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xiv. dear vega








xiv.
querida vega








Vega fue la primera en dejar la enfermería al día siguiente, con la excusa de que no necesitaba recuperarse de una pierna rota ni de un ataque de dementores. La señora Pomfrey le dejó irse pasada la hora del desayuno, aunque insistió en que regresara de inmediato a la enfermería si notaba que empezaba a encontrarse mal. Tras prometérselo, Vega fue libre de irse.

Encontró el Gran Comedor desierto y se preguntó dónde estarían Jessica y Cedric. Aún era muy pronto para ir a Hogsmeade. Decidió ir a buscarlos a los jardines, pero Fred y George Weasley la asaltaron antes de que pudiera siquiera salir del vestíbulo.

—¡Vee! —exclamó George.

—¡Gigi! —dijo Fred.

—Freddie, Georgie —respondió ella, divertida—. ¿Algún problema?

Los gemelos intercambiaron una mirada.

—¿No lo sabes? —preguntó Fred, arqueando las cejas.

—¿Saber qué?

Ambos hicieron una mueca.

—Bueno, no nos gusta ser nosotros quien te damos la noticia —empezó George—. Pero El Profeta ha publicado un artículo bastante... sorprendente.

—¿Sorprendente? —repitió Vega—. ¿Sorprendente en qué sentido?

—Sorprendente en el sentido de que todos han leído que eres cómplice de Sirius Black y me ayudaste a entrar ayer en el castillo —dijo Fred—. Creíamos que lo sabías.

Vega se quedó pálida al escuchar aquello. Miró a su alrededor y advirtió que la mayoría de los alumnos que pasaban por allí la miraban.

—¿Han publicado eso? —preguntó, con voz débil—. ¿De verdad?

—Sí —suspiró Fred—. Hablan bastante de la huida de Black justo antes de que le dieran el Beso del Dementor. Te han hecho quedar como una espía de tu padre en el colegio.

—Oh, maravilloso —murmuró Vega, apoyándose en la pared.

—¿Jess y Susan lo han leído? ¿Y Cedric? ¿Lee?

—Jessica parecía un poco molesta, especialmente porque varios han empezado a preguntarle sobre el tema —asintió George.

—Diggory parecía sorprendido, pero no enfadado —añadió rápidamente Fred, al ver la expresión de Vega—. Quiero decir, no enfadado contigo.

—Esta mañana han habido demasiadas noticias inesperadas —comentó George—. Lupin es un hombre lobo, por cierto.

Vega alzó la mirada, sorprendida.

—¿Quién lo ha dicho? —preguntó, con voz aguda.

—¿Lo sabías? —dijo Fred, sorprendido—. ¿Cómo...?

—Es mi tío —interrumpió Vega—. ¿QUIÉN LO HA DICHO?

—Snape a los de Slytherin —respondió George—. Carrow iba comentándoselo a todos. Callum, quiero decir.

Vega apretó los puños.

—Tenéis permiso para usar a Snape como conejillo de indias en los surtidos saltaclases —gruñó Vega—. Dadle una pastilla vomitiva o algo, da igual que no estén terminadas. Y otra a Callum. Os pagaré, incluso, si queréis. Y que sea cuanto antes.

Los ojos de los gemelos brillaron.

—Aceptamos —dijo de inmediato Fred—. Y, por ser tú, te lo haremos gratis.

—Ahí está Lee —añadió George—. Vamos a preguntarle si nos ayuda. ¡Nos vemos, Vega!

Fred se detuvo un momento a mirarla, con rostro serio.

—¿Vas a estar bien?

Vega se limitó a asentir.

—Solo, ve y hacedle la vida imposible a esos dos por mí.

Fred casi sonrió.

—No lo dudes. Vamos, Georgie, tenemos trabajo.

Vega les vio correr hasta Lee Jordan y ponerle al corriente de los planes. El chico asintió al instante. Le hizo un gesto a Vega con la mano, sonriendo, y los tres se alejaron a toda prisa.

Vega dudó. No estaba segura de ir primero a hablar con Jessica, Susan, Cedric o Remus. Sin embargo, ver a las Bones en los jardines le hizo decidir rápido. Buscaría a Cedric y Remus luego.

Conforme se acercaba al árbol bajo el que Jessica y ella se sentaban habitualmente, vio que Jess hacía trizas El Profeta y Susan la miraba en silencio. Vega tragó saliva cuando su amiga giró la cabeza hacia ella y se puso de pie de un salto.

—¿Estás bien? —preguntó, en tono furioso. Vega tardó un segundo en notar que no estaba furiosa con ella—. ¿Y Nova y Harry?

—Todos bien, todos bien —prometió rápidamente—. Ellos siguen en la enfermería, pero saldrán pronto. No os preocupéis.

—¿Has visto El Profeta?

Vega suspiró.

—Sí —admitió—. Fred y George me lo han contado.

—Esa maldita... —bufó Jessica, aún enfadada—. Si tuviera ahora mismo a Rita Skeeter delante...

—Te llevarían a Azkaban, lo pillo —asintió Susan—. Vega, ¿cómo terminasteis ahí?

Vega suspiró de nuevo. Se venía una explicación larga. Tomó asiento bajo el árbol y pensó cómo empezar todo aquello. ¿El día en que nació? Parecía ser que todo el desastre había comenzado allí.

Tuvo que contarles todo lo que había descubierto desde aquella charla que había escuchado a escondidas en Las Tres Escobas. Susan y Jessica tuvieron bastante paciencia y no interrumpieron, a pesar de estar deseando hacerle preguntas.

Les habló de lo que había pasado la noche anterior en la Casa de los Gritos y de lo que Harry y Nova le habían contado, lo que había pasado mientras ella estaba inconsciente.

Cuando terminó, vio que el enfado de Jessica no había desaparecido.

—¿Jess? —le dijo, en tono cuidadoso—. ¿Te pasa algo?

—¿No lo entiendes, Vega? —preguntó Jessica, enfadada—. ¡Tú mejor que nadie sabes que odio las mentiras! ¡Te he preguntado cientos de veces si algo te pasaba, que si nos estabas ocultando algo! ¿Por qué no me dijiste la verdad?

—Sica, tranquila —dijo Susan, poniéndole la mano en el hombro, con cierto temor—. Estoy seguro de que Vega no lo hizo con mala intención.

Jessica suspiró y negó con la cabeza.

—Lo sé —asintió—. Pero me molesta, Sue. —Miró a Vega—. Yo no te miento. Nunca. Lo sabes, Vee.

—Lo sé, Jess —suspiró ella.

—¿Y por qué no nos has dicho nada? —dijo ella, indignada—. Además, de algo tan importante como esto. Cuando te dije que podías contarme cualquier cosa y que yo te ayudaría, incluso si fuera a esconder un cadáver, era verdad. ¿Por qué no confías en nosotros?

—No es eso, Jessica —protestó Vega—. No quería meteros en mis problemas. Ni siquiera se lo conté a Nova.

—¿Y vas a seguir haciendo esto siempre? —preguntó Jessica—. ¿Apartándonos de todo y tratando de solucionar las cosas sola y como puedas? Así no es como los amigos funcionan, Vega.

Ya no sonaba enfadada, sonaba triste.

—Yo... —Vega se quedó callada—. No sé, Jess, yo no...

Aquello pareció enfurecer aún más a Jessica.

—Si vas a seguir mintiendo y ocultando todo, tal vez no quiera seguir siendo tu amiga —dijo, apenas sin pensar.

Vega se quedó de piedra.

—¿Y acaso yo tengo que contarte hasta cuántas veces voy al baño? —preguntó, comenzando enfadarse—. ¡Si no te lo dije, fue por algo!

—¡No estás entendiendo qué intento decirte! —exclamó Jessica—. ¡Solo quiero que entiendas que se supone que los amigos se dicen cosas como que tu padre es un prisionero fugado de Azkaban que intentó matarte a ti y a tus hermanos!

—¿Podéis callaros ya? —gritó Susan. Ambas se giraron hacia ella—. Jess, no hay por qué decir todo. La familia puede llegar a ser muy complicada. Tú y yo lo sabemos bien.

La rubia suspiró y se cruzó de brazos.

—Lo sé.

—Vega, no estaría mal que nos contaras alguna de las cosas que te vuelven loca si te están preocupando tanto —añadió Susan, girándose hacia ella—. Sabes que queremos ayudarte.

Vega agachó la cabeza.

—Lo sé.

—No voy a ponerme en plan pedid perdón y abrazaos, pero...

Las dos mayores rieron. Vega miró a Jessica.

—Lo siento, Jess. Me parecía demasiado lío para contaros, no sabía ni siquiera cómo hacerlo.

Ella asintió.

—Y yo lo siento por perder la paciencia —admitió Jessica—. Me pilló todo de improviso, perdón.

Vega asintió.

—¿Contenta, Sue? —preguntó, divertida.

—Nada de eso, os falta el abrazo —dijo ella, burlona.

Jessica negó, divertida. Vega suspiró. Ambas se abrazaron.

—Lo que hay que hacer para mantener contentos a los niños —bromeó Jessica—. Muy bien. ¿Alguna de vosotras tiene algún otro secreto oscuro que contar, antes de que me vaya a pensar por qué sigo creyendo que la gente es sincera?

Vega lo pensó y negó.

—A no ser que quieras saber detalles de lo que pasó con Carrow...

—Uf, no, estoy bien sin saber nada de ello —admitió Jessica—. ¿Sue?

—Soy un libro abierto —dijo la pelirroja.

Vega rio.

—Me alegra saber eso.

Vega lloraba en brazos de su madre, negándose a separarse de ella.

—¡No quiero quedarme con otros niños! —decía, mientras Aura intentaba dejarla en el suelo—. ¡Quiero ir contigo y papá!

—Vega, no puedes quedarte en la reunión —respondió su madre, mirándola fijamente—. Solo serán un par de horas. Quédate y vigila a Altair y Harry, ¿vale?

—¡Pero no quiero! —protestó Vega, todavía llorando.

Aura dejó a la niña en el suelo, con un suspiro, y se agachó para quedarse a su altura.

—Vega, pórtate bien —dijo, seria—. Papá y yo volveremos enseguida.

Y se marchó de la habitación, dejándola llorando. Tan pronto como Vega se dio cuenta de que su madre no iba a volver, se secó las lágrimas y miró a su alrededor, evaluando el terreno. Había tres cunas, donde Nova, Harry y otro bebé dormían, y unos cuantos niños jugando. Mary los vigilaba.

Vega fue a sentarse junto a la amiga de su madre. Ella sonrió levemente al ver su expresión enfurruñada.

—¿Qué te pasa, Vega? ¿No quieres ir a jugar?

Mary le caía bien a Vega, aunque últimamente no la veía mucho. La niña se encogió de hombros.

—No conozco a ninguno —admitió—. Y están jugando juntos.

—Eso tiene solución —rio Mary.

Le tendió la mano y Vega aceptó a regañadientes. Mary la llevó hacia el corro de niños. Todos se giraron al instante para observarla.

—Emily, ella es Vega —dijo Mary a una niña pelirroja un par de años mayor que Vega—. Quiere jugar con vosotros.

—¡Vale! —exclamó la niña, entusiasmada. Se giró hacia Vega y la arrastró a la mitad del grupo de niños—. Estamos jugando al quidditch sin escobas. Yo soy cazadora, no me lo puedes robar, ¿vale? Victor es mi hermano y es buscador. Jessica es también mi hermana y es buscadora del azul. Tú puedes ser cazadora del equipo azul. Venga, ve con Jess.

Vega se encontró junto a una niña rubia con dos coletas que sonreía sin parar y que tenía una tirita en la barbilla. Llevaba un lazo azul en la muñeca. Emily le ató otro igual a Vega.

—Tenéis que hacer la charla de equipo y luego Michael es el pequeño y no juega, él anuncia el principio del partido, ¿vale? —explicó Emily—. Buena suerte, Jessie —añadió, mirando a la chica rubia.

Vega miró a los otros niños, sin recordar sus nombres. No parecía buen momento para decir que no sabía jugar al quidditch.

—¿Te llamas Vera? —preguntó la rubia.

—Vega —corrigió ella—. ¿Tú eres... Jenn?

—Jess —aclaró la otra niña—. Yo soy Jessica.

—Vale.

Jessica sonrió aún más, si eso era posible.

—¿Eres tímida? —le preguntó a Vega—. Mi hermano lo es. No suele hablar. Pero yo hablo mucho, así que bien. ¿Tú hablas mucho o poco?

—Poco —decidió Vega, tras pensarlo unos segundos—. Mi papá habla mucho más que yo.

—Bueno, yo seré la que habla, me parece bien —declaró Jessica, encogiéndose de hombros—. ¿Quieres ser mi amiga?

Vega sonrió.

—Claro.

Vega dio un brinco al ver a Jessica, Susan y Cedric observándola fijamente. Soltó un grito. Se puso de pie de un salto y retrocedió dos pasos.

—¿Sabéis lo que es el espacio personal? —exclamó, tratando de recuperarse del susto—. ¡Casi me matáis!

—Pensaba que te habías desmayado con los ojos abiertos o algo así —se excusó Jessica—. ¿Qué demonios te ha pasado?

—Es largo de explicar —gruñó Vega—. ¿He estado mucho rato así?

—Unos diez minutos —dijo Jessica—. He avisado a Cedric al verlo pasar.

Cedric se encogió de hombros. Miró a Vega, serio. Ella suspiró.

—Jess, Sue, ¿podríais...?

—Cosas de novios, lo pillo —aceptó la rubia, asintiendo. Vega se hubiera sonrojado si no hubiera estado tan confundida aún—. Iré a ver qué hacen Fred, George y Lee.

—Eso puedo decírtelo yo. Darle pastillas vomitivas a Snape.

Jessica sonrió al escuchar aquello.

—Entonces, no puedo perdérmelo.

Una vez estuvieron solos, Vega y Cedric se sentaron bajo el árbol.

—Supongo que lo has leído —dijo Vega. Él asintió—. Espero que no pienses que es verdad.

—¿Me tomas por tonto? ¡Claro que no! —se apresuró a decir él—. Sé cómo es Rita Skeeter. No le haría caso nunca. Además, todo lo que dice es absurdo.

Vega sonrió levemente, aliviada.

—Cuando me encontraste en Hogsmeade y parecía enferma, ¿recuerdas?

—Sí, parecías a punto de desmayarte —comentó él.

—Estaba cerca —masculló Vega—. Fue bastante impactante. Yo no tenía ni idea.

»Acababa de enterarme de todo lo que el Ministerio había averiguado aquella noche. Que se suponía que mi padre quería matarnos a Harry, Nova y a mí, que había vendido a mi madre y a mis tíos, que había sido un espía de Voldemort...

Cedric asintió.

—Siento no habértelo contado —continuó Vega—. Pero no se lo dije a nadie. No sabía cómo contarlo. Nova se enteró ayer. Y, al parecer, ahora todos creen que conspiro para matar a Harry, que es prácticamente mi hermano y no sé de dónde sacan esas ideas absurdas, pero todos me están mirando bastante mal.

Vega se sentía mejor contándoselo a Cedric. Él le cogió la mano al ver que le temblaba un poco y sonrió levemente.

—Eh, tranquila —dijo, con voz suave—. No estoy enfadado, Vega. De verdad. Solo me sorprendió leer todo eso después de enterarme de que Black había entrado en el castillo y mi hermana había terminado en la enfermería. ¿Puedes creer que Pomfrey no me deja entrar a verla?

—Está bien —prometió Vega—. Madame Pomfrey le curó la pierna y estaba dormido cuando me fui, pero Harry me dijo que habló con ella anoche y ni siquiera le duele. Le darán el alta pronto.

Cedric asintió, sonriendo.

—Gracias.

Vega aprovechó el silencio para pensar en el recuerdo que había visto. La primera vez que conoció a Jessica, cuando solo eran niñas. En ese momento, no sabían que terminarían siendo mejores amigas.

—¿Y tú? —preguntó Cedric—. ¿Estás bien? ¿Podrás con esto?

—Eso espero —dijo ella, no muy convencida.

Apoyó la cabeza en el hombro de Cedric y él la rodeó con el brazo. Vega miró al cielo y pensó en su padre. No sabía si en aquel momento seguía volando, a lomos de Buckbeak, o si ambos se habían detenido a descansar. Tal vez, él estuviera pensando en ella, en Nova y en Harry. Vega esperaba que sí.

Le hubiera gustado que todo hubiera ido bien, que hubieran podido entregar a Pettigrew e ir a vivir con Sirius. Nova le había dicho el plan que su padre le había propuesto mientras ella estaba inconsciente. Le hubiera gustado pasar más tiempo con él.

—¿En qué piensas? —preguntó Cedric, observándola con una sonrisa divertida.

Vega suspiró.

—En demasiadas cosas —respondió, girando la cabeza hacia Cedric—. Me voy a volver loca si sigo así.

—Seguirías gustándome loca —rio Cedric, para luego besarla.

Y Vega dejó escapar los problemas e inquietudes un rato, centrándose solo el disfrutar junto a Cedric de la tranquilidad de los jardines.





























—¿Vas a irte? —exclamó Vega al ver a Remus recogiendo todo en su despacho—. ¿Por qué?

—Piénsalo, Vega —dijo Remus, sentándose al borde del escritorio—. ¿Qué pensarías si tus hijos te escribieran diciendo que su profesor es un hombre lobo?

—Que deberían dedicarse más a estudiar y menos a chismorrear —respondió ella, firme.

—Creo que serías la única madre que pensaría eso —dijo Remus, tratando de sonar divertido—. La mayoría desprecia a los hombres lobo.

—¿A quién le importa lo que piensen los padres? —preguntó ella, indignada—. Tú no tienes que irte solo por una panda de idiotas prejuiciosos.

Brigid Diggory le había dicho que Jason Bones había llegado a Hogwarts y la buscaba, pero Vega no le había encontrado y le urgía más visitar a Remus.

—Eres el mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que he tenido en los cinco años que llevo en este colegio —dijo, desesperada—. ¿Qué más da que tengas un problema?

Remus se puso frente a ella y colocó ambas manos en sus hombros, sonriendo.

—Vega, no es como si no fuéramos a volver a vernos después de esto —dijo, en tono tranquilizador—. Jason, Mary y yo iremos a recogeros a la estación. Estaremos juntos en verano. Puede que incluso consiga que veamos a Sirius. Tranquila.

Vega levantó la mirada y observó boquiabierta a su tío.

—¿Lo dices de verdad? —preguntó, sorprendida—. ¿Puedes hacer eso?

—Jason, Mary y yo vamos a intentarlo —prometió Remus, sonriendo—. Imagino que Harry y Nova te habrán hablado de ello. Haremos lo que podamos, ¿vale? Al menos, sabemos que él está bien.

Vega le abrazó impulsivamente, notando el nudo de su estómago deshaciéndose. Remus sonrió y le dio unas palmaditas en la espalda.

—Tranquila, Vega. No todo irá mal siempre, ¿lo sabes?

—Supongo que tienes razón —admitió ella, separándose—. Vendréis a recogernos a la estación, ¿entonces?

—Sí, como siempre —asintió Remus—. Además, por lo que sé, Mary tiene una sorpresa para vosotros. Ya sabes, ella y Reginald han vuelto y parece que se van a quedar aquí por un tiempo. Igual han comprado algo o... —Se encogió de hombros—. La verdad es que no tengo ni idea.

Vega asintió

—Con que sea una buena sorpresa, me sirve —admitió.

Su padrino solo sonrió.





























El curso terminó con rapidez. Una vez Remus se fue, las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras perdieron la gracia. Vega pasó un día entero con Jason, Nova, Harry, Jessica y Susan, para olvidar un poco todo lo que sucedió en la Casa de los Gritos.

Después de la marcha de su tío, Vega pasó la mayor parte del tiempo en compañía de Cedric, Nova o Harry. Especialmente, con el primero. Estar con el chico le hacía olvidar todo lo que le rondaba a todas horas por la cabeza e incluso le ayudaba a tener menos retrocesos, como Nova había comenzado a llamarlos. Además, le hacía sentirse feliz.

No sabía qué tan en serio iba la relación de los dos hasta que Cedric le preguntó si le gustaría dar un paso más.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Vega.

—No sé, ¿no se supone que se dice eso cuando se quiere empezar a ser novios? —dijo Cedric, divertido.

Vega tardó unos segundos en echarse a reír.

—Oh, por Merlín —exclamó, entre carcajadas.

—¿Eso es un no? —preguntó Cedric.

Vega sonrió.

—Yo diría que es un sí —respondió, para luego besarle.

Como había dicho Remus, no todo iría mal siempre, ¿no?

Antes de darse cuenta, ya estaba sentada en el Expreso de Hogwarts, de regreso a casa, jugando con Jessica y Cedric a los naipes explosivos. Una pequeña lechuza chocó con el cristal de la ventana cerrada, haciendo que los tres pegaran un brinco. Vega se apresuró a abrirla y el animal entró, revoloteando sin parar.

—¡Quédate quieto, maldita sea! —exclamó, tratando de atraparla.

Cedric, con sus reflejos de buscador, la atrapó al vuelo y se la pasó. Vega le agradeció con una sonrisa.

—Son tres cartas. Una para Nova, otra para Harry y otra para mí —comentó, cogiendo el sobre con su nombre—. Creo que... ¡Oye!

La pequeña lechuza le dio un picotazo y salió disparada por la ventana, probablemente para cumplir con las otras dos entregas.

—Vaya talento para los animales —se burló Jessica.

—Cierra el pico —gruñó Vega, sentándose de nuevo—, quiero leer.

Querida Vega:

Quería escribirte porque creo que aún hay muchas cosas que debo decirte y no pude en el tiempo que estuvimos juntos. Me hubiera gustado poder quedarme más, pero sabes que no podía quedarme allí, desgracidamente. Desearía que las cosas hubieran salido de otro modo.

Principalmente, quiero decirte que estoy muy orgulloso de la persona en la que te has convertido en estos años. Temía que Altair y tú lo hubierais pasado mal estos años, pero ver cómo cuidas de ella y cómo ella cuida de ti me alegró inmensamente.

Me recordáis mucho a Aura y James, cuando estudiábamos en Hogwarts. Estoy bastante convencido de que las dos discutís tanto como ellos. Los dos eran muy diferentes, pero se querían mucho. Les vi a ambos en Altair y en ti. Nada hubiera podido hacerme más feliz.

También vi cómo Harry y vosotras dos os habíais vuelto tan cercanos como James y yo siempre habíamos querido que fuerais. Más que primos, parecéis hermanos. Sé por Altair y Harry que os consideráis así.

También quería recordarte que puedes escribirme siempre que quieras. No pudimos despedirnos como debíamos con todo lo que pasó, pero sé que los otros dos te habrán dicho todo lo que ocurrió y lo que les pedí que te dijeran. Sé que no vas a empezar a verme como un padre de un día para otro, pero por algo debemos empezar, ¿no?

Sé que vosotras dos continuaréis cuidando la una de la otra el tiempo que no pueda estar con vosotras y eso me hace feliz. Aura y yo siempre quisimos que tuvierais esa relación de hermanas. Sé que ella está tan orgullosa de vosotras como yo lo estoy.

Trataré de ir a visitaros, pero no sé si podré permanecer allí por mucho tiempo. Me encantaría, te lo aseguro, pero no quiero arriesgarme a que me descubran y os pierda, ahora que he podido recuperaros.

Espero que tus recuerdos devueltos no te causen muchos problemas, pero sabes que siempre puedes pedir ayuda a Jason, Remus, Mary o incluso a mí. Trataré de ayudarte en la medida de lo posible, te lo prometo.

Cuidaos entre vosotros y recordad que, si alguien te molesta, siempre puedes amenazar a alguien y hacerle saber quién es tu padre, un supuesto asesino fugado.

Dejando a un lado la broma, no dejes que los rumores te afecten, Vega. Te prometo que algún día, todos sabrán la verdad y tendrán que tragarse sus palabras.

Volveré a escribirte pronto,
Papá

Había una postdata que hizo que la risa se le escapara.

Y mantente alejada de esos gemelos pelirrojos. Ariadne y yo hicimos una apuesta y sé que, si pierdo, ella encontrará la forma de cobrarse la recompensa, de una manera u otra.

—¿Todo va bien? —preguntó Cedric, observándola con cierta preocupación.

Vega dobló la carta y se la guardó en el bolsillo.

—Todo va de maravilla —dijo, sonriendo—. Además, estamos llegando.

El tren reducía la marcha conforme se aproximaban al andén nueve y tres cuartos. Los tres bajaron sus baúles del portaequipajes y salieron al pasillo, junto al resto de alumnos.

Jess dijo algo de ir a despedirse de Fred, George y Lee y se perdió entre la multitud, dejando a solas a Cedric y Vega. Ella le sonrió, tímidamente.

—¿Me escribirás? —preguntó.

—Por supuesto —respondió él, abrazándola—. Y nos veremos en los Mundiales, ¿no?

—Por supuesto.

Ambos se dieron un breve beso de despedida —Vega aún se sentía algo intimidada besándose en público— antes de tomar sus pertenencias y ir con sus familias. Vega no dejó de sonreír hasta que volvió junto a Jessica. La rubia sonreía, pícaramente.

—Me arrepiento de no haber apostado por vosotros —comentó, divertida—. Me hubiera hecho el doble de rica.

Vega rio.

—Cierra el pico.

La mirada de Linette Carrow las siguió hasta que atravesaron la barrera que llevaba al mundo muggle.

Las dos salieron del andén y no tardaron en divisar al numeroso grupo que las esperaba: Jason, Remus, Harry, Nova, Susan y...

—Por Merlín —exclamó Jessica—, ¿Mary está...?

—¿Embarazada? —completó Vega, sonriendo—. Sí, creo que esa es la gran sorpresa.

Las dos corrieron hacia su tía y la abrazaron con cuidado, soltando grititos de emoción. Definitivamente, había sido una buena sorpresa.

Jason también las abrazó, sonriendo.

—¿Queréis ir a por un helado antes de ir a casa? —preguntó, sabiendo de antemano la respuesta a la pregunta.

Vega le pasó el brazo por encima de los hombros a Harry y le revolvió el pelo.

—Va a ser un buen verano, ¿no crees? —preguntó el menor.

Vega asintió. Ambos miraban en dirección a la familia Diggory, que pasaba cerca de ellos. Vega sonrió.

—Sí, eso creo.







FIN DEL PRIMER ACTO




















preparados para el segundo acto? se viene fuerte jsjs

maratón 4/?

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