
How to flirt
—Bueno Gyu, gracias por echarme una mano —dijo Jun colocándose su mochila en la espalda— debo ir a buscar a mi amiga, ella se cree que se cuida sola pero uno nunca sabe.
—C-claro...
La pelirrosa metió sus manos en sus bolsillos y dio dos pasos para irse, pero luego volteó y miró a Gyu de nuevo.
La castaña estaba de rodillas en el mullido asiento, mirando en su dirección como un animalito desprotegido sin siquiera darse cuenta.
Tan linda.
—¿Estás sola? —preguntó pensativa.
—No, mi amiga fue a buscar unas bebidas —respondió simplemente.
Jun frunció el ceño y dando dos pasos se sentó a su lado.
—Entonces esperaré a que ella vuelva para no dejarte sola, así te devuelvo el favor —sonrió— una chica tan bonita no puede estar sin compañía en un club.
Gyu sentía que su corazón iba a salirse de su pecho en cualquier momento, sus ojos no podían apartar la mirada de la pelirrosa, la atraía como una abeja a la miel.
—Pero tu amiga también está sola.
—Hyun practica boxeo, yo en realidad exagero con mi instinto sobre protector, ella es menor que yo —se excusó.
—Boxeo, eso es increible —murmuró Gyu fascinada.
Jun la observó atentamente otro momento.
—Siento que te he visto antes.
—¿Ah... sí?
—Sí, pero no logro recordar de dónde.
Gyu esperaba que no tuviera ningún recuerdo de ella acosándola en la plaza aquel día en el que creyó ser discreta bocetando.
—O quizás... —Jun reposó sus brazos en la mesa y recargó su mentó en su puño. mirándola fijamente—. Es que te vi en un sueño.
Gyu estaba a punto de tener un infarto. Esa chica estaba presionando todas las teclas homosexuales correctas con esa voz, sus pasos de baile y su jodido hombligo bonito al aire.
Sin agregar su cara que era simplemente preciosa. Era una chica tan bella, de labios gruesos, ojos gatunos y cejas oscuras que enmarcaban su cara.
—No creo —negó apenada— soy demasiado común como para que el inconsciente de alguien sueñe con mi cara —argumentó con honestidad, haciendo reír a la pelirrosa.
—Disculpame, pero no tienes nada de común —rebatió— empezando por el hecho de que tus rulos te hacen unas orejitas de oso muy graciosas.
Entrando en pánico Gyu llevó sus manos a su cabello y lo peino hacia abajo.
—¿Qué haces? —la pelirrosa refunfuño— Si son adorables.
—N-no lo son, me hacen ver ridícula.
Eso siempre le pasaba, por eso cargaba un peine siempre a la mano. No por nada sus abuelos de decían pequeño Koda de niña.
Jun frunció su nariz.
—Has dicho muchas cosas desfavorables de ti misma en muy poco tiempo —y agregó— no se supone que así debas ligar.
—¿C-cómo? ¿ligar?
Jun se le acercó un poco, su expresión cambiando a una más sensual de ojos entrecerrados.
—Sí —dijo a unos centímetros de su cara—. Si alguien te está ligando, no deberías remarcar las cosas que consideres defectos de ti misma, sino mostrarte segura.
—Pero solo digo la verdad... —respondió tragando saliva con nerviosismo.
La voz de ambas sonaba más baja por la cercanía que tenían.
—¿La verdad? —Jun sonrió de lado— La verdad es que eres muy bonita y si me dejaras te daría un beso.
Gyu no sabía cómo responder a eso, estaba empezando a hiperventilar cuando Jun se quedó mirando sus labios, pero justo en ese momento Bin volvió a la mesa con las bebidas, acabando con ese íntimo momento.
—¡Gyu no vas a creer lo que me acaba de pasar!
Jun se alejó para mirar a la recién llegada y Gyu sintió que de nuevo era parte del mundo, como si hubiera estado todo ese rato desconectada.
—Tu debes ser su amiga —dijo Jun levantándose— tardaste mucho, no deberías dejar tanto tiempo sola a una amiga.
—¿Perdona? —Bin contestó sin comprender de dónde apareció esa chica— ¡yo cuido muy bien de Gyu!
—Claro claro, considerando que me acerqué a ella tan fácilmente sin que te dieras cuenta no creo que estés haciendo un buen trabajo —frunció su ceño— agradece que no tengo malas intenciones.
Bin la miró mal y estuvo a punto de soltarle algunas palabras desagradables cuando la pelirrosa volteó a mirar a Gyu de nuevo.
—Espero que nos veamos de nuevo, pequeña osa —y le guiñó un ojo antes de marcharse sin mirar atrás, dando pasos seguros con sus manos en sus bolsillos.
—¿Quién se cree esa que es para hablarme así? —gruñó la pelinegra— ¡yo acabo de vivir una pesadilla y un sueño al mismo tiempo!
Gyu ni siquiera se había dado cuenta de que Bin se había tardado. El tiempo se había detenido.
—Ella... —tragó saliva— ella es mi musa.
—¿Eh?
Gyu ya la había perdido de vista, pero el impacto provocado dentro de ella seguía allí, latente, como mariposas en su estomago y miles de ideas frescas en su cabeza.
—Es mi musa.
—¿Ella?
Cierto, Gyu nunca le había contado ese detalle a su amiga. Ya era hora de revelar su preciado secreto.
—Bueno, es una historia no tan larga.
—Es ese caso puedo escucharla primero antes de contarte la mía —dijo Bin sentándose con sus dos bebidas.
—Trato hecho.
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