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Dominada por el orgullo no quise saber de Matías. Evidentemente, él tampoco había querido saber de mí, ya que ni siquiera tenía un mensaje en mi teléfono.
A la única que llamé fue a Naty.
― ¡Nena! ¿Dónde te habías metido? ―se la escuchaba preocupada.
― Me quedé dormida en lo de la vecina.
― ¿Qué?
― Fui a alimentar al gato y me quedé dormida en el sofá. Ella también tiene un sillón muy cómodo ―bromeé, a desgano.
― Matías me llamó. Estaba como loco. ¿Discutieron?
― Podría decirse que sí.
― Estaba desesperado, me pidió que le avise si sabía algo de vos, así que ahora que estás vivita y coleando, supongo que ya hablaron.
― No precisamente...y prefiero que no le digas que sabés que estoy en casa.
― ¡Mani!¿Me estás cargando? Así no funcionan las cosas.
― ¿Y acaso sabés de qué modo sí lo hacen? ―la arrinconé fastidiada. Ella resopló.
― Para serte sincera...no ―su nariz echó un ligero aire.
― Necesito pensar; él se separó de su novia.
― No te lo puedo creer...
― No sé el motivo, pero estuvo armándose un bolso con ropa que abandonó sobre una silla en su cuarto.
― ¿Y adónde se iría?
― Lejos de mí. Me lo dejó en claro ―triste, recordé sus ojos oscuros y abatidos ―. Ahora tengo que dejarte, quiero descansar un rato, salir a comprar unas cosas y enfrentarme con la realidad.
― Dale...después contáme.
Creyendo en que si acaso no había llegado muy lejos con el tema de ocultar mi paradero, pensé en escribirle a Mati para decirle que estaba bien; sin embargo, él había evitado contactarse conmigo en toda la tarde y sentí que de algún modo debía hacérselo pagar.
Tazón de sopa de verduras en mano, me puse a ver "Hell's Kitchen" para cuando Matías llegó y quedó de piedra en la puerta.
Su alma pareció volverle al cuerpo y la mía, también.
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