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Parte única

Jimin muchas veces se preguntó si se podía sentir traicionado cuando él había hecho la primera traición o abandonado cuando fue él quien abandonó desde un principio.

La mente del ser humano le parecía algo de mucha extrañeza.

¿Por qué había actuado como lo había hecho?

¿Había válido la pena tomar horas valiosas gastándolas en alcohol y mujeres?

Jimin muchas veces no se sentía él mismo. Habían días en los que estaba perdido. Simplemente en una nube que realmente no lo llevaba a ninguna parte.

Desde que ellos se habían ido, podía llorar por horas sin razón aparente. En ocasiones en un rincón, en otras sobre la cama o simplemente tirado en el piso observando el techo.

¿La vida dolía? Jimin pensaba que no, ¿pero entonces por qué había una presión en su pecho cuando pensaba en esos días em donde la habitación todavía estaba iluminada?

Dos sonrisas que iban hacia él. No, eso ya no existía.

¿Qué existía realmente? ¿Él siquiera existía? Su cuerpo y mente estaban tan vacíos que no estaba seguro de nada.

Siempre había soñado con ser feliz. Con formar una familia y cuidar de ella hasta con su último suspiro, pero había fallado. Vaya que lo había hecho.

¿El calor de otros brazos habían válido la pena? ¿Por qué había ido a escuchar susurros de voces ajenas cuando tenía el murmullo de una tierna voz esperándole en casa?

Podía morir por la presión en su pecho. Estaba seguro de ello. Pero las horas y los días transcurrían, y continuaba ahí. Solo. Hundido en oscuridad. Abandonado.

Mierda. Quería desaparecer. Con todas sus ganas quería desaparecer de una buena vez.

Sin embargo, tenía que cumplir con su castigo.

Jimin quería ser un buen novio, un buen padre, un buen hombre. Pero todo fue para mal cuando comenzó a cometer errores que le hacían daño a su vida y a quienes le rodeaban.

Definitivamente no fue un buen novio al meterse con otra mujer.

Tampoco un buen padre al no hacer nada cuando su pequeño hijo se fue de su lado.

No, realmente no fue un buen hombre.

Y ahora tan solo le quedaban recuerdos en esa solitaria habitación

Ese era su castigo.

Pasar la eternidad solo entre esas cuatro paredes reflexionando por sus malos actos.

Cállate. Se dijo con fuerza. Mal hombre. Desaparece, piérdete, muere.

Muere.

Jimin se estaba volviendo loco, eso si es que todavía no lo estaba.

Escuchaba voces en su cabeza, ¿o era él mismo arrepentido de sus acciones pasadas que pronunciaba en voz alta?

Solo. Debes estar solo siempre. Ahí iba otra vez. Mal hombre. Vete, vete.

Su cabeza dolió. Luego de llorar tanto no tenía que ser una sorpresa, pero acostumbrarse a eso era casi imposible. Quedar sin lágrimas hacia que sus ojos ardieran y dolieran por largos minutos.

¿Dónde están? Vuelvan. Por favor... Pensó con pesadez. Su cabeza nuevamente estaba en esa nube de confusión que le envolvía con frecuencia. Los extraño.. Regresen... ¡Regresen!

Su respiración se aceleró. Su caja torácica parecía no ser lo suficiente fuerte para resistir la expansión que sus pulmones deseaban.

Iba a morir, y aunque en parte lo deseaba, tuvo mucho miedo. ¿Y si ellos regresaban? ¿Y si un día despertaba con fuerzas suficientes como para ir a buscarlos?

Tal vez solo se estaba mintiendo a sí mismo en sus últimos momentos. En aquellos donde podría dar su último suspiro y moriría asfixiado por el dolor en su pecho.

Soy un asco. Malo. Muy malo.

Sus ojos se iban a cerrar. Todo le dolía como si le estuvieran rasgando la piel desde su interior.

Duele. No quiero dolor.

Llevó una mano a su pecho, intentado rasgar la piel que cubría su corazón para acabar con la agonía.

Malo. No mereces amor ni misericordia.

Y una punzada le hizo retorcerse. Sin darse cuenta, sus ojos se terminaron por cerrar.

***

—Cielos. Me asustaste.

Una suave voz se escuchó. En medio de la oscuridad Jimin abrió sus ojos y se incorporó sintiéndose perdido.

¿Dónde estaba? Acostumbrarse a esos tonos fue difícil, por suerte una pequeña luz fue encendida y pudo ver el rostro de quien había estado durmiendo a su lado.

—Lo siento. Yo... tuve una pesadilla.

La habitación era la misma y la mujer a su lado tenía el rostro de aquella que juraba haber visto irse con su hijo en brazos... Su hijo. Con rapidez se levantó importándole poco el pequeño mareo.

A un lado de la cama había una cuna y se acercó a ver a quien descansaba ahí. Un pequeño cuerpo cubierto por una manta descansaba pacíficamente y su rostro de facciones adorables hizo que el corazón se le apretara nuevamente.

—Es precioso, ¿cierto?

—Lo es —admitió con el corazón todavía acelerado.

Verlo dolía, pero era un dolor que valía la pena.

No escuchó esas voces molestándolo ni tampoco esa oscuridad invadir sus pupilas, pero algunas lágrimas se hicieron presentes.

La figura que había estado durmiendo junto a él le siguió y se puso a su lado apoyando la cabeza en su hombro.

—Yo también tengo miedo, pero todo está bien.

¿Era así? ¿A qué podía llamarle que todo estaba bien?

¿Lo que estaba sucediendo era otro de sus recuerdos, algo más allá de la muerte o se encontraba en el mundo verdadero y no en una pesadilla infinita?

Saber la respuesta a eso era difícil, no obstante, el tomar la mano cálida de esa mujer le hizo sentir algo recofortado.

No le importó que pudiera ser otro mundo o que al abrir los ojos estuviera solo de nuevo. Aquel momento era especial. El solo hecho de no estar en esa solitaria habitación era lo mejor, poco le importaba que fuese una fantasía.

—Ya va a cumplir un año —dijo como si ya tuviera un guión en su mente.

Tal vez era porque sentía que desde ese tiempo había iniciado su confusión entre cuál mundo era real o no.

¿Las pesadillas eran muy reales o puede que sus sueños fuesen muy fuertes y le ayudaban a escapar de esa realidad por momentos?

Calló esos pensamientos tocando superficialmente la manta que cubría al bebé. Emitía un delicado calor y aunque fuese raro, sintió como su corazón se sentía cálido.

—Es un pequeñito muy fuerte. Además de suertudo por tenerte como padre.

Jimin quiso llorar, pero no se quería romper, por lo menos no en tan preciosa escena.

Solo eso necesitaba para no sentirse tan vacío.

Tan solo eso hacía que su corazón se calmara un poco.

—Me gustaría quedarme aquí viéndole toda la noche. Es tan... Precioso. Me calma los pensamientos.

Una diminuta sonrisa se hizo presente en su rostro. ¿Podía detener el tiempo? Por un instante deseó con todas sus fuerzas tener ese poder.

—Lo sé, me pasa lo mismo. Pero si seguimos aquí le podemos despertar y cuesta mucho lograr que se duerma.

Tenía tanta razón y aún así Jimin quiso que sus pies se pegaran al suelo para no moverse ni un centímetro, pero fue suavemente guiado por ese menudo cuerpo hacia la cama.

Un aparente recuerdo de ella con pancita invadió su mente y le tomó con más fuerza la mano asegurándose de que su tacto fuera delicado pero seguro.

La tenue luz continuó encendida y vio ese rostro que tanto había añorado. Sus ojos otra vez dispuestos a llenarse de lágrimas y una mano acariciando su mejilla con un reconfortante tacto.

No. No quería morir.

Incluso si regresaba a esa solitaria habitación mil veces, haría lo posible e imposible por siempre regresar a ese momento que le hacía sentirse cuerdo en medio de tanta locura.

No le importaba sentir que le desgarraban por dentro con tal de volver a ver esos dos rostros que le entregaban algo de paz a su corazón.

Y aunque la soledad le invadiera, sabía que en fondo había una probabilidad de que no fuera un mal novio ni un mal padre ni un mal hombre, y mientras fuera así, intentaría atesorar los lindos momentos.

30/01/22

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