánico, como bueno amigo tenía que hacer algo - se defendió con cara inocente y burlesca.

- Lo sé, lo sé hemos sido amigos desde primero medio. Pero aun así duele un carajo, Max - alegó sobándose la nariz y alargando el brazo para devolver un golpe.

- Y yo que pensaba que habías cambiado en tercero - reía defendiéndose de los golpes poco atinados del chico -. En serio Alex, eres el chico más estresado que conozco, te va a dar algo.

- ¡Qué!, yo no me estreso - dijo indignado cruzando los brazos sobre el pecho.

- Estudiaste para la PSU, Alex.

- Hay que estar preparado.

- En verano...

- Cualquier momento es buen momento para estar preparado.

- Y nos toca en dos años más - remató alzando una ceja.

- Pues ahora no necesito estudiar para entonces.

- Lo vas a hacer igual - concluyó regresando la abollada botella causante de tanto revuelo.

- Lo sé... - se rindió reconociendo su problema con los estudios.

Acabado el tema, ambos se dirigieron hacia la cancha, para eso atravesaron tres pisos. El reconocido "Sowing your Steps", era un buen establecimiento, pero sin dudas enorme y caótico. La escuela contenía niveles desde pre básica a cuarto medio, y eso permitía que se crease esa jungla en la que los amigos se encontraban, rodeados de personas, celulares y comida.

- ¿Entonces qué vas a hacer? - decía Max mientras comía una chaparrita.

- Pues, bueno recién son las 11:25 am., así que el trabajo creo que lo haré entre los recreos.

- Perfecto, entonces ¿cuándo salgamos no harás nada, cierto?

- Pues el aseo y ...

- Esta decido, me acompañaras a patinar.

- Espera, ¿cómo que...?

Pero el timbre interrumpió a Alex nuevamente, indicando el reingreso a clases.

Las horas pasaron sin más sorpresas, así que cuando las clases estuvieron próximas a terminar, Max y Alexeler, fueron hacia la plaza ubicada en el famoso centro de la ciudad, lugar donde se encontraban las tiendas más bellas y costosas que existen.

Los chicos, aún con sus uniformes puestos, caminaron a través del enorme lugar, permitiéndole a Alex contemplar innumerables plantas, en especial arbustos y retorcidos árboles que lo llamaban a relajarse. Pero lo que más llamó su atención fue el enorme reloj antiguo que yacía en el corazón mismo de la plaza que, según le comentaba su compañero, era conocido por repicar cada doce horas.

Al estar cerca de la pista, se apresuraron a cambiarse, y una vez listos Max corrió hacia unos arbustos, de los que extrajo dos patinetas.

- ¿Lo tenías todo preparado?

- Algo así - respondió mirando a su alrededor -. Me gusta venir aquí, es como que me siento en casa.

- ¿En una plaza?

- Tú ves K-dramas, eso es más raro - dijo a la defensiva.

- ¡Hey!, solo preguntaba.

- Jajaja lo sé, mira por allá - dijo apuntando a un gran grupo de jóvenes de su edad. La plaza se había convertido en un punto de reunión para jóvenes -. ¿No es genial?, vengo a veces, porque así uno se puede relajar, y olvidarse de todo - comentaba Max mientras observaba embelesado su entorno; en eso estaba cuando se percató de una chica que pasaba no muy lejos, con dos chicos.

- Tierra llamando a Max - canturreaba haciendo señas a su amigo.

- No, esa chica es un sueño - se quejó alejando las manos de Alex del camino.

- ¿Quien?

- La de pelo rosa - fue su única respuesta antes de entregarse nuevamente a su ensoñación.

Alex, intentó enfocar sus ojos en la chica de pelo rosa, pero se le escapaba entre las muchas otras chicas con estilos súper estrafalarios. Cuando por fin dio con la chica correcta, le dedicó más atención, llevaba uniforme, una falda roja a rayas y una camisa blanca con chaleco gris.

- Ah, es de la escuela de Lay.

- ¿El que tiene insignia de ampolleta con sombrero? - preguntó aun medio embobado

- Sí, ¿por qué no vas a hablarle?

- Estas enfermo

- Técnicamente si, de hipertensión, problemas renales...y eso solo para dar pie.

- No quiero saber de tu trágica vida, Alex, ahora estamos admirando el paraíso.

- Tú "paraíso", me parece un poco creída - se burló molesto por la actitud desinteresada de su amigo. Y tomando la patineta se impulsó, alejándose -. ¡Iré a ver el lugar mientras te quedas como perro baboso!

- Cállate enfermo - fue lo último que oyó de Max, mientras se alejaba por el camino.

Al llegar al centro de la plaza, Alex se dedicó a patinar alrededor del viejo reloj, no podía entender el porqué, pero el verlo le brindaba una agradable sensación de tranquilidad. Cuando la máquina indicó que habían transcurrido tres horas, los chicos comenzaron a marcharse del lugar, y así sin darse cuenta, Alex acabó solo en aquel verdoso lugar. Ninguna persona se veía a lo lejos, ningún animal se oía entre los árboles, solo el aliento de Alex y su patineta rozando el suelo.

Cuando finalmente cayó en cuanta del vacío en que se encontraba, se detuvo y observó el enorme reloj en silencio, aguardando...

De repente otro grupo de personas empezó a entrar en el parque. Un gran grupo, a decir verdad, vestían ropa negra, algunos llegaron con patinetas o patines, algunos de ellos incluso entraron con motocicletas. Sintiendo como el pánico crecía en él, Alex intentó alejarse lo más posible, en la dirección contraria.

- ¡De veras!, ¡¿dónde está Max?! se dijo preocupado intentando recordar donde había dejado a su amigo.

Patinando lo más rápido que sus piernas le permitían, se apresuró a llegar al punto en donde había dejado a Max. Pero al llegar, a la única que encontró fue a la chica de cabello rosado. Ella estaba discutiendo con un chico con estilo motoquero, con las manos ennegrecidas y un pomposo peinado de Elvis. La chica al percatarse de la presencia de Alex se dirigió rápidamente a él, y con una voz lo suficientemente alta para que el muchacho la escuchara, anunció:

- Él es mi novio.

- Espera que...- se apresuró a corregir un confundido Alex.

Mientras Alex buscaba una respuesta de la chica, el motoquero enojado, se encargó de hacer una señal a sus espaldas, y desde no muy lejos, un grupo de seis chicos más apareció, todos altos y con cara de matones observaron la situación y esperaron una sola orden. Y antes de poder reaccionar, el primer sujeto levantó la mano dirigiéndoles una enardecida mirada a la pelirrosa y su desafortunado acompañante, y con un chasquido y una frase, los mandó a atacar: Atrápenlos.

En lo que debió ser una impresionante demostración de reflejos, la chica empujó a Alex sobre la patineta, y subiéndose con él, patinaron lo más rápido que pudieron, mientras la pandilla de Elvis los perseguía de cerca.

- ¿Porque te persiguen, quien eres, que haces, porque a mí...?

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