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Vanesa quedó petrificada ante mi propuesta.
― ¿Qué?
― Eso...que yo no puedo vivir acá para siempre y nosotros nos estamos llevando muy bien —la emoción en sus ojos se tradujo a lágrimas pequeñas—. Tal vez sea un tanto apresurado, pero podemos intentarlo, ¿no te parece? Un par de días a la semana te podés quedar y vamos viendo. Lo manejamos sobre la marcha.
Como era de esperar no me contestó en el momento ni al rato siguiente. Era obvio su comportamiento, pero yo entendía que estaba tratando de asimilar mi oferta que, en cierto punto, pretendía desmentir sus suposiciones con respecto al amorío con mi amiga.
Entrando al loft, vi que Mani ya había lavado y secado todo.
― Hubieras esperado un rato más y te ayudaba —me quité la campera y dejé las llaves colgadas en el lugar de siempre.
― No sabía si volverías. Quizás te ibas con ella a continuar la noche en otro lado —suspicaz, dio una última repasada a la mesada de la cocina, dejándola impecable.
― Con respecto a eso...creo que es necesario que comience a buscar un nuevo lugar donde vivir —no pude sostenerle la mirada. Avergonzado, me sentí un gatito tierno.
Mani permaneció en silencio por un rato, quizás esperando la valentía de mi mirada inmadura.
― Por favor, decime algo —supliqué, aún con los ojos vagando por el piso.
Mi amiga permaneció de pie, inmutable, hasta que me regaló su tan preciada palabra.
― Está bien —soltó avara—, si no te molesta, quiero ir a dormir. Mañana tengo que estar temprano en el restaurante.
Sin su beso habitual en la sien, se marchó rumbo a su cuarto, dejándome desconcertado y angustiado en partes iguales.
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Aprovechando la soledad de la noche y mi insomnio, me serví una copa de vino y abrí mi notebook en mitad del comedor.
Con los refucilos filtrándose por los infinitos ventanales del departamento, me conecté a varios portales inmobiliarios con el objetivo de encontrar una nueva casa. Ésta ya había cumplido un ciclo en mi vida; era tiempo de marcharme y proyectar algo nuevo y con una persona maravillosa como lo era Vanesa.
Pero...¿era eso lo que realmente deseaba o había sido obligado por la circunstancia de tener que hacerlo?
Focalizado en mi búsqueda, encontré algunos que cumplían con mis expectativas.
― Perdonáme —la voz de mi amiga quebró el silencio, dándome un leve susto —. Me estoy comportando como una egoísta; no tenés la culpa de que yo me sienta sola...—podía notar a la legua que antes de aparecer en la mitad de la noche, ya se había torturado un buen rato.
Bajé la tapa de mi computadora y la invité a tomar asiento a mi lado, en su sofá.
― Vení...—la cobijé en mi pecho y se acurrucó como un ovillo de lana —. Ni sos egoísta ni estás sola, ¿estamos? —le recordé, inspirando su perfume dulce y teniendo una perspectiva indiscreta de su escote —. Vos me ofreciste tu casa, tu compañía, todas tus cosas durante todo este tiempo. Yo necesito crecer, ser un adulto y preparar mi propia comida —le susurré al oído y por fin, una sonrisita divertida salió de su boca.
― Quiero verte feliz —agregó con el corazón en la mano.
― Y yo, a vos...
Mani descomprimió su pecho y me abrazó con mayor fuerza.
― Déjame ayudarte a buscar una casa nueva —propuso y acepté, ya que se presentaba como un desafío interesante —, al menos que quieras que te acompañe Vanesa —omití detallar mi reciente propuesta de convivencia.
― No, me gustaría mucho que vinieras conmigo. Quiero elegir un sitio en el que vos también te sientas cómoda. Sobre todo, para venir a cocinarme —di una fuerte carcajada a la que ella se acopló.
― ¿Tenés pensando mudarte a corto plazo?
― Hasta recién estuve mirando algo.
― ...ya...ya...¿ya?—se desinfló.
― Relajado, pero si aparece algo que me gusta, me mando de una.
― Como con Vanesa.
― ¿Vanesa? ¿Ella que tiene que ver?
― Que si aparece algo nuevo y lindo que te gusta, te mandás, tal como hiciste con ella —tomando distancia de mí, se puso de pie —. Después copiame los links que elegiste. Tengo que garantizarme que tengan un buen horno —suspendiendo un beso en el aire, regresó a su dormitorio y yo, a mis dudas.
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