vi. brother
vi.
hermano
—Dime qué te pasa, Vega Adhara Wright, o te lanzaré un maleficio ahora mismo —amenazó Nova.
—Te has confundido de apellido —bromeó Vega, aunque la situación no le hacía gracia en absoluto.
Incluso después de cinco años, en ocasiones aún se confundían y decían su antiguo apellido. A Nova era la que con más regularidad le pasaba. Vega decía que era por su tendencia a hablar y luego pensar.
—No es nada, Nov.
—¿Han sido los Carrow? Porque puedo tirarles una bomba fétida, tengo muchas. O alguna bengala del doctor Filibuster. También tengo...
—No hace falta, Nova —la cortó Vega, negando con la cabeza—. Estoy bien, de verdad. Es solo... uno de esos días del mes.
Nova arqueó las cejas.
—Eso me deja claro que algo gordo pasa. Tus días suelen ser la primera semana de todos los meses.
—Se me ha retrasado —respondió Vega—. Además, estoy algo preocupada por los TIMOs.
La menor rodó los ojos.
—Te quedan aún seis meses. No puedo creerlo.
—No han mandado mucha tarea para vacaciones —respondió Vega, que solo quería terminar de una vez con la conversación—. Tengo demasiado que hacer. Pero no me pasa nada más. ¿Por qué no vas a despedirte de Ginny?
—Sí que tienes ganas de librarte de mí —dijo Nova, sarcástica—. Muy bien, pero te aseguro que averiguaré qué es lo que pasa y le partiré la cara a quien te haya hecho estar así.
—Eres encantadora, hermanita —ironizó Vega, viéndola marcharse.
Sabía que Nova había notado sus ojos enrojecidos y las profundas ojeras bajo los ojos. Puede que también su resfriado.
Después de la conversación que había escuchado, había salido corriendo de Las Tres Escobas, olvidando su abrigo y su bufanda en la mesa, y había vagado sin rumbo por las calles de Hogsmeade hasta que Cedric la había encontrado tiritando y la había llevado hasta Hogwarts, donde había tenido que ser revisada por Madame Pomfrey.
Vega no recordaba con claridad nada de eso y no sabía si había tenido alguna conversación con el chico. Se había pasado la mañana rehuyéndolo, pero siguiéndole con la mirada. Cada vez que él se giraba hacia ella, Vega comenzaba a hablar con quien tuviera más cerca.
Jessica también la había acribillado a preguntas después de que se marchara sin dar explicaciones. Vega notaba la preocupación en la voz de su amiga y no podía evitar sentirse culpable, pero no sentía ningún deseo de hablar de lo que había escuchado el día anterior.
No había visto a Harry desde que salió de Las Tres Escobas y no sabía qué haría cuando lo viera.
Los alumnos estaban listos para regresar a sus hogares. Los carruajes estaban recogiendo a todos los que volvían a casa por Navidad, que eran la gran mayoría. Solo unos pocos permanecerían en Hogwarts.
Vega fue hasta los gemelos y Lee, que se estaban despidiendo de Jessica, y se las arregló para fingir una sonrisa.
—¡Vega, casi nos vamos sin poder despedirnos! —exclamó Fred al verla, llevándose la mano al pecho con dramatismo—. Nos hubieras dejado ir sin decir adiós.
—Lo dudo —respondió ella, echándole una mirada al thestral, que estaba inmóvil.
Jessica la imitó y una mueca apareció en su rostro.
—¿Qué miráis? —preguntó Lee, curioso.
—Nada —respondieron al unísono.
Hablar de los thestrals y por qué podían verlo no era algo que les agradara.
—Nos diste un buen susto ayer, Vee —comentó George—. ¿Pasó algo?
Ella se apresuró a negar con la cabeza.
—Tenía ganas de tomar aire. Había demasiada gente allí dentro. Me estaba asfixiando.
En parte, era cierto. Solo que omitió qué le hizo quedarse sin aliento.
—¿Y volviste a Hogwarts sin abrigo? —preguntó Lee, extrañado y algo preocupado.
—Encontré a Cedric y él me acompañó —explicó Vega, encogiéndose de hombros—. Me prestó un abrigo.
—¿Diggory? —dijeron los gemelos al unísono, frunciendo el ceño y poniendo expresiones de desagrado idénticas.
Vega decidió ignorarlos y cambiar de tema. Desde el partido de Gryffindor y Hufflepuff y la derrota de los primeros, Cedric se había ganado el desagrado de los gemelos.
—Al final os quedaréis en vuestra casa en Navidad, ¿no? —preguntó, en tono más brusco de lo que pretendía.
Ambos intercambiaron una mirada. George asintió.
—¿Irá vuestra tía abuela? —dijo Jessica, al notar que Vega le miraba, pidiéndole que continuara la conversación—. Se llamaba Muriel, ¿no?
—Oh, la querida tía Muriel —suspiró Fred, sarcásticamente—. Gracias al cielo, este año se quedará en casa.
Vega y Jessica habían coincidido con la anciana las Navidades pasadas, en una visita a los gemelos. Bastaba con decir que no había sido especialmente amable con ninguna.
—¿Y tú, Lee? —preguntó Vega, que aunque ya lo sabía, porque lo había dicho el día anterior, no deseaba que hubiera silencio. Podrían aprovecharlo para seguir haciéndole preguntas sobre el día anterior.
—Iremos a visitar a mi abuela —dijo el chico—. Vive en Gales y tiene tanto acento que apenas entiendo qué me dice cuando me habla. Me limito a sonreír cuando me dice algo.
Todos soltaron una carcajada.
Incluso Vega, aunque le salió algo forzada.
—Bueno, al menos serán unas vacaciones divertidas. Aunque los profesores parecen creer que nos vamos a pasar el día estudiando y haciendo tarea —comentó Jessica, haciendo una mueca.
—Nada más lejos de la realidad —dijo Fred—. George y yo vamos a seguir inventando.
—¿Cómo va Sortilegios Weasley? —preguntó Evan, interesado—. ¿Habéis conseguido que el caramelo longuilinguo funcione?
—Ojalá —respondió George, desanimado—. Se lo dimos a Diggory y no pasó absolutamente nada.
—¿Se lo disteis a Cedric? —intervino Vega, frunciendo el ceño—. ¿Seguís enfadados con él por lo del partido?
Su tono no perdió el matiz alegre, pero había un punto de frialdad en él. En el orfanato, había usado esa voz para intimidar a los que los molestaban a Nova, Harry y ella.
—Sí —contestó Fred, tranquilo—. Dudo que lo perdonemos algún día.
—Sois unos infantiles —protestó ella.
—Tal vez —replicó Fred, encogiéndose de hombros.
—Buscaos a otros para molestar —bufó Vega—. Y que sea por motivos mejores que un absurdo partido de quidditch.
Los cuatro la miraron, sorprendidos. Vega no solía perder la paciencia —criar a Nova y Harry le había enseñado a aguantar todo tipo de respuestas impertinentes—, pero había algo en su mirada y su voz que les preocupaba.
Sonaba realmente enfadada. No con ellos concretamente, sino con alguien más. Alguien que no sabía.
Ni siquiera Vega sabía con quién estaba enfadada exactamente.
—Vee, ¿te pasa algo? —preguntó Jessica, en tono suave.
Ella sacudió la cabeza con brusquedad.
—Estoy bien —aseguró, sin vacilar—. No te preocupes.
Jessica no le creyó, como ya esperaba.
—¿Te encontraste ayer con alguien? —insistió—. ¿Pasó algo con los Carrow?
—Estoy bien, Jess. Te lo prometo. —Vega intentó calmarse un poco—. No pasó nada con los Carrow. Me los crucé, pero no les di tiempo a decir nada.
Prácticamente los había arrollado al salir de Las Tres Escobas. Eso sí lo recordaba. Había caído encima de Linette y se había quedado mirándola un momento, antes de echar a correr. Ni ella ni su hermano habían tenido tiempo de reaccionar.
—¡Eso es, los Carrow! —exclamó Fred, entusiasmado—. ¡Ellos serán los conejillos de indias perfectos!
—Solo saben molestar a Vega —asintió George—. Será realmente divertido usarlos a ellos. Especialmente, al idiota de Callum.
—Ahora, nosotros les molestaremos a ellos —rio Fred—. No tendrán tiempo ni de acercarse a Vega, se pasarán el día en la enfermería.
—No creo que sea lo mejor —comentó Vega, aunque sabía que ellos ya no la escuchaban.
Finalmente, los vieron subir al carruaje y alejarse. Jessica se volvió hacia Vega tan pronto como el carruaje atravesó la verja y salió del patio.
—Tu novio viene hacia aquí —comentó—. Te veo en la sala común.
Vega frunció el ceño.
—¿Cedric?
—Has relacionado automáticamente Cedric y novio —rio Jessica—. Qué gran avance.
—No es...
—¡Eh, Diggory! —gritó Jessica, agitando la mano.
—Por Merlín. —Vega escondió la cara entre las manos—. ¿Estás loca, Jessica Bones?
—Sí. —Nova había aparecido de la nada, con expresión pícara en el rostro—. ¿Así que a Vega le gusta Diggory?
—No —replicó tajantemente ella.
—Está en proceso —añadió Jessica.
—Intenta no matarla de vergüenza, necesito a una mayor de edad para que me compre ilegalmente cosas dentro de unos años —comentó Nova.
Vega solo quería que se la tragara la tierra.
—Cuando Vega esté casada con él y tengan una pequeña hija llamada Jessica Diggory, me lo agradecerá —respondió la rubia, restándole importancia.
Vega soltó un largo suspiro. Parecía que era lo único que podía hacer ese día.
—Estás totalmente loca, Jess. No sé cómo somos amigas.
—No exageres tanto, me amas y lo sabes —se burló Jessica.
Se marchó sin decir más y Vega supo que estaba algo enfadada. Mentir a Jessica nunca era buena idea. Su amiga era extremadamente sincera y odiaba las mentiras. Con Vega, solía ser más tolerante que con otros, pero eso no significaba que se lo tomara bien. Sus Estoy bien eran falsos y cualquiera que la mirara durante unos segundos se daría cuenta.
—Sigo enfadada —comentó Nova—, pero tus dramas amorosos son interesantes. Iré a espiaros desde lejos.
—Nova...
—Si necesitas mi ayuda con Diggory, hazme nuestra señal secreta y vendré a salvarte. —El silbido, por supuesto—. Y si necesitas mi ayuda en algo más... Bueno, sigo dispuesta a usar mi colección de bombas fétidas para apestar a cualquiera que te diga algo. Lo sabes, ¿no?
Vega suspiró.
—Lo sé, Nova —respondió, asintiendo lentamente.
Ella sonrió.
—Nos vemos, Vee. Disfruta con tu novio.
Y tras aquello, echó a correr.
—No es mi... —empezó Vega, pero se dio cuenta de que era inútil hablar.
Tuvo que obligarse a sonreír a Cedric Diggory cuando él apareció junto ella.
—Eh, Vega —saludó, en tono amable, pero algo preocupado.
—Hola, Cedric —respondió ella, tratando de sonar animada.
El chico miró a su alrededor, con aspecto de no saber qué decir.
—Solo quería ver si estabas mejor después de lo de ayer.
¿Después de llorar frente a ti durante todo el camino a Hogwarts y casi pillar una hipotermia, quieres decir?
Se obligó a ampliar su sonrisa.
—Ah, sí. —Vega suspiró y una nube de vaho salió de su boca—. Mejor, gracias por preguntar. Intento no pensar en ello.
—Siento habértelo recordado, entonces —respondió él, algo avergonzado.
—No te preocupes, no me ha molestado.
Ambos se quedaron en silencio varios segundos. Vega agachó la cabeza, incómoda. Cedric suspiró.
—Bonito jersey, por cierto.
Vega miró hacia abajo. Se había puesto lo primero que había encontrado aquella mañana: un jersey viejo que Remus le había regalado dos años atrás. No tenía nada especial, pero la lana roja era suave y le mantenía en calor. Se sentía casi como un abrazo.
Vega desearía que realmente fuera un abrazo. Había sido de su madre. Ni siquiera había pensado en ponérselo, lo había cogido apenas sin pensar. Mala idea, después de escuchar la conversación el día anterior.
Pero ella siempre había adorado aquel jersey, igual que el anillo que llevaba en la mano izquierda. Lo poco que tenía de su madre, de quien ni siquiera conservaba recuerdos, gracias al Ministerio.
Aquel día, le hubiera gustado más que nunca saber más de Aura Potter.
El jersey no era bonito, estaba demasiado viejo como para eso. Pero escuchar a Cedric decir que le gustaba le hizo sentir realmente bien.
—Oh. Gracias —respondió Vega, sintiendo un leve rubor aparecer en sus mejillas—. No es gran cosa.
Cedric rio y se encogió de hombros.
—A mí me gusta.
—Gracias —repitió, sintiéndose idiota por no ser capaz de pensar en otra palabra.
Ambos intercambiaron una sonrisa.
Hubiera sido mejor si la de Vega no hubiera resultado tan falsa.
—¿Segura que estás bien?
Vega se odió al notar que sus ojos se llenaban de lágrimas con aquella simple pregunta. Se apresuró a negar con la cabeza.
—Feliz Navidad, Cedric —se limitó a murmurar, dispuesta a marcharse de allí.
—Pero, Vega...
—¡Nos vemos cuando vuelvas! —chilló ella, agitando la mano con demasiada energía, mientras se perdía entre la multitud.
Vega solía controlarse mejor. Pero no soportaba aquello más.
Desde lejos, Nova soltó un suspiro. Ginny la miró.
—¿Sigues espiando a tu hermana?
—Tal vez —se limitó a decir.
—¿Por qué te importa tanto lo que pase con Diggory?
—Porque lo de Carrow la dejó fatal, lo de mi padre le está haciendo fatal y si Diggory piensa dejarla fatal, voy a matarle —respondió la morena, encogiéndose de hombros—. Puede que les haga un favor a tus hermanos, ¿no lo odian?
—Sí —admitió Ginny—. Se tomaron en serio lo del partido.
—Hay alguien que gana y alguien que pierde, siempre es así —bufó Nova—. Les tocó perder esta vez. Una lástima. ¿Y qué?
—Son rencorosos. —Ginny se encogió de hombros—. Pero no son tan malos. Habrá alguna razón más para todo esto. Conozco a mis hermanos.
Su amiga negó con la cabeza y volvió a mirar a Cedric.
—Y yo a la mía —replicó Nova—. Y sé que va a necesitar toda la ayuda de Jessica y la mía para atreverse a decir algo que no sea "gracias".
—¿No decías que...?
—Si Diggory le hace daño a Vega, le mataré —asintió Nova—. Pero ¡podría no hacerle daño! Además, me da menos miedo que salga con ese chico a que salga con alguno de tus hermanos, sin ofender. Diggory parece incapaz de hacerle daño a una mosca. Es obvio que ella le gusta, puede que ayude a Vega... si ella fuera capaz de hablarle sin huir. Aunque, en su defensa, hoy está mal.
—Claro, como si tú fueras a ser más atrevida que ella cuando te guste un chico —se burló Ginny.
Nova, indignada, le dio un empujón a su amiga.
—Ser tímida no va conmigo, Gin. Cuando me guste un chico, le pediré una cita y punto.
—Ya veremos —fue todo lo que dijo Ginny.
Era una suerte que Vega no hubiera visto a Harry desde que abandonó Hogsmeade el día anterior.
¿Cómo iba a mirar a su primo a la cara después de enterarse de la verdad? Era su padre quien había matado a los de Harry. Él los había vendido y estaban muertos por su culpa.
Él quiso matarte a ti y Nova también, se recordó, él mató a tu madre.
Y, aún así, se sentía culpable.
Jessica la esperaba en su dormitorio, con una mezcla de preocupación y curiosidad en el rostro.
—¿Vas a decirme de una vez qué es lo que te pasa? Estás... Parece que no hubieras dormido nada después de correr una maratón.
—Algo así —dijo Vega, sentándose en una butaca—. No me he dormido hasta el amanecer.
—¿Por algo que te dijeron los Carrow?
Vega negó con la cabeza.
—Entonces, ¿qué es, Vee? —preguntó Jessica, frunciendo el ceño—. ¿A quién quieres que mate?
—A nadie, Jess —contestó la morena, negando con la cabeza—. No es nada, de verdad. Solo... Ya se me pasará.
Aquello no le gustó a Jessica, como Vega ya imaginaba que pasaría. Pero pareció obligarse a aceptarlo y hacer como si nada sucediera, lo que Vega agradeció infinitamente.
Ambas pasaron el día en la sala común, con Vega fingiendo leer un libro y Jessica dibujando algún boceto en su cuaderno de diseños. La conversación que había escuchado en Las Tres Escobas se repetía una y otra vez en la cabeza de Vega, sin poder evitarlo.
Se sentía confundida. Culpable. Traicionada. Enfadada. Tío Jason, tía Mary, tío Remus, cualquiera de ellos habría podido decirle la verdad. Contarle todo aquello. Vega sabía que su padre se había unido a los mortífagos, pero no le contaron nunca que había vendido a su madre, a sus tíos, a Harry, a Nova y a ella misma. ¿Acaso no les había parecido algo importante de mencionar?
Vega se sentía de vuelta en el orfanato, cuando la única amiga que había tenido la había abandonado. Thea se había marchado, había desaparecido, y Vega no había vuelto a verla. Le había abandonado en aquel miserable lugar y no se había molestado en regresar.
Vega se había sentido perdida por días. Luego, se había enfadado más que nunca en su vida. Había mandado a volar contra la pared a uno de los chicos que siempre la molestaban y eso le había valido una noche en el armario del ático.
Aquel momento fue cuando Vega de verdad creyó que tenía la peor suerte del mundo, porque esa noche cayó la peor tormenta de la década en Londres y tuvo que pasar días en cama, enferma, tras aquello.
Los días pasaron igual que el primero. Vega y Jessica pasaban el día en la sala común, generalmente acompañadas de Susan y Nova. Harry no fue ni una sola vez a verlas, cosa que extrañó a todas menos a Vega.
Nochebuena pasó y la mañana de Navidad llegó. Vega despertó con una pila de regalos a los pies de su cama, al igual que Jessica.
Se levantó con menos entusiasmo del que una debería tener en Navidad y se agachó para coger el primer paquete que encontró.
Era de Harry.
Vega apretó los labios y negó con la cabeza.
—Voy a buscar a Harry —le dijo a Jessica.
La rubia le miró, curiosa.
—¿Ahora mismo?
—Sí. Es importante.
Jessica no insistió. Vega se puso la bata y las zapatillas sobre el pijama, sin preocuparse por quién podría verla, y se dirigió a la sala común de Gryffindor.
Se encontró a Harry frente al Gran Comedor, también en pijama y con el pelo revuelto. Ambos se miraron, sorprendidos y en silencio, durante unos segundos.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Harry, sorprendido.
—¿Qué estás haciendo tú? —respondió Vega, a la defensiva.
Harry agachó la cabeza, casi avergonzado.
—Iba a ir a verte —admitió, sin atreverse a mirarla—. Estos días casi no nos hemos visto y... —Se encogió de hombros—. Ron y Hermione siguen dormidos. Pensé que podría ir a veros a Jess y a ti antes de abrir los regalos.
Vega no pudo evitar sonreír al escuchar aquello.
—Yo también iba a verte —admitió.
Harry también sonrió.
—¿Estás bien? —quiso saber, poniéndose serio—. Tú... Bueno, no tienes buen aspecto.
Vega le quitó importancia.
—No es nada. Estoy cansada. Ayer Jess no me dejó dormir hasta las cinco de la madrugada —improvisó—. Ronca como un hipopótamo.
Harry contuvo una sonrisa.
—Me refería a después de lo de Las Tres Escobas —insistió Harry—, y tú lo sabes.
Claro que lo sabía, pero Vega no tenía demasiadas ganas de hablar de aquello.
Miró a Harry a los ojos, tratando de distinguir qué pensaba. ¿La odiaba? ¿Pensaba que era como su padre? ¿Estaría de acuerdo con todos los rumores después de enterarse de que Sirius Black había matado a James y Ariadne Potter?
—Vega, ¿estás bien? —preguntó Harry, y esta vez sonaba preocupado—. Tienes aspecto de estar a punto de desmayarte.
Vega se apresuró a negar con la cabeza.
—Estoy bien, de verdad —insistió.
—Te acompañaré a tu sala común —decidió Harry, tomándola del brazo y casi arrastrándola a las mazmorras—. Te irá bien sentarte un rato.
Vega no protestó y siguió a Harry hasta la sala común de Hufflepuff. Ambos entraron y se dejaron caer en un sofá, uno junto al otro.
—Vega... —empezó Harry.
—No quiero contarle nada a nadie —le interrumpió Vega—. Ni siquiera a tío Jason, tío Remus o tía Mary. No les he dicho nada a Nova, Jess ni Susan. No quiero que sepan nada.
Harry asintió lentamente.
—Yo no he contado nada a nadie. Brigid, Ron, Hermione y Prim lo saben, pero no lo contarán. Sé que no. Pensaba en hablarlo con tío Remus, pero si tú no quieres, no le diré nada.
Vega suspiró.
—Gracias, Harry.
El silencio que siguió a aquella frase se extendió un par de minutos, mientras ambos miraban fijamente a la chimenea y pensaban en qué dirían a continuación.
Las manos de Vega temblaban, aunque ella no recordaba cuándo habían empezado a hacerlo.
—Vega... —volvió a empezar Harry.
—¿Me odias? —preguntó ella, mirándolo seriamente.
—¿Qué? —exclamó Harry, casi a voz de grito. Sus ojos azules reflejaban su incredulidad—. ¿No eras tú la inteligente?
Vega cerró los ojos y agachó la cabeza.
—Creo que estoy volviéndome loca con este asunto, solo necesitaba saber si...
—¿Cómo voy a odiarte, Vega? —preguntó Harry, esta vez en tono más suave y sin gritar. Puso su mano sobre la de su prima y Vega se giró a mirarle—. Eres prácticamente mi hermana mayor, Vee. ¿En serio crees que podría odiarte? Ni aunque fueras hija de Voldemort podría odiarte.
Harry puso cara de horror al ver que una lágrima caía por la mejilla de su prima. Vega le abrazó con fuerza, casi asfixiándolo, pero Harry se recuperó rápidamente. Le dio unas palmaditas en el hombro, sonriendo cariñosamente.
—Serás boba, prima —murmuró, divertido—. ¿Llegaste a pensar que yo te odiaría? Por Merlín, suena tan...
—Lo sé, lo sé —dijo Vega, riendo entre lágrimas—. Lo siento, primo, soy más estúpida de lo que piensas.
—Y yo que te tenía por una sabelotodo insoportable —bromeó Harry.
—Tú sigues siendo el loco suicida.
Harry soltó una carcajada. Vega se separó de él para secarse las lágrimas, en el momento en que Nova atravesaba la puerta de la sala común.
—¡Hermana, feliz Navidad! —exclamó la morena, entrando como si fuera su casa—. ¿Sigues depresiva?
—¿A mí no me saludas? —preguntó Harry, ofendido.
—No, pero tengo un chiste para ti, miope —respondió Nova, sonriendo—. ¿Te lo cuento?
—Adelante.
La chica sonrió, complacida.
—¿Cómo se dice escoba voladora en japonés? —Silencio—. Simekaigo memato.
Vega y Harry intercambiaron una mirada antes de estallar en carcajadas. El chiste era pésimo, pero la expresión de Nova al contarlo lo mejoraba.
Vega estaba riendo cuando vio algo en el hombro de su hermana que le hizo soltar un fuerte chillido.
—¡NOVA! —gritó, poniéndose de pie de un salto—. ¿QUÉ SE SUPONE QUE...?
—Tranquila, hermana —respondió Nova, tratando de no reír—. ¿Olvidas que hablamos con ellas?
Sobre el hombro de Nova descansaba una serpiente de cerca de un metro de largo. Vega no conocía muchos tipos de serpientes, pero estaba bastante segura de que aquella era una boa constrictor. Ya había tenido que lidiar con una cuando Harry hizo desaparecer el cristal de una jaula en el zoológico de Londres y causó un gran escándalo.
—¿POR QUÉ TIENES UNA BOA CONSTRICTOR ENCIMA? —chilló Vega, sin poder tranquilizarse—. NOVA, TE JURO QUE...
—Es un regalo de Navidad, no está bien rechazarlos —la interrumpió su hermana, tranquilamente—. Y no grites, pones nervioso a Sass.
—¡Déjame tocarle! —exclamó Harry, corriendo hacia Nova.
Vega se dejó caer en un sofá.
—Nova, te juro que... ¿De quién es?
—No tenía tarjeta —respondió ella, despreocupada—. Algún rico ha debido de enamorarse de mí. Siempre supe que cuando Malfoy me llamaba traidora, en realidad gritaba que me amaba. ¿No es tradición de los Black casarse entre primos?
—Si te casas con Malfoy, olvídate de ser mi prima —comentó Harry.
—No será un gran problema —replicó Nova, burlona.
Vega se les quedó mirando, sin dar crédito, mientras ambos se mostraban fascinados por la serpiente.
—Mi familia está loca —murmuró para sí, negando con la cabeza.
—Nos amas igual —dijeron Harry y Nova al unísono, que aunque seguían distraídos con la boa, le habían escuchado perfectamente.
Vega sonrió levemente.
—Sí, supongo que sí.
¿Si los amaba? Si Harry o Nova estuvieran ahogándose, ella les daría sus pulmones sin dudarlo un segundo.
—¿Supones? —repitió Nova.
Vega rio y se apresuró a corregirse.
—No lo supongo. Lo sé.
Ellos eran sus hermanos y ella los amaba. Esa era la verdad.
—De todos modos, Nova, ¿quieres algo? Porque no eres de las que pasa a saludar.
Su hermana menor sonrió.
—Hablar contigo. —Nova le pasó la boa a Harry y fue a sentarse junto a Vega—. Escucha, hermana, sé que tienes miedo a que te hagan daño otra vez. No quisiste decirme nada de lo que pasó con Carrow, pero me hago a la idea. Y ese idiota ya ha recibido varías de mis bombas fétidas. Pero no puedes simplemente quedarte estancada por un imbécil. Tienes que seguir adelante y no sé si Jessica lo dice en serio o no, pero sí puedo decirte que Cedric parece un buen tipo y tiene mi aprobación. No puedes tener miedo, Vee.
Vega rio sin ganas al escuchar lo último.
—Nova, tienes doce años y...
—¡Tengo trece! —protestó ella.
—Tienes trece años —se corrigió Vega—. Y no sabes nada de las relaciones. Además de que tú y yo no somos precisamente iguales en ese aspecto. Realmente, en ninguno.
—Doy fe —añadió Harry, tomando asiento junto a Nova.
—Puede que no. Pero quiero verte feliz. —Nova se encogió de hombros—. Preferiría que disfrutaras la vida de soltera, pero también creo que deberías intentarlo con Cedric.
—Solo si quieres —añadió Harry, echándose hacia atrás en el asiento. La boa reptó hasta los hombros de Nova—. Mira, Vee, me he enterado de todo lo de Diggory aproximadamente ahora, pero confío en tu criterio y en el de Nova. Y el de Jess. Si te gustara... No sé, estaría bien que uno de los tres se sacara pareja y viviera su romántica historia de amor feliz.
Vega se echó a reír, muy a su pesar.
—¡Estáis aquí! —exclamó Jessica, que llegaba junto a Susan—. Por fin os encontramos. ¿Nova ha venido a enseñaros su serpiente?
—A Jess le ha encantado —comentó Nova, orgullosamente—. Tiene buen gusto, ¿cierto?
Vega le sacó la lengua y observó a Sass, que parecía haberse quedado dormido sobre los hombros de Nova. Haciendo aquello, notó algo que le había pasado inadvertido hasta el momento.
—¡Nova, por Merlín! ¿Te has teñido el pelo?
—¡No! —exclamó ella al instante, desviando la mirada. Tenía un mechón de pelo de color rosa fucsia—. Bueno, sí.
Harry se tapó la boca para ocultar su risa, mientras Vega miraba a su hermana con el ceño fruncido.
—¡Podrías haberme avisado! ¡Se suponía que íbamos a teñírnoslo juntas! —dijo, ofendida.
—Es que Ginny tenía tinte y pensamos que podríamos probarlo —se excusó Nova—. Pero me queda genial, ¿cierto?
Vega no respondió, fingiéndose molesta. Nova suspiró.
—Vale, el tinte no importa. Pero sí nos haremos un tatuaje juntas, ¿cierto?
—Eh, ¿y yo qué? —protestó Harry.
—Contigo me haré otro, Cara Rajada —respondió Nova, quitándole importancia—. Pero estoy hablando con Vega ahora mismo.
—Las agujas me dan miedo, Nova —replicó Vega, arqueando las cejas.
—Oh, peor para ti. Me lo haré con Harry. A Sue también le dan miedo las agujas —dijo, cruzándose de hrazos—. ¿Y a ti, Jess?
—Pienso hacerme un par de tatuajes —admitió la rubia—. Y Vega se hará uno conmigo. Te convenceré, Vee.
—Suerte con ello.
Jessica esbozó una sonrisa y le dio un codazo a su amiga.
—Lo harás porque me quieres, ¿verdad?
Vega suspiró.
—¿Puedo pensármelo?
—¿Eso significa que no me quieres? —Los ojos de Jessica se llenaron de lágrimas, pero Vega no le dio importancia. Su amiga tenía un talento para ello—. ¿Tan poco te importa nuestra amistad?
—Me estás chantajeando, Jess —protestó ella—. Te hice la tarea de Pociones durante un curso entero por tragarme tus trucos, esta vez no va a servirte.
—Mierda.
Vega esbozó una sonrisa burlona ante el desconsuelo de su amiga.
—Eh, aún quedan las pulseras de amistad.
—¡Pero siempre las pierdo! —protestó Jess.
—Eso no es problema mío.
—Eres una mala amiga —respondió la rubia, haciéndose la ofendida—. ¡Susan, abrázame, creo que voy a llorar!
Los otros cuatro se echaron a reír ante aquello y Jessica se les unió poco después. Junto a ellos, los problemas de Vega parecían haber sido olvidados por completo. Las Navidades no tenían que ser horribles.
No mientras tuviera a su familia y, afortunadamente, Vega los tenía a su lado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro