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v. secrets & lies








v.
secretos y mentiras








Las cosas para Vega iban de mal en peor desde Halloween.

Siempre se las había arreglado para ignorar bien los rumores en torno a ella, y no habían sido pocos los que había sufrido a lo largo de su vida, pero toda la situación empezaba a írsele de las manos.

Vega estaba deseando regresar a su casa, con tío Jason y tía Mary, que se suponía que volvería de Estados Unidos poco antes de Navidad, y olvidar durante unos días a su padre.

Pero sus planes se estropearon cuando llegó una carta para Jessica donde tío Jason les explicaba que, debido a las investigaciones del Ministerio, él y Mary estaban siendo observados más de cerca por los aurores y les aconsejaba quedarse en Hogwarts para evitar todo aquello.

Vega casi se había echado a llorar de pura rabia al leerlo. Tendría que quedarse en Hogwarts. No podría ir con tío Jason y tía Mary y hablar con ellos hasta desahogarse. Tampoco podría hacerlo con tío Remus. La luna llena coincidía con Navidad.

¿La mala suerte perseguía a los Black o solo a ella? Gran parte del mundo mágico coincidía en que estaban malditos. Vega no sabía si llegaría a tanto, pero estaba claro que no era fácil cargar con el legado de su familia.

Por si fuera poco, apenas una semana después de que su padre entrara al castillo, Harry había sido atacado por un centenar de dementores en pleno partido contra Hufflepuff. Vega lo había visto caer y, de algún modo, había podido reaccionar y había ralentizado su caída, para evitar que se matara.

Luego, había pasado el resto de fin de semana durmiendo en la enfermería, negándose a dejar solo a Harry. Nova le había hecho compañía.

El susto le había durado unos días, y solo hablar con Remus, que le dijo que le daría a Harry clases anti dementores, consiguió calmarla un poco, aunque no mejoró su humor.

Por si no fuera poco, Remus había faltado unos días debido a la luna llena y había sido Snape quien le había sustituido, para horror de Vega. Se había dedicado a criticar a su compañero y a mandar redacciones sobre temas que aún no habían estudiado.

Además, había castigado a Vega y tenía que hacer una redacción de tres pergaminos sobre los hombres lobo, cómo reconocerlos y cómo matarlos. Una redacción que aún no había empezado y debía entregar el miércoles al maestro de Pociones en su despacho.

Vega había tenido que correr desde la enfermería hasta la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras el día que le dieron el alta a Harry, porque se había retrasado y llegaba muy tarde. Por el camino, solo podía rezar para que fuera Remus quien estuviera en la clase y no Snape.

Cuando abrió la puerta y vio a su tío en el interior del aula, soltó un suspiro de alivio.

—Lo siento, profesor, estaba en la enfermería con mi primo y me he retrasado un poco —dijo, desde el umbral.

Remus asintió en su dirección.

—No te preocupes, Vega, Jessica ya me había avisado de ello —respondió el maestro—. Siéntate, por favor. Ya he hablado con tus compañeros y todos los deberes están anulados. Pero me temo que no puedo hacer nada con la redacción que el profesor Snape te mandó como castigo, él me envió una lechuza diciéndome que tuviste un... comportamiento horrible.

La expresión de Remus dijo todo lo que pensaba al respecto.

—¡Eso es mentira! —protestó Cedric. Vega le miró, sorprendida de que saliera en su defensa. Cedric no solía hablar mucho en las clases—. Vega no hizo nada, solo se levantó para recoger su pluma del suelo, pero por la reacción de Snape pareció que le hubiera lanzado la maldición cruciatus a alguien.

—Es verdad —le apoyó Jessica—. Le restó cincuenta puntos a Hufflepuff y le puso un castigo injusto solo por eso.

Otros compañeros asintieron y murmuraron entre ellos. A Vega aquello le pilló casi tan por sorpresa como que Cedric la hubiera defendido, teniendo en cuenta que la mayoría de sus compañeros evitaban incluso tratar con ella.

—Puede que no fuera justo, pero el profesor Snape consideró adecuado aplicar ese castigo y yo no puedo hacer nada —dijo Lupin—. Lo siento, Vega, me temo que tendrás que hacer la redacción.

—No pasa nada —respondió Vega, tratando de sonar animada—. Ya casi la tengo terminada. —Mentira—. Y el tema me parece interesante. —Mentira, mentira—. No tardaré mucho en acabarla. —Mentira, mentira, mentira—. No importa, profesor, le entregaré el trabajo al profesor Snape, pero gracias por tratar de evitarlo.

—Puedes preguntarme cualquier duda que tengas si lo necesitas, Vega —ofreció Lupin—. ¿Sobre qué era el trabajo?

Vega deseó poder asesinar a Snape al responder:

—Hombres lobo.

Lupin arqueó las cejas y soltó un suspiro.

—Sé bastante del tema, te ayudaré si lo necesitas. Y ahora, continuemos con la lección.

Aquel trabajo fue solo un dolor de cabeza más y que terminó siendo incinerado por Snape frente a ella después de que éste lo calificara como horripilante.

Ni siquiera Jessica sabía cómo subirle el ánimo y solo Nova y sus insultos a Smith habían conseguido animarla algo.

Vega ni siquiera tenía ganas de ir a la visita a Hogsmeade planeada para el fin de semana anterior a las vacaciones de Navidad, pero su hermana pequeña prácticamente la empujó hasta el vestíbulo, negándose a dejar que se quedara.

—Ve con Jess, Sue, los gemelos, Jordan, Diggory o quien sea, distráete y tráeme bombas fétidas de Zonko. Te lo pasarás bien, ya verás.

Protestar no había servido de nada y Vega había terminado aceptando a regañadientes. Nova la abrazó.

—Genial, sal y diviértete, hermanita. Tómate una cerveza de mantequilla. Iré con Harry, Ginny o Tori a esperar a que vuelvas. Dale un puñetazo a Smith de mi parte.

—¡Nova!

—Está bien, está bien, olvida lo último, pero hazme caso en lo primero, ¿vale? Promételo.

Vega sonrió, cómplice.

—¿Promesa de mosquetera?

—¡Promesa de mosquetera! —asintió Nova—. Sé una buena D'Artagnan y haz lo que te he mandado.

—¿Desde cuándo estás al mando tú? —bromeó Vega.

—¡Solo hazme caso y ya!

De modo que Vega terminó obedeciendo a su hermana, que se marchó bastante complacida. La mayor salió al patio, solo para encontrar a Fred y George hablando con Harry.

—Lunático, Colagusano, Canuto, Cornamenta y Arión —decía George—. Les debemos tanto...

El mapa. Vega casi lo había olvidado. Después de que Sirius Black entrara al castillo, había empezado a dudar si dárselo a Harry o no, pero parecía que los gemelos habían decidido dárselo al final.

—Personas nobles que trabajaron sin descanso para ayudar a una nueva generación de quebrantadores de la ley —añadió Fred solemnemente.

—¿Seguís queriendo su autógrafo? —preguntó Vega, riendo.

Los gemelos y Harry se giraron, sobresaltados, pero esbozaron una sonrisa al ver que solo era ella.

—Ah, Harry, aquí está la causante de que tengamos este tesoro —anunció Fred.

—Nunca llegasteis a darme las gracias lo suficiente. ¿Jessica tiene la inmunidad por ayudaros a huir y yo sigo aguantando vuestras bengalas, a pesar de haberos conseguido eso? —Vega negó con la cabeza, fingiéndose ofendida—. Desagradecidos.

Había sido en primer curso cuando Fred y George lanzaron unas bombas fétidas y Filch los atrapó. Vega, que casualmente pasaba por allí, fue también culpada por el conserje y arrastrada hasta su despacho junto a los gemelos. Mientras Filch les amenazaba, Vega vio un cajón en el que ponía «Confiscado y altamente peligroso». Curiosa, le dijo por gestos a George que lanzara otra bomba fétida, cosa que él hizo, y cogió rápidamente el pergamino del interior del cajón en cuanto Filch estuvo distraído.

Ayudó a los gemelos a desbloquearlo y luego se lo regaló debido a sus constantes súplicas, a pesar de que ella podía usarlo siempre que quisiera, aunque no lo cogía con regularidad. Solo ellos tres, y ahora Harry, conocían de su existencia.

—No has aguantado casi ninguna broma en todos los años que llevamos en Hogwarts, que ella tenga oficialmente la inmunidad no significa que tú no la tengas extra oficialmente —se defendió Fred, cruzándose de brazos—. ¿Cuándo te gastamos una broma por última vez?

Vega tuvo que admitir que siempre se libraba de las bromas de los gemelos.

—Bien —dijo George, volviéndose hacia Harry—. No olvides borrarlo después de haberlo utilizado.

—De lo contrario, cualquiera podría leerlo —advirtió Fred.

—No es algo que nos gustaría que pasara —concluyó Vega.

—No tienes más que tocarlo con la varita y decir: «¡Travesura realizada!», y se quedará en blanco —explicó George.

—Así que, joven Harry —dijo Fred, imitando a Percy admirablemente—, pórtate bien.

—Nos veremos en Honeydukes —le dijo George, guiñándole un ojo.

—¿Os adelantáis? —propuso Vega, mirando a los gemelos—. Id con Jess y Lee, os alcanzaré por el camino. Quiero hablar con Harry.

—No nos hagas esperar demasiado, Veggie —dijo Fred, burlón.

—No me digas Veggie, Frederick —protestó ella, cruzándose de brazos—. Es una tontería.

—¡Pero es divertida! —replicó él, alejándose con su hermano.

Harry la miró, frunciendo el ceño.

—¿Qué pasa? —inquirió.

—Prométeme que irás con cuidado —pidió Vega, preocupada—. No voy a prohibirte ir, pero no quiero que pase nada. Después de lo de Halloween, no dejo de pensar en que no está todo tan protegido como debería, y si te pasara algo malo...

—¿Peor que un basilisco? —cuestionó Harry.

—Cierra el pico —protestó Vega, aunque la broma de su primo la hizo sonreír—. ¿Irás con cuidado?

—Te lo prometo —aseguró Harry—. De hecho... Haciendo caso a Fred y George, lo juro solemnemente.

Vega rio, muy a su pesar.

—Eres un tonto.

—Y tú te preocupas demasiado —bromeó él.

—Muchas gracias —respondió, sarcástica.

—No es nada —contestó Harry, encogiéndose de hombros—. Supongo que nos veremos en Las Tres Escobas.

—Te buscaré por ahí —aseguró Vega—. Nos vemos, Harry. Y ten cuidado con los monstruos del pasadizo.

Y, tras eso, echó a correr para alcanzar a sus amigos.





























Vega insistió en ir a Las Tres Escobas nada más llegar a Hogsmeade, esperando encontrar allí a Harry cuando éste llegara al pub. Los gemelos imaginaron por qué era, la ayudaron a convencer a Jessica y Lee y los cinco terminaron yendo al establecimiento y pidiendo unas cervezas de mantequilla.

Para hacer tiempo, jugaron al snap explosivo y hablaron sobre sus planes de vacaciones. Jessica y Vega, resignadas, dijeron que se quedarían en Hogwarts, mientras Fred y George volvían a la Madriguera y Lee iba a casa de su abuela con toda su familia.

Aunque Vega participó más bien poco en la conversación. Un nudo se fue formando poco a poco en su estómago al pensar en Harry y Sirius Black. No porque le preocupara especialmente Hogsmeade, sino porque su padre ya había sido capaz de entrar en Hogwarts. ¿Hasta qué punto deseaba matar a Harry? La sola idea le ponía enferma.

Le relajó un poco ver entrar a Harry, con Ron, Prim y Hermione. Les dio tiempo para pedirse unas cervezas de mantequilla, luego se levantó y tras decir Vuelvo en seguida, fue hacia la mesa, donde ahora también estaba Brigid Diggory.

—Veo que has llegado bien, primo.

Los cinco se volvieron a mirarla. Harry sonrió.

—Sí, no había ningún monstruo en el pasadizo —respondió, en tono bromista—. Creo que te equivocaste.

—No estés tan seguro. Además...

Pero nunca terminó la frase. La puerta del pub se abrió y los seis fueron testigos de la llegada de la profesora McGonagall, el profesor Flitwick, Hagrid y el propio Ministro de Magia al establecimiento.

—Mierda —masculló Vega, al tiempo que empujaba a Harry bajo la mesa y hacía a Brigid tomar asiento, para luego ella misma sentarse—. ¡Mobiliarbo!

El árbol de Navidad que había junto a la mesa se levantó un poco del suelo y se corrió hasta tapar la mesa donde estaban sentados, para luego posarse de nuevo. Vega se llevó el dedo a los labios, mandándoles guardar silencio.

—Una tacita de alhelí... —escucharon decir a madame Rosmerta, la dueña del establecimiento, que volvía con las bebidas que habían pedido los profesores.

—Para mí —dijo McGonagall.

—Dos litros de hidromiel caliente con especias...

—Gracias, Rosmerta —respondió Hagrid.

—Un jarabe de cereza y gaseosa con hielo y sombrilla.

—¡Mmm! —exclamó Flitwick.

—El ron de grosella tiene que ser para usted, señor ministro.

—Gracias, Rosmerta, querida —dijo Fudge—. Estoy encantado de volver a verte. Tómate tú otro, ¿quieres? Ven y únete a nosotros...

—Muchas gracias, señor ministro. —Rosmerta fue a la barra y regresó poco después con su bebida—. ¿Qué le trae por estos pagos, señor ministro?

—¿Qué va a ser, querida? Sirius Black. Me imagino que sabes lo que ocurrió en el colegio en Halloween.

—Sí, oí un rumor.

—¿Se lo contaste a todo el bar, Hagrid? —preguntó McGonagall.

—¿Cree que Black sigue por la zona, señor ministro? —susurró Rosmerta.

—Estoy seguro.

—¿Sabe que los dementores han registrado ya dos veces este local? Me espantaron a toda la clientela. El fatal para el negocio, señor ministro.

—Rosmerta, querida, a mí no me gustan más que a ti. Pero son precauciones necesarias... Son un mal necesario. Acabo de tropezarme con algunos: están furiosos con Dumbledore porque no los deja entrar en los terrenos del castillo.

—Menos mal —dijo McGonagall—. ¿Cómo íbamos a dar clase con esos monstruos rondando por allí?

—Bien dicho, bien dicho —apoyó Flitwick.

—De todas formas, están aquí para defendernos de algo mucho peor —respondió Fudge—. Todos sabemos de lo que Black es capaz...

—¿Sabéis? Todavía me cuesta creerlo —dijo Rosmerta—. De toda la gente que se pasó al lado Tenebroso, Sirius Black era el último del que hubiera pensado... Quiero decir, lo recuerdo cuando era un niño en Hogwarts. Si me hubieriais dicho entonces en qué se iba a convertir, habría creído que habíais tomado demasiado hidromiel.

—No sabes la mitad de la historia, Rosmerta —contestó Fudge—. La gente desconoce lo peor.

—¿Lo peor? ¿Peor que matar a toda esa gente?

—Desde luego, eso quiero decir.

—No puedo creerlo. ¿Qué podría ser peor?

—Dices que te acuerdas de cuando estaba en Hogwarts, Rosmerta —susurró McGonagall—. ¿Sabes quiénes eran su mejor amigo y su novia?

—Pues claro. Nunca se veía al uno sin el otro. ¡La de veces que estuvieron aquí! Siempre me hacían reír. ¡Un par de cómicos, Sirius Black y James Potter! —Brigid escuchó un fuerte sonido metálico y supuso que a Harry se le había caído la jarra de cerveza de mantequilla—. Y también recuerdo muy bien a la hermana melliza de Potter, Aura. Siempre fue una chica muy agradable. Ella y Black hacían una bonita pareja.

—Exactamente. Black y los Potter. James y Sirius eran los cabecillas de su pandilla. Los dos eran muy inteligentes. Excepcionalmente inteligentes. Y Aura siempre iba con ellos. Ella solía ser el cerebro de las bromas, pero nunca participaba en ellas. Creo que nunca hemos tenido unos alborotadores como Black y Potter.

—No sé —comentó Hagrid, riendo—. Fred y George Weasley podrían dejarlos atrás. Y Nova también es una gran bromista, al igual que su padre.

Vega apretó los labios. Presentía que nada de lo que iba a escuchar iba a gustarle.

—¡Cualquiera habría dicho que Black y Potter eran hermanos! —dijo Flitwick—. ¡Eran inseparables! ¡Y Black y Aura se veían tan enamorados, como solo los jóvenes pueden estarlo...!

Los hombros de Vega se tensaron.

—¡Por supuesto que eran inseparables! —dijo Fudge—. Potter confiaba en Black más que en ningún otro amigo. Nada cambió cuando dejaron el colegio. Black fue el padrino de boda cuando James se casó con Ariadne. Luego fue el padrino de Harry. Harry no sabe nada, claro. Ya te puedes imaginar cuánto se impresionaría si lo supiera. —Fudge hizo una pausa—. En cuanto a Aura, tuvieron una hija, Vega, poco después de graduarse, y otra, Nova, un par de años después. No había muchos que supieran que Black formó una familia, al menos hasta que las niñas comenzaron a estudiar en Hogwarts.

Vega tenía los puños fuertemente apretados sobre la mesa y estaba totalmente inmóvil, casi sin respirar. Ron, Prim y Hermione la miraban fijamente y con los ojos muy abiertos, mientras Brigid tenía la mirada puesta en el árbol de Navidad.

—¿Porque Black se alió con Quien-Ustedes-Saben? —preguntó Rosmerta.

—Aún peor, querida... Los Potter no ignoraban que Quien-Tú-Sabes iba tras ellos. También iba a por Aura. Incluso llegó a tenerla secuestrada unos meses, ¿sabes? Dumbledore, que luchaba incansablemente contra Quien-Tú-Sabes, tenía cierto número de espías. Uno le dio el soplo y Dumbledore alertó inmediatamente a James y a Ariadne. Les aconsejó ocultarse. Aura ya estaba escondida para aquel entonces, con Vega y Nova. Bien, por supuesto que Quien-Tú-Sabes no era alguien de quien uno se pudiera ocultar fácilmente. Dumbledore les dijo que su mejor defensa era el encantamiento Fidelio.

—¿Cómo funciona eso? —preguntó Rosmerta.

—Es un encantamiento tremendamente complicado —explicó Flitwick— que supone el ocultamiento mágico de algo dentro de una sola mente. La información se oculta dentro de la persona elegida, que es el guardián secreto. Y en lo sucesivo es imposible encontrar lo que guarda, a menos que  el guardián secreto opte por divulgarlo. Mientras el guardián secreto se negara a hablar, Quien-Tú-Sabes podía registrar el pueblo en que estaban James y Ariadne o Aura sin encontrarlos nunca, aunque tuviera la nariz pegada a la ventana de la salita de estar de la pareja o de la cocina de la chica.

—¿Así que Black era el guardián secreto de los Potter y de Aura? —preguntó Rosmerta.

—Naturalmente —dijo McGonagall—. James y Aura le dijeron a Dumbledore que Black daría su vida antes de revelar dónde se ocultaban, y que Black estaba pensando en ocultarse él también con su familia... Y aun así, Dumbledore seguía preocupado. Él mismo se ofreció como guardián secreto de los Potter y Aura.

—¿Sospechaba de Black? —preguntó Rosmerta.

—Dumbledore estaba convencido de que alguien cercano a los Potter y Aura había informado a Quien-Tú-Sabes de sus movimientos —respondió McGonagall—. De hecho, llevaba algún tiempo sospechando que en nuestro bando teníamos un traidor que pasaba información a Quien-Tú-Sabes.

—¿Y a pesar de todo James y Aura Potter insistieron en que su guardián secreto fuera Black?

—Así es —respondió Fudge—. Y apenas una semana después de que se hubiera llevado a cabo el encantamiento Fidelio...

—¿Black los traicionó?

Vega parpadeó para evitar que las lágrimas salieran de sus ojos.

—Desde luego. Black estaba cansado de su papel de espía. Estaba dispuesto a declarar abiertamente su apoyo a Quien-Tú-Sabes. Y parece que tenía la intención de hacerlo en el momento en que murieran los Potter, Aura y sus propias hijas. La esposa de Black fue asesinada un día antes de que Quien-Tú-Sabes fuera al hogar de los Potter dispuesto a acabar con ellos también. Vega y Nova consiguieron huir con ayuda de Peter Pettigrew, que las llevó a casa de sus tíos, los Potter, donde habrían muerto si no hubiera pasado lo que pasó. Como sabemos todos, Quien-Tú-Sabes sucumbió ante el pequeño Harry Potter. James y Ariadne murieron, pero Vega y Nova sobrevivieron. En cuanto a Quien-Tú-Sabes, con sus poderes destruidos, completamente debilitado, huyó. Y esto dejó a Black en una situación incómoda. Su amo había caído en el mismo momento en que Black había descubierto su juego. No tenía otra elección que escapar...

—Sucio y asqueroso traidor —exclamó Hagrid.

—Chist —dijo McGonagall.

—¡Me lo encontré, seguramente fui el último que lo vio antes de que matara a toda aquella gente! —gritó Hagrid—. ¡Fui yo quien quien rescató a Harry de la casa de Ariadne y James, después de su asesinato! Vega estaba abrazando a su hermana y a su primo y estaba esperando a que alguien llegara entre las ruinas, pobrecitos. Harry tenía una herida grande en la frente y sus padres habían muerto, Nova berreaba y Vega tenía varios cortes y no podía dejar de llorar después de ver a Quien-Vosotros-Sabéis matar a su madre y a sus tíos con menos de dos días de diferencia entre los asesinatos... Sin embargo, hacía todo lo posible por tranquilizar a su hermana, a pesar de que ella misma no era capaz de dejar de llorar. Y Sirius Black apareció en aquella moto voladora que solía llevar. No se me ocurrió preguntarle lo que había ido a hacer allí. No sabía que él había sido el guardián secreto de Ariadne y James, ni de Aura. Pensé que se había enterado del ataque de Quien-Vosotros-Sabéis y había acudido para ver en qué podía ayudar. Estaba pálido y tembloroso. ¿Y sabéis lo que hice? ¡ME PUSE A CONSOLAR A AQUEL TRAIDOR ASESINO!

—Hagrid, por favor, baja la voz —pidió McGonagall.

—¿Cómo iba a saber yo que su turbación no se debía a lo que les había pasado a Ariadne, a James y a Aura? ¡Lo que le turbaba era la suerte de Quien-Vosotros-Sabéis! Y entonces me dijo: «Dame a Vega, Nova y Harry, Hagrid. Soy su padre y su tío, su padrino. Yo cuidaré de ellos...» ¡Ja! ¡Pero yo tenía órdenes de Dumbledore y le dije a Black que no, que podía llevarse a sus hijas, pero no a Harry! Dumbledore me había dicho que Harry tenía que ir a casa de sus tíos. Black discutió, pero al final tuvo que ceder. Me dijo que cogiera su moto para llevar a Harry hasta Hogwarts. «No la necesito ya», me dijo. Tendría que haberme dado cuenta de que había algo raro en todo aquello. Adoraba su moto. ¿Por qué me la daba? ¿Por qué decía que ya no la necesitaba? La verdad es que una moto deja demasiadas huellas, es muy fácil de seguir. Dumbledore sabía que él era el guardián de los Potter y Aura. Black tenía que huir aquella noche. Sabía que el Ministerio no tardaría en perseguirlo. Pero, ¿y si le hubiera entregado a Harry, eh? Apuesto a que lo habría arrojado de la moto en alta mar. ¡Al hijo de su mejor amigo, a su sobrino! Y es que cuando un mago se pasa al lado tenebroso, no hay nada ni nadie que le importe...

»Es una sorpresa que no matara a Vega y Nova en ese mismo momento, teniendo en cuenta que quiso vendérselas a Quien-Vosotros-Sabéis. ¿Qué más le hubiera dado, después de todo? Si los rumores de sus aventuras son ciertos, debe de tener varios críos suyos por ahí. Dudo que ellas le importaran en lo más mínimo, igual que Aura. Aún no me creo que se atreviera a hacerle eso a la hermana de su mejor amigo, no después de todo lo que pasaron.

Vega tuvo que recordar respirar. Se había quedado inmóvil y sentía frío por todo su cuerpo, aunque dudaba que fuera por la temperatura del lugar. Era incapaz de moverse.

Su padre había vendido a su madre. Y a los padres de Harry, a sus tíos. Y a su hermana, su primo y ella misma. Los había vendido a todos. Los hubiera visto morir tranquilamente. Era mucho peor de lo que había imaginado cuando tío Jason le dijo que Sirius Black había escapado y probablemente iría tras Harry.

—Pero no consiguió huir, ¿verdad? —dijo Rosmerta—. El Ministerio de Magia lo atrapó al día siguiente.

—¡Ah, si lo hubiéramos encontrado nosotros...! —dijo Fudge—. No fuimos nosotros, fue el pequeño Peter Pettigrew, el mismo que salvó a Vega y Nova tras el asesinato de su madre: otro de los amigos de los Potter. Decían que estaba enamorado de Aura. Enloquecido de dolor, sin duda, y sabiendo que Black era el guardián secreto de los Potter y Aura, él mismo lo persiguió.

—¿Pettigrew...? ¿Aquel gordito que lo seguía a todas partes? —preguntó Rosmerta.

—Adoraba a Black y a los Potter. Eran sus héroes. Pettigrew no era tan inteligente como ellos y a menudo yo era brusca con él. Podéis imaginaros cómo me pesa ahora... —se lamentó McGonagall.

Dio la sensación de que necesitaba un pañuelo.

—Venga, venga, Minerva —la tranquilizó Fudge—. Pettigrew murió como un héroe. Los testigos oculares (muggles, por supuesto, tuvimos que borrarles la memoria...) nos contaron que Pettigrew había arrinconado a Black. Dicen que sollozaba: «¡A Ari y a James, Sirius! ¡Y a Aura! ¿Cómo pudiste...?» Y entonces sacó la varita. Aunque, claro, Black fue más rápido. Hizo polvo a Pettigrew.

—¡Qué chico más alocado, qué bobo! —exclamó McGonagall—. Siempre fue muy malo en los duelos. Recuerdo que Aura era la única con paciencia suficiente como para ayudarle con los hechizos. Tenía que habérselo dejado al Ministerio...

—Os digo que si yo hubiera encontrado a Black antes que Pettigrew, no habría perdido el tiempo con varitas... —gruñó Hagrid—. Lo habría descuartizado, miembro por miembro.

—No sabes lo que dices, Hagrid —dijo Fudge—. Nadie salvo los muy preparados Magos de Choque del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales habría tenido una oportunidad contra Black, después de haberlo acorralado. En aquel entonces yo era el subsecretario del Departamento de Catástrofes en el Mundo de la Magia, y fui uno de los primeros en personarse en el lugar de los hechos cuando Black mató a toda aquella gente. Nunca, nunca lo olvidaré. Todavía a veces sueño con ello. Un cráter en el centro de la calle, tan profundo que había reventado las alcantarillas. Había cadáveres por todas partes. Muggles gritando. Y Black allí, riéndose, con los restos de Pettigrew delante... Una túnica manchada de sangre y unos... unos trozos de su cuerpo. Y lo peor era que Vega y Nova estaban allí. La menor estaba en brazos de su padre y era demasiado pequeña para comprender lo sucedido, pero Vega lo había presenciado todo...

Hubo una pausa en la que todos se sonaron las narices y se secaron algunas lágrimas. Vagamente, Vega notó que sus manos estaban temblando. De hecho, toda ella temblaba.

—Bueno, ahí lo tienes, Rosmerta —dijo Fudge con la voz tomada—. A Black se lo llevaron veinte miembros del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales, y Pettigrew fue investido Caballero de primera clase de la Orden de Merlín, que creo que fue de algún consuelo para su pobre madre. Black ha estado desde entonces en Azkaban.

—¿Es cierto que está loco, señor ministro? —preguntó Rosmerta.

—Me gustaría poder asegurar que lo estaba —dijo Fudge—. Ciertamente creo que la derrota de su amo lo trastornó durante algún tiempo. El asesinato de Pettigrew y de todos aquellos muggles fue la acción de un hombre acorralado y desesperado: cruel, inútil, sin sentido. Sin embargo, en mi última inspección de Azkaban pude ver a Black. La mayoría de los presos que hay allí hablan en la oscuridad consigo mismos. Han perdido el juicio... Pero me quedé sorprendido de lo normal que parecía Black. Estuvo hablando conmigo con total sensatez. Fue desconcertante. Me dio la impresión de que se aburría. Me preguntó si había acabado de leer el periódico. Tan sereno como os podáis imaginar, me dijo que echaba de menos los crucigramas. Sí, me quedé estupefacto al comprobar el escaso efecto que los dementores parecían tener sobre él. Y él era uno de los que estaban más vigilados en Azkaban, ¿sabéis? Tenía dementores ante la puerta día y noche.

—Pero ¿qué pretende al fugarse? —preguntó Rosmerta—. ¡Dios mío, señor ministro! No intentará reunirse con Quien-Usted-Sabe, ¿verdad?

—Me atrevería a afirmar que es su... su... objetivo final —respondió Fudge—. Pero esperamos atraparlo antes. Tengo que decir que Quien-Tú-Sabes, solo y sin amigos, es una cosa... pero con su más devoto seguidor, me estremezco al pensar lo poco que tardará en volver a alzarse...

—¿Y qué pasó con sus hijas? —preguntó Rosmerta—. Usted ha dicho que estaban con Black cuando mató a Pettigrew y a aquellos muggles, pero ¿qué fue de ellas?

—Vega tenía tres años cuando Black fue detenido, Nova solo uno —dijo Fudge—. La mayor no paraba de gritar que quería ir con su padre, a pesar de que había estado allí cuando asesinó a Pettigrew y a los muggles. Ella decía que no había sido su padre, sino Pettigrew. Era evidente que Black había jugado con su mente y le había hecho creer lo que no era.

Vega tragó saliva.

—Pobres niñas... —murmuró Rosmerta.

—Ninguno de los parientes de Black quisieron hacerse cargo de ellas. Su abuela dijo que su hijo no tenía derecho al apellido Black, ni tampoco las niñas. La prima de Black no estaba en condiciones de hacerse cargo de ellas. Jason Bones, el padrino de Vega, solicitó la custodia, pero se la negamos porque ya tenía una hija y una sobrina de la que ocuparse. Dumbledore nos aconsejó llevarlas a un orfanato, junto al pequeño Harry, y dejar a los tres allí hasta que Vega tuviera la edad suficiente para ir a Hogwarts.

»Hubiera sido peligroso dejar a las niñas bajo su apellido. Había muchos que buscaban venganza contra Black y podrían haber ido tras ellas. Tuvimos que modificar los recuerdos de Vega y hacerle olvidar lo sucedido en los últimos días. La niña estaba sufriendo mucho. El hechizo que Black le había lanzado era muy fuerte. Las dos niñas crecieron creyendo que su apellido era Wright, hasta que Vega recibió su carta de Hogwarts y Jason Bones acogió a los tres en su hogar.

Vega sentía ganas de vomitar. Sus recuerdos. Ellos habían modificado sus recuerdos. Le habían hecho olvidar a sus padres, le habían hecho olvidar todo. Tío Jason nunca había querido responder a sus preguntas sobre por qué no recordaba absolutamente nada antes del orfanato. Ya sabía por qué.

—Vega estudia ahora quinto curso en Hogwarts, y es tan inteligente como lo fue su madre. También está en Hufflepuff y es prefecta, igual que Aura —añadió Flitwick—. Nova está en segundo y en Slytherin, pero se parece mucho a su padre en carácter. Tendrías que escuchar algunas de las contestaciones que me ha dado en clase. Ella y los gemelos Weasley tienen a Filch loco con sus bromas.

—Nunca perdonaré lo que les hicisteis, Cornelius —dijo McGonagall—. Yo misma podría haberme ocupado de Vega y Nova. Sentía un gran cariño por su madre. Quitarle así sus recuerdos a Vega, hacerla olvidar quién es y obligarnos a no poder decirle nada... No creo que fuera la manera correcta de ocuparse del asunto.

—Consideramos que era lo mejor —respondió Fudge, a la defensiva—. Además, le hicimos un favor a la pequeña Vega. Ninguna niña debería tener esos recuerdos tan horribles. Ambas viven felices en la ignorancia.

Sobrevino un silencio. Vega se echó hacia atrás en su silla y se llevó una mano a la boca. Sentía que gritaría o rompería en llanto en cualquier momento.

—Si tiene que cenar con el director, Cornelius, lo mejor será que nos vayamos acercando al castillo.

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