xxv. nothing but shadows
xxv.
nada más que sombras
La risa de Vega resonaba por toda la casa. Un sonido extraño, teniendo en cuenta los tiempos en los que vivían.
Aura Potter había hecho lo imposible por mantener a su hija alejada de la tragedia de la guerra. Había cosas que no podía evitar que ella descubriera, pero trataba de mantenerla aparte de los detalles más macabros de aquellos tiempos.
La madre, con ojeras en el rostro y una sonrisa levemente forzada, iba tras la niña, que corría por toda la casa, pretendiendo que su madre la persiguiera.
—¡No vas a pillarme, mamá! —gritó, divertida—. ¡Nova sabe que voy a ganar!
Pero su risa terminó al ver a su madre tropezar con uno de los juguetes que había dejado tirados por el pasillo. Rápidamente, dio media vuelta y corrió hasta su madre.
—¿Estás bien? —preguntó, ya con los ojos llenos de lágrimas.
Aura tenía una mueca de dolor en el rostro.
—Lo siento, estrellita —suspiró, tomando la mano de su hija—. Mamá está demasiado cansada para jugar.
Vega se sentó a su lado, en el suelo, y apoyó la cabeza en el brazo de su madre.
—¿Es porque corro mucho? Puedo correr menos.
Aura sonrió al escuchar a su hija decir aquello. Con cariño, le enjugó las lágrimas.
—Son cosas de mayores, Vega.
—¿Por eso papá tiene que irse tantas veces?
Suspirando, Aura asintió.
—Pero mira el lado bueno, nos vamos a mudar pronto —dijo, tratando de animarla, aunque su tono alegre salió forzado—. Una casa nueva, puede que con jardín. ¿Qué opinas?
—¿Otra vez? —preguntó Vega, frunciendo el ceño—. Pero Nova es demasiado pequeña y aún no conoce mi pared de dibujos. ¿Por qué no esperamos a que crezca?
—Haremos otra pared de dibujos en la nueva casa, te lo prometo —respondió Aura, dándole un beso y abrazándola—. Te gustará la nueva casa. Te lo prometo. Y puede que incluso salgamos a pedir chuches en Halloween si todo va bien, ¿vale?
Solo quedaban un par de semanas para aquel día. Aquello animó a Vega.
—¿Vendrás conmigo, mamá? —preguntó, haciendo un puchero—. Nunca sales conmigo. Podríamos ir disfrazadas y llevar a Nova. Sería divertido.
—Hay cosas que no podemos hacer aún, Vega —dijo Aura, con tristeza—. Pero te juro solemnemente que, algún día, iremos juntas a pedir chuches en Halloween. ¿Vale?
—Yo también lo juro solentemente —asintió Vega, haciendo reír a la madre.
Vega lloró al despertar. Halloween era en un par de semanas en la regresión, lo que significaba que aquella había sido su madre un par de semanas antes de su muerte.
Habían sido sus últimos días con Aura.
El recuerdo le había sorprendido en mitad del pasillo y le tocaba huir a su sala común con las mejillas mojadas por las lágrimas, lo que solo echaría más leña al fuego que ardía con fuerza desde la publicación del artículo sobre ella y Cedric.
—¡Vega!
Se enjugó las mejillas a toda prisa y se giró hacia Carla Valverde, que se acercaba tomada del brazo con Fleur Delacour. La española agitaba la mano en su dirección, mientras su amiga sonreía ampliamente. Vega se esforzó por fingir tranquilidad.
—Hola —saludó, tratando de sonar alegre—. ¿Qué tal?
Fue obvio por el cambio en sus expresiones que habían notado sus ojos llorosos.
—¿Ha pasado algo con lo que podamos ayudag, Vega? —quiso saber Fleur.
Aquella simple pregunta bastó para hacer que otra lágrima escapara. Vega se apresuró a secársela.
—Solo... estaba pensando en mi madre —explicó, sonriendo levemente—. Nostalgia. No es nada. ¿Ibais a algún lado?
Su tono decía claramente que no quería hablar del tema. Las otras dos lo respetaron.
—Íbamos a dar un paseo por los jardines y queríamos saber si a Jessica y a ti os apetecía venir —explicó Carla, con su fuerte acento—. ¿Qué hay mejor que practicar inglés con nativos?
—Bueno, Jessica tiene acento escocés a ratos, si entendéis eso, ya entendéis todo —trató de bromear Vega—. Creo que estará en la sala común. Podemos ir a buscarla, si os parece.
Las tres se dirigieron juntas hacia las cocinas, teniendo la suerte de encontrarse con Jessica de frente. La rubia aceptó sin pensarlo dos veces y, tras echar un vistazo a Vega, la tomó del brazo y ambas se adelantaron unos metros, mientras se dirigían a los jardines.
—¿Regresión? —preguntó, en voz baja.
Vega dio un simple asentimiento.
—¿Quieres hablar de ello?
Vega negó.
—Aún no —murmuró—. Ni siquiera era un mal recuerdo, solo... Le echo de menos.
—Lo entiendo —asintió Jessica, apretándole la mano en señal de apoyo—. Cuenta conmigo si lo necesitas, ¿vale? Además, tío Jason se supone que vendrá para la segunda prueba, si Crouch sigue mal. Podrías hablar con él, seguro que te ayuda.
—Lo sé —dijo Vega, suspirando—. Espero que nos cuente cosas de Maisie y Ellie.
—¿Son las primas de las que nos hablaste, Jessica? —preguntó Carla, que se había mantenido en silencio junto a Fleur mientras las dos inglesas hablaban.
—Nacieron en diciembre —asintió Vega, forzando una sonrisa—. Son una monada.
La charla animada de las dos alumnas de Beauxbatons resultaba reconfortante para Vega. Le distraía, para bien.
La persona con la que realmente hubiera querido hablar en ese momento era con su padre. Le molestaba aquello, teniendo en cuenta que no le conocía más que por las contadas cartas que había recibido de él y sus recuerdos confusos.
Pero le hubiera encantado poder hablar con él.
Tan absorta estaba pensando en aquello que no se dio cuenta de que Jessica súbitamente apretaba su brazo con más fuerza. Vega levantó la vista del suelo y su mirada se cruzó con la de Cedric Diggory.
Un desagradable nudo se formó en su estómago y le obligó a mirar hacia otro lado. Aquellos encuentros con Cedric, que era imposible evitar, resultaban siempre extremadamente violentos para ella.
Por una parte, deseaba hablar con él. Por otra, creía que era mejor dejar espacio entre ambos. Sabía que en el mínimo momento en que Harry y Brigid entraran en la conversación, se volvería otra pelea.
—¡Vee!
La voz de Nova casi le hizo pegar un brinco. Su hermana se subió de un salto a su espalda, casi derribándola, mientras reía con fuerza a centímetros de su oreja.
—¡Nova, estás loca! —exclamó Vega, riendo tras unos segundos.
Se la quitó de encima de un empujón. Nova soltó un grito de protesta.
—¡Solo quería abrazarte!
—Sí, claro —ironizó Vega—. Estás en líos, señorita.
Su hermana frunció el ceño instantáneamente.
—No me llames señorita —dijo, claramente molesta—. No me gusta.
Vega asintió.
—Vale. ¿Qué querías?
—Saludarte, ¿no es obvio? —Su mirada fue a parar a Carla y Fleur—. Ah, hola, soy Nova, la hermana de Vega.
Hizo una reverencia y Vega ocultó la risa al ver que Nova tenía la mirada fija en Fleur y... ¿las mejillas algo sonrojadas? Lo nunca visto.
—¿No ibas a estar con Ginny hoy? —preguntó Vega, recordando lo que su hermana le había dicho por la mañana.
—Iba a buscarla ahora —asintió Nova—. Eh, ¿te ha pasado algo?
Mierda. Vega no quería que Nova notara nada.
No se sentía con fuerzas para hablarle de su regresión en aquel momento.
Nerviosa, le dio varias vueltas a su anillo. La cadena donde colgaba el medallón pesaba más que de costumbre. Recordó que en la mochila llevaba el cuaderno que su padre le había regalado.
Ya no tenía ganas de dar un paseo, pero sabía que no era bueno quedarse sola. No estaba bien sola.
La frustración le hizo querer gritar.
—Estoy bien, Nov —masculló, agachando la mirada—. No hagas esperar a Ginny, ¿no?
Nova torció la nariz, como siempre que algo le molestaba.
—Vale. Pero podrías contármelo, ¿sabes?
—Ahora no, Nova.
Su hermana pareció hacer un gran esfuerzo por no responder.
—Vale. Adiós.
Le hizo un gesto a Jess, que se había apartado junto a Carla y Fleur para dejarles hablar tranquilas, y se marchó con la cabeza bien alta.
Vega suspiró.
—Me guecuegda a mi hegmana —dijo Fleur, acercándose junto a las otras—. Ella también tiene mal cagáctec cuando quiegue.
Aquella simple frase hizo reír a Vega con fuerza.
—Nova tiene muuuuuy mal carácter —asintió, divertida—. Yo tampoco me quedo atrás.
—Con tanto muuuu pareces una oveja —se burló Jessica, antes de abrir mucho los ojos—. Quiero decir, ¡una vaca! Por Merlín, ¿en qué momento...?
Las otras tres rieron con fuerza y Jessica pronto se unió a sus risas también, aunque un tanto colorada.
—¿A qué viene tanta risa, señoritas?
Vega sonrió al ver a Fred rodeándola con el brazo. Lee chocó los cinco con Carla y Jessica y George intercambiaron una mirada, sonriendo ampliamente.
—¿Vega feliz? —se horrorizó Fred—. ¿Qué acaba de pasar?
Ella le dio un codazo.
—Calla, idiota.
—Eh, no lo decía a malas —se justificó él—. Me encanta verte así, en serio.
Vega sonrió.
—Sí, supongo que a mí también.
A la mierda todo. Se merecía una tarde riendo con amigos y sin preocuparse por nada más. Aunque fuera solo una. Era todo lo que Vega podía pedir.
Y, por suerte, pudo tenerla.
Querido Hocicos:
¿Cómo estás? Espero que bien. Harry me dijo que te escribió hace poco, pero aún así quería saber. Las cosas se han puesto algo complicadas últimamente.
No quiero preocuparte, pero tampoco voy a decirte que está todo bien. ¿Es eso egoísta por mi parte? Últimamente, siento que todo es un caos y
Vega arrugó el pergamino y lo tiró a la chimenea que ardía a su lado, frustrada. Era el quinto intento que hacía de tratar de enviarle una carta a su padre que no le hiciera entrar en pánico pero que le sirviera para hacerle saber que necesitaba su ayuda.
No le estaba saliendo nada bien.
—¿Qué haces despierta?
Vega se sobresaltó al escuchar la voz de Nova. Se giró rápidamente y vio a su hermana en la entrada de la sala común, mirándole confundida.
—¿Qué haces despierta tú? —preguntó, en cambio.
—A veces, duermo con Susan —admitió Nova, sin vacilar—. Cuando tengo malos sueños. Ella siempre sabe cómo ayudarme. —Observó con fijeza a su hermana, el pergamino en blanco frente a ella, la pluma en la mano—. ¿Ves que no es tan fácil ser sincera?
Vega suspiró.
—¿Qué quieres que te diga? ¿Que sigo mal por lo de Cedric? Pues sí, ¿y qué? No va a cambiar mucho. —Vega suspiró, con la vista fija en el pergamino blanco frente a ella—. También estoy teniendo regresiones. De mamá. Y, por Merlín, se siente como si ella hubiera muerto ayer, ¿sabes lo horrible que es eso?
—No, no lo sé —admitió Nova, en voz baja.
Caminó hasta sentarse junto a su hermana y Vega la rodeó con el brazo. Nova se tumbó en el sofá, con la cabeza apoyada en el regazo de la mayor. Con expresión atenta, observó el rostro de su hermana.
—¿Por qué no me cuentas cómo es? —sugirió.
Y Vega habló. No hizo falta preguntar mucho más: llevaba mucho guardado y, aunque no hubiera querido meter a Nova en aquello, ella era la persona que mejor lo iba a comprender. A quien necesitaba contárselo.
Le habló de su regresión de aquella tarde y de otras que había tenido, donde aparecían Remus, James y Ariadne. Le habló de cómo las regresiones, poco a poco, iban aproximándose más y más al momento de la muerte de su madre. Cómo regresaba al presente, desorientada y convencida de que su madre aún estaba viva, solo para ser consciente a los pocos segundos de que no era así.
—Odio no haber podido conocerla más. Odio que tú no hayas podido conocerla. Odio que no conozcamos a papá, que hayamos tenido que crecer en un lugar de mierda cuando podríamos haber tenido un hogar —le confesó—. Si papá no hubiera sido quemado del árbol genealógico, podríamos haber ido con su prima Andromeda. Si Harry hubiera tenido con quien ir, no hubiéramos acabado en aquel orfanato. Si tío Jason pudiera habernos adoptado antes...
—Pero nada de eso fue culpa tuya, Vee —habló Nova, con voz suave—. Sé que te frustra. A mí también. Pero ni siquiera es una acción tuya que puedas cambiar si viajas al pasado.
—Lo sé, y eso solo lo hace peor —masculló Vega—. Estoy harta de que cosas ajenas a mí condicionen toda mi vida. Si no fuera por la imbécil de Rita Skeeter...
Vega calló y fijó la mirada en la chimenea. Nova se incorporó y se quedó sentada junto a ella, con expresión mucho más seria que de costumbre.
—Cedric y tú podríais arreglarlo. Sé cómo eres y sé bastante de él. Podríais...
—Pero no sé si quiero arreglarlo, Nova —interrumpió Vega, pillando por sorpresa a su hermana.
—¿No quieres...?
—Me refiero a que el artículo sobre Brigid lo cambia todo. Es como Harry contra ella. Y si ellos dos no lo arreglan, ni Cedric ni yo podremos, porque somos dos cabezotas testarudos que ponen en primer lugar a su familia sin dudar.
Nova agachó la cabeza.
—Casi lo dices como si fuera algo malo —murmuró.
—No —negó Vega—. Nunca sería algo y malo. Harry y tú siempre seréis mi prioridad. También Jessica y Susan. Solo... Odio el modo en que las cosas han terminado. Odio que por una estúpida metomentodo mentirosa Brigid lo esté pasando mal, Harry lo esté pasando mal, Cedric y yo lo estemos pasando mal. Ojalá pudiera cambiar las cosas, pero tú lo has dicho. Esto ni siquiera es algo que pueda cambiar viajando al pasado, porque es algo totalmente ajeno a mí que ha terminado jodiéndome.
—Vaya puta mierda —declaró Nova.
Vega casi sonrió.
—Sí, vaya puta mierda. —Le acarició suavemente el pelo a su hermana—. Oye, ¿y si vamos a las coci...?
A Vega no le gustaba del todo su casa nueva. Su padre trataba de animarla y jugaba con ella siempre que podía, pero había algo en la casa que molestaba a la niña.
Echaba de menos su casa antigua, sobretodo. Pero también echaba de menos que sus padres no parecieran tan cansados y tristes todo el tiempo.
No sabía qué hacer para ayudar, pero intentaba hacer algo.
—¡Mira, mamá, te he hecho un dibujo! —dijo, entrando corriendo en el salón.
Se paró de golpe al ver a su madre llorando, abrazada a su padre. Vega ya había visto escenas así y sabía lo que significaba: alguien más, un amigo, se había ido para no volver.
Y aunque los adultos evitaban usar palabras como muerte delante de Vega, ella ya la conocía lo bastante bien.
Sus ojos se llenaron de lágrimas antes siquiera de pensarlo y, cuando su padre se giró hacia ella, Vega ya estaba lista para saltar a sus brazos y dejar que le abrazara y le levantara del suelo.
—¿Quién se ha ido? —había preguntado, con la voz rota.
El dolor había atravesado el rostro de sus padres. No el dolor de la pérdida: el dolor de saber que su hija conocía la guerra demasiado bien, pese a tener tan solo tres años. El dolor de saber que no habían podido mantenerla lejos de aquel horror, aunque habían hecho todo lo posible. El dolor de saber que Vega había crecido entre caos y muerte.
—Lily, estrellita —había murmurado Aura, secando las lágrimas de su hija.
—Ahora está con Selena, Dorcas y Marlene —añadió Sirius, aún abrazando a su hija y a Aura.
Pero aquello no consolaba a Vega, que lloró por el resto de la noche, hasta que terminó quedándose dormida de puro cansancio entre los brazos de su madre.
—¿Mamá? —musitó, aún medio dormida.
—¿Sí, estrellita? —respondió Aura, tratando de sonreír a su hija.
—Ya no quiero salir a pedir chuches en Halloween...
La desilusión en el tono de su hija hicieron que Aura casi se echara a llorar de nuevo.
—Oh, cariño... —murmuró, acariciándole el pelo—. Lo siento tanto, Vega...
—¿Vega? ¡Vega!
Nova le abrazó con fuerza y Vega tuvo que hacer un gran esfuerzo por no vomitar o algo similar. Notaba el estómago totalmente revuelto.
Apartó con cuidado a Nova y se secó las lágrimas con la manga del jersey, ante la mirada preocupada de su hermana. Vega soltó un profundo suspiro.
—¿Malo o bueno? —preguntó Nova, en un susurro.
—Horrible.
Escuchar a su madre pidiéndole perdón había sido demasiado para Vega. Las lágrimas volvieron a salir, esta vez con más fuerza.
—Le echo de menos, Nov —murmuró Vega, permitiendo que su hermana volviera a abrazarle—. Por Merlín, odio esto. Odio no poder estar feliz ni dos putos segundos seguidos. ¿Qué me pasa?
—No te pasa nada, Vee —respondió Nova, con decisión—. La vida es una mierda. Pero tú eres fuerte. Esta es solo una mala racha. Saldremos juntas de esta, ¿vale? Como siempre hemos hecho.
Ambas se quedaron, en silencio, abrazadas, por lo que parecieron horas. Vega notaba el pelo de Nova haciéndole cosquillas en la mejilla. El calor de la chimenea. El pergamino, aún extendido sobre la mesa, aún en blanco. Sus mejillas húmedas por las lágrimas. Lo cansada que Nova parecía estar.
Dejó a su hermana, casi dormida, acostada en el sofá, y la cubrió con una manta. Ella misma cogió otra manta para taparse y sacó de su mochila el cuaderno que su padre le había regalado por Navidad.
Estaba muy viejo y le faltaban páginas, pero en las que conservaba, había dibujos con la firma de Aura Potter.
Dibujos de Vega cuando no era más que una niña, de Sirius dormido con sus dos hijas sobre él, de un ciervo en mitad de lo que parecía ser una sala de estar, de una mujer que solo podía ser Ariadne vestida de novia y sonriendo ampliamente, de Jason con Nova en brazos y riendo.
Vega nunca los contemplaba por demasiado rato porque le daban ganas de llorar. Pero ya estaba llorando, así que ¿qué más daba?
Aún le sorprendía el pensar lo mal que habían ido las cosas desde el Baile de Navidad. Aquella noche había sido la más feliz de su vida. Y, tan solo unas semanas después, estaba sentada en la sala común a oscuras y sintiéndose miserable.
La ira le invadió. Cerró con fuerza el cuaderno y lo dejó sobre la mesa con fuerza. Por Merlín, estaba harta. Completamente harta de todo y todos.
Estaba harta de no ver nada más que sombras.
—Vaya puta mierda —casi escupió, con furia, mientras se abrazaba en su manta.
¿Por qué ella? ¿Por qué no había podido tener una vida normal, en vez de aquella que le había tocado vivir?
Vega estaba cansada de todo aquello. Cansada y furiosa. Pero no había mucho que hacer, más que encerrarse en la propia miseria.
Vega quería gritar. Quería golpear algo. De modo que usó un encantamiento silenciador sobre ella misma y gritó con toda la fuerza de sus pulmones, pero sin dejar escapar un solo ruido. Gritó hasta que la garganta le ardió, hasta que creyó que se habían desahogado al menos un poco. Gritó, gritó y gritó.
Luego, las lágrimas que ya habían comenzado a escapársele le acompañaron hasta que se quedó dormida.
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