xxvi. can i have a second chance?
xxvi.
¿puedo tener una segunda oportunidad?
Un abrazo de Jason Bones sirvió para conseguir que Vega sonriera y se permitiera relajarse un poco.
—Me alegra que estés aquí —le confesó, en voz baja.
—A mí también —asintió Jason, mirándola a los ojos. La melancolía que a veces aparecía en su mirada estaba presente—. ¿Cómo estás llevándolo todo, Vega?
—Sin comentarios —admitió ésta—. Está siendo difícil. Pero mejorará. Espero.
—Siempre mejora —prometió Jason, aunque había una leve tirantez en su rostro—. Te lo aseguro.
—Pero no se sabe cuándo —respondió ella, casi riendo—. Si, al menos, existiera un reloj que indicara cuánto queda...
Su tío rio con ganas.
—Lo inventaremos nosotros si es necesario —prometió.
Vega también se echó a reír al escuchar aquello.
—Apuesto a que lo conseguimos.
Jason le revolvió cariñosamente el pelo.
—Estoy seguro de que sí. Luego, lo venderemos y nos haremos ricos.
Y Vega volvió a reír como hacía semanas que no reía. Ni siquiera era tan divertido; simplemente, necesitaba reírse de algo.
—No sé si...
Vega vigilaba a Nova y Harry mientras los adultos charlaban en los sofás. Se había aburrido después de lo que habían sido horas para ella.
Se puso en pie y fue hasta su madre, que le permitió sentarse sobre su falta al verla llegar.
—¿Remus vendrá? —preguntaba Ariadne, frunciendo el ceño—. ¿Querrá venir después de lo que pasó con Sirius y Jason el otro día?
No había sido una discusión para nada agradable. Vega recordaba los gritos. Aura soltó un suspiro.
—Le preguntaré —dijo James, tamborileando con los dedos sobre la mesa—. Intentaré convencerle para que venga.
—Está bien —asintió Aura—. ¿Quién se encargará de la música?
—Puedo hacerlo yo —respondió James, no muy seguro—. The Beatles, Queen, ABBA, Pink Floyd... Estará bien, ¿no?
—Estará genial —dijo Ariadne, acariciándole suavemente la mano a su esposo—. Yo puedo ocuparme de la comida.
—Mandaré a Jason a comprar decoración —decidió Aura—. Y trataré de hacer un pastel decente. ¿Alguien más a quien invitar, además de Jason, Remus, Peter y Mary? Ah, y Frank y Alice.
—Le preguntaré a Amelia y Samuel —respondió Ariadne, dudando un momento—. Yo creo que somos bastantes —dijo Ariadne, apuntando los nombres en un pergamino—. Mañana les escribiré a todos. Espero que no tengan ninguna guardia o misión. Ojoloco está comenzando a exagerar.
—Sirius no tardará mucho en llegar —comentó Aura, mirando el reloj—. Será mejor que volvamos ya a casa. Tengo que acostar a las niñas.
—Harry está quedándose dormido —advirtió James—. Ari, ¿y si lo acostamos y...? ¿Cómo decíais Sirius y tú, Aura? ¿Hacer crucigramas?
El azabache sonrió con burla hacia su hermana.
—Oh, por Merlín. —Aura se echó a reír—. Eres horrible, James.
—Y me adoras, hermanita —replicó él, levantándose del sofá y yendo hacia su hijo.
Harry extendió los brazos de inmediato, exigiendo que le levantaran, y su padre le contentó. Ariadne esbozó una sonrisa al ver a James cargando a Harry, que trataba de quitarle las gafas al mayor.
—Vega, Altair —llamó Aura, levantándose también—. Tenemos que volver ya a casa.
—¿Papá ha vuelto ya? —preguntó Vega, mientras su madre le bajaba al suelo.
—No creo, estrellita —suspiró Aura, sonriendo con tristeza a su hija—. Pero le verás mañana. ¿Y si hacemos tortitas para desayunar?
—¿Pueden ser tortitas de miedo? Mañana es Halloween, mamá.
—Está bien, serán tortitas de miedo. ¿Qué opinas?
La niña se lo pensó, pero acabó asintiendo seriamente. Aura se inclinó para tomar a Altair en brazos. La menor estaba a punto de quedarse dormida.
—¿Mañana seguimos organizando el cumpleaños? —preguntó Aura, mirando el montón de pergaminos—. Sirius tiene también guardia por la tarde.
—Pásate, James y yo vamos a hacer brownies —rio Ariadne, recogiendo todo en la mesa con un movimiento de varita—. Habrá para vosotras.
—No parece mal plan —decidió su cuñada—. Vendremos. Y... disfrutad de los crucigramas.
James sonrió. Aura tomó a Vega de la mano y, sujetando con fuerza a Altair, se desapareció, apareciendo en su casa al instante.
Vega se tambaleó, pero los brazos de Jason la sujetaban. Tragó saliva y miró a su tío, con los ojos muy abiertos.
—¿Vega? —preguntó Jason, en tono cauteloso.
Ella negó con la cabeza.
—Estaban organizando un cumpleaños —dijo, con un hilo de voz—. Mamá, James y Ariadne. Era el cumpleaños de papá, creo. Faltaban pocos días. Halloween era al día siguiente. E-esa fue la última...
La última noche que Aura pasó con su hermano y su cuñada. La última noche que estuvo con sus hijas.
Aquella había sido la noche en la que Aura Potter había sido asesinada.
El rostro de Jason se volvió tenso. Vega le abrazó al ver que lo necesitaba tanto como ella.
—Lo siento, no quería que recordaras... —murmuró, angustiada.
—Yo hubiera preferido que tú no recordaras —respondió Jason, en tono bajo—. Si tan solo...
La voz de Linette Carrow los interrumpió. La Slytherin se veía levemente incómoda ante la presencia de Jason Bones, que al instante cambió su expresión a la que utilizaba con cualquiera que no fuera su familia: una cerrada, seria, que imponía.
—Vega, la profesora McGonagall me ha pedido que te diga que debes ir inmediatamente a su despacho —explicó, apartando la mirada de Jason—. Es urgente. Tengo que acompañarte hasta allí.
Vega frunció el ceño, extrañada.
—Pensaba ayudar a Harry antes de la prueba... —le dijo a Jason, en voz baja.
Solo quedaba un día y a Vega no le hacía en absoluto gracia saber que Harry iba a tener que buscar lo más valioso para él en el Lago Negro. Su primo ni siquiera sabía cómo iba a sobrevivir una hora —porque era todo el tiempo que tenía— bajo el agua, y Vega no sabía cómo podía ayudarle con ello.
—Apuesto a que tiene ayuda suficiente —respondió Jason, sonriéndole tranquilizador—. De hecho, iré a buscarle a él y a los demás. Supongo que no tardarás mucho con Minnie.
—Eso espero —asintió Vega, aún confundida. Todo en lo que podía pensar era en la regresión que acababa de tener—. Te veo ahora, tío Jason.
Y se marchó, sin saber que su tío la veía marchar con preocupación, sabiendo que no vería a Vega tan pronto como ésta pensaba.
No le había sorprendido saber que ella sería rehén en la prueba, pero eso no quitaba su inquietud, a pesar de que Dumbledore le había garantizado que estaría perfectamente.
Deseó las horas hasta el final de la prueba pasaran más rápido de lo que sabía que pasarían para él.
Mientras tanto, Linette y Vega caminaban en silencio, sin tener idea de qué querría McGonagall de Vega.
¿Iba a castigarla por ayudar a Harry en el Torneo? Era una posibilidad. Fuera de eso, a Vega no se le ocurría ningún otro motivo por el que podría estar siendo llevaba al despacho de la subdirectora.
Al mismo tiempo, trataba de bloquear las imágenes de la regresión, pero solo podía ver una y otra vez el rostro de su madre y no podía parar de pensar que aquella había sido una de las últimas veces que lo había visto.
Sentía náuseas al pensar eso.
—Esto... —vaciló Linette, atrayendo la atención de Vega—. ¿Cómo has estado?
Vega pensó en simplemente responder bien. Era lo más rápido y fácil, y le libraría de alguna charla incómoda.
Sin embargo, se encontró abriéndose con Linette.
—¿Suena demasiado dramático decir que fatal? —preguntó, casi riendo—. Por Merlín, Linny, estos días han sido una mierda. He estado con ganas de llorar o de golpear a alguien la mayor parte del tiempo.
Linette parecía definitivamente no esperar aquello. Su expresión se volvió triste.
—Lo siento mucho, Adhy —murmuró.
—Ni siquiera es tu culpa —suspiró Vega.
—Pero sí de mi hermano, al menos en parte.
Vega se encogió de hombros.
—Tú no eres tu hermano, Linette —respondió, con mayor seguridad de la que esperaba—. Ni tu madre.
Miraba fijamente a la rubia al decirlo. Ésta sonrió después de unos segundos.
—Gracias, Vega, aunque... Se suponía que yo te preguntaba para ayudarte a ti.
Vega rio después de unos segundos.
—Tienes razón. Da igual. Ya mejoraré, Lin. He aprendido que la vida suele ir para arriba después de unas cuantas caídas. Esperemos que no queden muchas caídas más.
Vega no tuvo claro qué la impulsó a abrazar a Linette cuando ésta se despidió de ella frente a la puerta del despacho de McGonagall. Tal vez, solo trataba de hacer las paces con el pasado.
Linette sonrió, sorprendida, al sentir sus brazos rodeándola.
—Me alegra haber podido hablar contigo, Adhy —le dijo.
Y Vega sonrió.
—A mí también, Lin.
Vega llamó a la puerta tras aquella despedida. La voz de McGonagall le dio permiso para entrar.
En el interior del despacho, para sorpresa de Vega, había otras cinco personas: la profesora McGonagall, Brigid Diggory, Hermione Granger, una niña que, por su aspecto, debía ser Gabrielle, la hermana de Fleur, y el mismísimo Dumbledore.
¿En qué lío me he metido?, se preguntó Vega.
—Ah, Vega, perfecto —saludó McGonagall, sonriéndole levemente—. Toma asiento, por favor.
Por los rostros de las otras tres chicas, ninguna sabía qué estaba haciendo allí. Vega se sentó entre Brigid y Gabrielle; la primera desvió la mirada, la segunda la observó con curiosidad.
—Ya que estamos todos, os explicaré qué hacéis aquí, como seguro os estaréis preguntando —dijo Dumbledore, en tono jovial—. Veréis, la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos, que como sabréis se celebra mañana, necesita de vuestra colaboración.
Vega frunció el ceño al escuchar aquello. Abrió la boca para preguntar, pero el director la detuvo con un gesto.
—Los campeones deberán rescatar a lo que más valioso es para ellos del lago. Vosotras cuatro sois lo más valioso para los señores Diggory, Krum, Potter y la señorita Delacour. Mediante un encantamiento, os dormiré y no os despertaréis hasta que salgáis a la superficie. Os garantizo que nada malo os sucederá, ¿de acuerdo?
—Pero... —trató de decir Brigid.
—Estaréis totalmente a salvo y seréis atendidas por la enfermera del colegio tan pronto salgáis del lago —le interrumpió Dumbledore.
Las cuatro fueron asintiendo lentamente, sin tener claro qué decir a aquello. Brigid tenía mala cara. A Vega le hubiera gustado preguntar algo más, pero no pudo; la somnolencia ya le invadía. Vio a Brigid, junto a ella, bostezando. A Gabrielle ya le costaba mantener los ojos abiertos.
Al parecer, no iba a poder ayudar a Harry. Le costaba un gran esfuerzo no dejar caer los párpados. Gabrielle fue la primera en quedarse completamente dormida; Hermione le siguió.
Después de noches de insomnio, pesadillas y regresiones, no vendría mal descansar un poco. Tener la mente en blanco.
Vega cerró los ojos y quedó sumida en un sueño encantado que, afortunadamente, no admitía sueños.
Vega tomó una gran bocanada de aire al salir a la superficie. Tosió para expulsar el agua que había llegado a tragar y rápidamente se giró hacia Harry, que jadeaba a su lado.
Desde las tribunas, la multitud armaba muchísimo jaleo: todos estaban de pie, gritando y chillando. A su alrededor, lo que parecían ser cientos de sirenas y tritones les observaban. Vega advirtió la presencia de Gabrielle junto a ellos y frunció el ceño, extrañada.
—¿La has traído a ella también?
Sujetó a la niña y la ayudó a mantenerse a flote; luego, le dio un beso a Harry en la frente, haciendo reír a su primo.
—Fleur no apareció. No podía dejarla allí —contestó Harry jadeando.
—Me encanta ver lo mucho que te preocupas por los demás, pero deberías haber sabido que no nos hubieran dejado morir si no llegabais —rio Vega.
—Pero la canción decía...
—Era todo para que os dierais prisa —explicó Vega—. Pero no importa. Te las has apañado para no ahogarte y eso es todo lo que a mí me preocupaba. Venga, vamos a llevarla con Fleur. ¿Te encuentras bien, Gabrielle?
La niña asintió, aún con aspecto confuso. Parecía estar algo mareada. Vega se aseguró de sujetarla bien.
—Te ayudo a llevarla —se apresuró a decir Harry—. Creo que no nada muy bien.
Con la compañía de veinte sirenas y tritones, que hacían de guardia de honor cantando sus horribles cánticos que parecían chirridos, llevaron a la hermana de Fleur por el agua hasta la orilla, desde donde los observaban los miembros del tribunal.
Vega vio a la señora Pomfrey prodigando sus atenciones a Hermione, Krum, Cedric y Brigid, esta última bastante pálida, que estaban envueltos en mantas muy gruesas. Desde la orilla a la que se dirigían, Dumbledore y Ludo Bagman les sonreían, pero Jason, con rostro muy serio, fue a su encuentro chapoteando en el agua. Mientras tanto, Madame Maxime intentaba sujetar a Fleur Delacour, que estaba completamente histérica y peleaba con uñas y dientes para volver al agua.
—¡Gabguielle!, ¡Gabguielle! ¿Está viva? ¿Está heguida?
—¡Está bien! —intentó decirle Harry, pero llegaba tan cansado que apenas podía hablar, y mucho menos gritar.
Sin embargo, Vega sí podía gritar.
—¡Está bien, Fleur! —le dijo, buscando tranquilizar a la francesa.
Jason ayudó a un agotado Harry a llegar a la orilla, después de que Vega le asegurara que estaba bien; ella cargó con Gabrielle, que ya comenzaba a tocar fondo y no necesitaba tanta ayuda; Fleur se había soltado de Madame Maxime y corría a abrazar a su hermana.
—Fue pog los guindylows... Me atacagon... ¡Ah, Gabguielle, pensé... pensé...!
—Tranquila, Fleur, está perfectamente —le tranquilizó Vega, que se imaginaba perfectamente cómo se sentía la francesa; si hubiera estado ella en su situación y Harry o Nova en la de Gabrielle, había reaccionado igual.
Alguien se abalanzó sobre ella con tal fuerza que ambas terminaron en el agua. Nova pareció poco preocupada al encontrarse empapada: abrazaba a Vega como si no hubiera un mañana.
—Tú y Harry sois unos imbéciles que solo sabéis preocuparme —le soltó a Vega, muy enfadada.
Ésta no pudo menos que sonreír.
—Vaya, yo creía que esos imbéciles erais Harry y tú —dijo, divertida—. Estoy bien, Nov, tranquila.
Susan y Jessica corrían hacia ellas, pero la enfermera del colegio llegó antes hasta las hermanas.
—¡Black, por Merlín! ¿Por qué tenías que mojarte tú también? —exclamó hacia Nova y, llevándolas hasta donde estaban los otros campeones y rehenes, envolvió a Vega tan apretada en una manta que le pareció que le había puesto una camisa de fuerza, y la obligó a beber una poción muy caliente que le hizo salir humo por las orejas. Nova se rio de ella.
—Cállate —le espetó su hermana mayor—. Señora Pomfrey, creo que Gabrielle necesita más atención que yo ahora mismo.
Buscó con la mirada a Cedric, que estaba también envuelto en una manta y permanecía silencioso, con la mirada perdida. Su hermana estaba su lado, muy pálida. Vega advirtió que Harry tenía la mirada fija en Brigid.
Le hubiera gustado ir a Cedric y preguntarle cómo le había ido. Si no hubiera pasado lo que pasó, claro.
Dumbledore estaba agachado en la orilla, trabando conversación con la que parecía la jefa de las sirenas, que tenía un aspecto especialmente feroz y salvaje. El director hacía el mismo tipo de ruidos estridentes que las sirenas y los tritones producían fuera del agua: evidentemente, Dumbledore hablaba sirenio. Finalmente se enderezó, se volvió hacia los otros miembros del tribunal y les dijo:
—Me parece que tenemos que hablar antes de dar la puntuación.
Tío Jason se separó de Harry. Los miembros del tribunal hicieron un corrillo para discutir. Fleur tenía muchos cortes en la cara y los brazos, y la túnica rasgada; pero no parecía que eso le preocupara, y no permitió que la señora Pomfrey se ocupara de ella.
—Atienda a Gabguielle —le dijo, y luego se volvió hacia Harry—. Tú la has salvado —le dijo casi sin resuello—. Aunque no ega tu gueén.
—Sí —asintió Harry.
Fleur se inclinó, besó a Harry dos veces en cada mejilla, y luego le dijo a Vega:
—Tú también la ayudaste.
—No fue para tanto —le respondió ella, quitándole importancia.
Fleur se abalanzó también sobre ella para besarla. Vega se dio cuenta unos cinco segundos después de que las mejillas le ardían, pero justo entonces la voz mágicamente amplificada de Ludo Bagman retumbó junto a ellos y los sobresaltó. En las gradas, la multitud se quedó de repente en silencio.
—Damas y caballeros, hemos tomado una decisión. Murcus, la jefa sirena, nos ha explicado qué ha ocurrido exactamente en el fondo del lago, y hemos puntuado en consecuencia. El total de nuestras puntuaciones, que se dan sobre un máximo de cincuenta puntos a cada uno de los campeones, es el siguiente:
»La señorita Delacour, aunque ha demostrado un uso excelente del encantamiento casco-burbuja, fue atacada por los grindylows cuando se acercaba a su meta, y no consiguió recuperar a su hermana. Le concedemos veinticinco puntos.
Aplaudieron en las tribunas.
—Me meguezco un cego —dijo Fleur con voz ronca, agitando su magnífica cabellera.
—Deja que te den los puntos que merecías en la primera prueba —le susurró Vega.
La francesa le sonrió ampliamente.
—El señor Diggory, que también ha utilizado el encantamiento casco-burbuja, ha sido el primero en volver con su rehén, aunque lo hizo un minuto después de concluida la hora.
Se escucharon unos vítores atronadores procedentes de la zona de Hufflepuff. Vega se giró hacia Cedric y se sorprendió al ver que le estaba mirando.
—Por tanto le concedemos cuarenta y siete puntos.
Cedric aceptó el aplauso, aún mirando a Vega. A ésta le hubiera gustado saber qué pensaba en aquel momento Cedric.
—El señor Viktor Krum ha utilizado una forma de transformación incompleta, que sin embargo dio buen resultado, y ha sido el segundo en volver con su rescatada. Le concedemos cuarenta puntos.
Karkarov aplaudió muy fuerte y de manera muy arrogante. Vega hizo una mueca
—El señor Harry Potter ha utilizado con mucho éxito las branquialgas —prosiguió Bagman—. Volvió en último lugar, y mucho después de terminado el plazo de una hora. Pero la jefa sirena nos ha comunicado que el señor Potter fue el primero en llegar hasta los rehenes, y que el retraso en su vuelta se debió a su firme decisión de salvarlos a todos, no sólo al suyo.
Vega le pasó el brazo por encima de los hombros a Harry. Bien hecho, le murmuró. Sin embargo, Nova le llamó bobo.
—La mayoría de los miembros del tribunal —y aquí Bagman le dirigió a Karkarov una mirada muy desagradable— están de acuerdo en que esto demuestra una gran altura moral y que merece ser recompensado con la máxima puntuación. No obstante... la puntuación del señor Potter son cuarenta y cinco puntos.
Vega y Nova, muy sorprendidas, miraron a Harry; luego se rieron y empezaron a aplaudir muy fuerte con el resto de la multitud.
—¿Has visto, Harry? —le gritó Nova por encima del estruendo—. ¡Después de todo, no fuiste tan tonto! ¡Estabas demostrando gran altura moral!
Fleur también aplaudía con mucho entusiasmo. Krum, en cambio, no parecía nada contento.
—La tercera y última prueba tendrá lugar al anochecer del día veinticuatro de junio —continuó Bagman—. A los campeones se les notificará en qué consiste dicha prueba justo un mes antes. Gracias a todos por el apoyo que les brindáis.
La señora Pomfrey se llevó a los campeones y lS rehenes de regreso al castillo, para que se pusieran ropa seca. Nova tuvo que seguirlos, porque también estaba empapada. Vega se sentía eufórica. Ya había pasado todo: Harry había superado la prueba, y no tenía que preocuparse por nada más hasta el 24 de junio...
Susan y Jessica les acompañaron, junto a tío Jason. Vega y Harry tuvieron que asegurarles que estaban bien y se permitieron disfrutar de algo de tiempo en familia.
Vega vio a Harry avanzar hasta alcanzar a Brigid Diggory cuando llegaron al castillo. No supo exactamente qué se dijeron, pero Brigid abrazó a Harry tras solo unos segundos.
Cedric, que se había detenido, dirigió su mirada a Vega. Ella vio la duda reflejada en sus ojos; Cedric fue hacia ella después de un intenso debate interno.
De un momento a otro, Jessica, Susan, Jason e incluso Nova se habían apartado para dejarles intimidad.
—Eh —saludó Cedric, sin atreverse a mirarle a los ojos—. ¿Estás bien?
Vega asintió lentamente.
—¿Y tú?
—Sí, perfectamente. Yo... —Cedric levantó la mirada, dirigiéndola directamente a los ojos de Vega—. Fui un idiota. Lo siento.
—Yo lo fui más —respondió ella, negando con la cabeza—. Yo también lo siento, Ced.
Ambos se miraron, expectantes. Vega dudó.
—¿Puedo tener una segunda oportunidad?
Cedric casi sonrió ante aquella pregunta.
—Realmente, nunca llegamos a dejarlo definitivamente... —comentó él, tratando de hacerla reír. Lo consiguió—. Ambos dijimos que no sabíamos si queríamos dejarlo.
—Tienes razón —asintió Vega—. ¿Qué mejor momento para decidir si dejarlo o no que hoy?
Se cumplían nueve meses desde que comenzaron a salir. Cedric asintió.
—Yo no quiero dejarlo. Fui un idiota. Lo sé. Brigid me lo ha hecho ver. Tú no tuviste culpa, tampoco tu primo. Dije muchas cosas que no debería haber dicho.
—Yo también dije cosas que no pienso —admitió Vega, en voz baja—. Y lo siento. Yo tampoco quiero dejarlo, Ced.
Ambos se sonrieron.
—En ese caso... —empezó Cedric.
Vega no esperó a que terminara de hablar. Se limitó a sujetar su rostro entre sus manos y besarle. Cedric se interrumpió al momento. La rodeó con sus brazos y, por extensión con la manta. Vega sintió las gotas que resbalaban del pelo de Cedric cayéndole a ella. No le importó.
Aquella vez, Cedric y ella tendrían que tener más cuidado. Pensarían más las cosas. No se dejarían llevar.
Estaban dándose una segunda oportunidad y pensaban aprovecharla.
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