PRÓLOGO
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Dejaré claro a partir de este momento que no soy la chica más tierna con la que pudiste cruzarte, pero tampoco soy una chica rebelde que se mete en problemas porque lleva una vida complicada, digamos que soy algo de ambas, no diré que la mejor de la clase, ni tampoco la más popular. En pocas palabras, mi puesto es el de la nerd.
Tengo dos mejores amigas. Mery y Lauren. Ellas son las guapas y atractivas del grupo, ambas tienen siempre una docena de admiradores detrás suyo. En el colegio todos me consideran la nerd, la DUFF, la chica estudiosa con lentes que camina tras la sombra de las más despampanantes hermosuras del colegio.
No me siento orgullosa de ello, pero debo admitir que ser la Duff tiene sus ventajas, una de ellas es que no tengo que soportar la mirada descarada de los adolescentes hormonales y los comentarios atrevidos de los estúpidos babosos del instituto o de los chicos que me cruzo por la calle. ¿Ven? Esa ya es una gran ventaja. Yo no me fijo en ellos y ellos tampoco en mí.
Mis intereses por el momento están fijos en aprobar este último año con buenas notas para así entrar a la universidad de mis sueños: Harvard.
Hoy es un día común entre tantos, voy al colegio en mi auto deportivo, el cual es azul, que casualmente es mi color favorito. La luz del sol deslumbra directamente mis ojos, bloqueándome el campo de visión, así que antes de quedarme ciega me coloco los lentes oscuros para obstruir los rayos solares.
Todo va bien, disfruto de esa excelente mañana hasta que a medio camino me topo con un semáforo desesperante —que ya ha formado una fila de autos detrás del mío—, el cual lleva más de tres minutos sin cambiar de rojo a verde. Mientras espero miro hacia todos lados para no perder la poca paciencia que me queda, observo a las personas que cruzan la calle, a las que van caminando en la banqueta, a algunos que van hablando por teléfono, otros van en sus bicicletas y algunas madres de familia van caminando de la mano de sus hijos.
Miro hacia el lado izquierdo de la calle al escuchar el abrupto sonido de música de reggaetón del auto que se sitúa al lado del mío.
«¡Caray! Su música me irrita los oídos, me da dolor de cabeza».
Veo a un auto rojo de última generación a través del espejo retrovisor, conducido por un chico que parece tener mi edad, aproximadamente, y tampoco es que eso importe mucho.
El desconocido se pasa las manos por el cabello mirando su reflejo en el espejo, se asegura de no tener un solo mechón fuera de lugar y le sonríe a su reflejo como todo un galán de película, desbordando soberbia y chulería. Tras presenciar su acción rodeo los ojos y pienso para mis adentros: «Que chico tan egocéntrico, superficial y vanidoso, debe tener el ego por los cielos».
De la nada el chico apuesto voltea en mi dirección y casi en cámara lenta se baja los lentes oscuros que llevaba puestos —con estilo y arrogancia— y su dulce mirar azul cruza con mis ojos inesperadamente, al instante aparto la mirada sintiéndome incómoda y confundida por su repentina aparición y su atención desconcertante. Me olvido de eso y mantengo la vista fija enfrente, esperando pacientemente que el semáforo cambie a verde.
Casi enseguida los autos comienzan a avanzar, yo piso el acelerador avanzando detrás de ellos y giro el volante hacia la avenida principal, rumbo al instituto.
Media hora más tarde me encuentro con mis amigas en el salón de diseño, es un aula pequeña, las paredes son de color crema, no hay más de veinte pupitres dispersos alrededor, un mueble viejo de madera en la esquina, un pizarrón digital justo al frente y justo al lado de este se encuentra el escritorio del profesor.
—A que mola, ¿no? —le dice Mery a Lauren con una sonrisa de oreja a oreja plasmada en su rostro.
—¿Qué mola tanto? ¿la nueva tendencia de moda en París? —pregunto yo, uniéndome a su conversación y sentándome en el rincón como de costumbre.
—No, el nuevo papacito que le propuso una cita a Lauren ayer, ¿recuerdas que saliste de la cafetería y fuiste a la biblioteca a buscar un par de libros para realizar la tarea? Pues justo después de que te fuiste llegaron un grupo de chicos, se sentaron con nosotras y...
—Adivinaré... se les quedaron mirando como abejas buscando como presas a dos florecillas —dije con obviedad y sonreí por mi comentario, a veces las acciones de los chicos eran tan predecibles, seguramente podría leerles la mente si los tuviera delante mío, porque seamos honestas, no es como si los hombres pensaran gran cosa. Póngales un par de chicas guapas enfrente y verán de qué forma tan estúpida se comportan.
Ambas me miran serias, sin inmutarse, ellas a veces no entienden el sarcasmo de mis palabras, por ello la mayor parte del tiempo prefiero guardarme mis comentarios para mí misma.
Medio minuto después Mery comienza a dar brincos emocionada antes de asentir.
—Pues siiiii, ¡y aquí Lau se ganó la lotería!
Lau asiente soltando un suspiro profundo, dando la impresión de estar soñando despierta.
—No tienen idea lo emocionada que estoy por salir con él, y como soy una buena amiga le dije que hoy en la tarde lleve a dos apuestos amigos suyos a nuestra cita para que salgan con ustedes.
—¡Lau, eres lo máximo! —Mery la abraza con entusiasmo, sin en cambio, al escucharla yo hago una mueca de desagrado, frunciendo el ceño y apretando los labios.
—Espero que al decir "salgan con ustedes" te refieras a ti, a Mery y a alguna otra compañera invisible del grupo —le digo entre dientes mientras abro mi libro, enfoco el párrafo donde me había quedado y comienzo leer, restándole importancia a lo que ha dicho Lau.
Ella coloca su mano sobre mi hombro para atraer mi atención y me dice:
—No seas así, te vas a divertir, mereces disfrutar de tu juventud como el resto de los chicos y chicas del instituto, ¿a qué no, Mery?
—Ella tiene razón Eid, debes pensarlo mejor y darte una oportunidad de divertirte. Un chico encantador, atractivo y guapo estará frente a ti, saldrá contigo, ¿por qué no te emociona la idea?
—Les aclararé algo a las dos, así que escúchenme bien, no estoy interesada en tener ningún tipo de relación con nadie, no pretendo descuidar mis estudios, no le fallaré a mis padres ni a mí misma. Saben que las adoro, son lo máximo, pero no pueden obligarme a ir a esa cita triple, bastante tengo con que todos me vean como “la rarita del grupo” —hago comillas con los dedos al decir lo último. Honestamente ya estoy cansada de tener que repetir las mismas palabras siempre que hacen planes sin consultarme.
—Eso no es cierto Eid, eres una chica fantástica, cualquier chico que se cruce en tu camino podría considerarse afortunado —dice Lauren sonriente intentando animarme.
Pongo los ojos en blanco y les repito agotada las mismas palabras. —¡Chicas, no quiero hablar más del tema!
En ese momento el profesor entra al salón y les dice a todos —Buenos días—, lo que para él significa: «Siéntense o les pondré un reporte». Las chicas se van a sus lugares correspondientes y yo me quedo pensando en lo interesante que será la clase, pienso hacer algunas preguntas para aclarar mis dudas acerca de la tarea.
Horas después, al salir de la última clase del día me topo con un chico de frente, mis libros y cuadernos caen al suelo, tal como sucede en los programas de la televisión.
«¡Rayos!».
—Disculpa... —dice él a modo de disculpa.
—No importa —me agacho a recoger los lapiceros y libros que cayeron al suelo, el chico que chocó conmigo se agacha a mi lado y me ayuda a recogerlos. Esto suena muy cliché, lo único que falta es que nuestras miradas se encuentren y se vuelva amor a primera vista, si, jaja, como si tuviera tanta suerte.
Nos incorporamos del suelo al mismo tiempo, él me tiende la mano para entregarme algunos de mis colores. Le sonrío y él me los entrega amablemente, afortunadamente no se rozan nuestros dedos y la situación no se pone incómoda.
—Gracias, eres muy amable —exclamo sin siquiera mirarlo, y opto por no hacerlo porque siempre que intento mirar a un chico a la cara todo me sale mal, tartamudeo, me pongo nerviosa, digo tonterías y quedo como una tonta delante de él, así que me limito a acomodar mis anteojos y pasar por su lado sin decir una palabra más.
A mitad de camino me encuentro con una desagradable sorpresa, o quise decir horrorosa pesadilla.
—¿Te han dejado sola, rarita? —escucho la voz cruel de Miranda a mis espaldas, no tengo idea de dónde demonios ha salido, pero realmente desearía no haberme cruzado con ella, tiene la mala costumbre de aparecer en los peores momentos para fastidiarme. Ella es la concepción misma de un ángel top model encarnado en una diosa griega malvada.
Doy media vuelta, casi sin querer hacerlo, esa rubia teñida es tan fastidiosa e insoportable, sabe perfectamente que no la soporto, incluso preferiría encontrarme con el jinete sin cabeza antes que con ella.
«Para mi mala suerte tendré que lidiar con la peor de todas las brujas, que fastidio».
Resoplo y cruzo los brazos sobre mi pecho, y mostrándome confiada le digo en un tono de voz desafiante:
—¿Y qué me dices tú, Miranda? Ayer te acostaste con el quarterback y ya te crees diosa del instituto, aun sabiendo que solamente eres un número más en su lista de conquistas.
Ella me fulmina con la mirada, como si hubiese recibido una bofetada, y exactamente eso es lo que quería, borrarle esa sonrisita triunfal de la cara. Estoy segura que en diez segundos sacará sus garras para atacarme y humillarme, siempre lo hace, así que aquí vamos.
—Serás... estúpida, no te soporto rarita, te crees mucho por pertenecer al grupito de las perfectitas de tus amiguitas ¿no? A mí eso me da igual, no eres más que la sombra de Lauren y Mery. Maldita Duff de quinta —aprieta los puños y coloca las manos en sus caderas para darse aires de creída. A los pocos segundos muestra una sonrisa cínica en sus labios cuando dice—. ¿Y sabes qué? al menos yo me he acostado con alguien y no será la última vez que lo haga, pero tú no lo conseguirás ni, aunque te hagas una cirugía plástica en todo el rostro —yo ni siquiera me inmuto al escucharla, no le encuentro ninguna gracia a sus insultos, ya no me afecta lo que diga o haga para difamarme, tal como lo dije, estoy acostumbrada a ese tipo de tratos y burlas desde que tengo uso de consciencia, así que la sociedad y ella pueden reírse siempre que quieran, porque para su desgracia yo no mostraría un solo gramo de debilidad por eso.
Al ver que yo no le respondo ella comienza a reírse a carcajadas junto con sus amigas, que le hacen a sus carcajadas un coro malévolo y irritante.
—Con permiso —intento irme y pasar por su lado, pero ellas me bloquean el paso.
—¿Qué pasó feíta? A las chicas como tú no les gusta escuchar sus verdades, ¿cierto? —exclama la rubia fingiendo pena, colocando sus manos sobre su boca para aparentar arrepentimiento.
—¿Quieres que te diga una de tus verdades, Miranda? Bien, eres patética, te crees superior a todos cuando lo único que logra hacer bien tu diminuto cerebro es buscar los defectos de los demás para así poder criticarlos y pisotearlos. Sinceramente me das lástima, no te tengo miedo porque las zorras golfas como tú jamás conocerán lo que es el amor propio, así que sí, acuéstate con cientos de tíos, pero ten en cuenta que ninguno llenará el vacío de neuronas que ambas sabemos te hacen falta —espeto con frialdad, harta de sus burlas y ataques verbales.
Ella me mira furiosa, sus ojos me lanzan rayos laser y aprieta sus labios con tanta fuerza que tengo la impresión de que quiere asesinarme sin anestesia, y no la culpo, la he dejado en ridículo delante de todos en el pasillo.
Algunas de sus amigas comienzan burlarse a sus espaldas, Miranda les dirige una mirada severa y amenazante, y después se vuelve hacia mí con una expresión de furia total, sin dejar duda de que quiere partirme la cara a mí y después a los que siguen riéndose de ella.
Antes de que eso suceda la empujo y paso por su lado con una sonrisa triunfante en el rostro. Está vez le he declarado la guerra.
La escucho gritar con repugnancia:
—¡Está me la pagarás rarita!
—Di lo que quieras —le respondo con actitud indiferente—. ¡Ya escuchaste lo que tenías que escuchar!
Miranda vuelve a alcanzarme y tira de mi brazo bruscamente para que me gire hacia ella. —No sé quién te crees que eres rarita, pero escúchame bien, no permitiré que nadie y mucho menos tú vengas a insultarme de esa forma, solo eres una fea sin gracia alguna, ¿escuchaste? —dicho eso me empuja y sale del instituto empujando a todos a su paso, parece ser que está vez me pasé un poquito de la raya.
«Que va, todos sabemos que se lo merecía».
Escucho el claxon de un auto afuera, volteo y visualizo a mi amiga en su convertible.
—Hey Eid, ¿vienes o voy por ti? —gritó Lauren desde su auto haciéndome señales raras con las manos.
Corrí hacia ella y subí a su auto antes de que la culpa pudiera alcanzarme.
—Vamos, tengo que estudiar muchísimo hoy, mañana tengo un examen y necesito concentración total —le digo rápidamente y ella asiente encendiendo el motor del auto, después comienza a andar por la carrera camino a la residencia.
—Bla bla bla, no has hablado de otro tema que no sea el dichoso examen de administración, vamos amiga, no me digas que estudiarás esa estúpida carrera aburrida solo para complacer a tus padres.
—Es una buena carrera, no solo me asegura un futuro sin problemas económicos, también podré dedicar tres años de mi vida a estudiar algo productivo y emprendedor para así poder crear mi propia fundación y...
—Dale Eid, no seas tan aburrida, mejor cuéntame cómo se sintió dejar sin dignidad a la pesada de Miranda.
Frunzo el ceño mostrándole una mirada confusa. —¿Cómo te enteraste?
—Lo subieron a las redes, mira —me muestra un video en su celular donde efectivamente le estoy diciendo sus verdades a esa estúpida, el video ya tiene más de trescientas reproducciones y doscientos likes.
Abro los ojos como platos, totalmente impresionada.
—¡Oh, por dios! Si mamá se entera de esto me matará —me cubro la cara con ambas manos y niego repetidas veces sintiéndome angustiada—. ¿a quién se le ocurrió grabarme diciendo palabrotas?
—A alguien que al igual que tú no soporta a la tonta de Miranda —responde totalmente despreocupada, alzando sus hombros.
A veces quisiera ser como ella, tener una vida relajada y tranquila, no tener que preocuparme por cosas tan insignificantes como realizar un ensayo, entregar una tarea, o cualquier otra cosa que ponga en peligro mis estudios.
✿♡♡✿
Ya es de noche, muy de noche, estoy en mi habitación estudiando con una docena de libros extendidos sobre mi escritorio, suspiro con cansancio y me paso ambas manos sobre el cabello sintiendo la pesadez de mis párpados a causa del agotamiento, ya que llevo más de tres horas leyendo y memorizando temas aleatorios.
Lauren ha salido a comprar una pizza hace algunos minutos, ella es mi compañera de habitación, así que técnicamente estoy sola.
Miro la hora en mi celular; 10:50 PM.
Me levanto de la silla y camino hacia mi armario, abro las puertas de madera y busco mi pijama favorito, al encontrarlo me lo pongo, después amarro mi cabello en una coleta alta, me cepillo los dientes en el baño, regreso a mi habitación, limpio mis anteojos y vuelvo a ponermelos.
Y justo cuando estoy a punto de acostarme tocan la puerta del dormitorio.
«¡Maldición! ¿acaso Lauren olvidó sus llaves de nuevo?».
Ella sabe que mi hora de dormir es a las once en punto, ni un minuto más ni un minuto menos.
Vuelvo a ponerme las sandalias sintiéndome molesta y salgo de mi cuarto caminando hacia la puerta como zombie, sin ganas de dar un paso más.
No me molesto en mirar por el picaporte antes de abrir la puerta, sé que es Lauren, ¿quién más vendría a las once de la noche a está habitación?
Quito el seguro, giro la perilla y al abrir la puerta mi mirada se encuentra con un par de chicos altos y tremendamente guapos frente a mí.
—¿Quiénes son ustedes y qué hacen aquí? —les pregunto irritada. Parece que salieron de la portada de una revista de moda. En realidad, sí que son atractivos, pero no tengo ni idea de porque están parados frente a mi puerta.
—Buscamos a Lauren, está es su habitación, ¿no? —habla un chico de ojos verdes, su cabello es rizado y obscuro con algunos mechones azules muy llamativos—. Sabes... mi amigo necesita verla —señala al chico que se encuentra detrás suyo, quien por cierto no me interesa mirar.
Me apoyo en la puerta, cruzo los brazos sobre mi pecho y les dirijo una sonrisa de boca cerrada.
—¿Y piensan tú y tu amigo que éstas son horas de llegar? —cuestiono con las cejas enarcadas, evidentemente molesta.
El chico de ojos verdes sonríe, el rubio que se encuentra al lado suyo solo se aguanta la risa, y él de atrás no se inmuta, ni siquiera nos presta atención.
—Nos habían dicho que la güera tenía una compañera de habitación muy malhumorada, pero tú sobrepasas las expectativas —dijo el rubio en tono burlón que no me agradó en absoluto.
—Jared, ya déjala, vale, vengamos mañana y listo —le sugiere el otro chico, hablando con amargura.
Los miro con cara de victoria y me dispongo a cerrar la puerta, pero en ese momento una voz apasionada, irresistible y magníficamente hermosa llega a mis oídos:
—No, esperen —exclama el que no se había dignado a mirarme, quizá habría sido mejor que no lo hiciera—. Tú, te atreves a cerrar la puerta y conocerás quien soy —espeta molesto dando un paso hacia enfrente para intimidarme.
Me río de él sin voltear a verle. —Ah sí, ¿pues qué crees? —hablo sarcástica sin dirigirle la mirada, pero mostrándoles a los tres una sonrisa burlona—. ¡Me importa un bledo! —exclamo fastidiada y le cierro la puerta en la cara sin impedimento alguno, después le pongo seguro a la cerradura y me voy a mi cama a descansar.
«Dulces sueños, perdedores».
Antes de dormirme pienso en el chico odioso que intentó intimidarme, no puedo evitar pensar que su voz fue la más linda que escuché antes, y la más ardiente también.
Sacudo la cabeza para no pensar más en el tema, definitivamente necesito dormir más y pensar menos.
«Sí, será mejor que no piense más en nada y me tome un largo descanso».
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