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Sentada en la pequeña oficina que Natalia y yo habíamos improvisado para realizar la parte administrativa del restaurante, me dispuse a abrir cada link que Matías me envió en concepto de casa.
Se lo notaba entusiasmado y una parte de mí se contentó por verlo con ese gran objetivo a cuestas aunque más no fuese, teniéndome fuera de su órbita.
Sin embargo, que me propusiera acompañarlo suponía que no se desprendería, en principio, de mi colaboración.
— No te va a sacar una foto y ponerla en un cuadrito con la leyenda "amiga del mes" —dominando la ironía de un modo magistral, Natalia apareció con unos impuestos por pagar bajo el brazo. Corriendo la silla frente a mi escritorio, su regaño proseguiría un poco más —. Estoy harta de verte como un perrito faldero atrás de ese tipo. Evidentemente tiene otros planes en la cabeza y no te incluyen.
— ¿Qué necesidad tenés de herirme diciéndome eso? —bajé la tapa de mi notebook, molesta por su apreciación.
— Perdón si soy grosera o no tengo los mejores modos, pero ya no sé cómo decirte que gran parte de la solución está en tus manos. ¡Hablá de una vez por todas!
— Ya es tarde.
— ¿Por qué?
— Porque está hasta las manos con la novia y quiere mudarse pronto. No me extraña que sea para irse a vivir con ella —mi socia no se lo esperaba.
— Hoy en día es habitual que las parejas intenten convivir de una. No hay tiempo para el noviazgo de diez años —inspiró, armando una respuesta más convincente.
— Ya está, lo perdí.
— Nunca pensé que bajarías los brazos tan fácilmente, Mani —poniendo tono adoctrinador, sus palabras me sorprendieron —. Superaste la muerte de tus padres siendo muy pequeña, saliste a la vida teniendo que enfrentar la soledad absoluta y ganaste la batalla. Tenemos un emprendimiento bastante redituable, trabajás de lo que te gusta...¿por qué pensar que todo está perdido si ni siquiera intentaste ganar esta jugada?
Dejando los papeles de lado, cubrió mis manos con las suyas.
— No puedo decir qué es lo mejor en estos casos. No soy consejera sentimental —se rió y yo respondí del mismo modo —, pero creo que tenés que definir qué es lo que querés: ¿sacrificar tu amistad en pos de la verdad, el sinceramiento y apostar a que él sienta lo mismo o quedarte en tu zona de confort, viendo cómo el amor de tu vida se va a la mierda con otra mina sin siquiera ponerte los guantes de boxeo?
Meneé la cabeza, sabiendo que cada una de sus palabras era cierta.
— Salgamos a tomar algo esta tarde. Elías llega tarde de su trabajo —me invitó, aprovechando que su marido no estaría temprano en su casa.
— No puedo, me encuentro con Matías a ver casas...—elevé los hombros y mi amiga, graciosamente, cayó desplomada contra el escritorio, mostrándose más que resignada.
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