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iv. halloween surprise








iv.
sorpresa de halloween








La visita de Hogwarts entusiasmaba a la mayoría de estudiantes, pero Vega tenía que admitir que ella no tenía especial interés en ir. Recordaba cuando ella fue por primera vez al pueblo y le prometió a su primo que le llevaría cuando él estuviera en tercero y verían todo juntos. Será genial, le había prometido.

Pero, sin la autorización, aquello seguía siendo un plan que quién sabía cuándo se llevaría a cabo, para fastidio de Vega y Harry.

Vega estaba a punto de salir de su sala común a toda prisa. Seguía sin reloj y se había quedado dormida, solo para descubrir que era tarde y probablemente Jessica, que la estaba esperando, iba a matarla.

La sala común estaba prácticamente vacía, a excepción de unos pocos alumnos de los primeros cursos, así que se sorprendió al escuchar el silbido de cuatro notas que ella misma había creado años atrás.

Harry, tumbado en un sofá amarillo, le sonrió y agitó la mano en su dirección.

—Dices que no te trate como un niño pequeño y sigues llamándome de la forma que hacías cuando tenías seis años —comentó Vega, divertida—. Creí que estarías con Nova, ¿qué haces aquí?

—Despedí a Prim, Ron y Hermione y vine aquí a buscar a Nova, pero no la encontraba, así que pensé que podría echarme una siesta. Los sillones de Hufflepuff son los más cómodos, ¿sabes?

Vega se sentó junto a él, con expresión de preocupación. Sabía que Jess probablemente la asesinaría por el retraso, pero Harry era su prioridad. Lo había sido desde que tenía tres años, eso no iba a cambiar ahora.

—Volví a escribir a Arthur, ¿sabes? —suspiró él, en tono de resignación—. Me dijo que ir era demasiado peligroso. Que lo mejor para mí era quedarme en el castillo. Te juro que, como Black entre en el castillo antes de que lo vean en Hogsmeade, voy a reírme mucho.

—Esperemos que eso no pase —murmuró Vega.

Harry se incorporó de inmediato.

—No quería decir que quiera que pase —protestó—. Prefiero que se mantenga lo más lejos posible de aquí. O que, simplemente, desaparezca. Si dejan de decir en el periódico que lo han visto por los alrededores, todo esto se calmará un poco, ¿no?

—Espero que sí —dijo Vega, sonriendo un poco. Le revolvió el pelo a Harry, que se echó a reír y trató, aunque fallando a propósito, de apartarla—. Ya iremos a Hogsmeade, no te preocupes. ¿Por qué no vas con Nova a molestar a Remus? Seguro que a él no le importará demasiado.

—Es lo que pensaba hacer —admitió Harry, riendo—. Es uno de nuestros pasatiempos preferidos.

—Créeme, lo sé. —Vega dejó un beso en la coronilla del chico y se puso de pie—. Jess y yo te traeremos algo de Hogsmeade. Supongo que tus amigos te llevarán cosas de Honeydukes y Zonko, así que puede que traigamos cerveza de mantequilla. —Y, bajando la voz, añadió—: Y, si todo va bien, puede que para la próxima visita puedas ir. Hablaré con Fred y George.

Una gran sonrisa apareció en el rostro de Harry, sus ojos azules, aquel día bastante claros, chispeantes de emoción.

—Me parece bien —fue lo único que dijo—. Pasadlo bien, pero no demasiado. Eso reservadlo para cuando yo esté ahí.

—Lo haremos —prometió Vega, divertida—. Vosotros intentad no molestar demasiado a Remus.

—Nunca es demasiado —declaró Harry.

Jessica estaba enfadada para cuando Vega llegó, claro, pero por lo menos no se debía haber aburrido tanto, ya que los gemelos Weasley y Lee estaban con ella. Después de un par de ¡Podría haber muerto mientras te esperaba! de Jessica y varias burlas de los tres Gryffindor, los cinco salieron hacia Hogsmeade.

—Siento haber llegado tarde, Jess —terminó diciendo Vega. Sabía bien que su mejor amiga odiaba la impuntualidad—. Anoche tuve guardia y terminé agotada, no creí que una siesta me haría llegar tan tarde... Y aún sigo sin reloj, no podía saber la hora.

—Había olvidado lo de la guardia —admitió Jessica, sorprendida—. ¿Qué tal te fue con Diggory?

—¿Diggory? —repitió Fred, desde atrás—. ¿Qué hacías con Diggory?

—Guardia de prefectos —respondió Vega—. Me alegra no haberos atrapado anoche, pero sé por unos de Ravenclaw que os pillaron el otro día por los pasillos.

—Culpables —admitió George, riendo—. No teníamos algo importante que te habíamos prestado.

Por algo importante, sin duda, se referían al Mapa del Merodeador. Vega se lo había pedido a principio de curso, para vigilar que Sirius Black no entrara en los terrenos del colegio, pero pronto había olvidado el pergamino, al ver que no había señales de su padre cerca, y éste permanecía desde hacía un par de semanas en el cajón de su mesita de noche. Incluso había olvidado que lo tenía allí, creyendo que aún seguía en posesión de los gemelos.

Vega tenía la cabeza en las nubes últimamente.

—Lo olvidé —admitió, avergonzada—. Os lo devolveré más tarde.

—Será mejor que te lo recordemos —se burló Fred. Vega le dio un codazo, ofendida.

—Cinco años y seguimos sin saber qué es ese algo importante de lo que tanto hablan —protestó Jessica, mirando a Lee—. No entiendo por qué no protestamos más por eso.

—Lo descubrimos gracias a Filch, Jessica, dudo que quieras saber sobre algo así —le respondió Vega.

Ella hubiera preferido contárselo a Jessica y Lee en primero, y así se lo había dicho a los gemelos, pero ellos habían insistido en guardar el secreto solo para ellos tres y Vega había terminado aceptando, a regañadientes.

Ni siquiera se lo había dicho a Harry y Nova aún, lo que probablemente conseguiría que los dos se enfadaran bastante, sobretodo la segunda. Tendría que hablar con Fred y George antes de darle a Harry el mapa que le permitiera ir a Hogsmeade. Le parecía injusto que no le permitieran ir, especialmente porque imaginaba la cantidad de seguridad que habría en el pueblo en ese momento. Si no pasaba nada hasta entonces, Vega se había propuesto dejar que Harry tomara el pasadizo a Honeydukes en la próxima visita al pueblo.

—¿Dónde vamos primero? —preguntó Jessica cuando llegaron al pueblo—. ¿Las Tres Escobas o...?

—¡Zonko! —gritaron Fred, George y Lee a un tiempo.

Vega miró a Jessica, sonriendo.

—¿Te sorprende?

—Ni siquiera sé por qué pregunto —respondió Jessica—. Muy bien, vamos a Zonko. Mientras las bombas fétidas no vayan hacia Vega ni hacia mí, estaré conforme con que compréis todo lo que queráis.

—Es un trato justo —decidió George. Ambos se estrecharon la mano, solemnemente.

Pasaron un buen rato en Zonko, con los tres chicos comprando todo lo que les cabía en los bolsillos y Jessica y Vega aconsejándoles para comprar lo mejor para las bromas que planeaban.

Vega y Jessica terminaron aburriéndose, pero sabían que Fred, George y Lee podrían quedarse horas en aquel lugar sin cansarse.

—¿Vamos a Dervish y Banges? —sugirió Jessica—. Podrían arreglarte el reloj y así evitarías llegar tarde a todos lados.

—Me vendría bien —admitió Vega—. Ya he tenido suficientes retrasos últimamente. Prefiero no llegar tarde a clase de Snape o McGonagall.

La tienda estaba prácticamente vacía cuando las dos llegaron. El empleado que las atendió dijo que podría tenerlo listo para el día siguiente, y acordó enviárselo a Vega por correo a Hogwarts. Tras pagar y dejar el reloj en la tienda —Vega rogó que tuvieran cuidado, ya que había sido de su tío—, Jessica propuso ir a Tiros Largos a comprar una bufanda y Vega aceptó.

Encontrarse en el interior con Linette y Callum Carrow casi le hizo dar media vuelta y marcharse por donde había llegado, pero Jessica le agarró del brazo con fuerza.

—No puedes seguir huyendo de Carrow, Vega —murmuró, firme—. Ignórale. Ignora a los dos. Si se atreven a decirte algo, me encargaré de ellos.

Teniendo en cuenta que no habían intercambiado más que unas cuantas miradas en dos meses de curso, Vega dudaba que le dijeran nada, pero aún así no le agradaba la idea de estar en el mismo establecimiento que ellos.

—Todo irá bien —prometió Jessica.

Vega terminó asintiendo. Las dos deberían haber aprendido ya que decir eso solo trae problemas.

—Black, Bones, qué de tiempo.

Jessica no levantó la mirada.

—Sí, bastante, Carrow.

Callum se había acercado a ellas sin hacer ruido. Su hermana permanecía a su lado, como siempre, con los labios fruncidos. Sus ojos avellana fueron directos a los de Vega, como siempre. Ella apartó la mirada.

—Es... agradable veros —dijo Vega. Se sorprendió al notar el tono ácido en su voz. Había esperado que le temblara, pero le había salido alta y clara.

—Lo mismo digo, Vega. No hemos tenido tiempo de hablar casi, ¿no? —preguntó Callum, sin perder el tono jovial.

Vega tragó saliva. Miró a Jessica, rogándole en silencio que no interviniera. Quedó claro que ella captó el mensaje, pero también que no le agradaba en absoluto quedarse callada.

—La verdad es que no —respondió—. Teniendo en cuenta nuestra última discusión, no creí que estaría bien preguntaros por vuestro verano.

Callum arqueó las cejas.

—Supongo que no. —Linette la miró de arriba a abajo, entrecerrando los ojos—. Aunque tampoco es que quisiéramos hablar con alguien como tú.

Vega se esforzó por mantenerse inexpresiva.

—¿Y qué os hace creer que nosotras queríamos hablar con alguien como vosotros? —preguntó Jessica, cruzándose de brazos—. Dices que no queréis hablar con Vega, pero es tu hermano el que viene a saludar. No tiene mucho sentido, ¿no?

La sonrisa de Callum se amplió.

—Bueno —terminó diciendo, mirando directamente a Vega—, ella misma podría decir que no quiere hablar con nosotros. Teniendo en cuenta que nos mira allá donde vayamos, yo diría que sí le gustaría. Y todos sabemos que tiene suficiente voz para hablar por ella misma. Todos hemos oído sus gritos, ¿no?

Vega palideció cuando él vocalizó, sin pronunciar ningún sonido, en la cama. Jessica dio un paso al frente al instante, furiosa.

—Gritos serán los que escuchemos todos cuando te golpee donde no te da el sol.

Vega tuvo que apretar los labios para no reír, pero sabía bien que Jessica lo decía muy en serio. Linette no parecía demasiado impresionada. Más bien, parecía aburrida.

—Vamos, Call —dijo, rodando los ojos—. Dejemos de perder el tiempo con estas dos. Tenemos cosas mejores que hacer. —Le dirigió, de nuevo, una mirada a Vega—. Ya nos veremos, Black.

La mueca burlona de Callum no desapareció hasta que abandonaron la tienda. Jessica, furiosa, tomó de la mano a Vega y la arrastró fuera, aunque por una puerta diferente a la que los mellizos habían tomado.

—Malditos, malditos imbéciles —murmuraba Jessica, una y otra vez—. ¡Debería haberle dado de verdad! Así se le hubiera borrado esa estúpida sonrisa de la cara. ¿No tenían bastante con lo del año pasado? Serán...

—Al parecer, no, no tenían bastante —suspiró Vega, que caminaba con la cabeza algo gacha. Negó con la cabeza—. Vamos a Las Tres Escobas a por una cerveza de mantequilla. No quiero hablar de los Carrow.

Los gemelos y Lee notaron enseguida que algo iba mal, pero la expresión de Jessica fue suficiente para convencerlos de no hacer preguntas. Los cinco fueron hasta Las Tres Escobas, que se encontraba abarrotado.

Cedric Diggory la saludó desde la barra, donde estaba tomando una cerveza de mantequilla. Bastó echarle un vistazo al local para ver que no había mesas libres.

—Vamos a la barra, Cedric está ahí —propuso—. Hay sitio suficiente para todos.

—¿Con Diggory? —preguntó George, no demasiado contento.

—¿El niño guapo de Hufflepuff? —añadió Fred, haciendo una mueca—. ¿En serio?

—No seáis tontos, Cedric es buena persona —protestó Jessica—. Como digáis que no os cae bien porque sois rivales de quidditch, os juro que...

—Tranquila, Jess —interrumpió Lee, en tono pacificador. Le dio un codazo a Fred, que era a quien más cerca tenía—. Se comportarán.

Vega, sin ganas de escuchar la discusión, ya se había adelantado hasta la barra.

—Me alegro de verte, Cedric —saludó Vega, tal vez con demasiado entusiasmo, pero necesitaba desesperadamente olvidar lo sucedido con los Carrow y charlar con Cedric no era tan mala idea.

Era una suerte que, poco a poco, fuera haciéndose más fácil hablar con él. Después de varias guardias juntos, hubiera sido bastante incómodo seguir manteniéndose en silencio durante todo el recorrido. Pero habían ido encontrando temas de conversación poco a poco, y Vega llegaba a disfrutar aquellos paseos nocturnos, excepto las partes en las que atrapaba a Nova fuera de la sala común y se veía obligada a restarle puntos.

—También me alegro de verte, Vega —dijo Cedric, solemnemente. Vega rio.

—He sonado muy seria, ¿verdad?

—Solo un poco, no te preocupes —respondió él, divertido—. ¿Vas a pedir algo?

Vega asintió.

—¿Te importa si nos sentamos aquí? —Hizo un gesto hacia Jessica, los gemelos y Lee, que se acercaban a ellos—. No hay mucho sitio para sentarse.

—Sin problema.

—Gracias.

Vega terminó encontrándose entre dos grupos divididos y, a pesar de los esfuerzos de Jessica, fue imposible que los gemelos y Cedric intercambiaran palabra. Jessica terminó charlando con Fred, George y Lee, mientras Vega conversaba y reía con Cedric.

En poco tiempo, los Carrow desaparecieron de sus pensamientos.





























Vega no entendía por qué les habían hecho volver al Gran Comedor después del banquete de Halloween. Nova, que estaba junto a Ginny, fue corriendo hacia ella en cuanto la vio entrar.

—¡No te vas a creer qué ha pasado! —exclamó, claramente agitada. Bajó la voz al añadir:— Nuestro padre se ha colado en el castillo. Ha intentado entrar en la sala común de Gryffindor, pero la Señora Gorda no le ha dejado, así que ha roto el retrato. —Vega se mordió el labio. Eso no podía estar pasando de verdad—. Lo he visto, había ido un momento con Ginny para recoger una cosa de su dormitorio y he visto el lienzo destrozado.

Vega no tuvo tiempo de decir nada, ya que el director comenzó a hablar, haciendo que todos se callaran de inmediato. Sin embargo, fue consciente de las miradas desconfiadas que dirigían hacia Nova y ella parte de los alumnos.

—Los demás profesores y yo tenemos que llevar a cabo un rastreo por todo el castillo —explicó Dumbledore, mientras McGonagall y Flitwick cerraban todas las puertas del Gran Comedor—. Me temo que, por vuestra propia seguridad, tendréis que pasar aquí la noche. Quiero que los prefectos monten guardia en las puertas del Gran Comedor y dejo de encargados a los dos Premios Anuales. Comunicadme cualquier novedad. Avisadme por medio de algún fantasma. —El profesor se detuvo antes de salir del Gran Comedor y añadió—: Bueno, necesitareis...

Con un movimiento de la varita, envió volando las largas mesas hacia las paredes del Gran Comedor. Con otro movimiento, el suelo quedó cubierto con cientos de mullidos sacos de dormir rojos.

—Felices sueños —dijo Dumbledore, cerrando la puerta.

—¡Todos a los sacos! —gritó Percy, callando a todos los que habían empezado a hablar—. ¡Ahora mismo, se acabó la charla! ¡Apagaré las luces dentro de diez minutos!

Susan fue hasta ellas, empujando accidentalmente a Zacharias Smith para alcanzarlas. Se le veía preocupada.

—¿Cómo creéis que ha podido entrar? —preguntó, nerviosa—. Si ahora todos empiezan a...

—Sí, Black, ¿cómo crees que ha podido entrar en el castillo Sirius Black?

Zacharias Smith miraba hacia Vega con burla. Nova le mostró el dedo central sin dudar ni un segundo.

—Cállate, Smith, o te rajaré como mi padre rajó a la Señora Gorda —escupió, furiosa—. Lárgate a perder el tiempo a otro lado.

El rubio frunció el ceño.

—Ya os lo dije —comentó, girándose hacia sus amigos—. Está tan loca como su padre. Las dos lo están.

—Te demostraré qué tan loca estoy como no desaparezcas de mi vista ahora mismo —bufó Nova.

Smith abrió la boca, sin duda para continuar la discusión.

—Largo, Smith —dijo Vega, en tono de advertencia—. No olvides que sigo siendo tu prefecta, esté loca o no. ¿Quieres pasarte lo que queda de curso castigado?

Aquello bastó para que se largara. Ginny miró a Nova y le puso la mano en el hombro, para calmarla o para impedir que se lanzara a perseguir a Smith.

—Será mejor que vayamos a por sacos —comentó Susan, tras un momento de silencio.

Jessica asintió y se giró hacia Vega.

—Te guardaremos uno —prometió la rubia—. Disfruta con Diggory.

—¡Jess! —protestó Vega, frunciendo el ceño.

Ésta sonrió, inocentemente.

—Solo intento animarte, Vee. —Tras aquello, se alejó con Nova, Susan y Ginny.

Vega se quedó un momento a solas, tratando de no ponerse nerviosa. Era difícil, teniendo en cuenta que muchos la miraban al pasar junto a ella. Hizo lo posible por ignorarlos. Luego, fue junto a los demás prefectos, que estaban hablando con los Premios Anuales. Percy les dio algunas simples instrucciones antes de que empezaran a dar vueltas por el Gran Comedor en parejas.

—¡Voy a apagar las luces ya! —gritó Percy—. Quiero que todo el mundo esté metido en el saco y callado.

Todas las velas se apagaron de golpe. La única luz que había era la del techo, que mostraba el cielo estrellado, y la de los fantasmas. El Fraile Gordo fue junto a Cedric y Vega.

—¿De verdad Black ha destrozado el retrato de la señora gorda? —preguntó Cedric.

Vega apretó los labios. El chico la miró, disculpándose en silencio.

—Eso me temo —respondió el fantasma, con expresión grave—. Lo he visto con mis propios ojos.

—Fantástico —murmuró Vega, desanimada—. ¿Crees que buscaba algo en concreto? —Además de a Harry, claro.

—Aunque lo supiera, no podría contaros nada —respondió el Fraile.

Sonaba apenado de verdad. Vega trató de ignorar la mirada de lástima que le dirigió.

—Me lo imaginaba.

El fantasma se alejó para hablar con la Dama Gris y Cedric y Vega continuaron la guardia, regañando de vez en cuando a algunos alumnos.

—Cierra el pico, Malfoy, no te pasa nada en el brazo.

—Para ya de hablar de Potter, Creevey.

—Guarda esa hoja de estrategias, Wood.

—Jones, deja de reírte con Weasley y Potter.

—¡Nova, cállate de una vez!

Apenas tuvieron tiempo de hablar entre ellos, lo que hubiera decepcionado increíblemente a Jessica si lo hubiera sabido. Sobre las tres de la madrugada, Vega fue a hablar con Percy Weasley para preguntarle si no sería mejor hacer turnos, ya que todos los prefectos comenzaban a cansarse (uno incluso se había quedado dormido sentado en el suelo).

—Creo que podríamos... —empezó Percy después de que ella se lo propusiera, pero se interrumpió cuando las puertas del Gran Comedor se abrieron y el profesor Dumbledore entró.

El director fue directo hacia Percy y Vega.

—¿Han encontrado algún rastro de él, profesor? —le preguntó Percy en un susurro.

—No. ¿Por aquí todo bien?

—Todo bajo control, señor —respondió Weasley.

—Sí, todo va bien —añadió Vega—. La mayoría ya están dormidos.

—Bien. No vale la pena moverlos a todos ahora. He encontrado a un guarda provisional para el agujero del retrato de Gryffindor. Mañana podrás llevarlos a todos, Percy.

—¿Y la señora gorda, señor? —preguntó el Premio Anual.

—Se había escondido en un mapa de Argyllshire del segundo piso. Parece que se negó a dejar entrar a Black sin la contraseña, y por eso la atacó. Sigue muy consternada, pero en cuanto se tranquilice le diré al señor Filch que restaure el lienzo.

La puerta se abrió de nuevo. Vega miró hacia allí y vio a Snape acercándose a ellos.

Oh, no. No tenía ningún deseo de ver al profesor en ese momento.

—¿Señor director? —dijo el recién llegado—. Hemos registrado todo el primer piso. No estaba allí. Y Filch ha examinado las mazmorras. Tampoco ha encontrado rastro de él.

—¿Y la torre de astronomía? —preguntó Dumbledore—. ¿Y el aula de la profesora Trelawney? ¿Y la pajarera de las lechuzas?

—Lo hemos registrado todo...

—Muy bien, Severus. La verdad es que no creía que Black prolongara su estancia aquí.

—¿Tiene alguna idea de cómo pudo entrar. profesor? —preguntó Snape.

Vega intercambió una mirada con Percy. Estaba segura de que él también sabía que debían irse, pero ambos se quedaron por curiosidad. Si nadie les echaba, no se moverían de allí.

—Muchas, Severus, pero todas igual de improbables.

—¿Se acuerda, señor director, de la conversación que tuvimos poco antes de... comenzar el curso? —preguntó Snape, abriendo apenas los labios, como para que Percy y Vega no se enteraran.

—Me acuerdo, Severus —dijo Dumbledore.

—Parece... casi imposible... que Black haya podido entrar en el colegio sin ayuda del interior. Expresé mi preocupación cuando usted señaló...

Vega se quedó boquiabierta. La mirada del maestro de Pociones fue hasta ella un momento, antes de regresar al director. Vega no daba crédito. ¿Acababa de acusarla de cómplice?

—No creo que nadie de este castillo ayudara a Black a entrar —dijo Dumbledore con firmeza—. Tengo que bajar a ver a los dementores. Les dije que les informaría cuando hubiéramos terminado el registro.

—¿No quisieron ayudarnos, señor? —preguntó Percy.

—No creo que los dejaran entrar —murmuró Vega—. Y mucho mejor así.

—La señorita Black está en lo correcto —respondió Dumbledore fríamente—. Me temo que mientras yo sea director, ningún dementor cruzará el umbral de este castillo.

Percy se quedó un poco avergonzado. Dumbledore se marchó rápidamente, y Snape hizo lo mismo poco después.

—Ve a dormir —dijo Weasley—. Dile a todos de Hufflepuff y Slytherin que descansen. Haremos un cambio de guardia en dos horas.

Vega asintió y se alejó para avisar a los demás.

—¿De qué hablaban? —escuchó decir a alguien cuando apenas había dado dos pasos.

Su mirada se dirigió a Harry Potter, Ron Weasley y Hermione Granger, que estaban despiertos y, tal y como Vega adivinó, habían escuchado la conversación con el director. «Cómo no», pensó Vega.

Sin embargo, Primrose Jones dormía tranquilamente y estaba claro que no había escuchado nada. Algo así deberían haber hecho los otros, sin duda. Vega suspiró.

—Será mejor que os durmáis, los tres —murmuró—. Ya mañana hablaréis de lo que habéis escuchado.

Harry la miró y se incorporó un poco, indignado.

—¡Prácticamente te ha acusado de ayudar a Black a entrar! —dijo, en un susurro furioso—. ¿Le pagan por ser idiota o qué?

Vega sonrió, negando con la cabeza.

—No pierdas el tiempo con idiotas —aconsejó—. Duerme un poco, Harry.

Él frunció el ceño.

—Pero...

—Por favor —interrumpió Vega. No tenía fuerzas para discutir en ese momento.

Harry se tumbó de nuevo, a regañadientes.

—Buenas noches, prima.

—Buenas noches, primo.

Vega fue hasta Cedric, que estaba mandando a callar a un grupo de ruidosos niños de primero. Uno de ellos susurró algo que sonó parecido a ¡La hija del loco! cuando vio a Vega, pero otro de sus compañeros de chistó de inmediato.

Vega inspiró e ignoró a los niños. Miró a Cedric, que ya había regañado al que había hablado.

—Podemos dormir dos horas —informó—. Tengo que avisar a todos los prefectos de Hufflepuff y Slytherin.

Cedric asintió, pensativo.

—Ocúpate tú de Hufflepuff, yo voy a avisar a los de Slytherin. No creo que quieras hablar con los Carrow, ¿no?

Vega le miró, sorprendida.

—¿Cómo sabes...?

—Oí rumores el curso pasado —admitió él, encogiéndose de hombros—. Y les he escuchado hablando de ti un par de veces en clase.

Vega asintió. Una sonrisa se formó en su rostro.

—Gracias, Cedric —dijo, y realmente se sentía agradecida.

—No hay de qué. Ten cuidado con los chicos de allí —añadió, señalando discretamente a un grupo de alumnos de tercero—. Smith no deja de decir...

—¿Que soy una chiflada? —adivinó Vega—. Sí, lo sé.

Cedric suspiró.

—Parece que muchos creen eso.

—Ya, eso me temo —murmuró Vega. Miró a Cedric y una sonrisa burlona apareció en su rostro—. ¿Y tú? ¿No crees que soy una asesina loca?

—No tienes aspecto de eso, sinceramente.

—Supongo que es bueno saberlo. —La sonrisa en su rostro aumentó—. Buenas noches, Cedric.

—Buenas noches, Vega.




















hoy sería el cumpleaños 43 de vega <3

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