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Prólogo

Laufey había llegado a Sakaar por el exilió que si pueblo le dio al infringir las normas de su sociedad.
El gigante de hielo era obstinado y cruel, al punto dónde su propia familia le tuvo tanto temor, que corrieron al consejo para explicar el comportamiento, por lo cual recibió la pena del exilió en el basurero universal que era Sakaar.

En un inicio, creyó que podría gobernar el lugar, pero pronto tomo lugar como una de las mascotas que peleaba en la contienda de campeones para el Gran Maestro.
Laufey estaba inconforme con esa vida nueva, su estatura y fuerza natural le hacían un oponente difícil de derribar, convirtiéndose en poco tiempo, en la estrella del Gran Maestro. Pero a diferencia del resto de los peleadores, Laufey y el gobernante de Sakaar no se llevaban bien.
Se saludaban de manera cordial, hablaban lo necesario, pero la relación jamás fue soportable. Laufey quería quedarse con el lugar, y el Gran Maestro quería ponerlo de vuelta a su sociedad para no tener que lidiar con el gigante de hielo nunca más.

El tiempo en Sakaar pasaba muy rápido. Laufey día a día se daba por vencido a salir de ahí, y posiblemente eso lo llevo a conocer a Farbauti, una mujer proviniente de un planeta llamado Tierra. Fue lo que parecía, amor a primera vista.
Ella lo trataba bien, lo alimentaba, curaba y cuidaba sin esperar algo a cambió. Él, con el tiempo, se enamoró de ella, dejo de pensar en el poder, en volver, podría quedarse con ella en ese basurero y sería feliz.
La alegría de Laufey fue más grande, cuando su mujer le anuncio que sería padre. Deseaba ver a su hijo nacer, ver a su esposa cargar un bebé, enfrentar ese nuevo reto juntos.

El día del parto, las cosas se complicaron, y para la desgracia de ambos amantes, Farbauti perdió la vida poco después de dar a luz a un niño de tez azul. El pequeño gigante tenía la piel de su padre, pero los ojos verdes de su madre.
Ella, antes de partir, le pidió a su amado que cuidase del fruto de su amor, pero Laufey se llenó de rencor contra su propio hijo.

—Maldito niño de mierda —se quejó escuchando al bebé llorar—, juro que si no cierras la puta boca, conocerás a tú madre.

Laufey necesitaba deshacerse de él, por lo que pidió una reunión con el gobernante, para ofrecerle a su hijo a cambio de su libertad. Sabía lo mucho que el Gran Maestro deseaba tener un hijo, ¿qué más daba si ese niño no era suyo?
De cualquier manera, si este no accedía al trato, mataría al niño e iniciaría una revolución.

Fue así, como el gigante de hielo obtuvo su reunión.

—Laufey, ¿qué es lo que quieres? —realmente le molestaba ser interrumpido—. ¿No me has jodido ya mucho?

—Deseo mi libertad.

—No has hecho nada para merecerla.

—Escuche —apretó los puños—, se que requiere de algo a cambio.
Quédese con mi hijo.

—Bastardo de mierda, tú no tienes hijos. ¿Piensas que soy imbécil?

—Tuve un hijo hace poco, producto del amor que le tuve a Farbauti. Pero mi amada dio a luz a ese pequeño monstruo que le arrebató la vida.

—¿Estás seguro de que ha sido el niño quien le mato?

—Sí. —refuto con molestía—, si ese niño no hubiese nacido, si no lo hubiésemos procreado, mi amada seguiría a mi lado.
Por eso le imploro que tome al niño como mi boleto de salida.

—¿Y qué haré yo con un bebé recién nacido?

—Lo que desees. Mátalo, crialo como tuyo, ponlo a pelear, ¡¿Qué se yo?!

—¿Y sí me niego?

—Realmente no quiere saberlo.

Ambos se miraron por un breve momento, finalmente el Gran Maestro bufó con molestia e hizo un ademán para que le llevasen un papel.

—Bien, tráeme al niño, en cuanto lo tenga, te daré el contrato de tú libertad.
Pero escúchame bien, después de esto, en la vida te vuelvas a aparecer por aquí, porque si lo haces, juro que te mato.

—Como órdenes —miro a la joven parada junto a la puerta—, Lidia, trae al niño, está afuera.

—¿Has dejado al recién nacido afuera, ¡Tú eres idiota o que?! —reclamo el gobernante.

—Mi papel —exigió al notar que la mujer caminaba con el niño en dirección donde estaba el mayor de todos.

El Gran Maestro tomo al bebé en brazos, y un cálido sentimiento se alojó en su pecho al ver la pequeña e indefensa criatura que estaba siendo abandonada y condenada por quién se supone debería cuidarlo.

—Lidia, dale su papel, brindale una nave y que se largué por uno de los portales.

Cuando Laufey abandono el salon, el hombre miro nuevamente al bebé.
Decidió quedarse con él, podría ser muchas cosas, pero no un monstruo que condenaba niños.

Aquella noche, cuando se aseguró de que Laufey se hubiese ido, presento al pequeño gigante de hielo cómo Loki, el príncipe de Sakaar y futuro heredero de las tierras perdidas entre el espacio.

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