Un par de días después Gyu estaba en el taller de la boutique junto a sus padres, ellos revisaban sus últimos diseños con caras inexpresivas.

Después de unos minutos finalmente dijeron algo.

—Sabes que te amamos y creemos firmemente en tus capacidades cielo pero...

Gyu cerró los ojos con un nudo formandose en su garganta.

—¿Pero?

Jimin suspiró.

—Te mentiríamos si dijéramos que esto es tan bueno como lo que hiciste la navidad pasada.

—Lo sé —asintió demasiado cansada. Ya no le quedaban ni ideas ni motivación.
Su madre se acercó y le dió un par de caricias en la nuca.

—No te estreses cariño, aun tienes tiempo, te ayudaremos si hace falta.

Gyu no quería tener que escuchar eso. El orgullo de su familia dependía de su exito, y eso era algo que debía conseguir por su cuenta, sin atajos.

—No se preocupen, lo tendré para la próxima semana.

Ellos hicieron una mueca pero asintieron al final, le preguntaron si cenaría con ellos o si se iría a dormir, pero Gyu ya se había metido de nuevo en su cuaderno de diseño como para tomarse el tiempo de responder.

—Que tengas buena noche cariño —dijeron antes de salir del taller intercambiando miradas significativas.

Gyu era demasiado exigente consigo misma desde que tuvo la oportunidad de involucrarse en el negocio familiar, pero quizás seguía siendo demasiado joven como para tener una responsabilidad de esa magnitud.

Más tarde, casi a medianoche, la puerta del taller volvió a abrirse.

Era su abuela.

Gyu dejó el lápiz a un lado y con algo de nervios miró a la mayor pero refinada mujer que había sido el punto clave en su familia. Quería ser como ella, y al mismo tiempo, quería encontrar a alguien que le inspirada lo mismo.

Esa misma admiración.

—Deja de mirarme como si fuera la reina Isabel —sonrió la anciana.

—Es difícil cuando eres más alta que papá.

—Tu también eres más alta que tu padre.

—Gracias por la genética entonces.

Ambas rieron y Gyu dejó un espacio libre en el asiento a su lado para que su abuela la acompañara. El taller siempre estaba repleto de cosas y a penas había espacio para un alfiler más.

—Tus padres estan preocupados por ti, así que decidí venir a ver qué ocurre.

—No es la gran cosa, no debiste venir solo por eso abuela —eso le quiso hacer creer, pero su expresión consternada estaba siendo demasiado transparente.

Además su abuela era muy perspicaz.

—¿Tienes un bloqueo artístico? —inquirió.

—Algo así...

—Si ese es el caso, te invito a que salgas y te diviertas, esa es la mejor manera de acabar con un bloqueo —dijo muy seriamente.

—¿En serio?

—A tu abuelo le funcionaba, y a tu madre le di el mismo consejo en su momento ¿por qué no funcionaria contigo?

Gyu no estaba segura de eso. Nunca había sido muy sociable, y tampoco se sentía cómoda en entornos donde había mucha gente.

—¿A dónde me recomiendas ir?

—No lo sé ¿qué les entretiene a los muchachos de hoy en día? Seguro van a fiestas, bailan y tienen muchos amigos.

Gyu sonrió con ligera vergüenza. Ella no tenía muchos amigos para ir a bailar a fiestas.

No es que lo deseara tampoco.

—No creo ser apta para nada de eso... —volteo a ver el desordenado taller—. Este es el único lugar donde puedo ser yo misma.

Su abuela pensó unos instantes y luego envolvió con sus manos la palma de su nieta. Las arrugas contra la piel lisa que exudaba juventud hacían un hermoso contraste generacional.

—Eres demasiado bonita e inteligente como para decir eso. No puedes vivir tus años dorados como un oso en internación.

Gyu hizo un puchero.

—¿Por qué no?

—Porque la inspiración viene de afuera —señaló la ventana—. Las ideas llegan en lugares específicos en momentos específicos.

—¿Qué quieres decir?

¿Había otra forma de explicarlo?

—La inspiración es como el amor. Puedes estar muy ansiosa por encontrarlo, pero no puedes hacer nada para conseguirlo más rápido, más que estar en muchos lugares, y eventualmente, llegará.

A Gyu le sonaba un poco absurda la comparación considerando que ella no buscada un romance sino una idea para una prenda, pero consideró que su abuela no le estaría diciendo aquello sino fuera verdad.

—¿Entonces a dónde pretendes que vaya?

—Por supuesto que a una fiesta.

—¡Abuela!

—¿Qué? Serás la mejor vestida —alardeó— y además conocerás a otros chicos de tu edad, ¡te daré dinero para que vayan tu y tu mejor amiga Bin!

—Pero...

—¡Nada de peros! Mañana por la noche ambas se acercaran al almacén y les daré a cada una un conjunto que llamara la atención de muchos muchachos.

Gyu quería negarse y huir de la situación, pero una parte de ella le susurraba que quizás esa era la única manera de encontrar la idea que necesitaba.

Esperaba no arrepentirse.