Capítulo 4
Las prioridades de Yuri eran claras.
Tenía que protegerse. Por su bien, por el bien de sus familiares, tenía que cuidarse de lo que iba a decir o a soltar en cualquier momento. Dennis se lo había dejado demasiado claro cuando le acorraló en el pasillo. Se sintió desagradable en ese momento. Sintió ese olor fuerte en sus fosas nasales. Sus malditas feromonas esparcidas por el pasillo, dañando el ambiente y su tranquilidad. Sus instintos más bajos le dijeron que gruñese cual lobo y tratase de intimidar o hacer algo.
Dennis no tuvo nada de problemas en simplemente ganarle en fuerza. Solía hacer algo de entrenamiento de soldado por la mera diversión de hacerlo y para impresionar. A Yuri no le agradaba en lo más mínimo, no le simpatizaba ni le daba buena espina. Y en ese momento y lugar, supo por qué. Le cortó primero el cuello, uno de los lados sacándole sangre y por un breve instante, asustándolo.
Le habló demasiado pegado a la oreja todo un maldito y sufrido discurso sobre como debía mantenerse callado. De como su compañero Gamma debía de ser lo que menos se mencionara en los pasillos. De como su identidad era secreta para el Rey y que no importaba cuentas veces le amenazara por muerte, no debía decir nada. Porque si confesaba o decía cualquier cosa, ellos se encargarían de enviarlo a otros territorios como esclavo. Y otras cosas más que en su mente no quedaron.
Él solo pensaba en liberarse. Ponía sus manos en el pecho del otro intentando empujarlo. Dennis, cuando supo que no le escuchaban ni de broma le sacó más sangre, casi queriendo asegurarse de que cualquiera que fuese a marcar aquel cuello fuera a causar mucho más daño del que pretendía. La herida se iba haciendo más profunda cada que Yuri empujaba o ignoraba al noble. Al final, y como se esperaba de él, obedeció. Su sangre hirvió por dentro cuando le abandonaron el pasillo. Con una herida en su cuello y con un olor asqueroso en el aire.
El tener al Rey allí, esa noche, realmente podía ayudarle a vengarse.
—Lamento incomodarle de esta manera —se disculpó inclinando ligeramente la cabeza. Yugo, inclinó también la cabeza y el tronco casi de manera exagerada. Se había puesto como un cachorro asustadizo de repente. Las feromonas se le salieron de la piel como si de sudor se tratase. Yuri lo tenía claro. Estaba nervioso. No sabía porque, Yuto no era particularmente intimidante y tampoco estaba cerca de su celo. Pero era verdad que tratar con Alfas era lo peor que tenía Yugo, si seguía así de nervioso iba a terminar soltando una cantidad de feromonas demasiado grande. Casi como si estuviera pidiendo ayuda con desespero—, hablando a sus espaldas de usted.
—Te hice una pregunta —impuso Yuto. Yugo tragó salida. Miró exclusivamente a Yuri e intentó disipar su propio nerviosismo y olor—, responde, Yuri —pronunció su nombre lentamente, enfatizándolo.
—Claro que si, de pasillo —aclaró como si nada—. Si usted me entiende, lo veía como...
—Hablabas con mucha pasión sobre él —inquirió Yuto. Yugo intentaba calmarse. Estaba cerca de su celo, así que estaba ligeramente alterado. Parecía un cachorrito asustadizo. Yuri no lo entendía.
—Es que, usted entenderá, el pobre nació para morir, no se usted, pero eso me parecía demasiado... triste —Yuto alzó una ceja, dudoso—. Pero no, no lo conocía para nada. No es como si pudiéramos verlo muy a menudo, no era mi compañero ni nada.
Yugo tragó saliva.
—No me des razones tontas, Yuri —su ceño estaba arrugado—, nadie habla de un Gamma de esa forma.
—Bueno, eso es porque no ha conocido ninguno vivo o de su edad, ¿no cree? —Yuri se alzó los hombros haciéndose el inocente. Yuto lo acusó con la mirada, el aludido apenas pareció intimidado simplemente tenía una ligera sonrisa en el rostro. Yugo seguía allí quieto, incluso parecía no respirar mucho—Es muy raro conocerlos, diría que casi imposible que llegaran a cualquier parte, ¿no? Menos a un castillo como el suyo, tan lujoso y con una guardia real tan... eficiente.
—No me estas diciendo algo —concluyó el de ojos grises. Yuri se sintió orgulloso de su rey—. ¿Por qué haces eso? Me molesta que me ocultes la verdad.
—Yo no oculto nada —mintió—, bueno —miró hacía otro lado, con movimientos teatrales—, al menos nada importante. ¿Sabía usted que mi madre verdadera esta perdida?
—No te vayas con rodeos —le regañó casi gruñendo, como oso enojado—. Algo más está pasando, sabes algo más de lo que me estás contando.
—Bueno, puede ser —dice poniendo sus manos atrás de su espalda—, pero no creo que sea yo quien deba decirlo, después de todo —se señala el cuello—, mi pellejo esta en juego.
—Bueno, yo estoy aquí, ellos no —gruñó acercándose a él algo amenazante. Yuri le sostenía la mirada—. ¿Qué ocultas?
—Nada que pueda decir en voz alta —dijo con voz un poco calma, como si tuviera completamente tranquilo y no estuviera sacando de quicio al máximo gobernante de su país.
—Juro que si sigues...
—¡Su majestad! —exclamó alguien en la espalda de Yuto. El aludido bufó ante la interrupción y se volvió hacia el ingenuo que había gritado—Mi rey, buenas noches, me temo que tengo que escoltarlo a su habitación —Yuto arrugó sus cejas. Miró a su alrededor de manera intuitiva—. Hay un problema con uno de nuestros prisioneros, debemos asegurarnos de que este bien usted en su habitación.
Yuto gruñe. El guardia se sintió ligeramente incómodo.
—¿Cómo es que se les escapa un prisionero? —preguntó algo frustrado. El guardia mueve un poco los labios y los arruga. Parece algo avergonzado.
—Su majestad —dijo lo más firme que pudo—, puedo contarle mientras nos dirigimos a su habitación.
Yuto tomó algo de aire y se volvió hacia Yuri unos segundos. El aludido sintió algo de miedo, se removió incluso incómodamente. No dijo nada, Yugo tampoco, aunque estaba casi al borde de los nervios. Estaba helado. Lo estaban ambos. Fue, genuinamente, la primera vez que el de ojos fucsias se sintió intimidado por su rey.
Y sin embargo jamás olía nada de él.
Se separaron entonces. Yuri y Yugo se fueron a su habitación con cierta prisa gracias al segundo. Yuto en cambio tenía un aura pesadísima a su alrededor. Se notaba que estaba de mal humor, el guardia a su lado rogó a todos los dioses que existiesen que su rey no se enojase o no le pasara nada. No deseaba que la furia recayese sobre él.
Yuto se mantuvo la mayor parte del camino en silencio. Con el aura pesada a su alrededor, pero también con la mirada puesta al frente. En cualquier descuido se le podría su olor natural, algo que ocultaba con mucho recelo. Su padre le había enseñado eso por años, siempre lo había ocultado y dejado por debajo de su piel. Nunca se cuestionaba el porque, Faust siempre le había dado una respuesta clara y concisa. Siempre le dijo que lo que le diferenciaría a él del resto de reyes, sería que su presencia seria mucho más imponente que su propio olor.
Lo podía comprobar siempre. La mayoría de alfas dependían demasiado de sus olores antes que de su temperamento para hacerse respetar. Lo vio apenas nada con Yuri. En la tarde, este apenas estaba incómodo con Shun soltando feromonas como si estuviera caliente. Le daba cierta satisfacción tener ese control en la gente. Incluso el guardia a su lado parecía temerles a niveles insospechados. Como si fuese a saltar sobre él en cualquier instante. Por eso mismo, cuando le habló de nuevo, no le extrañó que le temblara la voz.
—P-Por aquí no, señor —articuló. Yuto le dirigió la mirada y levantó una ceja. Con sus ojos grises y casi inexpresivos, contempló como tragaba saliva con dificultad. Se habían detenido de repente más por acción del guardia—. El prisionero es de parte del sótano, estamos intentado contenerlo. Puede que...
—¿Del sótano? —preguntó extrañado. El hecho de que el camino a su dormitorio no estuviera ni remotamente cerca a tocar con el dichoso lugar pasó asegundo plano—No tenemos prisioneros en el sótano.
El guardia tuvo una pequeña pausa y después habló.
—Bueno, este es nuevo, no tiene más de un par de días de estar allí.
Yuto se volvió hacia él. El guardia se quedó helado, no sabía que es lo que había hecho. Tal y como su Rey no sabía que era lo que estaba pasando.
—¿Quién ordenó todo esto?
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
—No sabía que teníamos un prisionero en el sótano.
Fue al día siguiente, aun en horarios de mañana mientras hacia algunas de sus labores con su consejera rubia, Eva. No quiso preguntarles de inmediato pero la cuestión rondaba sobre su cabeza como el olor de esa camiseta a la que aún se aferraba. No quería desconfiar de sus consejeros. Realmente no lo deseaba. Pero la conversación con Yuri y esa situación nocturna con el prisionero del sótano estaba empezando a incomodarle.
Había algo en su cabeza que no le dejaba olvidar todo el tema del Gamma que murió hace poco.
—Eso es porque no lo tenemos, mi Rey —dijo Eva en un tono neutro.
De todos sus consejeros, Yuto estaba siempre más distante de ella. Era mayor que él por unos cuantos años y, a diferencia de los demás, sí había llegado a ser la consejera de su padre, apenas por unos meses antes de su muerte. Casi sentía que confiaba en ella más que en los demás. La mujer era extremadamente seria y concisa en lo que decía. Nunca había tenido problemas con ella de ninguna clase, nada parecido a lo que ocurrió el día anterior con Shun o cuando Dennis derrochaba carisma y mujeres. Nada escandaloso o que llamase la atención.
—Entonces, ¿cómo me explicas lo que ocurrió esta madrugada? —Yuto no la estaba mirando, solo caminaba a su lado. Eva le dedicó una mirada rápida antes de responder.
–De seguro algún guardia se habrá confundido, mi rey —ella sabía que había ocurrido. Por supuesto que lo sabía—. El prisionero aparentemente intentó escapar y se escondió en el sótano con los omegas, para ocultar su olor.
Hubo una ligera pausa.
—No tenemos ningún prisionero tan peligroso en el castillo –miró a Eva por fin—, pero de todas maneras todos los guardias actuaban como si fuera el fin del mundo.
—No les gusta perder un prisionero mi rey, menos cuando usted está... —pensó un poco—dando un paseo nocturno.
Otra pausa más. Yuto apartó su mirada de Eva, tomó aire ligeramente y casi empezó a acusarla con sus ojos grises. Como si quisiera intimidarla de alguna manera. La rubia apenas pareció reaccionar.
—Puedo confiar en ustedes, ¿verdad? —Yuto enfatizó la pregunta. Sabía la respuesta, era consciente de ella desde que era un niño. Su padre, Faust, había confiando en sus anteriores consejeros al punto de que ellos manejaron el reino hasta que el fuese mayor. Todo había ido bien hasta ese punto en su vida. La mujer estaba casi tan rígida como un pino en invierno de repente.
—Sí, mi rey, su vida incluso si así lo desea —Yuto asintió y omo si no hubiera notado nada, siguió hablando.
—¿Y cómo puedo confiar en mentirosos? —le espetó sin advertencia alguna. Espero alguna clase de respuesta inmediata. Algún tipo que le dijera que Eva no estaba sorprendía o algo. La obtuvo, por supuesto que la iba a tener.
—Mi rey, ninguno de nosotros es capaz de mentirle —dijo con un tono más suave—. Todos hicimos un juramento, nosotros...
—Encontré una camiseta de un Omega en mis aposentos —le interrumpió, estaba en su derecho. Como rey, tenía derecho a cualquier cosa—. Ustedes dicen que el gamma veía sin nada, entonces... ¿qué debería pensar de esta situación?
—Nada realmente malo, mi rey —dijo ella tranquila, como una flor deslizándose por las aguas de un lago sagrado—. Puede que los guardias que nos informaron miraron mal al gamma y realmente tenía algo oculto. Quizá es una camiseta perteneciente a un omega en celo —argumentó ella—, para intentar llamar su atención. Después de todo, estos fueron los mismos guardias que reaccionaron lento a su amenaza.
—No huele a gamma esa camiseta —aseguró Yuto.
Lo sabía. El olor de un gamma no se olvidaba. Al menos no después de que su padre le obligó a identificarlo. Cuando era niño, Yuyo entró a algunos calabozos lejos de su castillo, lejos de su hogar. Se enfrentó cara a cara con los gamma y se rodeó de sus olores.
.-.--.-.-.-.-.-
Yuto se había quedado al menos una hora con esa camiseta en sus manos mientras miraba a la nada. No había nada que mirar. Solo ese fantasma que rondaba su mente cuando menos se lo esperaba. Pero es que no podía sacarlo de su mente. No podía evitar sentirse maravillado y atraído a él. Tanto que le entraban escalofríos de solo pensarlo. Nunca le había pasado nada así. Su corazón nunca había anhelado tanto un olor.
Toda su vida había estado oliendo a las personas, los olores llegaban a él todos los días. De comidas, de personas, de lugares. Era capaz de diferenciarlos, saber su origen y dejarlos pasar. Ninguno era capaz de quedarse en su mente más de lo necesario, ninguno le dejaba una marca, lo maravillaba o le hacía desear más. Incluso de la propia comida a veces se quedaba algo sorprendido de sí mismo. No se maravillaba tanto como todo el mundo. No se deleitaba del todo. Por mucho que se esforzara, le era difícil. Su padre le había enseñado todo lo que tenía que saber de los olores. No había placer en ninguno de ellos, había perdido el sentido hacia muchísimos años.
Pero esa camiseta, ese olor. Le movía todos los sentidos, le removía todo su esqueleto y casi latía su corazón por él. Embriagador era una palabra que se quedaba corta. Yuto sentía que se podría quedar ahogado en él sin problema alguno, horas y horas sumergido en él sin que se cansara o deseara irse. Casi sentía que creería lanzarse encima del omega que lo portara. Sin importarle las circunstancias o el lugar.
Era casi como si...
Por primera vez se alejó de la camiseta y su corazón se arrugó ante esa idea. El miedo le recorrió la espina dorsal y se mordió el interior de sus mejillas. La idea de que podría haber marcado a un Gamma le estaba rondando la cabeza fuertemente. Sí, Yuri le había dicho que "Yuya" era un Omega, pero todos los sentidos y las cosas que había sentido eran... fuertes. Demasiado fuertes para él. Tenía que haberlo marcado, tenía que haberlo hecho. De lo contrario no sentiría nada si de fuerte, ¿verdad? Pero...
Nunca había marcado a nadie, no tenía ni idea de si así es como cómo debería sentirse.
Entendía la idea de que cuando un Alpha y un Omega tenían un lazo se volvían más sensibles a sus propios olores. Entendía que desde la mordida el Alpha iba a sentir mejor el olor de su Omega y lo iba a añorar mucho más. Esto que sentía Yuto era añoranza, si, pero era casi como si estuviera desesperado por él. Casi como si deseara encontrarlo a toda costa y agarrarlo de las manos de quien sea que estuviera alejándolo. ¿No era eso lo que debería sentir si había marcado a un Gamma? Ganas de estar con él, ganas de no separarse, en contra de su voluntad. Ganas irracionales, cosas que no iban acordes a sus pensamientos, cosas que ni siquiera pensaba o evaluaba correctamente. Impulsos.
Yuto apretó la camiseta ante ese pensamiento. Tendría sentido, su posible locura estaría apaciguada por su pérdida de memoria. Pero poco a poco estaba cayendo. Incluso estaba yendo tan lejos como para creerle a Yuri antes que a sus consejeros.
Tenía información, sabía donde quedaba la bruja. Y algo le estaba diciendo que era verdad. Algo de él quería creer que era verdad. Porque, lo había pensado, si realmente había marcado a ese gamma, entonces la ejecución de ese chico de cabello rojo le habría destrozado internamente. O al menos hubiera sentido algo, cualquier cosa. Los lazos van más allá de los recuerdos, eso lo sabía. Yuto lo sabía.
Entonces... entonces...
—Puede que este vivo.
Ese pensamiento lo hizo estremecer. Su corazón saltó en emoción y regocijo. Como si la sola idea de conocer al llamado "Yuya" fuese la solución a todos los problemas del mundo. Sintió entusiasmo, esperanza y ansiedad. Quería conocerlo, quería conocerlo ahora. Quería recuperar al que le había hecho dudar tanto, sentir tanto deseo. Quería ponerle un rostro y sentir su piel. Quería...
Quería tantas cosas.
No. No. Negó con la cabeza, alejó la camiseta, la tiró lejos y se agarró la cabeza como si eso pudiera organizar sus ideas. Allí estaba de nuevo, un impulso irracional, unas ideas tontas que estaban de alguna manera calando en su mente. Eso era el peligro de los Gamma, de marcar a un Gamma, se empezaban a formar ideas que no eran en la mente. Ideas relacionadas una persona. Lo único que salvaba a Yuto de la locura absoluta era la acción de sus consejeros, el haber olvidado a ese...
No habían sido sus consejeros. Él no había marcado a nadie. Si así fuera le hubieran dicho, hubieran matado al Gamma sin problemas, pero le habrían hecho saber... Se rascó el cabello en la nuca. Nunca había estado tan intranquilo en toda su vida. Ninguna de las piezas que había allí o que les eran presentadas por sus consejeros encajaba en ninguna parte.
Necesitaba respuestas. Quería respuestas. Yuri se las había dado, pero no sabía exactamente qué es lo que había ocurrido en la noche, solo alegaba que él y ese tal... "Yuya" se conocían. Decía que tenían una relación, que se conocían, que era un mesero. Cosas que, si bien no le movían ningún recuerdo, si podía ver cómo falta de ellos. Las cenas que no había visto, las cenas que no recordaba. Los paseos. Era una versión que parecía más acorde a sus recuerdos, a sus vacíos.
Y además su corazón reaccionaba al nombre que él le había dicho.
La esperanza emergió de él como burbujas de un tarro de cerveza. Dirigió su mirada a la camiseta tirada. La recogió en solo unos segundos y la acercó a su cara. El olor estaba allí, débil, pero allí. Faltaban pocos días para que desapareciera para siempre.
Y, aunque no le fuera a decir a nadie nunca, deseaba que no se fuera.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Yuto no habló en casi toda la mañana. Murmuró si, pero hablar no. No le dirigió la palabra a ninguno de sus consejeros y mucho menos a Yuri cuando lo vio en el desayuno. Solo estaba en su mente, pero nadie sabía que es lo que pensaba. Ruri intentó hablarle, decirle algo, para que no fuera ese frio silencio que les ponía a todos los pelos de punta. Pero Yuto apenas dijo nada, murmuró cosas ininteligibles y dirigió miradas penetrantes, sí, pero poco más tuvieron de su parte.
Cuando acabó la mañana y se tenían que atender algunos asuntos que Yuto debería de atender en persona, su rey se dignó a dirigirles la palabra y hacerles una única pregunta.
—¿Qué bruja contrataron hace unos días? —salió tan de la nada que algunos de los consejeros saltaron ligeramente. Shun, manteniendo toda la compostura, fue el que respondió.
—Fue una de dos gemelas, mi rey —informó mirando a su superior—. Grace fue quien le atendió, Gloria es su hermana — Yuto hizo un leve asentimiento y dejó que sus consejeros pensaran un millón de cosas en su cabeza mientras caminaban un par de pasillos más, en dirección a la salida.
—¿Dónde puedo encontrarlas? —Ruri tragó saliva ante la pregunta, intentó que no se notara—Si es que se pueden encontrar en un lugar en especial.
—¿Quiere que las llamemos, mi rey? —Preguntó Dennis—Podemos arreglar con ellas que vengan a...
—No, esta bien así —sentenció Yuto sin dirigirle la mirada—. No han respondido a la pregunta —añadió al ver que un pequeño silencio molesto aproximándose.
–Están ubicadas cerca de una taberna de hecho, trabajan de meseras ambas durante parte de la noche —Eva informó, tras ver de reojo a Ruri llena de preocupaciones en su expresión, supo que tenía que hablar por todos ellos—. Se llama "La Amazona", es algo popular en el norte de la ciudad y...
—Bien —la cortó, exigiendo silencio de manera indirecta guardó silencio mientras tomaba una decisión en sus pensamientos. De nuevo, casi todos sus consejeros se empezaron a hundir en un mar de preocupación, pensando y rogando que su rey no estuviera pensando nada malo contra ellos. Cuando finalmente dijo algo de nuevo, no eran precisamente las palabras que quisieran haber escuchado—. Voy a dejarlos a cargo unas horas —anunció mientras se ponía en frente de ellos, enfrentándolos—, tengo asuntos que atender, nos veremos en la noche.
—L-Larga vida al rey/Larga vida al rey—dijeron varios al tiempo, dando una suave reveriencia.
Y Yuto se dio la vuelta, su capa quedó al vuelo, casi rosando las caras de cada uno de sus consejeros, paralizados mirando a su rey alejándose a la entrada. No sabían a donde se iba, ni que pretendía.
—Esto no me gusta nada —murmuró Ruri tras un rato, se agarró las manos con cierta fuerza—. Tenemos que...
—No hay nada de que preocuparnos —se le adelantó Dennis sonriendo—, hagamos nuestras tareas, como nos dijo nuestro rey.
Ruri tomó aire de manera exagerada y sintió como su hermano se acercaba a ella y le abrazaba.
—No podemos perder la compostura —aseguró Eva—, tenemos que confiar. Esto nos va a salir bien.
—Vamos a fallarle a Faust... —murmuró Ruri, asustada—. Vamos a fallarle a Faust...
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Decir que Yuto estaba irritado era vago y ligeramente incorrecto, pero era la mejor palabra que podía describir lo que sentía. Con toques de ansiedad y enojo, claro. Esas supuestas gemelas de las que hablaban sus consejeros no eran las personas de las que Yuri le había hablando. De hecho, el mesero le dijo que era una sola, una chica llamada Rin que era hermana de Yugo, un ayudante de cocina. Esta iba a ser la prueba definitiva de si el de ojos fucsias decía la verdad.
Iba en un carruaje real camino a esa taberna. Primero vería a las gemelas, a Grace concretamente. Repasaba mentalmente que tipo de preguntas podría hacerle, en caso de que sus consejeros las hubieran mencionado únicamente por pagarles para que dijeran lo que el esperaba escuchar. Tampoco entendía exactamente porque habrían de hacerlo. Aquella bruja que le indicó Yuri entonces debía tener aun más información. Yuto deseaba que pudiera concluir algo, cualquier cosa, la que fuera.
Si fuera verdad lo que dice Yuri o lo que decían sus consejeros. Arrugó los labios ligeramente. Había otras cuestiones que también le nublaban la cabeza y no le dejaban pensar con claridad. Su corazón era el primero que no lo debaja tranquilo, ansioso e impaciente. Irracional. Pero...
Si esa persona estuviera viva, la que estuvo con él esa noche, entonces, ¿dónde estaría? ¿En los calabozos? ¿Fuera del castillo? ¿En el sótano?
Había meditado eso antes, en el sótano había un prisionero del que no habían querido decirle nada. Podría ser él. Podría ser puesto que ese es el único lugar del castillo en el que no puede entrar como tal. También el único lugar donde el olor quedaría totalmente camuflado por... por otras feromonas.
Además, también estaba el hecho de que no sabría como comportarse, como hablarle. Si le recordaría, si le odiaría por lo que le estaba ocurriendo. Si le culparía por estar encerrado o atrapado o donde sea que estuviera. Tiró su cabeza ligeramente hacia atrás preguntándose si encontrarlo seria la respuesta que quería. Si le clamaría finalmente la mente y podría superar esos extraños días en los que había estado.
Demasiadas cosas rodaban por su mente, haciéndole pensar, sentir, dudar y reflexionar. Mirar la ventana y observar a su ciudad no era suficiente para distraerle. Las calles empedradas y los diferentes puestos que había. Los asquerosos olores que alcanzaban su nariz. Nada de eso le alejaba de la ansiedad que le producía no poder llegar más rápido o simplemente saber las respuestas.
Su dilema mental siguió mucho tiempo, incluso cuando llegó a la dichosa taberna su cabeza seguía dando vueltas y vueltas. Se bajó únicamente porque pensó dos veces porque había tantos arboles. Le ordenó al conductor que llamara a Grace a su presencia, ya que no sabía si su presencia causaría algún problema o atraería miradas indeseadas.
Estuvo al menos 5 minutos esperando mientras miraba casi que a la nada cuando apareció Grace. Una mujer alta, más alta que él y con el cabello gris. Le daba ciertos aires a Eva, con excepción de la seriedad constante. Esta bruja parecía mas relajada en su expresión, solo que en ese mismo instante parecía algo miedosa. Apretaba los puños a cada lado y sus ojos se fijaban en su rey.
Grace, apenas se acercó lo suficiente, se arrodilló y empezó a decir un montón de cosas sobre que le perdonase, que no tuviera consecuencias sus acciones y miles de disculpas más.
No era de extrañar. Después de todo en su reino Heartland la brujería era fuertemente castigada. Si alguien era descubierto haciendo estas practicas iban a quedarlo vivo sin excepción alguna. Grace solo estaba haciendo lo que ella creía conveniente para salirse de allí, pedía por su hermana, pedía por su taberna, por las cosas que ella creía importantes.
Yuto no estaba allí porque Grace fuera a ser asesinada ni nada por el estilo, así que solo la interrumpió.
—No estoy aquí por eso, Grace —informó, esperando que sus palabras detuvieran la oleada de disculpas de parte de la mujer bruja—, he venido a hablar.
—¿Conmigo su majestad? —preguntó, Yuto la miró de manera acusatoria, ella pareció no darse cuenta—Pero... ¿qué podría yo decirle sobre nada? Soy solo...
—Tu eres la que estuvo conmigo tras el ataque del omega, ¿no? —preguntó Yuto.
—Era un Gamma, su majestad —la mujer se levantó del suelo en el que había empezado a plegarle. Aun parecía inquieta y temblorosa. Se limpió sus ropas con ambas manos mientras intentaba no dejar de ver los ojos grises de Yuto. Pero terminó haciéndolo por la pena. Tomó algo de aire e intentó componerse mientras su rey hablaba.
—Quiero preguntarte varias cosas —Yuto solo la miraba desde lejos. Sus manos estaban ocultas en su larga túnica negra—, entre ellas quería preguntarte por como te contactaron esa noche tan rápido.
—Oh —dijo ella, puso una pequeña mueca, como si no pudiese recordar bien—, llegaron en carruaje unos dos de sus eh... consejeros —explicó ella—. Lo vi desde la ventana, mientras atendía unas cuantas mesas, salieron corriendo y entraron a la taberna. Uno de ellos se acercó a mi directamente y dijo que tenia que hablar conmigo. Creo que era un Beta... —arrugó un poco los labios—, me dijeron apenas nada y me ofrecieron el trabajo. No sabía que se trataba de usted hasta que llegue al castillo, su majestad.
—¿Dónde me atendiste? —preguntó. Grace arrugó las cejas ligeramente.
A partir de entonces Yuto no sacó casi nada de parte de la bruja. Describía el castillo de manera efímera y vaga. Alegaba que no la dejaban ver casi nada y solo la entraron para atenderlo. Que no había tocado ni de chiste el trono o el aposento de su rey. Que apenas había entendido que ocurría y que fue muy repentino. Hizo todo lo que estaba en su conocimiento para ayudar, pero que nada de lo que hiciera iba a servir. Dice que logró hacer que el Gamma olvidara lo que pasó esa noche por petición de los consejeros.
—Tiene suerte de que no lo haya marcado, su majestad —comentó Grace al final—, de haberlo hecho creo que estaría usted en un problema.
—¿A que te refieres? —Yuto pareció despertar entonces, poner 3 puntos más de atención a la conversación. Grace tuvo un momento, un solo instante en el que pareció sonreír.
—Vera, usted sabe lo que pasa con los enlaces corruptos, ¿no? —dio una suave pausa—Verá, las pociones que tengo, no pueden engañar al corazón. No podría borrarle la memoria nunca, funcionaria por unos días, pero siempre terminaría recordado. Un enlace de estos daña tanto, que no se puede revertir de ninguna manera —dijo con cierta tristeza —. Me alegro mucho de que no haya pasado algo así, que usted este sano y...
—¿Engañar al corazón? —preguntó ciertamente intrigado.
—Sí —dijo ella, tranquilamente, sonriendo suavemente incluso—. Las marcas van más allá de los recuerdos, están relacionadas a sus sentimientos, algo muy... arraigado a su propia alma si me permite decirlo —se tocó suavemente justo por debajo de su clavícula, como si quisiera señalar a su corazón—. Ninguna poción puede borrarle eso. Y considerando que este, como Alfa que es, estaría con la cabeza loca por este asqueroso Gamma —hizo mala cara, parecía que odiara a los Gamma también—. Se encargaría de encontrar a ese Gamma donde sea que esté. Incluso iría, bueno, tan lejos como para buscar su cadáver en la tierra.
Yuto se asustó ligeramente ante ese pensamiento. Más que asustarse, se perturbó de pensar que él seria capaz de buscar todas y cada una de esas cenizas que quedaban de ese Gamma ejecutado días atrás. Quizá jamas terminaría, quizá nunca lo podría hacer, quizá se quedaría en ese lugar por siempre, recuperando cada ceniza. Hasta que llegara el momento de morir también. O quizá... quizá en su propia locura también...
También terminaría buscando la muerte por su propia mano.
—Eso es... —y se quedó en silencio. La bruja asintió y asintió insistentemente.
—Devastador, lo sé —admitió. Se mordió ligeramente los labios antes de hablar—, pero por suerte, según me dijeron sus consejeros, logró luchar y resistirse a sus encantos y sus trucos baratos —Yuto la miró fijamente desde que de dijo eso. Pero ella pareció solo querer ignorarlo y seguir alardeando—. Es por eso que usted es nuestro líder porque usted puede luchar en cualquier momento y en cualquier...
—¿Trucos baratos? —preguntó. Ella asintió y frunció los labios con desagrado.
—Así es, mi rey —aseguró ella—. Soy unos trucos asquerosos y sucios. Los usan incluso en mi humilde taberna para ligar o lo que sea. Llenan el lugar de asquerosas feromonas falsas —hace un gesto de desagrado y mira hacia un lado con expresión enojada—. No son más que trucos mal hechos.
—Un momento —Yuto se quería detener un momento, pensar mejor las cosas. Pero las ideas en su cerebro iban demasiado rápido, le quemaban incluso. Todo giraba a su alrededor ante la posibilidad de que...—, ¿feromonas falsas?
—Sí, su majestad —dijo ella lo más formal que pudo y después volvió a su tono de desagrado—. Son unas cosas horribles, no puedo olerlo, pero se de buena mano que esas cosas marean a los Alfas. Dicen los tontos que es como un afrodisiaco, pero es pura patraña, solo hace que huelas mejor —rodó los ojos ligeramente hacia otra parte y cruzó los brazos—. Solo sirve por un tiempo, ni siquiera un día.
—Puede... ¿Cambiar el olor? —preguntó Yuto levantando una ceja ligeramente—¿A uno agradable? ¿Eso se puede?
—¿Uh? —pronunció ella apenas entendiendo nada—Sí, si se puede su majestad. Requiere trabajo, pero puede llegar a hacerse una... feromonas de esas que huelan bien. Se demorarían un tiempo.
—¿Cuánto?
—¿Perdone?
—¿Cuánto tiempo?
—Ah... —ella se lo pensó antes de responder—Al menos una semana y un poco más.
Yuto se quedó mirándola. Asumió el resto el mismo, unió puntos y empezó a dudar de sí mismo bastante. Se puso incluso más ansioso por ir con la otra bruja. Quizá ella le dijese lo mismo, quizá se lo dijese diferente. Quería saber cual era la versión que ella tenía de los hechos. Que le podría decir respecto a lo que ella le decía de esas supuestas feromonas falsas. Quería saberlo todo.
Porque estaba muy dudoso ahora de las cosas que le gritó Yuri el día anterior. De las cosas que estaba empezando a creer. Que quería creer. Se mordió el interior de su boca.
Preguntó unas cuantas cosas más antes de irse a casi toda prisa. Agradeció a medias que ella le dedicara tiempo y hablaran. Ella, como agradecimiento a que el le perdonase la vida, le regaló diversas hiervas y algunas instrucciones. Incluso se ofreció a darle una supuesta pócima de amor para que la usara. Pero Yuto se negó rotundamente y aceptó aduras penas esas hiervas que después tiraría al rio o al fuego, lo que encontrase primero. Tras eso, se despidió y le dio la espalda mientras ella decía un repetitivo "Larga vida al Rey". Casi que gruñó por irse.
Grace se quedó un largo tiempo mirando a la carrosa. Cuando finalmente la perdió de vista se permitió respirar profundo, descansar los músculos de lo tensos que estaban.
—Ese maldito de Dennis me debe el doble —gruño entre dientes aún mirando al camino por el que se había ido su rey.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Yugo apenas terminó de leer la carta empezó a temblar ligeramente. Tenía miedo, no podía negárselo a nadie. Pero tampoco estaba seguro de que debería hacer exactamente. Miró a su alrededor. Algunos de los presentes se habían volteado a mirarle. El de ojos esmeraldas se volvió a lo suyo, soltó algo de aire y decidió salir del cuarto que le encerraba. Las pocas feromonas que había soltado habían sido suficiente para atraer miradas indeseadas. Así que se salió de allí. En busca de algo de aire.
Y para leer nuevamente esa carta.
Su hermana solo le había escrito al castillo en 3 otras ocasiones en su vida. Y solo una de ellas fue al castillo, para pedirle algo de ayuda económica. No era que no se quisieran o que no les importara la vida del otro. Era que, claro, Rin era bruja, un pecado casi imperdonable en las tierras de Heartland. Ambos temían que alguna vez se le acusara a Yugo de traición y lo llevaran a la horca junto con ella.
Claro que ni el mayor secretismo podría con los chismes. Yugo no tenía idea alguna de cómo se habían enterado los mismísimos consejeros del rey que su hermana era una bruja. Pero desde que lo contactaron esa noche a toda prisa sabía que las cosas solo podrían empeorar desde entonces. Y, bueno, tenía razón. Ahora Yuri estaba involucrado en cosas que quizá no debería con el mismísimo Rey y Rin...
Tragó saliva y bajó la mirada nuevamente a las letras escritas a toda prisa de su hermana. Leyó nuevamente, intentando que fuera con más atención en esta ocasión. Solo que no lograba concentrarse del todo. Y para colmo, unos segundos después le interrumpieron.
—¿Qué haces aquí afuera? —la voz de Yuri resonó por el pasillo. Yugo abrió levemente la boca y después la cerró—No me digas que te han vuelto a...
—Yuri, ¿mandaste al Rey a ver a mi hermana hoy? —preguntó temeroso. El de ojos fucsias asintió suavemente—Mi hermana no está.
—¿Qué? —preguntó—¿Cómo que no está? —parecía levemente exaltado. Toda el alma se le salió del cuerpo y quedó frio, helado. Quedaría como un metiroso, Yuto no iba a saber la verdad d Yuya, no iba a...
—N-No lo sé, alguien fue esta mañana y la amenazó —el parecía bastante perturbado, extrañado y sobre todo inquieto a la situación—. Se tuvo que ir y...
—Oh no —interrumpió Yuri con miedo subiéndole por la espina dorsal, le revolvía el estómago y le estaba arruinando las tripas. Tragó saliva e intentó no perder el control de sus emociones—, eso quiere decir que...
—T-Tienes que hablar con el Rey, sino él va a pensar que tu... —empezó a decir, pero no pudo continuar. Alguien autoritario y seco. Alguien a quien, Yuri estaba seguro, no podría apelar a sentimientos.
—Yuri Yuki —dijo el Guarda Real. Tenía su armadura con algunos de talles en oro reluciente y amenazante. EL aludido se volvió a él y supo de inmediato que es lo que había pasado. Que la locación que había indicado a Yuto estaba vacía. Esa hermosa casa árbol que había visitado algunas veces en el pasado y que estaba seguro de que estaría habitada solo unas horas atrás estaba vacía. Estaba sin la única persona que sabía la verdad—. Su majestad ordena que venga conmigo.
Yuto no estaba solo molesto si había enviado a la Guardia Real por él. Estaba furioso.
Yuri casi se cae al suelo al verle. Casi se desmaya y llora por primera vez en público solo de pensar e imaginar a donde le llevarían. Que castigo le iban a poner al omega mentiroso y maldito que hizo dudar a su rey de sus sagrados consejeros. Su cicatriz en el cuello de repente le pareció un mero chiste, comparada con todo el horror que le vendría los días siguientes antes de su ahorcamiento o lo que sea que el Rey quisiera para su destino.
Pero lo que más le dolía, de lejos, era que nunca iba a saber que fue de la vida de su mejor amigo.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Yuto estuvo muy tentado durante un buen tramo del día a dejar ir sus olores naturales.
No lo hizo, claro, aprendió desde muy pequeño que hacerlo frente a una audiencia sería un signo de debilidad. Pero estuvo tan malditamente cerca. Tan jodidamente cerca de hacerlo. Sus sentimientos estaban a flor de piel, hablaba una o dos octavas más alto de lo normal. Era bastante cortante y no deseaba hablar de lo que había hecho en la mañana. No le dirigía a nadie la palabra y tampoco respondía con el toque de seriedad y neutralidad que lo solía caracterizar. Era justo la actitud en la que cualquier Alfa soltaría fuertes olores que alejarían a todos de su lado. Pero no Yuto. Yuto controlaba esa parte de sí a la perfección. Él solo se encargaría de alejarlos a todos con otras cosas.
Estaba tan repelente que sus consejeros intentaron hablarle lo menos posible y encargarse de muchas más cosas de lo normal. La máxima autoridad de Heartland no estaba de humor para nada que no fuera estrictamente necesario y todos podían captar esa idea con solo mirarlo.
Al final del día, Yuto decidió no despedirse de casi nadie y decir que se saltaría la cena.
Solo subió los escalones a su cuarto pisando fuertemente. Quería retirarse la corona, quitarse casi todas sus ropas y prepararse para dormir. Nada de mirar de nuevo esa maldita camiseta, nada de caminar en la noche. Nada fuera de lo normal. Había tenido su mente demasiado aislada de la realidad en esos días. Era hora de que se calmara y volviera a la tranquilidad de su vida. Porque esa era la que importaba en ese momento. Esa era la que realmente valía la pena.
Sus guardias estaban debajo de la escalera que dirigía a su cuarto, como les había pedido horas atrás. Yuto lo había hecho porque creía que iba a romper algún mueble o descansar su ira contra algo. No quería interrupción alguna. Solo descargarse, acabar con todo. Mañana decidiría que haría con Yuri, si iba a tomar alguna represalia contra Yugo por tener una hermana bruja y si iba a disculparse con sus consejeros. Todas esas decisiones las tomaría cuando estuviera más calmado, cuando pudiera pensar mejor.
Entró a su dormitorio sintiendo el olor de esa camiseta golpearle los sentidos. Cerró la puerta pensando brevemente en que debería botarla y quemar a ese jodido engaño. Agarró su naríz del puente para apretarlo y tratar de concentrarse en algo. Lo que no hizo fue mirar con mejor atención al interior de su alcoba. No tendría porque, nadie nunca lo esperaba allí ni tampoco nadie entraría a menos de que fuera de formas extrañas o muy rebuscadas. Pero de todas maneras estaba allí cuando levantó la vista.
Un chico le esperaba en la oscuridad, con ropas que apenas cubrían su cuerpo y ojos que lo miraban ansioso. Yuto iba a mostrar algún signo de exaltación, cualquiera que sea. Cualquier reacción hubiese sido suficiente para quizá alertar a alguno de sus guardias. Una cosa eran muebles rotas, otra era esto, un grito de auxilio de su rey sería algo muy dificil de ignorar.
Pero no pudo, su cerebro no funcionaba correctamente, dándole señales de que todo estaba bien, de que era seguro, de que ese chico era seguro. El olor, las feromonas que soltaba, le estaban alterando, le estaban... gustando. Llamando. Eran las mismas que las que había soltado esa endemoniada camisa por varios días. Solo que esta vez estaban casi ahogandolo en su propia habitación. Llenándola de algo diferente a la luz de la luna o la escasa calidez de las antorchas y velas.
—Lamento haberte dejado tanto tiempo solo, Yuto —dijo el extraño con una voz suave levantándose de la cama y acercándose peligrosamente al rey que lo miraba con boca abierta y los ojos ligeramente dilatados. Inmóvil—. Espero... poder compensarlo de alguna manera.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro