29
Temblaba. Estaba más pálida de lo habitual y no toleraba ni el agua.
― Dale, a sorbitos aunque sea –le rogué cuchara en mano y bol con un caldo en la otra. Ella bebía y automáticamente, pedía el balde.
No era momento para regañarla. Mani sabía que se había mandado terrible cagada al tomar un montón y no comer nada.
― Vamos a tener que llamar al doctor. Te vas a deshidratar si seguís así –mi amiga pedía por favor que no, y se acurrucaba en torno a sus almohadas. Tiritaba.
Nunca la había visto así, pero era lo mínimo que yo podía hacer por ella. Mani había lidiado con mi mal carácter al momento que contraje paperas. Bromeando ante la posibilidad de quedar estéril, me ayudaba a pasar el trance, además de prepararme la comida, dejarme todo listo cuando se iba a trabajar y llamarme cada media hora para saber cómo estaba.
Agradecí que ella la hubiera tenido a los 10 años, en ambos lados.
Demacrada, muy cansada y dolorida, finalmente cayó en un sueño profundo que le perduró por más de cuatro horas.
Acostado en el sofá, yo aproveché a descansar para cuando mi teléfono sonó con una llamada de Vanesa: oficialmente, acababa de dejarla plantada en el cine.
Golpeé mi frente con el canto de la mano; perdido en hora y espacio, no recordaba nuestra salida dominical.
Tomé mi teléfono y tecleando un rápido "no llego a la función que te prometí pero podemos ver otras pelis, estoy allí en media hora", borré el mensaje antes de enviarlo.
¿Por qué? Porque mi mejor amiga estaba tirada como trapo de piso en su cama y casi sin poder levantarse. No tenía a nadie en este mundo, y supuse que irme cuando más me necesitaba, era una idiotez por más enojo que hubiera entre nosotros.
Enojo y confusión, de hecho.
Lo cierto, es que ese cruce inexplicable de palabras, previo a su descompensación, me quedaría rebotando en la cabeza por muchas horas.
¿Era un juego producto de la borrachera o escondía algo que yo no quería ver?
Sin tener en claro los motivos de nuestra batalla dialéctica, simplemente le respondí a mi cita con un "lo siento mucho, Vane, pero ayer tuve un cumpleaños y comí algo que me cayó mal... recién me despierto. Perdón...¿podemos dejarlo para mañana? Aprovechemos el feriado."
Ella estaba en línea; pronto, respondió.
"Necesitás que vaya a cuidarte? Soy buena enfermera " y agregó un emoji de enfermera, otro de ambulancia y un beso.
Inspiré profundo, odiándolos. Debía focalizarme en mi papel.
"No dudo que sepas cuidarme muy bien, pero no quiero que pierdas tu domingo en manos de un tonto que no supo cuidarse con las comidas. Aprovechá a comprarte algo en el shopping".
Mordí mi labio y tuve su contestación al toque.
"Creo que puedo pasar por una casa de lencería y ver qué modelito de ropa interior comprar...¿te parece?", de a poco, Vanesa levantaba a la bestia, dormida hasta ahora.
"Mmmm....creo que es mejor plan que el original", con risa bobalicona le escribí. Dejando el teléfono de lado, me serví agua aquietando mi calor interno. Sin embargo, todo cambió cuando vi a Mani de pie, envuelta en una frazada y con un aspecto que daba miedo.
― Dios mío, ¡soltaron a los de Walking Dead!
― Muy gracioso...creo que sigo con fiebre –en efecto, toqué su frente y estaba muy caliente.
― Tomá asiento que busco el termómetro –rescatándolo del fondo de un cajón del vanitory, lo agité y se lo di para que se lo pusiera en la axila. Al minuto, se lo sacó, entregándomelo –. Tenés 39,6. Vamos a llamar a un médico, no seas terca.
― ¡No! Odio a los doctores.
― Tenés que tomar un ibu o algo para bajar la fiebre.
― Me intoxiqué...ya se me va a pasar...–cabeza dura como pocas, simplemente acomodé su desastroso pelo oscuro y acaricié sus pómulos con mis pulgares.
― Si seguís así por la noche, llamo al doctor. Pero no pasa de hoy ¿Trato hecho?
Ella me regaló una sonrisa grande y pálida.
― Por eso es que te amo tanto...por eso...–agregó en un suspiro, abandonando su mejilla en mi pecho y dejándome aún más confundido que antes.
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