8 Su cumpleaños
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La semana se ha pasado volando. El fin de semana siguiente las chicas están muy entusiasmadas por alguna razón que aún desconozco, ellas se encuentran en la cocinita, tienen accesorios de maquillaje regados sobre la barra y se maquillan la una a la otra sonriendo mientras hablan de lo que le ocurrió a Mery en una clase, y yo estoy en el sofá bebiendo un café cargado, a mi lado está Espuma durmiendo cómodamente en mi antebrazo, al escucharlo ronronear me relajo un poco. No puedo quejarme, al menos mi gato me hace compañía.
—Eid, deberías maquillarte un poco, querida, tenemos planes para este hermoso día —me sugiere Lau con emoción, quien está mirando su aspecto en el espejo, la observo mientras se retoca el maquillaje con un poco de rubor.
—¿Qué clase de planes? —le pregunto y suelto un profundo suspiro de agotamiento—. La última vez me llevaron al cine solo para ligarse a dos tipos asiáticos que ni siquiera sabían hablar español —les recuerdo y ellas se miran entre sí riendo por lo bajo.
—En primer lugar, esos asiáticos sí que tenían estilo, y en segundo lugar uno de ellos me besó con tanta pasión que creí estar en el paraíso, debo reconocer que no estuvo tan mal, pero eso no importa ahora, te prometo que en esta ocasión no besaré a un desconocido —me asegura Lauren.
—Lo dices porque tienes novio, Lau —exclama Mery sonriendo con picardía—. Un novio que al parecer te atiende muuuy bien, sabes a qué me refiero —le guiña un ojo y sonríe con diversión.
Lau se sonroja y a modo defensivo le lanza un cojín del sofá a la cabeza, ambas ríen a carcajadas mientras en mi cara se forma una mueca de disgusto. No me gusta en absoluto que hablen así de Kian, como si este mismo fuese un pedazo de carne, aunque, a decir verdad, con ese cuerpazo de infarto nadie se le resistiría, esos brazos, ese abdomen, esas facciones seductoras, definitivamente fue esculpido por los dioses de la perversión griega.
«¡STOP! ¿En serio acabo de pensar eso?».
«¡Maldita imaginación mía!, ¡Maldito Kian que no sale de mis pensamientos!».
Estoy tan perdida y embobada recordando el día que me encontré a Kian metido en mi habitación con el torso descubierto que no me doy cuenta en qué momento las chicas se acercan. Lau me desata el cabello, Mery me maquilla y pinta mis labios con un brillo rosa que tiene un olor delicioso de cereza y frambuesa.
—Chicas, saben que odio maquillarme —les recuerdo incorporándome del sillón y sacudiendo mi cabeza.
Camino hacia el espejo del baño y WOW, quedo sorprendida cuando veo mi reflejo, mi aspecto es totalmente distinto con maquillaje, las ondas castañas de mi cabello se han acomodado sobre mis hombros, sinceramente ya no me veo tan espantosa como hace apenas minutos. El maquillaje es milagroso, claro que lo es.
—Y el toque final —Lau me pone casi media botella de perfume en el cabello, yo le digo que ya es suficiente, ella me hace caso y deja el perfume sobre el lavabo.
—¡Qué guapa! —exclaman ellas emocionadas detrás de mí. Sacan sus celulares y abren la app de selfies acomodándose para comenzar su sesión fotográfica.
—No, no, ¿qué hacen? Saben que odio tomarme fotos —les digo negándome rotundamente, salgo del baño y vuelvo a sentarme en el sofá.
—Solo una, porfiiiiiis —las dos me miran con expresión triste, siempre hacen eso cuando buscan conseguir algo, no puedo decirles que no.
—Una y nos vamos —termino aceptando su propuesta y ellas se sientan al lado de mí, sonriendo emocionadas. Lau toma selfies de las tres juntas, hacemos caras graciosas y divertidas, y otras serias o sonrientes.
—Definitivamente la última la subiré a Instagram —dice Lauren en broma guiñándome un ojo.
—Ni siquiera lo pienses —le advierto con los ojos entrecerrados.
—Salgamos de aquí —Mery sale de la habitación y nosotras la seguimos.
Un cuarto de hora más tarde estamos las tres en el auto de Lau, ella va conduciendo y Mery tiene una sonrisa formada en sus labios con la mirada fija en su celular, mientras yo golpeteo la ventanilla con mis uñas.
Quince minutos después Lau detiene el auto y lo estaciona en un lugar libre.
—Ya llegamos —mi amiga rubia baja del auto y atiende una llamada en su celular.
Mery y yo bajamos del auto y la seguimos en total silencio mientras ella avanza y entra a lo que parece ser una residencia estudiantil.
Mi amiga castaña rodea mis hombros y sonríe para animarme.
—Eid, pronto descubrirás la sorpresa del momento, ¿estás lista?
—Lo estoy —finjo emoción—. Sorpréndeme —exclamo con poco entusiasmo, no puedo evitar sentirme fuera de lugar.
Ellas se detienen frente a una puerta negra con estampillas de instrumentos musicales. Lau toca la puerta un par de veces, el temor comienza a correr por mis venas y a invadirme como un escalofrío interminable, no quiero pensar lo peor, pero estoy segura que la persona que está detrás de la puerta es...
Abren la puerta y tal como lo imaginaba, Kian nos observa con neutralidad y por un instante puedo jurar que su mirada se pierde en la mía. Inmediatamente una sonrisa atractiva se forma en sus carnosos labios rojizos mientras sus seductores ojos siguen contemplándome.
—Sean ustedes bienvenidas a mi humilde morada —se hace a un lado y las chicas no dudan un segundo en entrar, yo no me muevo ni un centímetro, solo le sostengo la mirada sin parpadear, conteniendo la respiración. Al minuto siguiente me aclaro la garganta un poco incómoda por su actitud y su atención sobre mí.
—No me mires así, ellas me obligaron a venir —le explico nerviosa, centrando mi atención en el color blanco de las paredes, sí, me gusta ese color, me gusta más que el chico que se encuentra justo delante mío.
Ellas ríen por mi comentario y después se adentran a la pequeña sala, escucho que saludan a Jack Jake y a Jared como si se conocieran de toda la vida. En breves segundos las pierdo de vista, y al darme cuenta de lo que eso significa respiro con dificultad, ahora solo estamos Kian y yo, nadie más.
Él da un paso hacia mí, quedando frente a frente conmigo, en tan solo segundos sus dedos se enredan en mi cabello y me pierdo en su mirada clara y cautivadora. Muy lentamente pasa un mechón rebelde de mi cabello detrás de mi oreja, deslizando sus dedos sobre mi mejilla con un toque apenas perceptible, su contacto me parece inadecuado, pero al mismo tiempo electrizante. Lo miro desconcertada, con el ceño fruncido, él lame sus labios y suelta una sonrisa burlona, esa sonrisa que tanto le caracteriza y me vuelve loca.
Pero claro que algo tenía que estropear este magnífico momento, o quise decir alguien.
—Amor, amor, amor. ¡Feliz cumpleaños! —grita Lau con voz dulce y empalagosa detrás de nosotros. Ella salta a los brazos de Kian y él la rodea por la cintura demasiado sonriente para mi gusto, después ambos se besan con desesperación, delante de mí, en mi cara. La escena me produce náuseas y opto por desviar la mirada y fijarla en las lámparas blancas que iluminan la habitación.
Siento la mirada pesada de Kian sobre mí otra vez, lo miro de reojo, él se separa de Lau rápidamente, pasa las manos sobre su cabello y me observa sin disimulo alguno.
«¡Joder! ¿qué demonios le pasa?, ¿por qué no deja de mirarme?, ¿por qué deseo devolverle la mirada?».
Respiro profundo, en un intento de relajarme, pero no funciona.
—Feliz cumple —Mery le da un abrazo a Kian, uno de esos abrazos que tan solo duran cinco segundos.
Todos voltean a verme, quizá esperan que haga lo mismo que mis amigas y le abrace como si fuéramos mejores amigos. ¡Ya claro! Ya parece que voy a brincar a los brazos de Kian y le voy a desear que se lo pase genial después de sus insinuaciones absurdas y de su manía de llamarme ordinaria para herir mis sentimientos. Pues se quedará con las ganas el muy imbécil.
Rodeo los ojos y visto que nadie dice nada doy media vuelta en un intento de escapar de esta situación, pero el agarre de su mano en mi muñeca me impide continuar con mi fallido plan.
Kian me atrae hacia sí, y en un abrir y cerrar de ojos me encuentro pegada a él, estoy atrapada entre sus brazos. Siento su aliento sobre mi cabello, su cabello rozando mi clavícula, erizándome la piel y despertando cada uno de mis sentidos. En este instante mis pensamientos e ideas son un enredo total. Su abrazo repentino me ha robado la respiración, todo lo que diga o haga estará por encima de la razón si no se aparta ya mismo de mi alcance.
Kian susurra sobre mi oído con voz ronca:
—Me enloquece el olor de tu perfume... es delicioso —dicho esto, se aleja y mira a los demás disimulando que no me ha susurrado nada, para él es fácil, no tiene que ocultar sus mejillas coloradas delante de todos—. Agradezco que estén aquí pequeñas preciosuras, en menos de cinco minutos comenzará la fiesta —lo dice totalmente tranquilo y despreocupado. Disimula muy bien que nada ocurre entre nosotros dos, quizás esa es la verdad, tal vez solamente lo hace para fastidiarme el día y siendo honesta lo consigue muy fácilmente.
—¡Que emoción! —Lau le da un beso corto en los labios y él le corresponde con desenfreno.
Cierro mis puños a mis costados y noto su sonrisita burlona de nuevo, ¿acaso lo hace a propósito? Maldito creído, le demostraré que no me importa verlo besando a otras, no me importa, no debe importarme.
Y bueno, ¿qué puedo decir? Lo que se supone que sería una celebración entre amigos se convirtió en una fiesta explosiva con más invitados de los que podría contar. La residencia está repleta de estudiantes, ya he perdido de vista a las chicas, desde hace un rato las vi adentrarse a la cocina y no las he visto salir. Me siento algo solitaria en este maldito sitio, no quiero estar aquí, no quiero seguir aquí.
Y justo cuando estoy a punto de salir de allí una mano pálida sujeta la mía con delicadeza, reteniéndome.
—La pequeña niña ordinaria piensa irse tan pronto —dice Kian bebiéndole un trago a su vaso de cerveza al mismo tiempo que niega con la cabeza—. Lamento decirte esto, pero no podrás irte y dejarme así, sin más —sus palabras se repiten una y otra vez en mi cabeza, dejándome aturdida.
—¿Qué dijiste? —le pregunto casi al borde de un colapso nervioso, me tiene muy mal su comportamiento.
Kian se inclina hacia mí, hago una mueca por el horrible olor de su aliento, apesta a alcohol, y aun así la poca distancia que nos separa no me molesta en absoluto.
«Ok, odio que apeste a alcohol y amo su cercanía, ¿eso no es contradictorio?».
—Dije que es mi cumpleaños, y debes quedarte justo aquí y concederme un deseo —afirma acortando la distancia entre nosotros, mis labios están a pocos milímetros de los suyos, bastaría un empujón para que mi boca y la suya se encuentren. Una corriente de escalofríos transmite la advertencia de PELIGRO a todo mi cuerpo, pero hago caso omiso a ello.
—¿Qué es lo que en realidad deseas, Kian?
—A ti, quiero que me beses, deseo besarte y que seas mía —sus palabras no podían haber sido más claras. Kian desea besarme, y siendo honesta... a mí también me apetece besarlo.
—Estás borracho, deja de decir estupideces —exclamo irritada alejando mi rostro del suyo, no quiero caer en la tentación y hacer algo de lo que posiblemente me arrepienta mañana.
—Dicen que los borrachos siempre dicen la verdad —asegura con firmeza, alza los hombros y fija su mirada en la mía, poniéndome nerviosa.
—Todos excepto tú, Kian. Anda ya, suéltame y ve a buscar a Lau.
—No la quiero a ella, te quiero a ti. Joder, por qué no quieres entenderlo —me reprocha molesto fulminándome con la mirada, manteniendo aún su agarre en mi muñeca.
—Ya déjame tranquila —le grito fastidiada e intento apartar mi mano de la suya, pero él me lleva detrás suyo a través de la multitud y no se detiene hasta que alguien grita su nombre, visualizo a un grupo de chicos sentados en la alfombra, formando una especie de círculo, parecen estar ocupados, concentrados en un juego.
—Tyler, quiero un reto —le dice Kian a un chico pelirrojo que está bebiendo varios tragos de una botella de vodka.
—Quieres unirte al juego eh cumpleañero, estupendo, déjame pensarlo —coloca su mano en su barbilla, como si estuviera pensando un gran reto, o en uno realmente estúpido tal vez. Tras un minuto de concentración absoluta suelta—. Tu reto es... besar en la mejilla por más de diez segundos a la chica que sujetas del brazo.
—¿Solo eso? Pensé que dirías algo mucho más alocado, que la besará en la boca, por ejemplo —confiesa Kian bebiendo de nuevo otro sorbo de cerveza.
—Perdona, escuché bien o... —mi frase se queda suspendida en el aire. Kian se inclina hacia mí y sus labios rozan mi mejilla, electrizándome por completo. Siento un choque de adrenalina y dulzura atravesándome la piel. Maldición, se siente jodidamente perfecto. Sus dedos acarician las comisuras de mis labios y dibujan su contorno lentamente, enloqueciéndome y torturándome. Ningún chico me había besado en la mejilla antes y hoy Kian ha cambiado eso.
Me aparto abruptamente de su lado y un poco desconcertada lo miro entre la multitud de jóvenes a nuestro alrededor, me desconecto de la realidad y miro mi reflejo en sus ojos claros. En mis labios se forma una sonrisa disimulada y doy media vuelta tomando la distancia necesaria para no perder el control de mí misma.
Rato después, me encuentro mirando el anochecer mientras inspiro el aire fresco de la noche, tengo los brazos apoyados en el barandal del balcón principal del tercer piso de la residencia.
Alguien se acerca y se detiene justo a mi lado, apoya las manos en el barandal e inspira aire profundamente, su brazo roza con el mío a propósito, sus ojos me examinan por un momento y después miran con detenimiento el cielo. Tiene un cigarro entre los labios y tras cinco breves segundos deja escapar el humo al aire libre.
—No te cansas de perseguirme —le digo con disgusto mirándolo de perfil.
Sujeta el cigarrillo entre sus dedos y lo contempla por algunos segundos.
—Y tú no te cansas de evitarme, llevo más de una hora gritando detrás de ti que te detengas y no paras de ignorarme, ¿soy una especie de plaga para ti? ¿o actúas así por el beso que te di? Cielos Eid, no fue para tanto —exclama del todo tranquilo, dándole otra calada al cigarrillo.
—¿Tú que crees? Y no estoy exagerando nada, te has pasado de la raya hace un rato, y respondiendo a tu otra pregunta, si me pareces una plaga y el beso estuvo completamente fuera de lugar, todos los que nos vieron pueden malinterpretar el beso y difundir rumores en el colegio, rumores que nos involucrarían a ambos.
—A la mierda los rumores, lo único que me importa es lo que piensas tú —reconoce él, sus ojos cruzan con los míos cuando dice la última palabra.
No le respondo, solamente suelto una carcajada del todo sarcástica y le doy un golpe en el brazo con mi codo.
—Cabeza hueca, me estás fastidiando —le digo de broma y miro durante breves segundos uno de sus tatuajes, el que tiene debajo del cuello, tiene la forma de una rosa marchita encendida en llamas.
Busco dentro de mi bolso las llaves de mi auto, al encontrarlas separo las mismas de mi llavero favorito y sin más tomo su mano, le entrego el llavero y finjo que el contacto de su piel con la mía no causa un torbellino de emociones en mi interior, porque dentro de mí se desata un tornado de sentimientos al momento justo que sus dedos rozan con los míos.
—Toma, feliz cumpleaños Kian —le sonrío y suelto su mano, apenada—. Ese es mi obsequio para ti, es un llavero de una guitarra, edición limitada de mi grupo favorito de rock, así que no lo pierdas o te obligaré a conseguir otro —me rio disimuladamente y tras unos segundos de silencio lo miro fijamente de perfil—. Espero te guste, no tengo nada más que regalarte.
Él observa el pequeño objeto y después me contempla en absoluto silencio, haciéndome pensar que sus ojos miran a través de mis anteojos, y me contemplan a mí. Dejo de respirar ante la intensidad de su mirada, tiene un modo de mirar que te hace olvidar hasta tu mismo nombre.
—Tengo otro llavero de Barbie en mi bolso, si quieres te lo cambio —bromeo para romper el momento de incomodidad que surge entre los dos, pero él no se ríe ni se inmuta—. ¿No te gusta?
—No me gusta. Me encanta —afirma con voz ronca—. Es el primer regalo que tiene un significado importante para mí, aunque, sinceramente no necesitaba que me regalaras nada Eid, mi mejor regalo eres tú, lo sabes —confiesa inesperadamente y mi corazón comienza a latir tan acelerado que temo que todos los que están adentro puedan escucharlo—. Me basta con tenerte cerca para sentirme feliz.
—Si no estuvieras borracho, te creería —exclamo seriamente, girándome hacia él.
—¿Qué debo hacer para que me creas?
—Debes dejar de coquetear conmigo, solo así creeré que vale la pena seguir con esta conversación —miro la hora en mi celular y después volteo a verle—. Es la hora —coloco mis manos a ambos lados de su rostro y en un movimiento rápido le doy un beso corto en la mejilla, mis labios rozan su suave piel durante breves microsegundos—. Querías un beso mío, pues bien, deseo concedido.
Noto un brillo malicioso en su mirada y poco después su expresión provocativa cambia a una sonriente, él vuelve su mirada al horizonte y yo hago lo mismo, recargo mi cabeza sobre su hombro y disfruto de la media noche más luminosa que he visto en mi vida, acompañada del chico que me gusta.
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