пять
—¿Cómo sabes que te gusta Yuuri?—había preguntado Otabek a media videollamada, colocando nuevamente su boleto de avión a Rusia en el librero de donde lo había sacado para enseñárselo al rubio.
—No lo sé, ¿cómo sabes que te gusta Mila?—respondió Yuri a la defensiva, rodando los ojos.
Otabek suspiró.
—Sabes que no lo decía así, Yura—tragó saliva.
—Lo sé, pero me molesta que lo digas—el chico se desinfló sobre su cama, ganándose un maullido enojado por parte de su gata, a la cual había despertado al caer no tan agraciadamente justo a ella.
El kazajo tronó la lengua, esperando, mientras que su amigo ruso intentaba acomodar sus pensamientos.
—Me refería a cómo sabes que de verdad te gusta Yuuri y no es, err, ¿cómo ponerlo? Una admiración que jamás le has tenido a alguien más, o algo así.
—¿Me estás preguntando que cómo sé que me gusta un chico y no estoy confundiendo mi atracción por otra cosa? ¿Se supone que eso es un comentario homofóbico?—el rubio cerró los ojos.
—No, sabes que no es nada así. Si mi mejor amigo es gay o no a mí no podría importarme menos—declaró Otabek, sin el menor rastro de duda.
Yuri abrió los ojos y frunció el ceño.
—No soy gay—aclaró.
Otabek asintió.
—¿Bisexual?—preguntó con cautela.
—No.
—¿Pansexual?—intentó nuevamente.
—No, tampoco. Mira, no quiero etiquetas ahorita, ¿si? Solo sé que me gustan los chicos, y las chicas, y que mi mejor amigo está siendo un idiota al respecto.
Otabek casi sonrió.
—Está bien, nada de etiquetas. Puedes tomarte todo el tiempo que quieras para encontrar una que se adapte a ti, o está bien también si jamás te adhieres a una. No son necesarias en lo absoluto, la sociedad las ha creado para agruparte con alguien más y después poder calificar a dicho grupo como "malo" o "bueno" según sus falsificados estándares de perfección. Podrías vivir una vida digna de un rey sin jamás etiquetarte, ¿sabes?
Yuri sonrió, enseñando los dientes y todo. Parecía el gato de Cheshire.
—Si, algo así he descubierto. También es divertido como a la gente le gusta tachar de homosexual a un hombre que le gusta usar gargantillas, inclusive si ese hombre jamás ha tocado a otro hombre, está casado con una preciosa mujer y tienen mil doscientos hijos. Es como si hubiera una barrera estereotipada entre la sexualidad y realizar cosas vinculadas al género opuesto. Con una mujer trabajadora y un padre soltero viviendo juntos se creería que él la está utilizando para cuidar a su familia, ya sabes, teniendo sexo con ella o algo para conseguir dinero ¡pero la verdad puede ser muy diferente! Tal vez ella era hermana de la esposa de éste sujeto, y cuando la esposa falleció la hermana tomó como su misión cuidar a su mejor amigo (que casualmente era el esposo de su hermana) y a sus sobrinos. Pero para la gente eso sería muy poco creíble porque están viviendo juntos. Es castroso, ¿sabes?
Otabek se mordió el labio superior, escuchando atentamente.
—Para la sociedad que dos personas vivan juntas es sinónimo de sexo. ¿Una universitaria viviendo con un licenciado? Se la está tirando. ¿Dos hombres viviendo juntos y grabando vídeos para YouTube? Deben ser pareja. ¿Un par de chicas que comparten apartamento en su internado? Seguramente ya se besaron. Es decir, puede suceder, puede que esos dos chicos detrás de cámara choquen penes y se atraganten el uno con el otro ¡pero no necesariamente lo están haciendo! ¿Me entiendes? Que pueda pasar no significa que está pasando, y la sociedad no entiende eso.
—Si, lo sé. También pasan otras cosas como por ejemplo, uh, tomaré a esos YouTubers que mencionaste. Es decir, ellos pueden vivir juntos, saber absolutamente todo el uno del otro, convivir diariamente durante años y mirarse como si la otra persona contuviera el universo dentro, pero no precisamente son pareja. También eso se ha hecho muy tabú, la amistad íntima entre dos personas del mismo sexo. Hace veinte años dos mujeres podían salir juntas a diario y tomarse de la mano sin necesidad de que la gente las mirara como lesbianas, ahora si yo intentase tomarte la mano tendría a la ONU atrás gritándome que eres muy chico para salir conmigo.
—Técnicamente ya soy legal—recordó Yuri, señalando a su apartamento con la cámara—. Pero bueno, entiendo a tu punto. Cualquier interacción entre dos personas del mismo sexo es un indicio de que quieren tener sexo, aunque no sea cierto. Pinche gente rara, ¿por qué no quieren entender que no todo está relacionado al sexo?
—Porque, lamentablemente, vivimos en una sociedad en donde el sexo está presente en cada lugar al que mires. La sexy modelo posando para una marca de lencería en ese anuncio que está cerca a la escuela de tu primo pequeño, los innuendos supuestamente divertidos que pasan a todas horas en la televisión, la Sex Shop justo al lado de la juguetería en la plaza más cercana a tu casa. La gente crece pensando que eso está bien, que el sexo con o sin consentimiento está bien. Y no, no lo está. Nos educan para pensar que un hombre al cual le gusta pintarse las uñas es maricón, cuando en realidad lo hace porque a su difunta hermana menor le gustaba pintárselas. O bueno, quién sabe, puede que en verdad le guste a él pintarse las uñas, pero eso no lo hace mucho menos heterosexual. Y no tendríamos la necesidad de señalarlo si no nos hubieran enseñado a hacerlo.
—¿No nos importaría si no nos hubieran enseñado a que nos importara?
—Exacto.
—Vivimos en un mundo de mierda—declaró Yuri.
—Vivimos en un mundo de mierda—confirmó Otabek.
—¿Cuándo crees que va a cambiar?
—No lo sé—el pelinegro se revolvió el cabello—. Mañana.
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Metiendo referencias a Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo aquí de awebo porque puedo.
Wow... ¿cómo se tornó esto tan profundo? Ooops, el Tiempo de Compartir™ se acabó, ¡vengan la próxima semana!
Neh, la verdad me encantaría saber qué piensan ustedes al respecto de todo esto. Escuchar sus opiniones me hace el día la dvd.
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